lunes, diciembre 10, 2007

Canarias ante el fin de fiesta de los recursos naturales[1]


“Es como si la especie humana pareciera decidida a llevar una vida corta pero extravagante”
Nicholas Georgescu Roegen[2]

“Si la energía falla, todo falla”
E.F. Schumacher[3]

Texto disponible en PDF en: http://www.canariasantelacrisisenergetica.org/wp-content/uploads/2007/12/CanariasAnteElFinDeFiestaRecursosNaturales.pdf
Introducción.

Canarias asiste a un fin de fiesta. Tomo la expresión de Richard Heinberg, un prolífico escritor norteamericano, autor, entre otros, del libro “The Party´s Over: oil, war and the fate of the industrial societies”[4], traducido al español[5] como “Se acabó la fiesta”, y que describe acertadamente la era de los hidrocarburos en la que nos encontramos como una gran fiesta de uso de los recursos naturales en la que se ha procedido a la transformación absoluta de nuestras sociedades en un tiempo extraordinariamente breve en términos históricos.

Richard Heinberg encarna una acertada visión de conjunto del fenómeno que aquí describimos: el ascenso frenético de las economías intensivas en recursos de los hidrocarburos, y extiende sus análisis en múltiples publicaciones y cotidianos comentarios en la red, englobando aspectos relacionados con la organización económica y social, la geopolítica y la dependencia alimentaria, o el impulso de alternativas de “baja entropía” para las sociedades industriales[6].

El mismo subtítulo del citado libro no deja lugar a dudas: nos enfrentamos a conflictos, cuando el ritmo in crescendo del uso de los recursos naturales en disputa no se pueda mantener. Las guerras, como método de resolución de conflictos; el colapso económico, como fórmula para el ajuste de las sociedades a un menor consumo, y todo ello teniendo como telón de fondo un impresionante fenómeno: el declive permanente del petróleo como recurso básico para nuestra sociedad. Nos encontramos alzados en una cumbre que tiene otro lado, el de la bajada, al que nos resistimos a mirar.

¿Cómo terminan las fiestas? Para conocer el desenlace de una historia, resulta esencial conocer los personajes que en ella participan, su ritmo más o menos importante de consumo, el habitáculo donde se reúnen, y otros tantos factores. Por ello, al igual que hace Heinberg en su descripción de la fiesta de las sociedades industriales, y singularmente de los EE.UU., conviene acercarse a las Islas Canarias con perspectiva histórica. No es el propósito adentrarse en los confines seculares de nuestro proceso de poblamiento aborigen, conquista y colonización, sino centrarnos en puntuales fenómenos recientes que han moldeado de forma veloz nuestra realidad social y económica. Si hay algo que precisamente caracterice a la recientísima historia insular es el carácter espectacular de los cambios que se han registrado en ella. Para acudir a las bases de la transformación de la sociedad norteamerica, inglesa o alemana, quizás haya que remontarse al comienzo de las revoluciones industrial y tecnológica. En cambio, territorios como Canarias se incorporan al ritmo acelerado del crecimiento exponencial de ese tipo de sociedades en fechas muy recientes. Por eso es muy fácil, aún en estos años, que convivan en una misma familia, personas que desarrollaban su medio de vida en un entorno de baja entropía y eminentemente rural, con personas que sólo una o dos generaciones después, no conocen sino las mieles de la sociedad tecnológica.

La incorporación al turismo de masas y a la construcción masiva.

Como Canarias no se entiende hoy sin su condición de “destino de sol y playa”, consideramos que es la penetración del turismo de masas en las islas el detonante del fenómeno de incorporación a la “fiesta”. Podríamos remontarnos a los iniciales proyectos de los años 50 y 60, pero sin duda alguna el verdadero despegue hacia la consolidación de Canarias en el entorno internacional se produjo a partir de finales de los años 70 y del año 1980. Desde esas fechas hasta el año 2001 - fecha de la cifra mayor de la historia en entrada de turistas extranjeros - , esto es, en apenas dos décadas, la cifra de turistas se multiplica por más de seis, con un crecimiento medio anual de prácticamente el 10%, una cifra realmente insólita. Téngase en cuenta que entre el año 1988 y el año 2006, el turismo mundial creció de 392 millones a 842, esto es, aproximadamente se duplicó, en un intervalo histórico de 17 años, mientras, como decimos, y de ahí su especialización en el sector, ese índice es ampliamente superado (se sextuplica) en las islas en el periodo 1980-2001.

Este gran despliegue turístico es la base del modelo de desarrollo insular, y especialmente de su sector de transportes de masas, encontrándose los aeropuertos insulares en lugares destacados a nivel nacional en el número de pasajeros. Sin ese desarrollo turístico no podemos entender lo demás: la incorporación al turismo de masas fue la puerta de entrada para la generación de un mercado canario de consumo, la extensión de la red eléctrica y de aguas, la alimentación de los restantes sectores económicos, como el comercio, construcción, crecimiento de las administraciones públicas, inmigración poblacional, y un largo etcétera.

Especialmente significativo ha sido, en justa correspondencia, el gran ritmo de incorporación a esta “fiesta”, en las cifras de nueva población. Canarias ha duplicado su población en apenas cuatro décadas y media, desde los 996.177 habitantes del año 1960, hasta los más de dos millones que existen en el año 2007, en un ritmo de crecimiento algo inferior a la media mundial, pero igualmente explosivo: un 1,6% aproximadamente anual de crecimiento. Como se verá, estas “pequeñas” cifras de crecimiento exponencial nos llevan, a lo largo del tiempo, a un proceso de aceleración cuya comprensión escapa muchas veces a nuestro entendimiento. No podemos dejar de señalar la correspondencia, pues, entre el surgimiento de las islas en el entorno del turismo internacional – donde se sitúan aún como un destino mundial de referencia – y la duplicación de la población en pocas décadas: la riqueza ha atraído a gentes de todo el mundo, y ha favorecido el crecimiento endógeno de la población[7].

Esa nueva población, que participa del consumo en Canarias, está mayoritariamente ocupada y, además, ha crecido de manera espectacular en la última década. Así, desde el año 1996 hasta el año 2007, la población ocupada en las islas ha pasado de 510.970 personas a 919.590, esto es, un incremento del 80% en apenas 11 años[8]. La impresionante máquina acelerada de creación de actividad económica y empleo en que se convirtió el archipiélago en este tránsito entre el Siglo XX y XXI ha creado el espejismo del permanente “progreso”. Sin duda alguna, ha supuesto la década dorada de la economía canaria y, por el mismo motivo, la etapa de saturación definitiva del modelo, el tránsito hacia la crisis estructural del mismo, por motivos que analizaremos aquí.

La particularidad de las islas es que han adoptado proporciones de crecimiento inauditas, en un entorno “desarrollado”: nuestro marco sociopolítico e institucional es el de una economía occidental – la española – que, a su vez, ha presenciado crecimientos de gran entidad en la última década, debido al auge del fenómeno del turismo y la construcción, entre otros factores. Estos fenómenos han generado la ilusión de estar insertos en el núcleo duro de las economías más ricas y, no en vano, la renta per cápita se acerca a las de las economías más industrializadas. Sin embargo, la especialización insular y española en sectores de rápido agotamiento y gran volatilidad como el segmento del ocio y la construcción, vía endeudamiento frágil de la población, auguran que el ajuste será importante. En el caso de Canarias, a éste proceso se le añade un factor de “lejanía” que le perjudicará especialmente, debido a la creciente desglobalización que el mundo presenciará.

En conclusión: las islas se incorporaron al festín del turismo de masas (hay que entender que, según la Organización Mundial del Turismo, la evolución espectacular del mismo se ha registrado sobre todo en las últimas dos décadas: 25 millones de turistas extranjeros en el año 1950, 69 en el año 1970, 190 en el año 1980 y nada menos que 842 en el año 2006[9]), al tiempo que el modelo mundial, y de forma más acelerada que el entorno “desarrollado” centroeuropeo, principal emisor, junto al mercado norteamericano, de turistas en el mundo.

Esta aceleración en la actividad turística ha venido acompañada del fenómeno de la rápida velocidad en la construcción residencial en las islas, especialmente también en la era dorada del periodo 1996-2006, percicibiéndose ya el deterioro definitivo de su ritmo, en un proceso histórico de “cenit y declive”, que anticipa el futuro general de las islas.
Así, se difundió que en las Islas que “Los bienes urbanos se duplicaron en 26 años”[10]. En este interesante artículo se desgranaban datos que indican la insólita transformación de nuestro territorio y el carácter de “aceleración” registrado en las últimas décadas. Se dice que, según los datos que obran en el Catastro, “el número de inmuebles urbanos se ha multiplicado por 15 en poco más de medio siglo” en las Islas: “en los años 80 se registraron casi un cuarto de millón de construcciones, el récord absoluto en la historia de Canarias. La década de los 90 se cerró con poco más de 905.000 y en lo que va de siglo XXI y a tres años de 2010 ya se cuentan casi 200.000 más”. También se recogió en la prensa insular[11] el sorprendente crecimiento de la superficie edificada en las islas en los últimos años, según información procesada por la empresa pública Grafcan: “desde 1997 al año 2002 la superficie que ha quedado sepultada bajo el cemento ha pasado de 6.476 hectáreas a 9.976, lo que supone un incremento del 54 por ciento. En la práctica, eso supone que cada menos de dos días queda ocupada por edificios una superficie equivalente a un campo de fútbol (…) La evolución ha sido constante en los últimos años, y si de 1987 a 1996 aparecieron 1.910 hectáreas nuevas edificadas, desde entonces hasta 2002 fueron 1.586”.
Estos dos pilares – turismo y construcción – han supuesto la entrada en Canarias en el grupo de lugares del mundo donde la economía ha registrado un crecimiento exponencial más importante. El Profesor emérito del Departamento de Física de la Universidad de Colorado, Albert Bartlett, ha expresado que “el mayor defecto de la raza humana es nuestra falta de habilidad para comprender la función exponencial”[12]: ésta última se utiliza para explicar el fenómeno de algo que está en permanente crecimiento y, por tanto, en una situación de aceleración. Bartlett es hoy uno de los principales adalides de la propuesta de decrecimiento, tanto de población como del uso de los recursos, y muestra una lacerante oposición a los planteamientos de la “sociedad de la nueva tierra plana”[13], que no cuestionan sino que, bien al contrario, siguen proponiendo un crecimiento exponencial insostenible en un Planeta finito.

Canarias se incorporó a la fiesta del crecimiento exponencial, a través del uso creciente de la energía, esa “capacidad de hacer trabajo” que ha transformado totalmente en apenas una generación la sociedad y economía insular. La incorporación de Canarias fue posible, pues, debido a la extensión de la “civilización del hidrocarburo” y, particularmente, gracias al crecimiento exponencial en la disponibilidad y uso del petróleo.

Civilización del hidrocarburo.

Ha dicho el economista inglés E.F. Schumacher que “si la energía falla, todo falla”[14]. Como ha ocurrido con otras sociedades, las civilizaciones tienen un soporte básico en su capacidad para hacer actividades, a través de suplementos energéticos en forma de madera, esclavos, trabajo de hombres libres, animales y, en las últimas generaciones, el uso creciente de los hidrocarburos: carbón, petróleo y gas natural. Cuando la base de las mismas decae, indefectiblemente decae la civilización que era sostenida con esa abundancia energética, y comienza el tránsito hacia otra época. La escasez de suministro energético define la escasez de actividad económica convencional, y redefine los límites de disponibilidad de los restantes recursos esenciales (agua, productividad del suelo, aire, minerales, etc.), así como la estructura socioeconómica resultante para la distribución de los mismos.

Vivimos hoy en la civilización del hidrocarburo, dado que el 88% de la energía primaria del mundo la soportan el petróleo, gas y carbón[15]. Esta civilización surge con el uso del carbón, ante la escasez de madera registrada en Inglaterra, que desvastó sus bosques a lo largo del siglo XVI y XVII. Como relata magníficamente John Perlin en su “Historia de los bosques”[16], el detonante del cambio de uso de la madera al ya conocido carbón fue la práctica desaparición de muchos bosques exhaustos ante las necesidades de la población, la industria y la armada, así como mejoras técnicas que permitieron el forjado del hierro con el uso del carbón, en vez de la madera, lo que supuso el espaldarazo definitivo a la edad industrial con el uso creciente de este combustible fósil y el hierro para un número creciente de funciones, antes cubiertas con árboles.

Según Marcel Coderch[17], en el periodo desde el comienzo del uso de los combustibles fósiles a la actualidad, se ha multiplicado por cincuenta el consumo energético per capita – teniendo en cuenta que la población se ha multiplicado aproximadamente por 6 en los últimos 150 años. Estima Coderch que el consumo energético total se ha multiplicado por trescientos.

Como sabemos, el crecimiento exponencial ha dominado también el uso de los hidrocarburos y así, citando nuevamente a Coderch, que toma sus datos del BP Statistical Review of World Energy, 2005, se ha estimado que en el periodo de 1983 al año 2004, la humanidad consumió el 50% del petróleo obtenido hasta ese momento. No cabe duda de la aceleración reciente del consumo de recursos, una aceleración que se ha registrado, en realidad y visto en perspectiva, en un periodo brevísimo de nuestra Historia, y que en un análisis racional, puede ser visto como una anomalía breve y casual – fruto del descubrimiento de los fósiles – más que como el devenir normal de la Humanidad.

Así, es sencillo entender la revolución que ha supuesto la aceleración en el consumo energético, y sus consecuencias: se ha forjado una civilización especializada en el crecimiento y en consumir, a razón de más de ochenta y cuatro millones de barriles de petróleo al día, y otros tantos equivalentes de gas y carbón, unos recursos finitos, de manera creciente. El resultado ha sido la aparición de miles de nuevos productos de consumo, la transformación absoluta de todos los procesos productivos, el crecimiento inusitado de la población, la creación de la práctica totalidad de los servicios que hoy conocemos: medicina moderna, transporte de masas, infraestructuras de saneamiento, materiales de construcción, y un largo etcétera que incluye, desde luego, nuestros esquemas mentales, forjados en la rutina del crecimiento exponencial, forjado a sangre y fuego en el inconsciente colectivo.

De todos es sabido que la creación fastuosa de toda esa civilización del hidrocarburo ha sido desigualmente concebida; y así, existen unos grandes consumidores per capita, básicamente los países de la OCDE, y otros con muy bajo consumo, pero con gran importancia poblacional, singularmente China o la India, amen de las grandes zonas al sur del Sáhara africano, donde el acceso a la electricidad se circunscribe a un 20% de la población[18].

Los países de la OCDE son los grandes protagonistas del consumo energético en el mundo. En buena medida, son recursos importados del exterior (países productores) y de una manera crecientemente importante: así, los EE.UU., que durante décadas fue el primer productor y consumidor del mundo, hoy importa más de dos tercios de su consumo energético, siendo como es aún el tercer productor mundial de petróleo, tras Arabia Saudí y Rusia. Europa ha bebido en estas dos últimas décadas del yacimiento del Mar del Norte, que se comenzó a explotar en los años 80 y hoy se encuentra en franco y terminal declive, así como del suministro de gas y petróleo ruso y de Oriente Medio, convirtiéndose en un territorio extremadamente frágil ante las interrupciones de suministro fósiles que vivirá el mundo en los próximos lustros.

