lunes, diciembre 11, 2006

El objetivo del "decrecimiento económico"

“Objetivo decrecimiento”

"Cada vez que aportamos una respuesta inadecuada a un problema lo amplificamos globalmente, aunque en apariencia nos proporcione un alivio pasajero”.

Vincent Cheynet (Preámbulo del libro "Objetivo decrecimiento")




La editorial “leqtor” ha editado un libro con el título “Objetivo decrecimiento”, del Colectivo “Revista Silence”. La pregunta que pretende responder, inscrita en su portada, es: “¿Podemos seguir creciendo hasta el infinito en un planeta finito? Obviamente, la respuesta es no...

Recomendamos vivamente su lectura, porque aporta, a través de pequeños textos de autores diversos – la mayoría de ellos de procedencia francesa –, previamente publicados en la Revista Silence, algunos elementos para el debate imprescindible sobre el necesario decrecimiento. Traemos aquí unas pequeñas referencias del mismo. Parece obvio que, si hemos superado la capacidad de carga planetaria porque consumimos recursos a una tasa mucho mayor – en algunos casos infinitamente mayor – que la capacidad de renovación de los recursos, en algún momento deberemos decrecer. ¿Nos comportaremos en ese caso de tal manera que el decrecimiento se haga con el menor sufrimiento humano, sabiendo como sabemos ya hoy que existe mucho sufrimiento porque pueblos enteros “decrecen” o simplemente sobreviven en un estado de gran precariedad y vulnerabilidad?

Puedes encontrar algunos acertados comentarios relativos al “decrecimiento” en la Noticia que en su momento publicó http://www.crisisenergética.org/ - probablemente la web que en español más profundamente está abordando los problemas de los límites de nuestro modelo de desarrollo y propuestas para el decrecimiento - para anunciar la publicación del libro. También puedes encontrar referencias al “decrecimiento” en general y a este libro en un blog hermano, de un activo participante en la web de Crisis Energética: http://www.decrecimiento.blogspot.com/. Sin duda alguna, una de las personas que más activamente está prodigándose en la difusión del decrecimiento es Marcel Coderch, a la sazón Secretario de AEREN (ASPO-España), editora de la web de Crisis energética.

Los coordinadores - Bruno Clémentin y Vincent Cheynet - de la revista Casseurs de pub y de la asociación Écolo, ambas iniciativas radicadas en Francia – patria actual del pensamiento “decrecentista” – plantean algo obvio: “No es posible un crecimiento infinito en un planeta finito”. Esta premisa requiere de varias aseveraciones más que nos conduzcan a la necesidad del decrecimiento: la constatación de que hemos superado los umbrales del crecimiento y que existe una minoría rica mundial – en la que se encuentran los territorios de la OCDE, sobre todo – que acapara recursos en forma tal que la extensión de ese “estilo de vida” al conjunto de la humanidad resulta imposible por los propios límites de los recursos naturales existentes.

Según los autores de la Introducción al libro, “los economistas viven de hecho en el mundo religioso del siglo XIX, en que la naturaleza se consideraba inagotable”. La búsqueda que hay que emprender, por tanto, es la de una “economía saludable”, que parte de la constatación de que los recursos resulta cada vez más difícil extraerlos y que se acaba el tiempo histórico para reconducir los procesos. Varios de los autores del libro se consideran deudores de Nicholas Georgescu – Roegen, el “padre del decrecimiento”, que acuñó sentencias prodigiosas: “cada vez que producimos un automóvil lo hacemos a costa de una reducción del número de vidas futuras”, apelando a reflexionar sobre el uso irracional que hacemos de nuestro capital natural, irreemplazable.

Nicholas Georgescu – Roegen

Consideran necesario los autores “una reducción drástica tanto de la producción como del consumo”, para lo que defienden, más allá del compromiso de los políticos, un “llamamiento a la responsabilidad de los individuos”. Advierten que las situaciones de crisis históricamente han supuesto el caldo de cultivo para movimientos totalitarios (surgimiento de los fascismos). Parece claro, apostillo, que en el actual escenario de crisis energética fácilmente perceptible, además de perder empleo y recursos que hoy parecen de fácil alcance, perderemos derechos civiles evidentes: es como tiene el poder la costumbre de administrar el descontento y las depresiones, salvo que “combatiéramos” ferozmente en la defensa de la gestión humana y digna de un modelo de decrecimiento. Para los autores, “el decrecimiento deberá ser sostenible, es decir, no deberá generar una crisis social que cuestione la democracia y el humanismo”.

