jueves, diciembre 10, 2009

Las tierras raras


Varios acontecimientos han precipitado en los países desarrollados el estudio de las reservas de los recursos minerales disponibles en el Planeta en las próximas décadas, para el desarrollo socioeconómico y de los nuevos sectores tecnológicos. Multinacionales y entidades públicas – singularmente la administración estadounidense y la Comisión Europea – han generado informes que han venido a responder a fenómenos como la subida de los precios de los principales minerales, tanto metálicos como no, hasta el año 2008, o la reciente advertencia de China de restringir o eliminar la exportación de las llamadas “tierras raras”, con el argumento de que las precisa para su desarrollo industrial propio, dándose la circunstancias de que este país provee hoy al Mundo del 95% de los mismos, usándose hoy de forma importante para sectores como las comunicaciones, baterías recargables, energías solar y eólica, nanotecnología, células de combustible o los coches híbridos, éstos últimos considerados como uno de los objetos tecnológicos con mayor uso de elementos raros.

Geólogos como Vince Matthew, del Servicio geológico de Colorado, el francés Jean Lahèrrere, o el químico italiano Ugo Bardi, de la Universidad de Florencia, junto a muchos otros, han abordado una preliminar y ambiciosa evaluación contemporánea de algunos de estos recursos a nivel global, avanzando significativos resultados sobre nuestra capacidad de remoción de la corteza de terrestre para procurar el aprovechamiento de los mismos. Estos y otros estudiosos han advertido que, no sólo aquellos considerados ya naturalmente como escasos por su composición geoquímica, sino otros relativamente más abundantes, están enfrentando incrementos de su uso imposibles de mantener a medio plazo, y menos aún de generalizar en un hipotético escenario de menores desequilibrios mundiales: así ocurre con los minerales de Zinc, platino, cobre, oro, uranio e inclusive otros elementos como el fósforo, tan elementales para la agricultura moderna. Se han modelizado las tasas de extracción de estos y otros recursos, así como evaluado las principales reservas existentes. Como ocurre con otros recursos, aunque la vasta Tierra ofrece aún lugares por explorar sistemáticamente – léase las zonas vírgenes de África o América del Sur -, lo que no es ajeno a importantes impactos socioambientales que ya presenciamos -, y el aprovechamiento de cada recursos es cada vez mayor por unidad de extracción minera, se observa claramente que los esfuerzos para obtener un gramo de tal o cual mineral son progresivamente mayores, al disminuir la concentración de las vetas que se obtienen en los yacimientos, y tener que profundizar más en la búsqueda de las mismas. Se suele poner como ejemplo el del cobre, que ha pasado de una concentraciones del 25% en los hallazgos de vetas en el año 1925, a unas actuales del 0,8%.

Resulta curioso que muchos de esos elementos no tan abundantes se estén usando hoy en tecnologías de la comunicación o el entretenimiento con productos de un ciclo de vida útil muy pequeño, como los teléfonos móviles, pantallas planas, etc. Y que, además, estén siendo sistemáticamente enterrados en vertederos al cabo de los pocos meses. El reciclaje de los materiales, probablemente, será norma en el futuro próximo, así como la búsqueda incesante de combinaciones de elementos que ofrezcan las prestaciones que hoy tienen algunos de esos materiales, destacables por su resistencia a altas temperaturas, alta conductividad, características magnéticas, etc. Por otro lado, parece inevitable el resurgimiento del “nacionalismo mineral” para controlar el procesamiento de estos recursos, que hoy ya son vitales para el funcionamiento de las economías industriales, lo que puede causar episodios de disrupción en el suministro y afección determinante a procesos económicos, hoy inimaginables.

También probablemente, los precios de estos materiales vuelvan a resurgir en un futuro de recuperación económica. El mundo de la inversión financiera está repleto de anhelantes ejecutivos a la búsqueda de inversiones rentables, en forma de yacimientos de recursos naturales, una vez puesta en cuestión la inversión en fondos de “dinero virtual” o inmobiliario, y cuando ya se tiene la creciente y generalizada percepción de que la multiplicación del consumo demandará también más uso de recursos minerales, lo que condicionará la selección de sus beneficiarios a través del precio.