Como en su momento nos han recordado Pedro Prieto y Marcel Coderch[19], son los pueblos más industrializados del mundo – en una relación per capita – los que han asumido las cuotas principales de consumo energético en términos históricos y también en la actualidad. Así, resulta cómico “acusar” al crecimiento espectacular de la economía china de las tensiones en los mercados energéticos, cuando su consumo por habitante es sensiblemente inferior al de cualquier occidental europeo o, especialmente, americano. Los EE.UU. aún consumen más energía globalmente que China, cuando su población es entre cuatro y cinco veces inferior. En China, se estima que hay 10 vehículos por cada 1.000 habitantes, ó 23 en Irán, ó 53 en Marruecos, mientras que en España hay aproximadamente 470, ó en los EE.UU. más de 700[20]. En la India, con uno de los índices de menor consumo per capita de recursos en todo el Mundo, se registran crecimientos importantes en términos macroeconómicos, pero aún a una abismal distancia de la media de los países del Norte.

No podemos pretender abordar la situación de crisis energética y de consumo de los recursos sin enfrentarnos a su vez a la cuestión del reparto de los recursos, y el expediente que acumula cada zona del Planeta, en su particular huella ecológica. Cuando el mundo contempla con pavor la aniquilación del Amazonas, debe recordar cómo en los últimos siglos ya los países europeos, los EE.UU. y otras tantas zonas del mundo, hoy convertidos en prados, cultivos o zonas estériles, acumularon su riqueza y posibilidades de expansión gracias a la pérdida masiva de sus bosques, explotación creciente de sus minas de carbón, y sobreexplotación de suelos. Las bases del crecimiento exponencial de los países más industrializados, así como de la globalización, se consolidaron en décadas de “revolución industrial” y generación de enormes redes de transportes de materiales, progresivamente más útiles ante la extensión de los mercados, que no han conseguido otra cosa que situar el consumo creciente de recursos no renovables en lugares cada vez más apartados de la cuna de las grandes factorías. La base de las sociedades industriales fue, en primer lugar, la pérdida irreversible de sus recursos locales y, con el poder – energía – generado a partir de su consumo, procurar la extensión del modelo, en forma de colonialismo y neocolonialismo, hacia zonas cada vez más amplias, a través del carbón y, después, del petróleo barato como eje básico e insustituible.

La protección ambiental moderna es, fundamentalmente, la ideología que parte de sectores determinados de países con un patrimonio natural ampliamente expoliado que, conscientes del drama sufrido, pretenden defender al resto del Planeta de esa inercia destructiva. Ocurre sin embargo que los mismos países auspiciadotes de las medidas de protección, se han servido históricamente del empobrecimiento propio de recursos, y del ajeno en la actualidad, para poder estar instalados en la contemplación ciertamente acongojante del deterioro del Planeta. En muchísimas ocasiones no presenciamos sino presión territorial sobre zonas vírgenes como espejos históricos de lo que ya las sociedades del pasado en los países ricos hicieron en su propio país, o como reflejo de lo que auspician en sus patios traseros internacionales, hoy en día.

Se da la circunstancia de que la protección ambiental pasa hoy, en todo caso, por una disminución real, en términos absolutos, y en forma de decrecimiento programado, por parte de aquellas sociedades que más consumen en el Planeta, si pretendemos aliarnos con las posturas de justicia ambiental que se proclaman en los foros internacionales. El tránsito del discurso a los hechos se topa aquí con la tozuda realidad: dada la enorme interacción entre consumo de recursos y valoración macroeconómica de la actividad de un país, así como partiendo de la socialmente asumida bondad otorgada al crecimiento económico per se[21], no encontramos en casi ningún lugar la referencia necesaria al decrecimiento real, y sí frecuentes evasivas en forma de otorgamiento de derechos de contaminar en los tratados internacionales, planes y programas de imposible cumplimiento; proclamas retóricas y rotundas contradicciones entre lo suscrito y lo realmente cumplido.

El incremento del consumo energético a partir del petróleo, aun siendo desigual, ha sido el detonante del deterioro y disminución de los restantes recursos: sin abundancia energética, costaría entender la rapidez en la sobreexplotación contemporánea de los grandes acuíferos del mundo, el declive de las grandes pesquerías, la rapidez del crecimiento de las tierras de cultivo y roturación de zonas silvestres, el incremento explosivo de la contaminación química, la práctica colonización de todos los espacios vivibles y la extinción de especies – la llamada sexta gran extinción de la historia de la vida en la Tierra[22] –y, por último, la enorme disponibilidad de minerales no renovables, algunos de los cuales[23] – como los vitales fosfatos[24] para la agricultura mundial – se hallan en histórico declive, y de otros recursos energéticos no fósiles,: el soporte del desarrollo de la energía nuclear, escala de la explotación del gas natural y carbón, y desarrollo de las renovables. Al ser el petróleo el “motor” de las cadenas de extracción y transporte de los materiales, es un pilar esencial para su disponibilidad a nivel global. Sabemos hoy, como veremos, que no existen sustitutos para la escala del petróleo en el mundo, dada su versatilidad y especial rendimiento energético.

Podemos afirmar que el declive del petróleo marcará un antes y un después en la posibilidad de disponer de los materiales que hoy sustentan la sociedad tecnológica. También, paradójicamente, es muy probable que nos encontremos en el cenit de la posibilidad de seguir mermando los recursos naturales del Planeta, al sernos sustraído gradualmente el líquido que nos permitía talar y transportar árboles a miles de kilómetros; transportar frutas de las antípodas, extraer y procesar el uranio para las centrales nucleares, así como los aerogeneradores con los que inyectar energía eólica en la red eléctrica. Menos movimiento de materiales supondrá menos emisiones de gases de efecto invernadero, probablemente menos posibilidad de mantener grandes granjas bovinas, que requieren de grandes aportes energéticos y, por lo tanto, producir menos emisiones de metano, etc.

Sin embargo, hasta que el declive del petróleo modifique definitivamente el rumbo de la economía mundial, la inercia del crecimiento está manteniendo las tasas de destrucción de los recursos mundiales a unos niveles insólitos en términos históricos: el mayor volumen nunca visto de combustibles fósiles se está quemando, y con él la mayor movilización histórica de elementos de la litosfera para consumo humano, así como para soportar la organización social y económica de una población que se acercará a los 7.000 millones de seres en el próximo lustro.

La trampa de Malthus[25]

Y es que, en realidad, nos encontramos ante el retorno de Malthus y su fatídica fórmula de tensión permanente entre población y capacidad de sustento de los ecosistemas, que ya formulara en su “Primer ensayo sobre la población”[26], en un no tan lejano 1798.

Como se ha dicho ya hasta la saciedad, podemos considerar el periodo de la sociedad del hidrocarburo como una breve pausa en la dinámica más o menos natural del comportamiento poblacional, cuyas leyes de expansión y contracción coinciden con la capacidad de crecimiento de su posibilidad de alimentarse. El ilustre economista inglés plantea acertadamente la historia de la humanidad como una continua lucha, no exenta de carácter dramático, entre los límites físicos (centrado en la superficie disponible para alimentar a una población determinada) y la capacidad reproductiva de la especie humana: “el hambre parece ser el último y el más terrible recurso de la naturaleza. La fuerta de crecimiento de la población es tan superior a la capacidad de la tierra de producir el alimento que necesita el hombre para subsistir, que la muerte prematura en una u otra forma debe necesariamente visitar a la raza humana”[27]

Marcel Coderch, a partir de los datos de las estadísticas anuales de la British Petroleum del año 2003, que la media de consumo anual en vatios hora, por persona, se sitúa en los 2.216 vatios/persona/año. Descender, por parte de los consumidores occidentales, a esa media mundial supondría el abandono prácticamente total de la sociedad industrial norteamericana, y una reducción importantísima de las actividades económicas en los restantes países ricos del mundo. Conllevaría, en compensación, un incremento importante del consumo de pueblos enteros del Planeta, y su acceso a la electrificación, agua, etc. Pues bien: esa media de consumo más equilibrada de vatios por persona no libraría al mundo de su estado de degradación de los bosques, ríos, atmósfera, suelo y mares. Simplemente, añadiría algo de justicia en un reparto secularmente desigual. Probablemente una apuesta real de resarcimiento a los pueblos con menor consumo implicaría un crecimiento más sostenido de estos en el acceso a la energía, en detrimento de las sociedades ricas. Sin embargo, todo esto no deja de ser una conjetura: no existen tantos recursos naturales en el Mundo para que exista una “venganza” de los países pobres. Como dice Lester Brown, nunca China podrá alcanzar los niveles de consumo de recursos que hoy tienen sus competidores industrializados[28].

Así pues, podemos afirmar, con los datos globales en la mano, que, siguiendo una secuencia lógica:

- nunca podrán alcanzar los países pobres a los ricos en consumo per capita, por haber sobrepasado el planeta los límites físicos tolerables de deterioro de los recursos[29]; antes de que puedan lograrlo los países eufemísticamente llamados “en vía (permanente) de desarrollo” sentirán el peso del declive de la disposición de más recursos a nivel planetario porque, como dice Richard Heinberg en su última publicación, nos encontramos ante “el cenit de todo”[30], entendiendo por ello básicamente la dificultad o imposibilidad definitiva de un crecimiento exponencial en la disponibilidad de materiales, y asumiendo igualmente que en una extensión finita, tras un “cenit” viene un lógico declive permanente, al hablar de recursos no renovables.
- una hipotética renuncia de los países ricos a consumir más recursos y una disminución drástica de las actividades económicas de estas sociedades – harto improbable escenario, en la actual coyuntura internacional – podría permitir una brevísima y circunstancial igualación mundial en el consumo de recursos naturales: sin embargo, el incremento exponencial del gran consumo actual de recursos provocaría una extenuación quizás aún más veloz de los recursos, en ausencia de compromisos reales a nivel global que limitaran el acceso real a la explotación de aquéllos (continuando así con las hipótesis claramente utópicas).
- es claramente imposible mantener el ritmo de consumo actual de recursos, inclusive para una población constante, con o sin recursos tecnológicos conocidos. El mito tecnológico[31] es poco más que un mito, de carácter no científico, por tanto, al pretender mantener la intensidad energética de la dimensión ofrecida por los combustibles fósiles a partir de recursos con menor capacidad de producir trabajo, y que nacen a partir precisamente de la civilización del hidrocarburo, no habiendo demostrado (los recursos “alternativos”) su capacidad para ser autónomos de los mismos. El recurso al “avance de la ciencia” tiene perfiles fundamentalistas, para solventar el incremento del consumo de recursos: con menos no se puede hacer más, como nos enseña la Ley de la Entropía[32].
- en una situación dinámica[33], la presión de los recursos, a mayor población, tiende a ser mayor, como lo demuestra la Historia: los análisis deben realizarse en el marco de esta realidad, a la que se enfrenta el Planeta: en el periodo de 1999 al año 2007 la población mundial pasó de los 6.000 a mas de 6.600 millones de habitantes, y una parte importante de esa población no accede hoy a la electrificación, que otros consideran esencial.
- otro de los mitos importantes forjados en torno a la capacidad de sustentación del Planeta es el de la “infinitud” del mismo y el de que el injusto reparto existente es la raíz de la desigualdad en las formas de vida, unas con mucha más energía per capita que otras. Por un lado, aunque ya desdibujado, aún se perpetua en el pensamiento colectivo, la idea de la enormidad planetaria; decimos que ya desdibujado porque, como dice, Keneth Boulding, en su “economía desde el espacio”[34], hemos contemplado ya desde la extratosfera que hay fronteras definitivas. El economista planteaba cómo históricamente la presión sobre un espacio y sus límites se “resolvía” con la apertura de una nueva frontera: así, el deterioro de la calidad de vida de los comienzos de la sociedad moderna en Europa, con la conquista del Nuevo mundo; o el deterioro de los grandes Imperios con la colonización de espacios cada vez más amplios. Pero ya no queda por abrir nuevas vías en un Planeta “lleno”. Como se puede afirmar coloquialmente, “nos debemos apañar con lo que tenemos, y con cada vez menos para cada vez más”, a nivel global. Por otro lado, en algunos sectores de la población se halla instalada la falsa percepción de que los repartos más igualitarios son la clave de la sustentabilidad. Evidentemente, la justicia, como valor hacia el que debemos dirigirnos en nuestras aspiraciones humanas, requiere de la reducción de las desigualdades. Pero, como hemos dicho anteriormente, ni siquiera hoy un decrecimiento sustancial de las posibilidades de acceso a los recursos por parte de los ricos para su transferencia a los pobres – a nivel global – permitiría equilibrar la justicia adquirida con una realista sostenibilidad. Simplemente jugamos en un Planeta con déficits de recursos: menos Tierra para más consumo. La ansiada igualdad, en un marco dinámico de crecimiento, únicamente nos pone a todos – ricos o pobres en consumo per capita- en la misma posición de salida para el consumo de lo restante. La justicia no tiene sentido de “sustentabilidad” en un escenario de crecimiento, mas que para que la carrera hacia el precipicio sea igualitaria. Es más, podríamos afirmar que en el escenario de crisis general de los recursos, aquellas posiciones más ventajosas en la dependencia del consumo voraz – las que hoy se corresponden con las de los países más ricos - serán las más perjudicadas y las que más compleja tienen la tarea de la supervivencia en un mundo de escasez creciente. Probablemente sí tiene mucho valor la aspiración de la justicia en una propuesta de renuncia progresiva, por más que esta perspectiva sea bastante inimaginable, lamentablemente, en el entorno sociopolítico y cultural actual. Prácticamente debiera instalarse en la acción colectiva la “lucha por lo menos”, bien al contrario de nuestra inercia acaparadora, más o menos determinada por nuestra secular historia de pugna por los productos de la Tierra.
- existe, pues, un importante problema de sustentación de la población a nivel global y local. A nivel global porque, más allá de la retórica sobre el que “la Tierra puede alimentarnos a todos”, a nivel global la alimentación de importantes fracciones de la población depende de la disponibilidad del producto en un centro de distribución que acerca los alimentos a la persona a través del complejo e intensivo en energía proceso agroindustrial y de transportes. Hoy, se dice, existen alimentos suficientes en el mundo para alimentar a todos pero, ya de hecho, muchos mueren de hambre porque no acceden a ellos. El acceso real y no la teórica presencia de recursos es la clave para entender la capacidad de sustentación de un espacio y población determinada. La distribución de recursos en el Planeta hoy se realiza con criterios de oportunidad y rentabilidad, buscando perpetuarse en el tiempo: por lo tanto, se ofrecen alimentos a quien puede pagarlos – con otros recursos – y mantener la demanda. Esta situación se agudizará en el tiempo, en la nueva era de la escasez global: los costes crecientes del transporte y todos y cada uno de los inputs de la globalización encarecerán, en términos físicos, el acceso a los recursos básicos, y alejarán progresivamente el origen de los mismos de su destino. Hoy, territorios como Canarias, perviven en su estructura socioeconómica, directamente gracias a los amortizados costes de una globalización hija del petróleo barato. El cambio global de las circunstancias de disponibilidad de este recurso, unido a una serie de complejos fenómenos que confluyen junto a su declive geológico (geopolíticos, financieros, etc.), alejarán a las islas de sus centros de suministro y, por lo tanto, despejarán la posibilidad de mantener una artificial capacidad de sustentación, que en realidad nunca existió, en Canarias. Lo mismo podemos decir para las grandes aglomeraciones urbanas y otros tantos territorios que importan, desde lejanos orígenes, los recursos básicos para su supervivencia. Alternativamente, se suele señalar la injusta distribución de recursos a nivel global como origen de las carencias que se sufren en determinadas partes del mundo. Sin embargo, la distribución global y sus bajos costes es fruto de la globalización, cuestionable para crecientes segmentos de la población en un futuro. Quiere decirse que, si bien es cierto que conviven en el Planeta increíbles desequilibrios en la posibilidad de acceder a recursos, el fin del petróleo barato y el coste cada vez mayor del mismo forzará a un reequilibrio de estas fuerzas de distribución. De forma consecutiva quedarán excluidas poblaciones cada vez mayores de los réditos del comercio mundial. Se irán excluyendo destinos de los alimentos, recursos minerales, productos procesados, etc. conforme los costes físicos de su suministro sean menos rentables, o directamente imposibles con la actual configuración del comercio mundial. La injusticia de la globalización no se resuelve con más globalización, porque, muy al contrario, nos acercamos a una progresiva desglobalización, en la que primará la accesibilidad posible a lo que “realmente” nos puede sustentar: lo que tenemos más cercano, que será siempre lo más seguro de obtener, pese a la dificultad de este escenario para aquellas zonas densamente pobladas o “islas artificiales” de abundancia en un entorno despoblado de recursos propios. Asumir este nuevo paradigma será harto difícil, especialmente para las zonas más vulnerables, como se ha dicho, pero la imposición de los hechos no vendrá dada por el deseo sino por la posibilidad real de acceder a los recursos, y de hecho, las resistencias a aceptar nuevos escenarios conllevará probablemente mayores dificultades, por falta de preparación y previsión. De poco servirá que existan “excedentes” de producción de cualquier materia, si ésta no se puede trasladar porque hay problemas de la cadena de suministro, conservación, etc. debido a: problemas financieros de las empresas de transporte; interrupciones de suministro por conflictos bélicos, visibles en el nuevo panorama de “guerras por los recursos”[35]. Ya existen, a nivel global, ejemplos de esas disrupciones, que para muchos pueblos son crónicas, y forman parte de su estilo de vida. La historia del Siglo XXI consistirá, globalmente, en la extensión de esta disrupción – y su dramática consecuencia de “simplificación” e involuntario decrecimiento socioeconómico y poblacional – y en la readaptación de las sociedades a un entorno más local y menos global. ¿Cuál será la capacidad de sustentación del Planeta en esas circunstancias? Para responder a esta cuestión, deberíamos enfocar a cada punto de interés, a cada zona geográfica, para poder analizar sus recursos, población, y dinámicas que impliquen o favorezcan una mejor o peor adaptación al territorio.