Sería exigible, “una reducción draconiana de nuestro consumo energético”, llegando a afirmar que “en una economía saludable, la energía fósil desaparecería”, relegando el uso de los recursos fósiles a ámbitos como el de la medicina: evidentemente, para los autores “el transporte aéreo y los vehículos a motor de explosión estarían condenados a desaparecer”, tal es la dimensión de decrecimiento que deberíamos abordar. “Deberíamos recurrir a nuestra propia energía muscular”, apostillan, porque hay que recordar que “el 80% de los humanos vive sin automóvil, sin nevera y sin teléfono, y el 94% de los humanos no ha tomado nunca un avión”.

Un obstáculo clave para el “decrecimiento”, además de las resistencias físicas que mostrarían muchos a verse privados del “confort” fruto de la civilización de la abundancia, es que existe una auténtica devoción de tintes fundamentalistas hacia “la fe en la ciencia, lo nuevo, el progreso, el consumo y el crecimiento”.



Serge Latouche, miembro de la “Réseau pour l´Après-développement” que acoge a la “Red de los objetores de crecimiento para un post desarrollo : ROCADe”, hace en su aportación al libro una descalificación implacable del término “desarrollo sostenible”, por inconsistente: “el desarrollo sostenible es como el infierno, y está lleno de buenas intenciones”, calificando a la expresión de antinomia: simplemente no es “sostenible” el desarrollo”, sobre todo cuando este último término está aliado a lo que él llama “el programa de la modernidad”, “transformar en mercancías las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza”.

Latouche va más allá: “el crecimiento cero no es suficiente”, situándose en la línea de Georgescu – Roegen y cuestionando alguno de los asertos de Herman Daly y René Passet, destacadas figuras de la economía ecológica, que defienden “el estadio estacionario” o el “crecimiento cero”. Partiendo de los cálculos de la llamada “huella ecológica”, sistema ideado por Wackernagel y Reis, y adoptado entre otros por la ONG WWF para sus cálculos de “extralimitación” del uso de recursos del Planeta, el autor considera que “nuestro sobrecrecimiento económico ya supera con mucho la capacidad de carga de la Tierra (...); por lo tanto, para sobrevivir o perdurar resulta urgente organizar el decrecimiento”.

No resulta incompatible el decrecimiento con el bienestar, necesariamente. Sí, evidentemente, con el concepto de confort que hemos aprehendido las recientes generaciones que hemos disfrutado del crecimiento exponencial. Pero Latouche apela a “redescubrir la verdadera riqueza en la ampliación de las relaciones sociales amistosas en un mundo sano (...) es algo que puede llevarse a cabo con serenidad en la frugalidad, en la sobriedad”.

Otro economista miembro de ROCADe, Mauro Bonaïuti, en su artículo “A la conquista de los bienes relacionales”, reivindica la figura de Georgescu – Roegen: el concepto de “progreso tecnológico” que abanderan economistas ortodoxos y que forma parte del imaginario social mayoritario está en la base de la continua reivindicación del crecimiento como modo de comportarse de nuestra economía. Sin embargo, la llamada alternativa de la “desmaterialización de la economía” no ha supuesto una reducción en el flujo de materiales y energía: aunque cada unidad producida lo es con menos energía, se han incrementado de forma exponencial las unidades producidas. La eficiencia – ver Paradoja de Jevons – no implica reducción total del consumo de recurso, en una economía de crecimiento. Buena respuesta para quienes se amparan en el “ahorro y la eficiencia” como alternativa a los problemas globales de gestión de los recursos. Por otro lado, como es obvio, el recurso a la “eficiencia” se suele hacer en entornos de alto nivel de desarrollo tecnológico y, por tanto, con un umbral de consumo de recursos muy alto. La preocupación del autor se centra en generar las condiciones para que “el decrecimiento de las cantidades físicas producidas no provoque necesariamente un descenso del valor de la producción”, para lo que propone el rescate de los llamados “bienes relacionales” y, en definitiva, “favorecer el desplazamiento de la demanda de bienes tradicionales con un elevado impacto ecológico hacia unos bienes para los que la economía civil tiene una ventaja comparativa específica, es decir, los bienes relacionales (demanda de atención, de cuidados, de conocimientos, de participación, de nuevos espacios de libertad y espiritualidad). En los “países no desarrollados” se trataría simplemente de conservar los lazos ya existentes, y evitar la mercantilización progresiva de las relaciones humanas. Para Bonaïuti, “el decrecimiento material será un crecimiento racional, convivencial y espiritual, o no será”.