Comemos combustibles fósiles.

Como ha dicho Dale Allen Pheiffer, comemos combustibles fósiles, y en la medida en que éstos declinen, lo hará la disponibilidad de alimentos, en su actual configuración. Deja tras de sí el trasiego industrializado del campo – el mismo que ha llenado de abundancia nutritiva los centros comerciales de los lugares con mayor riqueza del Mundo –, un reguero de suelos carcomidos por la fertilización inorgánica, una población diezmada de agricultores, adictos además a la maquinaria y al bombeo eléctrico, y una larga y precaria cadena compleja de procesos intensivos en energía, con eslabones interdependientes entre sí: el fallo en cadena de los suministros será un escenario de creciente importancia en esta nueva era histórica de la “escasez”.

Por lo tanto, la sustentación de una población tendrá que ver, entre otros, con la capacidad de autoalimentarse con el territorio cercano, con una población habilitada para acceder a los recursos más esenciales, unos recursos locales no diezmados – especialmente el acceso a la tierra fértil y al agua, y una capacidad de organización y redistribución propia de las economías de guerra[36].

Enfrentarnos a los límites. Las leyes inmutables que debemos recordar.

Los límites, y las leyes que nos recuerdan su inapelable existencia, son más pesadas para Canarias, un minúsculo territorio con escasez de recursos minerales propios, orfandad de aguas abundantes y escasez de suelo fértil.

Ley del mínimo de Liebig: “dice que el nutriente que se encuentra menos disponible es el que limita la producción, aún cuando los demás estén en cantidades suficientes (...). Una de las consecuencias de la Ley del mínimo es la Ley de los Factores Limitantes: tanto demasiado como demasiado poco de cualquier factor abiótico simple puede limitar o prevenir el crecimiento a pesar de que los demás factores se encuentren en, o cerca de, el óptimo[37].

La ley enunciada por el químico alemán Justus Von Liebig (1803-1873), mantiene que, de entre los factores limitantes del crecimiento de una planta, el que más escasee en la cantidad necesaria condicionará la totalidad del crecimiento, en la medida en que sea necesaria su presencia. Esta Ley podemos extrapolarla al conjunto de las sociedades y su comportamiento: ¿qué elementos son limitantes del desenvolvimiento de las sociedades? Como en el caso de las plantas, precisamos de requerimientos mínimos: energía, agua, alimentos, y de poco sirve uno de ellos si no existen los demás en una cantidad mínima, y viceversa. Esta Ley nos recuerda que el equilibrio en el mantenimiento de una organización social necesita de la participación mínima de requerimientos básicos. El requisito vital, por ejemplo, en el funcionamiento de una desaladora, es la energía para obtener el agua, pero también los mecanismos adecuados de la máquina, las grasas para garantizar que ésta está lubricada, la asistencia en caso de averías, etc. Pueden faltarnos cualquiera de esos elementos, y la desaladora no funcionará: el sistema fallará, debemos tenerlo en cuenta, por su flanco más vulnerable y débil, y la debilidad es un rasgo inherente a la capacidad de respuesta de un sistema complejo y altamente dependiente.

El colapso de las sociedades complejas, enunciado por el arqueólogo Joseph Tainter[38], se desenvuelve como una inapelable Ley que condiciona el funcionamiento de los entornos sociales complejos, y la sociedad tecnológica lo es, evidentemente. Como nos recuerda Tainter, las sociedades humanas son organizaciones especializadas en afrontar problemas y buscar soluciones para ellos; los sistemas sociopolíticos que se arbitran para esa tarea requieren energía para su mantenimiento; el incremento de la complejidad, con el paso del tiempo, conlleva un incremento de los costes per capita que requiere a su vez un incremento en la inversión en la resolución de la creciente complejidad que nos conduce, en última instancia, a un declive en los retornos marginales positivos, y hace a esa sociedad más vulnerable al colapso. Tainter avala la Ley de “colapso de las sociedades complejas” en civilizaciones antiguas, y ofrece pistas de que ese fenómeno puede acercarse a nuestra sociedad globalizada por lo que advierte de un “colapso global”. Efectivamente, podemos hablar hoy de retornos marginales decrecientes en el conjunto de las actividades de nuestras sociedades y, específicamente, en la sociedad canaria, que ha sobrepasado ampliamente los beneficios del rápido crecimiento, y se encuentra en una fase de saturación y descubrimiento de la trascendencia de los declives: los crecimientos que generaron los grandes impulsos al “desarrollo” hoy se convierten en trampas en forma de excesos de infraestructuras sin mantener, excesos de mano de obra – según criterios convencionales de contratación – cuyas circunstancias sociolaborales se degradan; saturación en la economía turística y de la construcción, cuyo impulso inicial, que generó grandes plusvalías, se encuentra ralentizado y convirtiéndose en un sector de importante disminución en los retornos por unidad invertida, y un largo etcétera.

Como se ha comentado, el colapso de la complejidad lleva a la simplificación de la organización social, y es inevitable que veamos el cumplimiento de esa Ley en Canarias, en la medida en que es muy probable que, por gran vulnerabilidad de una sociedad con declive de los retornos de sus actividades socioeconómicas predominantes, colapsen sus infraestructuras y sociedad, mediante ajustes poblacionales, fallos estructurales de los servicios e infraestructuras, y gran tensión social.

Ley de los rendimientos decrecientes. Directamente relacionada con la anterior, esta Ley, formulada por los economistas fisiócratas, fue expuesta en relación con la productividad del suelo agrícola, en el que, llegado un punto de inversión para la obtención de un producto, los beneficios obtenidos presentan rendimientos decrecientes. Habla igualmente de límites en lo que podemos obtener de una inversión, habida cuenta de la existencia de límites. Podemos aplicar esta Ley al conjunto de actividades que realizamos y, como no, a las actividades que realiza una economía globalizada. Existen límites de inversión en cada sector a partir de los cuales los rendimientos, como la fertilidad limitada de la tierra, ofrecen resultados negativos.

Marco dinámico y retroalimentación de sistemas. Una de las grandes dificultades que nos encontramos en el análisis de la realidad es el poder abarcar los múltiples aspectos que es preciso tener en cuenta en un entorno de amplísima escala como el de la sociedad industrial, en la que intervienen agentes y factores múltiples, en tanto en cuanto la producción mundial se encuentra globalizada, especialmente para el mundo occidental y, más aún, para las zonas más dependientes como es en el caso de Canarias. Más aún, la totalidad de esos aspectos no se presentan estáticos, sino en un marco dinámico y, por mor del crecimiento exponencial, en continua aceleración en muchos casos. Cuando tenemos en cuenta los recursos energéticos existentes, por ejemplo, debemos hablar del consumo diario de cada uno de ellos, de la importante tendencia al crecimiento, de las tasas de declive de los recursos, que los hace más difíciles de extraer; de la alta demanda debido al crecimiento diario de la población, de los cambios de comportamiento social, los factores de cambio climático, la obsolescencia de infraestructuras con el tiempo, la disponibilidad creciente o no de flujos de recursos, y un largo etcétera. Todos estos aspectos se presentan en forma de película con datos que interactúan y acciones que se combinan y complementan. La dinámica de sistemas, que fue usada por los autores de “Los límites del crecimiento”, a través del programa World3, intentaba tomar en cuenta los factores principales que incidían en la evolución de una sociedad en constante cambio y agotamiento de recursos.

Podemos decir que, en el contexto en el que nos desenvolvemos – una Canarias globalizada que importa la práctica totalidad de sus bienes de equipo y consumo -, la evolución dinámica de la sociedad industrial hacia la escasez y la pugna creciente por los recursos, hará de las islas un territorio muy vulnerable ante cualquier sobresalto o tendencia declinante en la evolución del modelo. Lamentablemente, se suelen realizar análisis con perspectiva local, que consideran, de forma insólita, “estables” o “inmutables” los factores exteriores, o asumen escenarios irreales de crecimiento, basándose en la experiencia inmediata pasada, pero obviando que la interacción dinámica de factores – entre ellos el fundamental del declive global de los recursos y el incremento poblacional simultáneo que se está dando – cuestiona definitivamente los marcos de expansión que se suelen estimar, principalmente entre aquellos que analizan, con la perspectiva de la “Tierra plana”, los escenarios de futuro.

La Paradoja de Jevons. Afirma el economista decimonónico William Stanley Jevons en “El Problema del carbón” que “es completamente una confusión de ideas suponer que el uso económico del carburante equivale a un consumo disminuido. La verdad es todo lo contrario”[39]. Demuestra en el capítulo “La economía del combustible” que la mayor eficiencia en el uso del carbón no conllevó a un menor uso en términos absolutos sino, bien al contrario, a desarrollar aún más “los trabajos de la civilización”, facilitando el crecimiento en el consumo del mismo. La paradoja nos informa de que las estrategias de “eficiencia”, como bien comenta James Howard Kunstler en The long emergency, no son sino “el camino más directo para llegar al infierno”, entendiendo que, en un modelo de crecimiento, obtener el mismo producto con menos consumo de recursos, nos lleva a emplear el “recurso sobrante”, no para conservarlo o excluirlo de su uso posterior, sino para incrementar la producción. Si no se encuentran límites, o no se imponen de alguna manera, la “eficiencia” incrementa la tasa de consumo del mismo recurso. Por eso, la eficiencia agrava los problemas en un entorno de crecimiento, como el que domina nuestras reglas socioeconómicas, y el gran despliegue existente hoy de medidas de “eficiencia” en el uso de los recursos puede estar relacionado con esa necesidad de, aprovechando un recurso que se conoce crecientemente escaso, optimizar su uso, sin cuestionar su carácter no renovable o las consecuencias que la intensificación de su combustión o extracción puedan tener.

La ley de la entropía. Sin duda alguna, la segunda ley de la termodinámica, se alza de entre todas los mandatos naturales, para limitar la actividad humana, para recordarnos que la historia cuenta, que la actividad humana consiste básicamente en pasar “energía libre” a “energía ligada” o disipada; en transformar, con pérdidas en forma de calor, un bien aprovechable en un residuo. Como dice el profesor Óscar Carpintero, estudioso de la obra del padre de la inclusión de la Ley de la entropía en el estudio de lo económico, Nicholas Georgescu – Roegen, “si el proceso de producción de mercancías transforma recursos de baja entropía en bienes y residuos de alta entropía, esto supone un aumento de la energía no aprovechable, o no disponible. Lo que explica que la ley de la entropía esté en la raíz de la escasez económica”[40].

Hablamos de escasez y de que cada proceso de transformación de los recursos conlleva inevitablemente pérdidas, en forma de calor y de residuos no aprovechables para uso humano, por su “alta entropía”, o carácter no aprovechable para el uso humano. De ahí el inapelable valor de los combustibles fósiles y su alta capacidad de transformarse, sin mayores transformaciones ulteriores que la combustión, en altas cantidades de energía útil, al ser los hidrocarburos almacenes geológicos de baja entropía, con un alto poder calorífico.