La reivindicación de la “sobriedad” que hace Francois Schneider parte de la necesidad de reconocer que, hoy por hoy, la llamada “eficacia y el progreso tecnológico” están vinculados fundamentalmente al aumento del consumo: “los automóviles de bajo consumo nos permiten llegar más lejos por el mismo precio”. Funciona el llamado “efecto rebote”, similar a la Paradoja de Jevons, por cuanto “el crecimiento del consumo queda así ligado a la reducción de aquello que limita la utilización de las tecnologías”: esto es, “un aumento del consumo de un producto o servicio debido a la reducción de su precio de coste” (en buena medida gracias a una mayor eficiencia en el uso de recursos para su fabricación: p.ej.: coches más eficientes en el consumo de carburante). La lógica del crecimiento está, además, plagada de desigualdad. Unos crecen porque otros no tienen lo mínimo. Necesitamos dos planetas, ya no para alimentar al conjunto de la población, sino para sobrealimentar a una minoría mientras se agravan las situaciones de indigencia y precariedad vital de cientos de millones de personas. Schneider considera que “reducir el crecimiento económico sería posible con un descenso del consumo de recursos, si bien ello implicaría transformar de arriba abajo el funcionamiento de la economía”. Varias de las medidas que tenderían a realizar esa transformación serían:
- “limitar en origen las extracciones mundiales de recursos mediante cuotas”,
- “crear reservas de recursos naturales”, similares a las figuras de los parques naturales;
- “rebajar el tiempo de trabajo de forma que se redujeran los ingresos y, por tanto, el consumo, al tiempo que se harían posibles las actividades lentas y la autoproducción”.

El economista americano de origen rumano Nicholas Georgescu – Roegen creo la bioeconomía, como una nueva ciencia económica que le llevó a “modificar la comprensión del proceso económico del desarrollo”, al decir del filósofo Jacques Grinevald (Georgescu – Roegen: bioceconomía y biosfera), en el que analiza el “error fatal” de la concepción ortodoxa de la economía: partir de una visión mecanicista (Newton – Laplace), ajena a los descubrimientos decimonónicos de la evolución biológica (Darwin) y la revolución termodinámica (Carnot). La economía ha permanecido ajena a los condicionamientos biológicos, los límites de la Tierra. Georgescu – Roegen fue categórico con el debate sobre el llamado “desarrollo sostenible”: es una “nana encantadora”, al servicio del stablishment: bien al contrario, “el crecimiento económico (y demográfico) mundial no solamente debe ser estabilizado, sino invertido, o por decirlo de otra manera, mañana el decrecimiento, si la humanidad desea salvaguardar sosteniblemente la habitabilidad de la biosfera que, en el cuaternario vio la aparición y expansión del fenómeno humano sobre el planeta”. La bioeconomía, tal como la entiende el economista rumano, “considera el desarrollo tecnoeconómico de la especie humana tanto en la unidad de su enraizamiento biofísico como en la diversidad de su evolución cultural e institucional, sin perder nunca de vista las imposiciones y los límites del planeta Tierra y su biosfera”, según Grinevald.

La Presidenta de la Sociedad Internacional para la ecología y la cultura (ISEC, en sus siglas en inglés), Helena Norberg – Hodge, hace una crítica profunda a la progresiva mundialización de la economía, a su creciente dependencia del comercio masivo, en buena medida con intercambio innecesarios y superfluos de mercancías, y que afecta de forma profunda al Planeta y sus habitantes. Esa globalización ha supuesto al tiempo la generación de una inmensa infraestructura de apoyo a la misma (especialmente en el sector del transporte) y unas reglas de comercio internacional que profundizan en la interdependencia y, por tanto, en la era de la “pos-abundancia” como diría Michael Klare, en la creciente fragilidad de las economías locales, sustento aún de la mayoría de habitantes del Planeta. Los efectos de esta lógica de extensión del comercio mundial han sido según la autora, la
- degradación de la democracia,
- pérdida de autonomía para los gobiernos,
- desestabilización económica,
- urbanización y pérdida del mundo rural,
- inseguridad alimentaria,
- ampliación de la distancia entre poderosos y desheredados,
- degradación del entorno,
- multiplicación de los conflictos, la violencia y el terrorismo,
- simplificación de las culturas, etc.

Para Norberg – Hodge, “si la globalización es la causa de tantos males, la localización tendrá que formar parte de los remedios”. Para ello, propone una batería extensa de medidas que inviertan las tendencias de concentración del poder económico y “relocalice” las actividades en el entorno cercano, a través de:
- la regulación de nuevos acuerdos comerciales con criterios de “proteccionismo” para salvaguardar el empleo y recursos locales;
- la regulación de los flujos de capitales,
- el replanteamiento de los criterios de “éxito económico”, incluyendo los costes evidentes que tiene el actual modelo;
- el rediseño de los sistemas fiscales, con el fin de favorecer las economías locales, gravar el uso de recursos energéticos, etc.
- nuevas políticas bancarias, que busque la reorientación del crédito hacia iniciativas locales;
- reformar las reglamentaciones agrarias, que favorecen a las grandes empresas y a la urbanización del territorio;
- la reforma de las reglamentaciones sanitarias para favorecer las pequeñas producciones locales frente a las producciones industrializadas.

La autora considera imprescindible, además, que se genere una “economía local” (bancaria), se fomenten las empresas locales, la moneda local y las comunidades de pequeña dimensión (ejemplo: Red Gaia).

Uno de los objetivos de este libro es difundir la necesidad de “calmar la economía”, una “economía que se mantenga dentro de los límites de los recursos del planeta” y que “evite la concentración de riquezas”, al decir de Willem Hoogendijk, a través de unas reglas que sintetizamos en:
- hay que reemplazar una economía de la oferta por otra basada en una demanda que respete los límites de la naturaleza;
- el dinero tendría que ser el “servidor” y circular sin posibilidades de evasión, y estar más vinculado a las personas;
- debe haber un estímulo de las producciones locales, que reemplazaría las importaciones;
- la actividad básica en todo el mundo tendrá que ser la agricultura biológica, y a escala regional se comprarán sobre todo productos locales, tendiendo hacia una cierta “re-regionalización”;
- propone una fuerte “ecotasa” hacia los transportes para facilitar el desarrollo de las economías locales.

Propone Hoogendijk una movilización social para afrontar estos retos, organizarse, dice él, “como los obreros de antes”.


Por último, Denis Cheynet, de la Asociación de Lyon “Agrupación para una ciudad sin coches” (Rassemblement pour une ville sans voiture) hace una descripción intachable sobre el carácter profundamente “aberrante” del coche, considerado como una “de las mayores herramientas de la actual concepción económica del mundo”, hasta darle el calificativo de “plaga” por la profunda desigualdad que causa (sólo el 10% de las personas del mundo circulan en automóvil); segregación social, muertes por accidentes, desarticulación territorial, alejamiento de usos, contaminación acústica y atmosférica, derroche de recursos y tiempo, siguiendo para ello los cálculos de Iván Illich, etc.


Propone el autor abandonar el automóvil mediante el decrecimiento de los flujos de transporte, reorientando la economía hacia lo local; abandonar el coche redefiniendo los objetivos de las sociedades hacia la consecución de la felicidad y las relaciones humanas y, finalmente, abandonar el automóvil mediante el “no-poder”, mediante la insumisión a su sometimiento cultural y tecnológico.

lunes, diciembre 04, 2006

Canarias: quince tesis sobre desarrollo sostenible, empleo y crisis global de los recursos

Juan Jesús
diciembre de 2006

“Se requieren nuevas formas de pensar para resolver
los problemas creados por las viejas formas de pensar”

Albert Einstein

















I. SITUACIÓN GLOBAL


Primera: La acepción del término “desarrollo sostenible” o “conservación” o, incluso, “medioambiente” que es más coherente para abordar “realmente los problemas”, y que vamos a usar es la referida a la gestión de los recursos naturales vitales para los procesos productivos: agua, suelo y clima (alimentos) y energía (procesamiento y flujo de materiales).

Existen acepciones complementarias a esos términos, usadas normalmente: paisajismo (importante, pero no esencial); “calidad en la gestión” de los recursos, normalmente cuando se dispone aparentemente de abundancia de ellos, y se maquilla su gestión insostenible.

Sin embargo, es preciso delimitar el término. La organización social y económica de cualquier sociedad, su empleo, sistemas que desarrolla (financiero, sanitario, educativo, alimentario, etc.), a la postre depende de recursos naturales más o menos disponibles, abundantes o accesibles.