Un “quantum máximo de energía” y el “máximo poder”. El gran pensador, teólogo, enseñante y escritor Iván Illich (1926-2002), consideró que “hay que reconocer que la incorporación de algo más de un cierto quantum de energía por unidad de un producto industrial inevitablemente tiene efectos destructores, tanto en el ambiente sociopolítico como en el ambiente biofísico, (de tal forma que) más allá de cierto nivel de uso per capita de energía física, el ambiente de una sociedad deja de funcionar como nicho de su población”[41]. Illich expresaba así su deseo de compaginar la escala humana, la equidad con la limitación en la disponibilidad de energía por persona. A partir de ese quantum el hombre pasa a ser dependiente de la maquinaria industrial, y sometido a la enormidad del mecanicismo moderno, perdiendo su rasgo de humanidad. Podríamos pensar que el hombre carece de autolimitación y que, dada una disponibilidad energética, tal y como nos comenta Jay Hanson, editor de la inefable página de internet http://www.dieoff.org/ , optimiza al máximo el uso de los recursos a su alcance: busca el “máximo poder”[42], un estado en el que “todos los sistemas abiertos evolucionan para degradar tanta energía como les es posible mientras esté disponible para procurar la continuidad de la existencia del sistema del que son parte”. Una postura nos propone límites de comportamiento a la expansión de la energía per capita, mientras que Hanson nos remite a fuertes condicionamientos genético sociales que impulsan a las sociedades y a los ecosistemas a literalmente extenuar la propia base productiva que le mantiene, si disponen de recursos para ello. En todo caso, el conocimiento de estos posicionamientos se hace imprescindible para entender el funcionamiento de los mecanismos que nos han llevado a la actual crisis del modelo industrial, y será también importante para la búsqueda de estrategias que intenten atenuar o sobrellevar las consecuencias de sobrepasar ampliamente la capacidad de carga de nuestros ecosistemas, con combustibles fósiles en declinación.

El hombre de 100 watios. El proceso de declive energético global nos remite a nuestra primaria existencia y límites biológicos, a los límites de los 100 watios de energía endosomática, los del mono desnudo, de los que nos habla Pedro Prieto, editor de http://www.crisisenergetica.org/ y lúcido ensayista sobre la incontinencia exponencial de nuestra civilización. Nos expone Prieto: “El hombre son 100 vatios. Pero el hombre de comienzos del siglo XXI se ha aupado a un promedio de consumo, en los seis mil doscientos millones de individualidades, de unos dos mil vatios. Son veinte bombillas de 100 vatios cada una, encendidas sobre cada cabeza, de forma permanente, las 24 horas del día. Esto es, veinte veces más de lo que como simple ser humano necesita para sobrevivir en el planeta Tierra”[43].

Demuestra Prieto en sus análisis diarios que la civilización hiperindustrial está a las puertas de un proceso de desmoronamiento histórico. Precisamente este autor acude a las mencionadas “leyes” que rigen nuestro comportamiento social y, junto a los economistas ecológicos y otros estudiosos, predice, de forma paralela al decrecimiento en la disponibilidad de petróleo – esencia de la civilización occidental y de la globalización – un “decrecimiento” más o menos violento de nuestras estructuras sociales, económicas y del volumen de población que el Planeta hoy soporta.


Llegamos a los límites del crecimiento. Comienza el decrecimiento.

Con las anteriores referencias, es fácil deducir que existen los límites, como ya han reflexionado numerosos pensadores desde tiempos pretéritos, y muy abundantemente durante el Siglo XX. En los años 70 y 80, especialmente, las recurrentes crisis energéticas pusieron sobre el tapete los límites del crecimiento, y la vulnerabilidad extrema de las sociedades industriales occidentales. Finalizó el control por parte de las grandes petroleras occidentales de los flujos energéticos y comenzó el control nacional, que hoy alcanza al 90% de los recursos del petróleo. La parálisis y sacudida económica sufrida por las economías desarrolladas acompañó de forma oportuna el surgimiento de advertencias sobre los límites. “Los límites del crecimiento”, el libro de los Meadows, Randers y Behrens, modeló la expansión posible y la futura contracción en la disponibilidad de recursos, así como en el desarrollo industrial, el volumen de población, y otras tantas variables. A este documento, como sabemos, acompañaron sucesivas publicaciones, como el inicio de los trabajos de las Naciones Unidas relativas a la constatación de los límites ambientales, en “Nuestro futuro común”, informe de 1987. Sin embargo, ninguna de las advertencias, que entonces fueron numerosas, sirvieron en la práctica para frenar el consumo de recursos, y éste se exacerbó en una nueva era de cierta abundancia energética que está ya tocando a su fin. Como hemos comentado, es preciso añadir a este crecimiento en el consumo de recursos, otros factores propios de las sociedades (la sociedad global) complejas: la población mundial, que se ha duplicado en los últimos cuatro decenios, y crece a un ritmo insostenible de aproximadamente 80 millones de personas al año; la extenuación de reservas alimentarias y de agua enteras; la agudización del descenso de retornos marginales en las inversiones realizadas, y un largo etcétera. De entre todos los factores, el del límite energético es el que, siguiendo la Ley de mínimos de Liebig, lleva a cuestionar el modelo de crecimiento exponencial: sin energía, no existe disposición de los demás recursos, y se entra en una fase de disminución o finalización de la actividad social y económica y, con ella, de la vida, como es conocida hasta ese momento. Los límites energéticos serán los que determinen los límites globales. Y los límites, como vemos, indican declive posterior.

Cenit y declive del petróleo.

Según la Asociación para el estudio del cenit del petróleo y del gas (ASPO), el techo histórico de producción de petróleo convencional tuvo lugar en el año 2005, y el cenit del conjunto de “petróleos”[44] (que incluiría el petróleo pesado y asimilables, el que se obtiene de aguas profunda, de las zonas polares y los líquidos del gas natural) para el año 2010. Desde esa fecha, por motivos de límites geológicos, se extraería cada año menos, describiendo la curva de campana de producción que en su momento desarrollara Marion King Hubbert, un prestigioso geólogo de la Shell, que en 1954 advirtió – con clarividente precisión – del cenit de la producción petrolífera de los EE.UU. en el año 1970, y su posterior y definitivo declive. Tanto la fase de ascenso como la de descenso posterior en la curva de extracción del recurso está sometida a los vaivenes geopolíticos, tecnológicos, financieros, etc. propios de toda actividad humana. Así, las crisis energéticas han “modelado” la curva de ascenso de producción, con la disminución de la oferta y contracción de la demanda, y lo harán en la bajada; también los fenómenos políticos como la caída del bloque soviético, las guerras por el petróleo en Iraq, y otros tantos fenómenos han incidido en el modelo convencional de crecimiento exponencial en la extracción y consumo del petróleo y los demás recursos fósiles, hasta alcanzar un techo de producción en forma de meseta más o menos prolongada – meseta en la que confluirían los “cenits” de las diferentes zonas productoras – y un declive geológico más o menos abrupto, dependiendo de que las nuevas técnicas de extracción fuercen los yacimientos, se incremente la demanda de consumo y exista fortaleza económica para ello o, simplemente, asistamos a inviernos más o menos rigurosos en temperatura.

Como es sabido, las predicciones de la fecha exacta del cenit forman parte de numerosos estudios de geólogos independientes, consultoras, agencias internacionales, gobiernos y petroleras. El reconocimiento – evidente – de la existencia de un techo más o menos cercano de producción se ha hecho ya más reconocido entre un creciente número de expertos, aunque aún persisten argumentos “negacionistas” de la existencia de ese cenit cercano e inclusive de un declive posterior. La trascendencia de un reconocimiento de la existencia de un declive de la producción de petróleo ha llevado a numerosos responsables energéticos a obviar cualquier argumento que supusiera siquiera contemplar la posibilidad de ello. Es muy habitual en la jerga del sector energético hablar, como buen inversionista, de abundancia, oportunidades y sectores en expansión, más que de contracción o posible ausencia de suministro del líquido esencial de nuestra civilización. Así, hemos llegado a momentos clave en la Historia en las que se puede alcanzar de forma más o menos inminente el techo de producción, y aún es preciso rebuscar para encontrar tímidos y huidizos comentarios “oficiales” al respecto. Pero, básicamente, nos encontramos ante una “foto fija” de un posible cenit – el presentado por ASPO – y una serie de actores públicos y privados que, ante el crecimiento de las tensiones internacionales, la subida de los precios energéticos y la volatilidad de estos mercados, confiesan en los últimos tiempos un acercamiento a esos límites. Independientemente de cuán acertada sea la estimación de ASPO, y si ésta oscila en unos años[45], como ha dicho el propio Presidente de honor de ASPO, el experimentado geólogo Colin J. Campbell, lo importante es la existencia posterior de un declive permanente, el otro lado de la curva.

La contundente afirmación de un cenit geológico está basada en numerosos argumentos, aunque hay uno que sobresale por su claridad: no se puede extraer del subsuelo lo que no se ha descubierto. Y así, partiendo de una gráfica que en su momento confeccionó la empresa Exxon Mobil, intitulada posteriormente como “el hueco creciente”[46], refiriéndose al incremento de la diferencia entre los descubrimientos de petróleo y la producción posible, podemos ver cómo los mayores descubrimientos de yacimientos de petróleo tuvieron lugar históricamente en los años 60 del pasado siglo, y que desde entonces la tendencia declinante ha sido continua: esto es, a partir de ese momento, y pese al espectacular avance en la industria petrolera, los descubrimientos han descendido de forma importante: el Mundo está explorado en su práctica totalidad y no parece que el subsuelo ofrezca nuevos grandes y supergigantes yacimientos de los encontrados hasta hace décadas, aquéllos que alimentan la producción mundial de petróleo[47]. Siendo esto así, el cenit de descubrimientos que tuvo lugar en los años 60 se corresponde necesariamente con un cenit de producción posterior, al no poder perpetuarse por mucho tiempo la situación en la que, como ocurre a nivel global desde el año 1982, se consume más petróleo del que se descubre: mientras que en 1962 se descubrieron unos 52.000 millones de barriles de petróleo, se consumió apenas uno de cada cinco de éstos; sin embargo, en el año 2006, la relación se invirtió, y se descubrió únicamente un barril por cada cinco que se consumían.

El inevitable cenit y declive posterior será permanente, debido a que estamos ante un recurso no renovable, y de ahí la trascendencia del hecho: no se puede invertir esta tendencia de descubrimientos de petróleo ya que el recurso es finito, hay decenas de países petroleros en producción declinante, y el balance con los que incrementan la misma ya apenas permite hablar de aumentos significativos de la extracción del recurso. Más aún, ya podemos hablar de que la “demanda” de petróleo en el Mundo ha sobrepasado ya la oferta existente, desde el año 2004 aproximadamente, en que comenzó la era de la “escasez y el racionamiento del petróleo a partir del precio”[48], y comenzó la última escalada de precios del petróleo.

A qué tasa declinará el recurso es un interrogante al que tratan de responder diversos expertos, partiendo de los porcentajes de declive existentes en algunos yacimientos.

El Doctor Samsam Bakhtiari, Ingeniero Químico, con 35 años de experiencia en la NIOC (Compañía Petrolera Nacional Iraní), compareció ante el Senado de Australia[49], en julio de 2006, y expuso que “mi modelo WOCAP[50] ha pronosticado que en los próximos 14 años, la producción global de 81 mb/día disminuirá aproximadamente en un 32 por ciento, hasta alrededor de 55 mb/día en 2020”, habiendo entrado en declive desde el año 2006.

Por su parte, el Energy Watch Group estimaba en su “Oil report. The suplí Outlook”[51] que en el año 2030 el mundo bombearía la mitad de petróleo que en el 2006, fecha que también estimaban como comienzo del declive de producción de petróleo, con una importante tasa de declive del 7% anual.

Cualquiera de estos dos escenarios es realmente sobrecogedor, por lo que supone, ya no tan solo de parálisis en el incremento de las necesidades “ordinarias” de las economías del mundo, con criterios unánimes de expansión, sino que cercena de forma importante el núcleo del desarrollo de la mayor parte de las actividades productivas de las sociedades industriales al tener que prescindir, en tiempos históricos extraordinariamente breves, de buena parte del combustible esencial para mantener las mismas.

Pero aún más, y en todo caso, a la variable geológica habrá que incorporar otros elementos, de enorme importancia, y que condicionarán el “flujo” real de combustible para alimentar las diferentes sociedades. Existen otros conocedores de la industria que consideran esta variable del “flujo” como clave en momentos de escasez en la capacidad de incrementar el volumen de crudo que se puede extraer. El conocido aforismo de “a perro flaco todo son pulgas” podría funcionar con exquisita exactitud en este escenario. El que exista una posibilidad de extraer 84 millones de barriles de petróleo al día en el Mundo, y unos menos en unos pocos años, no significa que los mismos estén disponibles para un uso puntual – aunque decreciente – por parte de los grandes consumidores, en este caso las economías occidentales o de los países que más crecen ahora en su importación. De acuerdo con la evolución dinámica de un Planeta globalizado cuyo movimiento de recursos es el mayor de la Historia de la Humanidad, jugarán muchos factores que serán decisivos en el trasiego y abastecimiento de petróleo en los próximos años.

El geólogo tejano del petróleo Jeffrey J. Brown, ha expuesto en su “Export land model”[52] el razonamiento según el cual los países productores de petróleo que se encuentran ya en declive, al tiempo que incrementan el consumo del recurso (tanto por la dinámica habitual de crecimiento económico como por el esfuerzo energético mayor para obtener una energía cada vez más costosa de obtener), disminuirán en un mayor porcentaje que su tasa de declive geológico, la exportación del crudo a los países consumidores no productores. De esta manera, si un país declina a una tasa del 5% anual, normalmente el declive de sus exportaciones será superior a esa cifra. Este razonamiento, que tiene su base en la experiencia ya contrastada en países petroleros, así como en la lógica estrategia nacional de un Estado de preservar sus recursos para el interés nacional, amén de otros factores, conlleva a que el descenso en la producción de petróleo se sienta aún más para aquellos países que importan el crudo en mayor porcentaje. El declive será más acusado para aquellos más dependientes, porque a un cenit de producción le antecede un cenit de exportación del crudo, y éste ya está sucediendo.

Por otro lado, la extrema fragilidad del entramado de suministro mundial de petróleo, que apenas satisface ya a la demanda, y que precisará de continuos recortes de la misma, en el descenso mundial de producción, vendrá acompañada de fenómenos de auténtica “lucha por los recursos” geopolítica, local e internacional. Igualmente, la larga cadena de suministro de hidrocarburos, desde su extracción a su utilidad final, está llena de elementos de gran fragilidad: disponibilidad y fragilidad de las zonas de transporte y tránsito; estado de deterioro de los buques y oleoductos; capacidad ajustada de refino; actos de sabotaje o paralización de la producción por problemas sociolaborales o empresariales; imposición de tasas que eliminen demanda, y reacciones sociales; incidentes climáticos o geopolíticos; decisiones de países productores, y un largo etcétera. El resultante de aplicación de esas variables al examen del futuro comportamiento del declive del petróleo – de la que no hay que esconder el crecimiento poblacional mundial - nos hace predecir interrupciones del suministro, comportamientos tensos y especulativos de los mercados del producto, y una encarnizada lucha por su acaparamiento, especialmente en los momentos críticos propios de todo declive. Así pues, el declive petrolero no será la suave caída de producción que podría aventurar la producción aislada de un pozo, sino un proceso de doloroso desprendimiento de cada barril, lleno de incertidumbres y discontinuidad del flujo regular de este recurso, imprescindible para mantener el funcionamiento de las sociedades industriales.


Las restantes opciones energéticas.

La enorme versatilidad e intensidad energética del petróleo y su fácil transporte le hacen un combustible muy valioso. Normalmente se atribuye a un enigmático y futuro “mix energético” de diferentes combinaciones la posibilidad de sustituir sus características y volumen. Los análisis que así encontramos parten de la abundancia de los restantes combustibles fósiles (carbón y gas natural), la disposición creciente de uranio o, en su caso, una combinación en el crecimiento de la oferta de “energías renovables”, de ahorro energético y/o en su caso, de nuevos “vectores” energéticos, que no combustibles, como es el caso de las “pilas de hidrógeno”.

Los análisis que así encontramos no suelen tener en cuenta varios aspectos claves:

- los volúmenes de energía primaria necesarios para mantener el crecimiento exponencial de la economía moderna: se suelen hacer análisis estáticos, sin tener en cuenta la actual configuración del modelo económico de aceleración en el que se desarrolla el uso y transformación de los recursos;
- que existen limitaciones en la disponibilidad de los restantes recursos, al tratarse de no renovables, o que precisan de una gran intensidad energética – propia de la sociedad industrial de los combustibles fósiles – para su desarrollo: esto es, el carácter “necesario” del petróleo para la obtención de los restantes recursos energéticos, así como para el funcionamiento de los procesos económicos, de servicios, industriales, etc. con los que obtener el carbón en las minas de cielo abierto, transportar el gas natural licuado, extraer los minerales necesarios para el montaje de las piezas de un panel solar o el ensamblaje de un aerogenerador y la reparación de una central hidroeléctrica;
- la creación de las infraestructuras necesarias, especialmente para transformar la flota móvil mundial en vehículos propulsados por otro combustible que no fuera el petróleo, y los costes y posibilidad de acceso real a los suministros energéticos para hacerlo;
- el carácter exclusivo del petróleo como elemento clave de nuestra civilización tecnológica, para muchos usos que carecen de sustitución posible, especialmente en el volumen requerido: plásticos, pesticidas, grasas, lubricantes, etc;

El gas natural se encuentra también ante su cenit de producción más o menos cercano, por la sencilla razón de que ya tuvo su cenit de descubrimientos. Nos dice Jean Laherrere: “el hecho de que el cenit de descubrimientos de petróleo tuvo lugar en los años 60 es aceptado por todos, pero la constatación de que los descubrimientos de gas natural tuvieron su cenit en los años 70 es algo que para la mayoría permanece como un secreto bien guardado (…) Nos enfrentamos ya al hecho de que estamos consumiendo más gas natural que el que estamos descubriendo”[53]. Muchos expertos en recursos energéticos consideran que el “cenit” de producción de este combustible fósil, en una relación directa con su cenit, hace varias décadas, de descubrimientos, podría tener lugar alrededor de la década de 2020, aunque existen previsiones que ofrecen menos “margen de maniobra”[54]. Una de las cuestiones en las que insisten éstos es en que el declive de los yacimientos de gas es mucho más acelerado que el de los yacimientos de petróleo, por la propia constitución física del combustible[55]. Nos encontramos así con que, ignorando esta advertencia, fruto de la observación del comportamiento de los yacimientos de gas, se vienen construyendo importantes infraestructuras específicas (regasificadoras, gaseoductos, barcos metaneros, redes de suministro, etc.), cuya amortización será más que dudosa en tanto en cuanto el declive del gas natural puede ser aún más brusco que el del petróleo y, simplemente, exceder la demanda ampliamente de la oferta disponible, algo que por otro lado, ya inclusive la Agencia Internacional de la Energía ha advertido que puede ocurrir en pocos años (“al comienzo del 2010”), antes que lo que la misma Agencia prevé como shock petrolero para el año 2015[56]. En todo caso, como ya se está viendo de forma creciente, nos encontraremos ante una creciente competencia por este recurso – uno de cuyos usos esenciales es la calefacción para los países desarrollados del Norte -, y unos precios cada vez mayores, lo que diluye ampliamente su condición de “combustible de transición” hacia algún lugar ignoto de crecimientos infinitos del consumo.

El carbón se presenta, al decir del escritor Jorge Riechmann, como el combustible que, junto a la energía nuclear, componen la “opción cianuro”, una especie de inyección letal al clima y seguridad del Mundo, fruto de la abundante emisión de dióxido de carbono resultante de su combustión. Es el principal recurso energético mundial para producir electricidad y la principal fuente energética para la producción de acero y hierro; la segunda fuente de energía primaria, y fue la primera hasta hace pocas décadas. Igualmente se suele considerar al carbón como un recurso cuasi infinito, aunque la actualización de los datos que habitualmente se publicaban ha corregido de forma importante esta aseveración.

Así, el Energy Watch Group realizó el Informe Carbón: recursos y producción en el futuro[57], que destaca que existe una visión errónea en torno al carácter “ilimitado” o enorme de las reservas de carbón, y explica como en los últimos años diferentes países han reevaluado sus reservas para ajustarlas a cifras más apropiadas, como en el caso de Alemania, Polonia o el Reino Unido. También es preciso observar el alto grado de concentración de estas reservas a nivel mundial (el 85% de las mismas se encuentra concentrado en seis países: EE.UU., Rusia, China, India, Australia y Sudáfrica), algunos de ellos, como es el caso de los EE.UU. habiendo pasado ya su cenit de producción energética por unidad extraída, y teniendo que extraer cada vez más volumen por cada unidad producida. Por último, este Informe estima que el cenit de producción del carbón – el estudio toma muy en cuenta las diferentes calidades del mismo, que no ofrecen en absoluto la misma tasa de retorno energético, como ocurre con los diferentes tipos de petróleo – se producirá en torno al 2025, y que en esa fecha el Mundo estará extrayendo como mucho aproximadamente un 30% más de carbón que hoy. Todo ello sin tener en cuenta ningún límite o restricción posible a la producción, a través de regulaciones sobre el cambio climático o limitaciones en la disponibilidad de energía o de otro tipo, para los procesos industriales relacionados con la minería del carbón. También un informe realizado por el Instituto de Energía de los Países Bajos, para la Comisión Europea[58], coincide en que la valoración habitual de las reservas carboníferas como prácticamente interminables no toma en consideración las diferentes calidades del carbón, su declive en muchos países, el ritmo no sostenible del crecimiento de su consumo, los costes crecientes de procesamiento, etc.

Por su parte, la energía nuclear parece estar viviendo un auténtico revival con la proliferación de nuevos proyectos, especialmente en Asia y los países árabes (curiosamente varios de ellos con unas publicitadas grandes reservas de hidrocarburos), y se presenta, por parte de sus defensores, como un gran sustituto del declive del petróleo. Sin embargo, existen indicios importantes de que la expansión nuclear no podrá ser. Al margen de los supuestos desarrollos nucleares usando torio y plutonio, que precisan del uranio minado para su fisión, el mismo uranio se encuentra, como recurso no renovable que es, ante un escenario de declive de su producción desde los años 80, alcanzando su cenit hasta ahora en el año 1981. Por otra parte, el doctor Michael Dittmar ha expuesto[59] los límites físicos de las reservas actuales (las reservas conocidas, con la actual tasa de consumo, tardarían 49 años en agotarse), así como que en el plazo de pocos años (2009/2010), inclusive del 5 al 10% de los reactores nucleares existentes, no ya los planificados, tendrían problemas de suministro de ese mineral. Son más que dudosas las posibilidades de expansión de esta industria, con escasez de material combustible. También el Energy Watch Group ha realizado la misma observación: “la capacidad de producción de uranio debe incrementarse en al menos un 50% con el objetivo de afrontar la futura demanda de capacidad instalada”, lo que no incluye la flota de reactores que hoy se construyen o planifican. El Instituto observa problemas de afrontar el suministro de combustible fisible en las próximas décadas, inclusive si se incorpora a la producción el volumen de reservas probables que algunas agencias geológicas estiman; y también observa problemas importantes en el envejecimiento de un importante porcentaje la flota actual de reactores nucleares, que están llegando al fin de su vida útil, por lo que más bien parece que la energía nuclear, antes de entrar en declive por carencia de combustible durante los próximos lustros, a lo sumo mantendrá un número similar de centrales en funcionamiento, si es que se llegan a equilibrar los cierres de reactores envejecidos con las nuevas centrales programadas . Marcel Coderch, secretario de la Asociación para el estudio de los recursos energéticos (AEREN), editora de http://www.crisisenergetica.org/ , ha estimado los enormes costes de la energía nuclear, y “que si se quisiera generar toda la electricidad mundial con la alternativa nuclear, habría que construir dos reactores por semana durante los próximos 50 años”[60].

Debemos poner en evidencia que los biocombustibles apenas hacen sombra al petróleo dedicado hoy a la movilidad, ya no a otros usos, por una sencilla razón de escala. El proceso de fotosíntesis, ideal para el mantenimiento de la vida vegetal, es ineficiente para el uso energético que se pretende. Así, se ha calculado que “para reemplazar todos los requerimientos de gasolina con etanol que provenga del maíz, los EE.UU. precisarían, con las actuales tasas de productividad, casi 350 millones de acres de cultivo dedicado a ese cultivo, excluyendo de esta superficie cualquier cosecha para alimentación humana o animal. Ocurre, sin embargo, que en la actualidad, EE.UU. cultiva con maíz únicamente 75 millones de acres”[61], aproximadamente el 44% de la producción mundial de este producto. Por otro lado, existen numerosas referencias a la escasa “tasa de retorno energético” positiva de los agrocarburantes[62], e inclusive se ha cuestionado ampliamente su viabilidad en un entorno de escasez de petróleo o gas, combustibles hoy básicos precisamente para la agricultura moderna que permite las grandes plantaciones dedicadas a esos agrocarburantes.

Y es que, como dice Ernest García, “una fuente energética alternativa, incluso antes de evaluar su capacidad para mantener el conjunto de los procesos productivos, debe cumplir dos condiciones mínimas: la conversión cualitativa de un estado de energía a otro estado (utilizable) y la capacidad de autoalimentación”[63].

Lo que ocurre con los agrocarburantes – necesidad de alimentarse de otros recursos energéticos, lo que le invalida como “sustituto” de los fósiles, y problemas de escala - también es extensible a las llamadas energías renovables. Así, un gran aerogenerador Nordex 100/2500 kw – probablemente el mayor en el mercado – precisa de un gran requerimiento de materiales: su rotor pesa aproximadamente 52.000 kilogramos; sus tres palas, de fibra de vidrio, unos 10.000 kgs, además de enormes cantidades de cobre, materiales eléctricos, base de hormigón de gran magnitud, etc[64]. En el ámbito de la energía solar fotovoltaica, para uso eléctrico, también nos encontramos con la misma situación. Por otro lado, su relevancia actual en el mix energético mundial es simbólica: así, en el año 2004, la energía solar fotovoltaica era responsable de un pírrico 0.039% de la energía primaria del mundo, y la eólica del 0,064%[65].

Su dependencia del moderno sistema industrial de los combustibles fósiles es tan evidente que es fácil entender cómo los fallos en éste redundarán en una pérdida de vigor de los recursos energéticos derivados de aquéllos. Como advierte Pedro Prieto, hoy las “energías renovables” parecen estar jugando un papel importante de “distracción” ante el público “desarrollado”, frente al enfrentamiento inevitable a los límites energéticos globales. Como ya dijera el gran Georgescu Roegen, “para tener una tecnología viable, algunos tipos de paneles solares deberían reproducirse a sí mismos con la única ayuda de la radiación solar. El hecho es que tal hazaña no se ha conseguido ni siquiera con una planta piloto (…) ésta es una prueba suficiente de que la tecnología solar no es todavía una realidad”[66].

Una vez tomados en cuenta estos elementos, que rara vez se evalúan conjuntamente[67], podemos alcanzar la razonable conclusión de que el petróleo no tiene sencillo sustituto, y de que su declive supondrá el declive de disponibilidad de tantos otros: entonces, podríamos deducir que no sólo el llamado “mix energético” alternativo no tiene en cuenta aspectos claves, sino que el carácter de “columna vertebral” del petróleo como recurso pone en almoneda la disponibilidad de los restantes, lo que hace posible un decrecimiento en el uso del conjunto de los mismos, en la medida en que su pilar lo haga. Por lo demás, es fácil de entender que la Ley de la Entropía, que mandata que en los procesos de transformación de la energía siempre habrá pérdidas, y que nada es reversible, opera en contra de aquellos recursos energéticos “no primarios”, o que precisan de numerosos procesos y la ayuda de otros para su puesta en funcionamiento; como también opera la llamada “Tasa de retorno energético” que, en definición de Prieto, es “el cociente entre la energía que se obtiene libre para un fin y la que se emplea para obtener dicha energía”[68], definición equivalente a su término homónimo en inglés, EROEI[69] (Energy Returned On Energy Invested), acuñada por Charles Hall, profesor de Ecología de la Universidad del Estado de Nueva York. El empleo de esta fórmula proviene del sentido común, pero éste viene enmascarado en la complejidad y enormes interrelaciones entre los sistemas industriales que nos proveen de energía. Aisladamente, es difícil hacer la evaluación de principio a fin de la energía requerida por cualquier producto, o la energía invertida para la obtención de energía en diferentes fuentes energéticas. En todo caso, se confirma que el petróleo es el “rey” del retorno energético, y que las renovables solar y eólica (ésta última menos que la primera, al parecer), y desde luego los agrocarburantes, se encuentran en el umbral bajo de los requerimientos para “mantenimiento mínimo” de esta civilización tecnológica. Sin el soporte de los combustibles fósiles y, sobre todo del petróleo, entraremos en una fase diferente de la Historia: la era pospetróleo, de escasez energética.


La incertidumbre que genera el cambio climático.

La humanidad ha desarrollado la agricultura en los últimos 10.000 años, en un marco de extraordinaria estabilidad climática[70]. Sin embargo, según nos recuerdan multitud de expertos, la emisión descomunal de gases de efecto invernadero a la atmósfera, fruto especialmente de la combustión de combustibles fósiles, ha llevado a que la concentración de este tipo de gases sea inusitadamente alta, en relación con los registros climáticos conocidos. El Panel intergubernamental sobre el cambio climático ha analizado en sucesivos informes este fenómeno y ya parece inevitable el cambio climático global durante las próximas décadas. Es un fenómeno que ya se ha puesto en marcha, por lo que las decisiones debieran ser adaptativas, a un estado climático de creciente incertidumbre, sin duda alguna un problema añadido más que se suma al decrecimiento energético.