Segunda: Los recursos existentes no son infinitos, porque el Planeta de donde los obtenemos es finito.

Existe un mito instalado en nuestra sociedad rica y opulenta en el uso de los recursos energéticos: consiste en pensar que la Tierra puede proveer de lo que se quiera, y generar mucha más abundancia que la que hoy produce. Ese cliché deviene de la impresionante evolución exponencial de la disponibilidad de recursos naturales que el hombre ha logrado, combustibles fósiles mediante, desde la revolución industrial. Evidentemente, existen límites físicos, porque el ingenio humano no puede subvertir las leyes de la física ni “transmutar” la materia. Cuando un recurso se agota o comienza a ser escaso, hay necesariamente cambios a otros procesos y a una menor intensidad en el uso de los recursos, en su caso.

Tercera: Estamos ante una crisis general y global de los recursos naturales: energía, agua, suelo y clima. Esta crisis afectará a la supervivencia de la Humanidad, en términos generales, como hoy ocurre ya de hecho. Pero afectará también a los países “ricos”, aparentemente ajenos a las crisis globales hasta ahora.

- Energía: estamos llegando rápidamente al “cenit de producción de petróleo”. Tras ese cenit, que algunos expertos sitúan entre 2005 y el año 2010, cada año habría menos petróleo, recurso energético esencial de nuestra sociedad. No existe sustituto total para su intensidad energética ni para sus usos y versatilidad.
- Agua: buena parte de los grandes acuíferos y cuencas hidrográficas y lagos del mundo están siendo sobreexplotados. La producción mundial de alimentos se encuentra amenazada por esta crisis así como por la crisis energética y otros factores, por lo que la cantidad mundial de alimentos producidos sufrirá un ajuste a la baja.
- Clima: el cambio climático, ya en marcha, está suponiendo alteración de condiciones climáticas básicas para el desarrollo de la vida, lo que afecta a asentamientos importantes de población, éxito de las cosechas, régimen hídrico mundial, pérdida de condiciones de habitabilidad, etc.
- Suelo: La sobreexplotación de los espacios agrarios y la consecuente nitrificación o salinización, el abandono de otros, la deforestación y desertificación etc. está suponiendo un descenso en la disponibilidad de suelo para el cultivo, lo que hará disminuir, como se ha dicho, la cosecha mundial.
- Alimento y población: todo lo anterior pone en peligro el sistema alimentario mundial. Hoy 850 millones de personas están subnutridas, mientras que el Planeta incorpora, por mor del crecimiento exponencial, a más de 70 millones de nuevos habitantes al año. Se incrementará el hambre y la desnutrición en los próximos años. Las reservas de grano mundial están en su menor índice de los últimos treinta años. La mayoría de las grandes pesquerías del mundo están sobreexplotadas.
- Hay un declive generalizado de la biodiversidad mundial, con una masiva desaparición de especies. Se habla de la sexta “gran extinción”, pero esta vez producida por la intervención humana.

Cuarta: El crecimiento exponencial en el uso de recursos naturales no puede prolongarse con tanta intensidad durante mucho más tiempo, en términos generacionales.

Podemos decir que estamos ante los límites más o menos cercanos de disponibilidad de los recursos naturales. Muchos científicos hablan ya de la existencia de una translimitación” y desbordamiento de la capacidad de carga del Planeta. Es sencillo detectar el agotamiento de los recursos a nivel local – por ejemplo, los territorios insulares de Canarias han agotado su capacidad para sostener la actual población, y dependen del exterior para hacerlo - , pero esta incapacidad de los recursos para atender los requerimientos crecientes ha adquirido un carácter global. Lo normal es, pues, un “ajuste” o “colapso” en algún momento que algunos expertos sitúan en las primeras décadas del Siglo XXI.

Quinta: Es físicamente imposible que los pueblos “no desarrollados” alcancen nuestro nivel de consumo de recursos naturales: no existen tantos recursos naturales en el mundo.

Por lo tanto, cualquier propuesta de mínima equiparación de acceso a los recursos requiere disminuciones totales, absolutas e importantes del consumo de recursos por persona en las zonas más ricas del Planeta, en su conjunto. No se puede mantener un discurso de “solidaridad” con los pueblos del sur del Planeta sin reconocer que en el origen de “nuestra riqueza” está la apropiación mundial de recursos en manos del 20% de la población del mundo.