Las sociedades del Mundo explotarán todos los recursos energéticos a su disposición, en una lucha encarnizada por los mismos. Esto llevará a una maximización de la contaminación hasta que los límites de disponibilidad de recursos obliguen a la reducción de la actividad. Es presumible que, finalmente, el motivo que permita ver al Planeta una reducción de emisiones sea el colapso de infraestructuras y modelos socioeconómicos que reducen la presión sobre los recursos no renovables. La falta de petróleo, o su racionamiento, puede paralizar actividades extractivas de otros recursos fósiles como el gas y el petróleo, dada la dependencia de estas actividades de este combustible. No hay que olvidar que la sociedad industrial precisa de lubricantes, grasas y derivados de la industria petroquímica para permitir el funcionamiento de su gran maquinaria. Los fenómenos de declive y la interrumpibilidad en el suministro del crudo provocarán probablemente disminución del comercio y consumo mundial, por lo que veremos fenómenos complejos en los que, al tiempo que se intenta maximizar el consumo de recursos debido a la alta demanda mundial, habrá fenómenos de descomposición de infraestructuras, de quiebras financieras, y otros episodios que disminuirán la demanda de recursos o la posibilidad de continuar la expansión en su consumo.

Pero hasta entonces, habrá que contar con la variable del cambio climático en las ecuaciones de análisis de futuros escenarios globales. Como hemos dicho, en la medida en que Canarias se encuentra globalizada, los cambios climáticos globales le afectan, y no únicamente en su dimensión local[71]

Entrando en la gran emergencia: hacia la economía de guerra permanente.

A los efectos de cualquier escenario futuro, hemos entrado en lo que el gran crítico de nuestra civilización, James Howard Kunstler, ha denominado acertadamente “la gran emergencia”, definido según él como un periodo de “abismo de desorden político y económico de una magnitud nunca vista con anterioridad” [72]. Este proceso se corresponde con la etapa de descenso energético global, el otro lado de la gran curva delineada por el geólogo de la Shell, Marion King Hubbert, que explicó el origen de la aceleración de nuestra Historia y la llegada al cenit y posterior declive, y “emergencia continua resultante”: el crecimiento exponencial es un fenómeno transitorio en la Historia de la Humanidad[73]. Nos expone este ilustre científico, desde los años 70, en el citado artículo, que “uno de los más importantes problemas que afrontará la Humanidad es cómo realizar la transición del precario estado en el que ahora nos encontramos a un estado óptimo en el futuro (…) nuestro principal impedimento no es la falta de conocimientos ni de energía o recursos materiales (…). Nuestros principales problemas son culturales. Durante los dos últimos siglos no hemos conocido sino crecimiento exponencial, generando paralelamente una cultura del crecimiento exponencial, tan dependiente de éste que es incapaz de reconocerse en los problemas del no crecimiento”. Así pues, el proceso histórico que viviremos vendrá definido por ese retorno a la dependencia de los recursos renovables (no tecnológicos), lo que situará de nuevo a la Humanidad en un estado de “crecimiento estacionario”, paradigma que dominó más del 99% de la Historia del Homo Sapiens en la Tierra.

¿Cuándo comenzará la gran emergencia? Sin duda alguna, para los cientos de millones de seres humanos desnutridos, o para los miles de millones sin garantías de ingresos monetarios o acceso a recursos como el agua potable, ésta ya ha comenzado. El descenso, en términos históricos, se registra desde hace décadas de superpoblación y nunca esas grandes poblaciones alcanzarán niveles siquiera imaginables a los que ostentan los pueblos con conexión a Internet en buena parte de sus hogares…De hecho, “por primera vez en la Historia reciente, los demógrafos están haciendo proyecciones de declive de población en algunos países con altas tasas de mortalidad, entre los que se encuentran Botswana, Lesotho, Namibia y Swazilandia”, como nos relata Lester Brown, que, haciendo números, concluye que los países emergentes nunca podrán – porque no existen recursos en la Tierra para ello – niveles similares a los de los países occidentales[74] . Así pues, la “gran emergencia” es un concepto actual, y que vivirá un crecimiento en su difusión, conforme la escasez de recursos se vaya haciendo más evidente. La “infalibilidad” está reservada a los seres sagrados, pero no a los humanos que pretenden seguir consumiendo recursos no renovables por siempre.

Como es bien sabido, el carácter de este mensaje es evitado, silenciado u obviado por buena parte de los receptores del mismo. Las advertencias de los límites y el inevitable “ajuste” posterior tiene décadas, cuando no algún que otro siglo de existencia. La lucha entre la moderación y la exuberancia, la templanza frente al dispendio, pertenece a nuestra cultura desde tiempos remotos. No ha sido nunca pacífico este dilema, aunque en tiempos pretéritos la genuina escasez y la supervivencia restringían la glotonería a reducidísimos círculos de la población que ostentaban el poder. Hoy, el poder se expresa en disponibilidad de “esclavos energéticos”, otrora humanos, y se ha extendido a unas cohortes de población extensas, abarcando regiones geográficas enteras del Planeta, algo únicamente explicable por la disponibilidad de combustibles fósiles. A esos poderosos seres tecnológicos, el mensaje de Casandra le resulta cuando menos molesto o chirriante. Prometeo, un héroe mítico, se atrevió a engañar a los Dioses. Sobre él cayó en consecuencia la venganza (Némesis), y atado en el monte Cáucaso, sufrió atado el ataque de los buitres que le despedazaban una y otra vez las entrañas que luego le volvían a sanar. Por su parte, Casandra, recibió el don de la profecía, pero al rechazar el matrimonio con Apolo, fue castigada a efectivamente prevenir del futuro pero a no ser creída, lo que le valió el desprecio por sus advertencias. Pareciera que ambos personajes se confunden y repelen: por un lado, la astucia y arrogancia del que roba el fuego a los dioses, y por otro lado la infortunada profetizadora que advierte de las consecuencias de esa sustracción.

Las evidencias de la “gran emergencia” parecen no poder con la gran inercia del crecimiento. Tampoco lo pudieron en el pasado, y no resulta difícil entrever advertencias similares de casandras pretéritos, que fueron también ignorados. En la Historia de los Bosques, de John Perlin[75], se cuenta que, a resultas de las grandes talas sobrevenidas en los EE.UU. para el crecimiento de la economía y sociedad norteamericanas, y ante las advertencias de algún compatriota por el ritmo y resultados ya evidentes de esa deforestación, “un furioso propietario de un aserradero contestó a un crítico: habéis criticado a los madereros por cortar tanta madera…y ahora nos criticáis a nosotros por intentar ganarnos la vida…Ya pararemos cuando se acabe la madera, pero hasta entonces ¡déjanos en paz, Moisés!”.

Precisamente, porque es extremadamente complejo cambiar de ritmo, se mantiene la aceleración y se entra en la gran emergencia.

En esa tesitura, el recurso a lo innominado goza de gran reputación, sea éste en forma de dioses que rediman de los pecados del exceso, o bien, en el caso del hombre industrializado, en forma de apelación a la sagrada tecnología de nuevo cuño que dé con las claves de la fuente inagotable de energía – un perpetuum mobile en forma de motores de agua, hidrógeno, aire comprimido, fusión, algas, y una larga ristra de pseudorecursos –. La fe en la tecnología se aposenta como redentora a pesar de su inmenso poder destructivo: “el logro más notable de la tecnología cientifizada ha sido indudablemente el incremento del poder destructivo de la máquina de la guerra”[76], dice Otto Ullrich, que añade que existe una enorme confusión en el poder atribuido a aquélla: se le concede a la tecnología la enorme prosperidad del hombre occidental, cuando esta tecnología es fruto del “consumo de las reservas de energía fósil” que permitió su espectacular desarrollo. La tecnología moderna, nos recuerda, depende del “saqueo” masivo y minoritario – por parte de los ricos – de recursos no renovables, por lo que invita a un “desarme industrial, tecnológico y económico” a los países industriales.

Pero, como se ha dicho en tantas ocasiones, la ideología del progreso – parida a partir del crecimiento exponencial acelerado – vive embebida del potencial tecnológico y es enorme el esfuerzo mental y de trabajo colectivo el que habría que emprender para desincrustar al hombre moderno de semejante condicionante, entre otras cosas porque éste le permite seguir vivo. Como es difícil privar al indígena de su selva tropical, así lo es al occidental de sus enormes maquinas devoradoras de combustibles. Esa sensación de “atrapamiento” en la que se encuentra la sociedad rica es fruto de su encadenamiento a los flujos crecientes de recursos fósiles. En ese escenario, la sensación de angustia hiperindustrial gana espacio en esa emergencia permanente con la que conviviremos. De hecho, la sensación de eterna permanencia – con la misma ingenuidad con la que se reclama a los ingenios tecnológicos “soluciones” cuando se habla de escasez – y que llegó a sentir el hombre urbano actual, es un destacado freno a la comprensión de la situación histórica en la que nos encontramos, y abocará, junto a otros factores – superación amplia de la capacidad de carga, desde luego – a recrudecer el retorno al estado “estacionario” de consumo de recursos renovables.

La emergencia permanente puede ser considerada como una era de escasez creciente, y conflictos locales y globales por los recursos.

En lo más cercano, será una era de destrucción económica importante. Ya los países productores de petróleo del Mundo pueden estar registrado su “cenit y declive de exportación de crudo”. Así, como hemos recordado, según el geólogo Jeffrey Brown[77], “el actual declive en los exportadores netos de petróleo es probablemente el comienzo de una tendencia a largo plazo, como resultado de su declive de producción y del incremento del consumo por parte de esos países”. De confirmarse esta tendencia, los países importadores – la mayoría del Mundo – pagarían aún más por el remanente exportable, sujeto a los diferentes vaivenes más o menos violentos o estrepitosos, propios de los momentos de contracción.

Esa destrucción económica obedece a la relación íntima entre producto interior bruto (PIB) y uso de energía: aquellas sociedades en las que decrece la disponibilidad de energía disponible, ajustan a la baja sus posibilidades de mantener una estructura socioeconómica determinada. Menos energía equivale a menos capacidad de trabajo y, por tanto, a menos “movimiento” económico.

En la sociedad del crecimiento acelerado, el declive de disposición de energía fácil llevará a una descomposición de los sectores económicos más prescindibles, vulnerables para mantener la estructura social, o a un ajuste permanente de la demanda, de forma creciente – en una espiral de peligrosa persistencia – con tendencias a la eliminación del mercado de segmentos crecientes de personas. Esta situación la viven ya economías enteras del Mundo, que se debaten entre la emigración y los sectores productivos no “regularizados”, con la violencia explícita oficial, paramilitar o criminal, organizada para la administración de los recursos a sus cúpulas de poder y sectores sociales beneficiados por las mismas.

Este espacio de inestabilidad irá desmantelando las “burbujas” generadas por la economía especulativo financiera, cuya regla de expansión de la masa monetaria ha llevado a la creación de una gran ficción: que el dinero tenía el valor que se decía oficialmente tenía. Se olvidó, en tiempos de la abundancia, que el dinero en realidad refleja riqueza, y ésta viene dada de forma muy directa por la energía disponible. Así, en tiempos de escasez de ambas, el dinero sufre un ajuste a la baja en su valor, en forma de inflación – hiperinflación, por un lado, y una devaluación correspondiente. La espiral del crédito, que surge de la proliferación del dinero en el mercado, se resiente por cuanto la sagrada confianza en el crecimiento se desdibuja. Así, tenemos abonado el terreno para una depresión económica profunda pero que, al contrario de otras históricas normalmente de referencia, tiene un carácter de límite estructural de expansión del que las precedentes carecían. Este proceso, que ya han vivido muchos países, se extenderá, en círculos concéntricos, hacia los lugares más vulnerables, más expuestos al crédito fácil y la economía de lo innecesario. El turismo de masas, los servicios no vitales y otros sectores que alcanzaron importante presencia en la economía de la abundancia, serán sacrificados, al menos en su escala de importancia actual.

El desempleo se adueña de estas economías, y motiva los movimientos migratorios, como ya vemos. Sin embargo, conforme las economías más desarrolladas incorporen territorios y población a esa manera radicalmente distinta de vivir, el recurso a la emigración disminuirá su efectividad como válvula de escape.

El descontento social – unido a la gran incomprensión por el fenómeno del declive, que nadie habrá explicado a la población en el horario de prime time, o lo habrá hecho en un intermedio publicitario de incitación al consumo- llevará a las medidas que se suelen tomar por parte de las estructuras estatales en tiempos de “quiebra de la paz social”, esto es, incremento de la vigilancia, represión, control y racionamiento en su caso de los bienes disponibles. Una vez se desate esa caja de Pandora, fruto del complejo fenómeno de interrelación entre el decrecimiento impuesto por los límites de los recursos naturales frente a la tendencia de la población a mantener su crecimiento, el desarrollo de los acontecimientos es imprevisible, y tendrá alcance de transformación histórica y transición a una nueva Era.

En esa “nueva era” ya viven decenas de países del Mundo, que tienen problemas cotidianos de suministro de combustible[78]. La intensidad de los fenómenos de interrupción de suministro es consecuencia de esa pugna global, más que causa especulativa de los problemas puntuales, como se suele analizar. Indica una tendencia de incapacidad de la extensa red de abastecimiento de llenar todos los tanques construidos al efecto, de forma simultánea y creciente. Efectivamente, el Mundo entra en una era de “sobreoferta de casi todo”, en la que dispuso más comensales que comida sobre la mesa. Se suele decir que lo que existe, como hemos visto, es un “reparto injusto”, y siendo éste hecho matemáticamente cierto – se trata de dividir recursos por personas – no aclara que realmente la distribución igualitaria, como las transacciones sin especulación, y otros fenómenos, no son propios de nuestra manera más habitual de relacionarnos a nivel global, ni propios de la realidad física del Planeta: hay zonas geográficas bendecidas con recursos que otras no tienen, pero sin embargo la marea negra del petróleo generó la “ilusión” del reparto equitativo porque transportó bienes y mercancías a todo el Mundo a costes económicos. Esta misma abundancia generó la “fantasía” de una cadena incólume de intermediaciones, pero la realidad es que, como en la termodinámica con la energía, las transformaciones del producto incrementan el gasto y la escasez, y redirigen mercancías a quienes puedan abonarlas, que a su vez pueden hacerlo porque otros no tienen suficiente: como en las relaciones ecológicas de un ecosistema, la competencia es razón de ser en el comportamiento de las comunidades – especies. En un Mundo de creciente escasez, se pone en evidencia de forma más cruda la existencia de la desigualdad, y se refuerzan los criterios darwinistas de reparto.

Una de las consecuencias de esa visión es la multiplicación de los conflictos violentos por los recursos: “durante los próximos años, las guerras por los recursos van a ser el rasgo más característicos del entorno mundial de la seguridad”[79], incide Klare, dándose la circunstancia de que “los reiterados conflictos por los recursos provocarán el despilfarro de grandes cantidades de materias críticas, sobre todo el petróleo, e infligirán grandes daños a las fuentes de las mismas”.

El resurgir del nacionalismo, encabezado por quienes tienen las materias primas, sobre todo las energéticas, ya es un hecho, como lo ha sido históricamente. De ahí que el proteccionismo sea una clave del futuro, frente a la globalización declinante, fruto de la carestía cada vez mayor de la energía.