Sexta: Existen numerosos “mitos” que desdibujan nuestra interpretación de la realidad y las posibilidades de desarrollo futuro más equilibrado: el mito tecnológico, de la eficiencia y de la prolongación sine día del crecimiento exponencial.

- Mito del “ilusionismo tecnológico”. Se considera que todos los problemas son solventables con adelantos tecnológicos. En realidad se está proyectando sobre el futuro el extraordinario desarrollo de las tecnologías en el pasado. Pero las tecnologías tienen los límites de las leyes físicas que afectan a los materiales y la disponibilidad de recursos. La escasez de recursos – como ya ocurre en los países pobres – lleva al desierto tecnológico, tal y como hoy lo entendemos en las sociedades ricas. Podemos decir que, ante los problemas mundiales de recursos, no existen las soluciones tecnológicas mágicas. No podemos confundir la tecnología con la física, ni con la producción energética, ni con la distribución de los recursos.
- Mito de la prolongación sine día y absoluta del crecimiento exponencial: Erróneamente se considera que podremos mantener las cifras de crecimiento global en las próximas décadas, porque hemos crecido así en las últimas décadas. Es una forma simplificadora de interpretar la evolución de la realidad en un espacio finito, de manera lineal y constante, cuando existen límites físicos. La realidad no se comporta así.
- Mito de la eficiencia, el ahorro y la “gestión de calidad”. Se suele considerar que con “ajustes” se pueden afrontar los retos globales de crisis de recursos. Sin embargo, la razón de la actual crisis es la de un “modelo”. El ahorro de recursos desvía, en un modelo de crecimiento, lo ahorrado hacia la inversión en otros crecimientos (paradoja de Jevons). La “calidad” tiene los límites del mantenimiento del servicio y su crecimiento y no detrae un uso significativo de recursos en el proceso o producto final, e incluso en ocasiones sirve para justificar crecimientos que globalmente procuran un mayor crecimiento y un deterioro mayor. No significa esto rechazar ahorros y calidad, pero no alcanza a abordar la raiz y origen de los problemas reales, ni contribuye realmente a su solución.

Séptima: Las “soluciones oficiales”: Kioto, Río, etc. están resultando absolutamente insuficientes.

Las variables reales que nos llevan a problemas ambientales han empeorado significativamente en los últimos años: emisiones de C02, directamente relacionadas con el crecimiento económico; uso de recursos no renovables, etc. No existe actualmente liderazgo mundial para afrontar la realidad del reto de los recursos. Se está imponiendo crudamente el interés “nacional” o de las grandes corporaciones.

Octava: El crecimiento exponencial, basado en el mito del crecimiento económico infinito, está tocando techo. Es el que sustenta nuestro modelo económico, social y de empleo.

Lo que sustenta nuestro modelo socioeconómico es que cada año la economía crezca y, con ello, el uso de los recursos. Hay una relación directa entre uso de recursos creciente y creación de actividad económica y empleo. Sin embargo, este modelo está suponiendo un declive acelerado – exponencial – de la disponibilidad de recursos mundiales, y socavando las mismas bases del crecimiento. Hay muchos indicios de límites del crecimiento ante la presión creciente. Nuestro modelo socioeconómico está basado en el crecimiento y generación de necesidades masivas: el consumismo – el turismo masivo es un fenómeno propio de la era del consumo masivo de recursos - , la producción en masa de objetos, servicios, etc. son fruto del modelo de crecimiento exponencial.

Novena: El mantenimiento del actual crecimiento exponencial supondrá un declive de los recursos naturales, un decrecimiento socioeconómico y poblacional. La Globalización es incompatible con el declive en el uso de los recursos.

El estado actual nos permite afirmar que de mantener las actuales variables de crecimiento exponencial y económico, tras llegar al techo del crecimiento se entrará en una “era histórica” de decrecimiento socioeconómico y poblacional, tras vivir un o más episodios de colapso. Hoy podemos afirmar, incluso, que es inevitable un cierto decrecimiento, porque ya hemos superado la capacidad de carga del Planeta. La duda está en cómo se planteará ese decrecimiento: de forma catastrófica o de forma civilizada. La globalización, tal y como hoy la entendemos (trasiego mundial de materiales, servicios y personas) es incompatible con el declive natural de recursos, y podemos estar ante el comienzo de su descomposición.

Décima: Las alternativas requieren de anticipación y esfuerzo global/local y pasará por un decrecimiento del uso de los recursos. Las alternativas tienen que suponer un cambio de modelo socioeconómico importante. Las sociedades que se adapten mejor a la situación global de recursos serán las que utilicen los recursos con menor coste energético, o más cercanos. Las sociedades que más sufran serán las que ignoren las advertencias. Se impondrá una “relocalización” y “ruralización” de las actividades humanas.

Adaptarse al cambio global y creciente pugna por los recursos requiere de escenarios anticipatorios y estrategias alternativas serias. Mantenerse con las mismas tendencias agravaría el problema, así como si ignoramos las advertencias de crisis global de los recursos.

Pero abordar la alternativa no es tarea fácil, por cuando supone construir modelos socioeconómicos en un entorno nuevo, con criterios diferentes a los del “crecimiento exponencial”. Es más, requeriría adaptarse a una disponibilidad menor de recursos. Ténganse en cuenta que una menor disponibilidad energética supondrá, como regla general, una menor disponibilidad del resto de los recursos: agua, alimentos, servicios, productos manufacturados, etc.

Por tanto, serán aquellas sociedades menos dependientes de los flujos globales de recursos, las que se alimenten con productos más cercanos, y dependan para los servicios esenciales menos del exterior, las que afronten mejor el deterioro de los recursos globales.

Undécima: No se puede abordar el decrecimiento de forma civilizada sin nuevos patrones éticos e impulsos colectivos propios de los “momentos revolucionarios”: es urgente una reactivación de los que apuestan por un mundo más solidario, exigiendo la autocontención, la cooperación, la disminución consciente, solidaria y creciente del consumo y en la población, el cambio hacia una reorganización socioeconómica “deconstructora” de los patrones de competitividad, consumismo, individualismo y desigualdad en el reparto de recursos globales.

El decrecimiento existirá porque ya parece inevitable un ajuste ante la “transmilitación en el uso global de recursos y la superpoblación”. Ya existe en algunos pueblos del mundo. Existe el crecimiento exponencial porque existe el agotamiento de recursos y la subnutrición en el mundo. Sin una reactivación ética y una urgente reconsideración de nuestros principios de acción social y vital es imposible afrontar de forma civilizada el decrecimiento: está asegurada la barbarie social – ya existe ésta en forma de ignominiosa pérdida prematura de vidas humanas. Planificar la capacidad de carga del Planeta obliga a tomar en consideración los límites poblacionales: si no ajustamos y disminuimos de forma civilizada nuestra población, el “colapso” por extralimitación lo hará por nosotros. Requieren estos retos de una urgencia en replanteamientos éticos de carácter inclusivo y global como quizás no haya existido en nuestra historia.

II. CANARIAS ANTE LA ENCRUCIJADA GLOBAL



Duodécima: La actual realidad de Canarias, como la de otros espacios del mundo “desarrollado” es fruto del crecimiento exponencial, y sin precedentes históricos, que ha experimentado la economía mundial, especialmente en la segunda mitad del Siglo XX. Canarias no se entiende hoy sin el uso masivo de recursos, especialmente de energía barata.

Debemos entender que Canarias la conocemos hoy así porque en las últimas décadas ha habido un desarrollo exponencial del consumo global de recursos. Por ejemplo: desde 1983 hasta la actualidad se ha consumido tanto petróleo en el mundo como desde que comenzó su explotación a finales del Siglo XIX. El Turismo de masas, surgido tras la segunda guerra mundial, es fruto de esa abundancia de recursos. También el flujo financiero, de materiales y mercancías, inclusive de alimentos y agua. En la base de esa espectacular progresión está el petróleo barato, “alma mater de la globalización”. Canarias es uno de los lugares más globalizados del mundo, por su extraordinaria dependencia de recursos del exterior.

Décimotercera: La continuidad de este modelo en las islas está en cuestionamiento por la crisis global de los recursos. Podemos asegurar que las próximas dos décadas de “desarrollo en Canarias” no serán como las últimas dos décadas de nuestra Historia.

La globalización está tocando techo, y con ella la expansión de este modelo, que precisamente está concebido para “crecer permanentemente” si no quiere entrar en recesión. Canarias podría estar llegando al “techo” de su modelo de desarrollo. Esto es, no más incrementos significativos de turistas, de capacidad de carga de la población, de consumo de recursos del exterior, etc. No significa esto que no haya incrementos de algunas variables, pero ese incremento se hará sacrificando las posibilidades de “corrección” del modelo de desarrollo en el futuro. Tras ese “techo”, de acuerdo con la curva decreciente de disposición de recursos y la creciente pugna por los mismos, vendría un declive, en forma de crisis económica, lo que conllevaría una inmediata crisis social y de empleo, de mantenerse el “comportamiento” de las principales variables socioeconómicas: población, crecimiento económico, etc. En Canarias los límites son más perceptibles por nuestro carácter insular, la ausencia de recursos naturales significativos en relación con la población, etc.