Todo este escenario se produce en una evidente tendencia al rearme en el Mundo. Se puede comprobar cómo los países de muchas zonas geográficas están haciendo acopio de armamento: en el periodo 1997 - 2006, el gasto militar mundial ha registrado un aumento del 37%[80], detectándose incrementos importantes en las zonas geopolíticas más sensibles: Mar Caspio, Mar de la China meridional, por supuesto el Golfo Pérsico, etc.

Narciso en la sociedad atrapada de la gran emergencia.

Nuestro comportamiento social actual es el del mitológico Narciso, como hombre posmoderno urbano y de alto consumo energético, inhábil para la vida en comunidad con escasez, por cuanto la publicidad y la sociedad de consumo le ha forjado como excelso inconformista especialista en acumular deseos de compra, y acaparar protagonismo único en su vida de automovilista, volcada sobre la acumulación de objetos comprables. Némesis actuó de nuevo y condenó preclaramente a Narciso a su auto visionado permanente y, por lo tanto, a la inanición, porque no se apartaba del espejo en el agua ni para comer.

El hombre narcisista vive en una sociedad atrapada, en la vorágine del crecimiento acelerado y, lejos de sentirse ajeno a esa endiablada velocidad, contempla con fe los progresos que su Mundo hace, y plantea sus momentos como de evasión fugaz, de carpe diem. Esa autocontemplación le impide comprobar que el oro es el de los barrotes de su propia jaula, y que le alimentan en dosis abundantes, pero de letal caducidad. Carece de autonomía, pero eso no le importa, porque ¿para qué la libertad si la esclavitud es tan dorada? No teme al futuro el Narciso con niños, porque ¿qué tiempo hay para el futuro si no tengo tiempo para consumir en el de hoy? El atrapamiento del hombre occidental es el de la lejanía de los recursos reales del asfalto metropolitano que los devora. Como el movimiento conlleva energía, traer recursos a cada vez más narcisistas, con ese ritmo creciente, se vuelve misión imposible en la era de la escasez fosilista.

La ruptura de Narciso con la realidad será traumática, aunque se dice que ya lo es su fatal convivencia solitaria con los objetos de consumo. Una sociedad que atrapa a sus miembros en el metabolismo de la obesidad – mecanismo fisiológico que consiste en acumular lo que no se puede evacuar, apropiada figura de nuestra sociedad que exuda residuos que termina digiriendo de nuevo – está condenada a una dieta de órdago, en un Planeta de materiales finitos.

La sociedad atrapada consiste en una en la que es muy difícil salir de ella: realmente casi cualquiera lo es, aunque ésta tiene la característica de que es global, y que se han acabado las fronteras por explorar, a las que escapar. Si todo lo que nos rodea es fruto repentino de la desmesura, Narciso deberá rodar con su incomprensión por los caminos infértiles que dejan los planes parciales y los pasillos interminables de los centros comerciales, cuando se repliegue la ola de abundancia para dar paso a la histórica fase del ajuste de cinturones a tallas ya olvidadas. La regla del Narcisismo, arrogante que despreció a Eco para contemplarse él mejor, es la castración química de la cooperación. Directamente el otro es el enemigo, y se forjarán receptáculos de odio para clavar su frustración sobre el más débil: es un mecanismo biológico de lucha por los recursos “a los que tengo derecho”. O bien, quizás más pacíficamente, puede seguir Narciso en su ensimismamiento glotón, y dejar que sean otros los que le suministren las dosis decrecientes de los nuevos tiempos. Quién sabe cómo reaccionará nuestro hombre al pisotón de los límites del Planeta en el charco que le servía de blandengue templo para su contemplación, en esta traca final de la feria de las vanidades.

¿Salir de la sociedad atrapada?

En Alicia en el País de las maravillas se refleja un diálogo propio para la búsqueda de salidas:

“Alicia pregunta: ¿podrias decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar --dijo el Gato.
-No me importa mucho el sitio... --dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato”.

Para poder conocer el camino de salida de esa sociedad atrapada, es conveniente conocer qué destino queremos tomar. A su vez, para elegir la dirección es bueno tomar nota de la distancia, los pertrechos, cuántos emprenderán el viaje, etc. Esto es, conocer el destino implica conocer el camino, y cómo lo haremos. Esta sociedad vive engañada en la abundancia de la energía abundante que ofrece una falsa sensación de omnipotencia, que no existe, para seguir avanzando velozmente por un camino errado.

En esa búsqueda de la salida, se hace imprescindible preguntar qué se entiende por salir de la actual situación a la que nos dirige la crisis energética. ¿Mantener el actual estatus de vida? Evidentemente, la Historia cambia con el declive del petróleo, y la civilización occidental deberá descender en sus ritmos de consumo de recursos, simplemente por falta de disponibilidad. Aunque sigan reproduciéndose las grandes desigualdades en el reparto – aspecto que algunos de los que proponen “alternativas” suelen obviar con demasiada frecuencia – el monto global es decreciente. Así pues, “salir” equivaldrá en un futuro indeterminado a sobrevivir a ese decrecimiento.

Para poder salir hay que tener voluntad de pertrecharse y echar a andar antes de que la puerta se cierre con más llaves. La anticipación es esencial en ese escenario. De hecho, siempre, en el reino de la escasez que es la sociedad agrícola tradicional, la acumulación de cosechas en previsión de tiempos peores era regla social básica de comportamiento y supervivencia. Ahora, bien al contrario, se vive de la deuda de la confianza en el crecimiento futuro, algo que no permanecerá mucho tiempo tras el declive del petróleo y de las energías fósiles en su conjunto. La inercia del crecimiento hará que la búsqueda de la salida esté llena de extravíos, y que generalmente no pueda plantearse para el conjunto de una sociedad.

El Informe Hirsch[81] acerca del cenit del petróleo y sus implicaciones, elaborado por encargo del gobierno estadounidense, planteó tres escenario de mitigación de este escenario: el primero, con un proceso de acciones que comienza en la fecha del cenit; el segundo, una anticipación de 10 años, y el tercero, con una anticipación de 20 años. Como quiera que existe testimonios abundantes de la inminencia – incluso de haber ya tenido lugar – del cenit del petróleo, recogemos lo que el citado Informe relata para ese escenario primero: “esperar al cenit mundial del petróleo para actuar con un programa de choque dejaría al mundo con un significativo déficit de combustible durante más de dos décadas”, lo que implicaría “severas consecuencias”. El Informe coincide en que “el mundo nunca se ha enfrentado a un problema de estas características, y el error de no actuar con tiempo podría debilitar la economía mundial”.

El decrecimiento económico es inevitable. Más aún para lugares como Canarias, un auténtico “canario en la mina” de las economías del ocio, fronteriza con zonas de ínfimo consumo de recursos, y pendiente del ajuste inevitable del gasto superfluo en las economías centroeuropeas.

Canarias es una comunidad 100% petróleo. El 99,4% de su energía primaria proviene del crudo y en el año 2005 se consumían en este territorio 125.000 barriles de petróleo al día, para el mantenimiento de su sistema eléctrico, su extenso parque móvil terrestre, abastecer al tráfico aéreo local y el que trae a los millones de pasajeros que alimenta a su población. También una parte de ese consumo se dirige al abastecimiento de la navegación marítima local, la que trae los bienes de consumo y alimentos para la población de las islas, y el abastecimiento de la navegación marítima internacional en general.[82]

Por otro lado, como hemos dicho, en esa cuenta energética no se incluye el importante abastecimiento alimentario de las islas, así como de la práctica totalidad de los bienes de equipo, maquinaria, etc. elementos de la producción industrial moderna que mantienen un producto turístico elaborado con abundancia, de escaso futuro.

Al haber entrado en la era del “racionamiento creciente del petróleo por el precio” en un ámbito que abarcará también a los grandes consumidores, nos adentramos en un momento crucial para las Islas. Recordamos de nuevo, por su importancia, que, según el Energy Watch Group, la producción mundial de petróleo para el año 2030 podría ser del 50% de la actual[83], y ya para el año 2020, según el experto iraní fallecido Samsam Bakhtiari, la producción podría ser un 32% inferior a la actual, según su modelo WOCAP, basado en los datos que ofrecen los estudios del Presidente de honor de ASPO, Colin Campbell: “en los próximos 14 años, la producción global de 81 millones de barriles diarios disminuirá aproximadamente hasta alrededor de 55 millones de barriles al día en 2020”[84].

Al no existir, como hemos visto, sustituto alternativo energético, la “inflación” en el precio del petróleo se extenderá al conjunto de materias primas, obtención de agua, procesos de fabricación industrial, de insumos básicos para nuestra sociedad, etc. Así, los metales básicos han registrado en esta nueva era de la creciente escasez subidas espectaculares en sus precios internacionales: en el periodo 2003-2007, subidas del 630% para el Niquel, del 454% para el cobre, del 497% para el Zinc, del 144% para el aluminio; del 705% para el plomo, 198% para el estaño, y un largo etcétera[85].

En ese escenario, como se ha dicho, se multiplican los bucles de realimentación del sistema que funcionaron para incrementar la complejidad del sistema, y que hoy pueden funcionar para modificar ese mismo sistema de forma sustancial. Como explica el analista de The Oil Drum, Jeff Vail[86], el proceso de declive petrolero multiplicará importantes tendencias: se vuelve más “rentable”, para los agentes desestabilizadores, el ataque a infraestructuras de suministro claves; un “nuevo mercantilismo” que incrementa el ratio de declive de los países productores que, a su vez, exportan menos; también un incremento del nacionalismo petrolero, así como de la pugna pirática por los recursos, en los Estados – el autor pone el ejemplo de Nigeria – que no puedan controlar con sus fuerzas armadas la búsqueda de beneficios económicos en las zonas petroleras.

El mundo de la creciente escasez será también el de la creciente desconfianza en la continuidad del crecimiento exponencial. Será una vuelta a un pasado – que es presente en otras latitudes – de “años buenos y años malos”, aunque en una tendencia de desconexión continua de la abundancia energética, esto es, en un proceso sustancialmente diferente al que hemos vivido de forma reciente. Al limitarse o eliminarse esa confianza, habrá una tendencia a la reducción del crédito, lo que a su vez limitará la inversión y la expansión congénita al modelo de crecimiento. Estos hechos alimentarán los “cracks” económicos y financieros que ya conoce el sistema económico actual, con la particularidad de que su carácter será más prolongado y destructivo, por falta de la base energética de crecimiento que garantice la devolución de lo prestado. Este bucle de retroalimentación destructiva, reiteramos, llevará a procesos inflacionarios altos – como se ve en los países con pocos recursos energéticos – y a un deterioro creciente de las infraestructuras básicas. El mantenimiento de éstas últimas será una ardua labor que requerirá esfuerzos crecientes, dado que fueron concebidas con abundancia de materiales y recursos para su mantenimiento. Es fácil percibir este fenómeno como uno de los puntos débiles de nuestra compleja sociedad de alta entropía. El racionamiento de los sueldos públicos, de los servicios prestados, etc. resulta hoy inimaginable, ante un panorama de práctica multiplicación de los “beneficios” del crecimiento. Sin embargo, el cambio de tendencia es perfectamente comprensible, y únicamente frena su entendimiento la velocidad histórica a la que hemos llegado al cenit.

El fin de la fiesta en el derroche de recursos naturales y la llegada de la era de la creciente escasez es inevitable en un mundo finito. Por otro lado, nos hará más responsables localmente de nuestro propio futuro. En la medida en que antes entendamos los límites, mejor podremos afrontar este nuevo periodo histórico de vertiginosos cambios.

[1] Texto escrito a partir de la ponencia preparada para su presentación el Curso de Verano “Canarias ante el cambio global”, celebrado entre el 16 y 20 de julio de 2007, y organizado por la profesora Clara Barroso, de la Universidad de La Laguna, en colaboración con el Cabildo Insular de El Hierro.
[2] GEORGESCU ROEGEN, Nicholas; Ensayos bioeconómicos, Edición de Óscar Carpintero. Antología, Ed. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2007
[3] SCHUMACHER, E.F.; Lo pequeño es hermoso, Barcelona, 1983, Edit. Hermann Blume
[4] Publicado en New Society Publishers. Segunda edición revisada en el año 2005.
[5] HEINBERG, Richard: Se acabó la fiesta. Guerra y colapso económico en el umbral del fin de la era del petróleo. Ed. Barrabes, Huesca, 2005
[6] Recomendamos la lectura de sus crónicas y las múltiples iniciativas “pospetróleo” que auspicia, a través de internet: http://www.richardheinberg.com/
[7] “La población de Canarias creció un 457,3% en el periodo 1900 – 2000 (de 357.601 habitantes en el año 1900 a 1.750.673 en el año 2000), y se multiplicó por 5,5 en el periodo 1900 – 2006, al alcanzar en este último año los 1.995.833 habitantes. Fuente: ISTAC, y el estudio de la Fundación BBVA, con el título “Evolución de la población española en el Siglo XX”(2007), dirigido por Julio Alcaide Inchaisti.

[8] Fuente: estadísiticas de trabajo del ISTAC – Gobierno de Canarias.
[9] Datos tomados del artículo “El turismo contemporáneo”, de Don Miguel Ángel González Suárez, Director del Centro de Iniciativas Turísticas de Santa Cruz de Tenerife, publicado en El Día, el viernes, 3 de agosto de 2007.

[10] Canarias 7, 18 de febrero de 2007.
[11] Tomado de la web http://www.noincineraciontenerife.com/ , que usó la fuente de El Día, del 25 de junio de 2006.
[12] Gabriel Tobar ha realizado una importante adaptación y traducción de un texto esencial “Aritmética, Población y Energía”, disponible, junto a otros materiales, en http://www.jlbarba.com/energia/arpoen y en http://www.crisisenergetica.org/ficheros/arpoen.pdf . Importante recopilación de sus artículos, en inglés, en http://www.hubbertpeak.com/bartlett/
[13] BARLETT, A. The New Flat Earth Society, http://www.hubbertpeak.com/bartlett/flatearth.htm
[14] SCHUMACHER, E.F.; Lo pequeño es hermoso, Barcelona, 1983, Edit. Hermann Blume
[15] BP; Statistical Review of World energy, 2007, en http://www.bp.com/productlanding.do?categoryId=6848&contentId=7033471
[16] PERLIN, John: Historia de los bosques, GAIA Proyecto 2050, Madrid, 1999, 233 y ss.
[17] CODERCH, Marcel, Secretario de la Asociación para el estudio de los recursos energéticos (AEREN). “Consumo energético en el futuro. Esquemas de racionalización y racionamiento”, Presentación realizada en el marco del Seminario de Científicos y Medioambiente (CIMA), en Madrid, el 1 de abril de 2006.
[18] “Se estima que no más del 20%, y en algunos países alrededor del 5% de la población de África (excluyendo a Sudáfrica y Egipto) tienen acceso directo a la electricidad. Este porcentaje cae al 2% en las zonas rurales”, tomado de Energy key to Africa's prosperity, en Africa Renewal, publicación especializada de las Naciones Unidas, en http://www.un.org/ecosocdev/geninfo/afrec/vol18no4/184electric.htm
[19] Científicos por el Medio Ambiente (CIMA) recogió, en uno de sus encuentros de primavera, la aportación de estos dos expertos, miembros de la Asociación para el estudio de los recursos energéticos (AEREN), así como la de otros, en una reflexión sobre el agotamiento de los hidrocarburos y sus repercusiones. En: http://www.cima.org.es/energia.html ,
[20] Datos tomados de http://www.nationmaster.com/red/graph/tra_mot_veh-transportation-motor-vehicles&b_desc=1
[21] W. SACHS (editor), Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, PRATEC, Perú, 1996 (primera edición en inglés en 1992). Ver, para una crítica al crecimiento, este importante libro, disponible en http://www.ivanillich.org/Lidicc.htm. Instalado en el ideograma occidental, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, nadie quiere renunciar a crecer. Siempre quedarán más hospitales, escuelas, estructuras públicas y privadas, transportes, etc. por poner en marcha. Siempre, según el atolondrado pulso del crecimiento, lo que tenemos es poco. En la izquierda, porque siempre los pobres tendrán menos que los ricos, y en la derecha, porque sin riqueza a borbotones, no hay reparto que valga de la misma.
[22] “Un desagradable olor a extinción acompaña las correrías del Homo Sapiens por el Planeta”, dice Ronald Wright, en “Breve historia del progreso”. Barcelona, 2006. Editorial Tendencias.
[23] BARDI, Ugo y PAGANI, Marco: Peak Minerals, Octubre de 2007, en http://europe.theoildrum.com/node/3086?nocomments. Según los autores, “examinamos la producción mundial de 57 minerales, a partir de la base de datos del United States Geological Survey (USGS). De ellos, 11 se encuentran en una situación de declive de producción. Muchos otros podrían estar ya en el cenit o cerca del cenit de producción”.
[24] DÉRY, Patrick y ANDERSON, Bart: Peak phosphorus, Agosto de 2007, en http://www.energybulletin.net/33164.html. Los autores han estimado que la producción mundial de fósforo alcanzó su cenit sobre el comienzo de los años 80, y desde entonces está declinando.

[25] Título tomado de VIGLIZZO, Ernesto F.; La trampa de Malthus. Agricultura, competitividad y medio ambiente en el Siglo XXI, Buenos Aires, 2001, Editorial Universitaria de Buenos Aires.
[26] MALTHUS, Robert, Primer ensayo sobre la población, Alianza Editorial, Primera ed. 1966, Madrid.
[27] Ibídem, pg. 142 y ss.
[28] BROWN, Lester R., Plan B 2.0 Rescuing a Planet under stress and a civilization in trouble, Nueva York, 2006, Earth Policy Institute. Como ya se está observando, un preliminar intento de los países asiáticos – con una ratio de consumo muy inferior al de los países occidentales - de incorporarse a incipientes modelos de consumo ha supuesto la aceleración del consumo de recursos. No existen suficientes Planetas para alimentar ese ritmo de crecimiento.
[29] Usando la técnica de la huella ecológica, la organización ecologista WWF ha estimado, en su programa “One Planet Future”, que en el año 2003, los humanos precisan realmente de al menos un 25% más de Planeta Tierra (que no existe) para mantener este ritmo de consumo, por lo que estaríamos consumiendo recursos de las próximas generaciones, lo que hace inevitable el ajuste posterior. Descargable en: http://www.wwf.org.uk/filelibrary/pdf/a_one_planet_future01.pdf
[30] HEINBERG, Richard; Peak everything, 2007, introducción al libro homónimo, en http://globalpublicmedia.com/richard_heinbergs_museletter_peak_everything
[31] A propósito de la “fe en el progreso”, recogemos el concepto de mito que desarrolla Ronald Wright en su “Breve historia del Progreso”:”el mito es una ordenación del pasado, real o imaginario, en patrones que refuerzan los valores y aspiraciones más profundos de una cultura (…) Son como las cartas de navegación de las culturas a través del tiempo”. En el caso del desarrollo tecnológico, el “pasado” de increíble desarrollo tecnológico nos lleva a prolongar sus logros en un patrón inmanente de nuestra presencia en el Planeta, cuando tiene una presencia circunstancial y muy puntual en la presencia del hombre en su prolongada estancia como especie de simio diferenciada.
[32] Para una crítica a los mitos del crecimiento y la fe en la tecnología, obviando los límites físicos, ver GEORGESCU ROEGEN, Nicholas (op. cit.).
[33] Abundan en los ensayos y propuestas sobre los principales retos y problemas de la sociedad actual, los análisis estáticos, en los que los importantes crecimientos exponenciales, no suelen ser tenidos en cuenta, lo que invalida buena parte de las conclusiones de los mismos.
[34] BOULDING, Kenneth; The Economics of the Coming Spaceship Earth, 1966, en http://www.panarchy.org/boulding/spaceship.1966.html
[35] KLARE, Michael T: Guerras por los recursos. El futuro escenario del conflicto global, 2003, Barcelona, Urano Tendencias.
[36] Desarrollamos este apartado en “Canarias: hacia la sociedad y economía agraria”.
[37] Cita tomada de: http://www.jmarcano.com/nociones/minimo3.html#ley

[38] TAINTER, Joseph A: The collapse of complex societies, Cambridge University Press, New York, 1998.
[39] JEVONS, William Stanley: El problema del carbón, Pirámide, Madrid, 2000, pg. 161. y ss.
[40] CARPINTERO, Oscar: Ensayos bioeconómicos: Nicholas Georgescu Roegen, Los libros de la catarata, Madrid, 2007.
[41] Cita tomada de http://www.ivanillich.org/ , a su vez extraida de su ensayo “Energía y equidad”, reunido con otros en ILLICH, Iván: Obras reunidas, Volumen I, Fondo de cultura económica, México, 2006
[42] HANSON, Jay: Máximo poder,http://dieoff.org/page193.htm . En español, editado por http://www.crisisenergetica.org/ http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20031022221350522
[43] PRIETO, Pedro: El hombre de 100 watios, http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20031126191048991
[44] En el boletín mensual de la Asociación, puede recabarse una evaluación actualizada de los recursos del petróleo, y de las previsiones de cenit y declive posterior. Incluye también una previsión del cenit y declive de la extracción de gas natural: http://www.aspo-ireland.org/index.cfm/page/newsletter
[45] No hay que olvidar que las “estimaciones” son precisamente eso, aproximaciones a declaraciones de reservas que
[46] “The growing gap”
[47] SIMMONS, Matthew: The World´s giant oilfields, en http://www.nps.edu/cebrowski/Docs/energy/giantoilfields.pdf “Aproximadamente 120 yacimientos gigantes de petróleo (de los 4.000 en total que se estima que existen hoy en producción), producen más de 100.000 barriles de petróleo al día. En total, estos yacimientos producen el 47% del suministro mundial (…). De entre esos 120, los 14 yacimientos mayores del mundo son responsables del 20% de la producción mundial de petróleo. La edad media de esos yacimientos es de 43.5 años”.
[48] Expresión tomada de GROPPE, Henry: Price rationing of peak oil; http://www.aspousa.org/proceedings/houston/presentations/Henry_Groppe_price_rationing.pdf; Presentación realizada el 19 de octubre, en la Conferencia de ASPO USA de 2007, celebrada en Houston.
[49] Traducción de la entrevista, disponible aquí: http://www.crisisenergetica.org/ficheros/entrevistaBakhtiari.pdf
[50] Modelo de “capacidad mundial de producción de petróleo”, expuesto en la página del autor, fallecido en el año 2007: http://www.sfu.ca/~asamsamb/conference/WOCAP.htm
[51] Descargable en: http://www.energywatchgroup.org/fileadmin/global/pdf/EWG_Oilreport_10-2007.pdf
[52] BROWN, Jeffrey: Net Oil Exports and the "Iron Triangle", Julio de 2007, en http://www.theoildrum.com/node/2767
[53] LAHERRERE, Jean; Future of Natural Gas Supply, Contribution to the 3rd International Workshop on Oil&Gas Depletion, Berlin, Germany, 24,25 May, 2004, en http://www.peakoil.net/JL/JeanL.html
[54] BAKHTIARI, Samsam: After peak oil, peak gas too, Marzo de 2006, estima un cenit del gas natural en el año 2008 ó 2009, disponible en: http://www.sfu.ca/~asamsamb/Peaks/PEAKS.htm
[55] “El gas natural también declina, pero a mayor velocidad (que el petróleo)”, en http://www.theoildrum.com/story/2005/11/19/149/30362
[56] “No sólo el petróleo aparece como un recurso extremadamente escaso en los próximos cinco años, sino que este hecho coincide con la perspectiva de un mercado del gas natural inclusive más escaso a la vuelta de la década”; Agencia Internacional de la Energía, Oil market report – Medium Term de Julio de 2007;, http://www.vtpeakoil.net/community/files/0007/iea20070707.pdf
[57] Coal: Resources and Future Production, de marzo de 2007, descargable en : http://www.energywatchgroup.org/fileadmin/global/pdf/EWG-Coalreport_10_07_2007.pdf
[58] http://ie.jrc.ec.europa.eu/publications/scientific_publications/2007/EUR22744EN.pdf
[59] DITTMAR, Michael; The nuclear energy options: facts and fantasies, ASPO 6 Conference, Cork, Irlanda, septiembre de 2007, descargable en: http://www.aspo-ireland.org/contentfiles/ASPO6/3-2_APSO6_MDittmar.pdf
[60] CODERCH, Marcel; “Energía nuclear”, Foreign Policy, edición española; http://www.fp-es.org/ago_sep_2005/story_10_9.asp
[61] MACIEL, Milton; Etanol from Brazil and the USA, Octubre de 2006, descargable en http://www.energybulletin.net/21064.html
[62] El profesor de ecología y agricultura en la Universidad de Cornell, David Pimentel, estima que “convertir plantas como el maíz, la soja o el girasol en combustible, requiere mucha más energía que el resultante del etanol o biodiesel que se produce”. http://www.news.cornell.edu/stories/July05/ethanol.toocostly.ssl.html
[63] GARCÍA, Ernest; Medio ambiente y sociedad: la civilización industrial y los límites del Planeta, Alianza Ensayo Editorial, Madrid, 2005, pg. 169 y ss.
[64] Dimensiones y datos técnicos del Aerogenerador: http://www.nordex-online.com/fileadmin/MEDIA/Produktinfos/EN/Nordex_N100_Produktbroschuere_EN.pdf
[65] IEA, Renewables in global energy supply: 2006, en http://www1.eere.energy.gov/windandhydro/pdfs/renew_leaflet_sept2006_web.pdf
[66] GEORGESCU ROEGEN, Nicholas; Op. Cit. Pg. 99 y ss.
[67] Pedro Prieto Pérez, editor de http://www.crisisenergetica.org/ es uno de los expertos en recursos energéticos que con mayor rigor aporta cifras y estudios al respecto.
[68] PRIETO, Pedro; La tasa de retorno energético (TRE): un concepto tan importante como evasivo. Diciembre de 2006, Madrid http://www.crisisenergetica.org/ficheros/TRE_tan%20importante_como_evasivo.pdf
[69] http://www.eroei.com/index.php
[70] WRIGHT, Ronald; Breve historia del progreso, pg. 68, Ediciones Urano, 2006 : “el clima del Planeta se ha caracterizado por una estabilidad extraordinaria en los últimos 10.000 años, exactamente los que vienen durando la agricultura y la civilización. A lo que parece, no podríamos haber desarrollado la agricultura antes, ni aunque lo hubiéramos intentado”.
[71] Se analiza este asunto en “¿Cómo afectará a Canarias el cambio climático? La quiebra de la globalización energética y la incertidumbre climática”.
[72] KUNSTLER, James Howard; La gran emergencia, Editorial Barrabes, Benasque, 2007, pg. 17.
[73] HUBBERT, Marion King; Exponential Growth as a transient phenomenon in human history, 1976, http://www.mkinghubbert.com/files/ExponentialGrowth.pdf
[74] BROWN, Lester; Plan B.2.0 Rescuing a Planet Ander Stress and a Civilization in Trouble, Earth Policy Institute, 2006. Disponible en: http://www.earth-policy.org/Books/PB2/index.htm
[75] PERLIN, John; Historia de los bosques. El significado de la madera en el desarrollo de la civilización, GAIA Proyecto 2050, 199, pg. 363.
[76] ULLRICH, Otto; Tecnología, en Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, SACHS, W. (Editor), Pratec, Perú, 1996, descargable en http://www.ivanillich.org/Lidicc.htm
[77] BROWN, Jeffrey; Declining net oil exports--a temporary decline or a long term trend?, Septiembre de 2007, en http://graphoilogy.blogspot.com/2007/09/declining-net-oil-exports-temporary.html
[78] La página de Internet, http://www.energyshortage.blogspot.com/ hace un seguimiento diario de las zonas del Mundo en donde se suceden problemas de suministro de combustible.
[79] KLARE, Michael T.; Guerras por los recursos. El futuro escenario del conflicto global, Ediciones Urano, Barcelona, 2003, pg. 261 y ss.
[80] Stockholm International Peace Research Institute, Yearbook 2007, en http://yearbook2007.sipri.org/mini/
[81] HIRSCH et al; Peaking of World oil production: impacts, mitigation and risk management, Febrero de 2005, Informe para el Departamento de energía del gobierno de los EE.UU. http://www.netl.doe.gov/publications/others/pdf/Oil_Peaking_NETL.pdf
[82] Estadísticas energéticas de Canarias, 2005. Disponible en: http://www.gobiernodecanarias.org/cicnt/doc/industriayenergia/publicaciones/Anuario2005.pdf
[83] ENERGY WATCH GROUP; Crude oil. The supply outlook, Octubre de 2007, pg. 68. “De acuerdo con los cálculos realizado para este escenario, la producción de petróleo habrá declinado en un 50% aproximadamente para el año 2030. Este dato es equivalente a un declive anual medio del 3% (…)”. Descargable en: http://www.energywatchgroup.org/fileadmin/global/pdf/EWG_Oilreport_10-2007.pdf
[84] Declarado en la comparecencia del ingeniero ante el Senado de Australia, en julio de 2006. Traducción de las actas de esa sesión en: http://www.crisisenergetica.org/article.php?story=20061104133026990
[85]MATTEWS, Vince; China and India´s ravenous appetite for natural resources – Their impact on the united states, Director del Colorado geological Survey, presentado en la III Conferencia mundial del petróleo, ASPO – USA, Houston, octubre de 2007, descargable en: http://www.aspousa.org/proceedings/houston/presentations/Vince%20Matthews%20China%20India1.pdf
[86] VAIL, Jeff; Geopolitical Feedback Loops in Peak Oil, en http://www.theoildrum.com/node/3017

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