Decimocuarta: Canarias debería afrontar con carácter anticipatorio los cambios en la disponibilidad decreciente de recursos a nivel global. Mantener las inercias y las actuales pautas de desarrollo agravaría los problemas en el futuro inmediato. El problema creado con el modelo de desarrollo necesita ser abordado con parámetros distintos a los del crecimiento exponencial.

Necesariamente Canarias se tendrá que adaptar a la disponibilidad real de recursos que en cada momento exista, más allá de sus deseos. Los límites físicos y especialmente de recursos energéticos son los que en última instancia determinan la organización social y económica. La economía no podrá crecer si no crece la posibilidad de ampliar la disponibilidad de recursos. Si ésta decrece, decrecerá la economía.

¿Cómo afrontará Canarias este probable escenario? Únicamente con anticipación - ¿disponemos de tiempo aún? – las sociedades pueden intentar mitigar o emprender alternativas proyectos de alternativas para reaccionar ante los cambios que se pueden producir.

Anticiparse ante un posible declive en los recursos requiere de un esfuerzo colectivo y social con pocos precedentes; requiere de voluntad social para realizarlo; requiere de compromiso social del conjunto de las instituciones, ciudadanos, agentes sociales, etc, partiendo de la comprensión y reconocimiento de la situación crítica mundial, la asunción como un objetivo importante de nuestra actividad cotidiana, dada la dimensión del reto.

Afrontar un nuevo escenario requiere informar, comunicar y trasladar la inquietud al conjunto de la sociedad de las islas. Quizás sea esa hoy nuestra principal labor, junto a la necesidad de pensar colectivamente escenarios, hacer propuestas para el futuro, implicar al conjunto de los ciudadanos en la elaboración de programas de transición.

Decimoquinta: El conjunto de los sectores económicos de Canarias y el empleo asociado a él, en situación de cuestionamiento a medio plazo por cambios en el modelo de disponibilidad de recursos a nivel mundial, especialmente debido al comienzo de la era del “petróleo cada vez más caro”.

Canarias tiene una dependencia absoluta del petróleo barato, y del buen funcionamiento de la economía globalizada, cuyo talón de aquiles es precisamente el transporte internacional, que hoy se mueve con combustibles fósiles. En su actual escala, se puede afirmar que no existen sustitutos de tanta intensidad energética como los búnker del tranporte marítimo o el queroseno del transporte aéreo. ¿cuál es el futuro de nuestra comunidad ante este escenario, si se confirma el previsible declive del petróleo del que advierten importantes geólogos? Hoy no existen alternativas y éstas requerirían probablemente de décadas de desarrollo tecnológico, si es que alguna logra conseguir la “intensidad energética” del petróleo. Desde luego, la gran intensidad del transporte mundial internacional es el elemento más débil del modelo actual, aunque también es cierto que es el sector económico que más tarde se ha incorporado al desarrollo de nuestras sociedades, tras el gran desarrollo industrial.

Es muy probable un escenario mundial de disminución global del transporte a largas distancias. Ello supondría un duro golpe para las economías del mundo y, especialmente, para las más dependientes, como la canaria. El turismo de masas es quizás el sector económico más vulnerable ante el fin del petróleo barato. El traslado masivo de personas por vía aérea surge hace pocas décadas. De él dependen millones de trabajadores en el mundo que viven a miles de kilómetros no accesibles por otro medio de transporte en tiempos prudenciales, de los principales centros emisores de turismo, los países centroeuropeos.

- Necesidad urgente de conocer el escenario del cenit y sus consecuencias socioeconómicas sobre Canarias.
o Un elemental criterio de prudencia exige, pese a lo abismal del reto que se nos plantea, plantear con total franqueza y urgencia la cuestión del cenit del petróleo y su declive posterior, con todos los escenarios e implicaciones posibles: financieras, sectoriales, sociales, seguridad, etc.
o Es preciso que todos los agentes sociales y económicos, y el conjunto de la población conozca la situación energética global y el probable escenario de decrecimiento, y se recabe la información más detallada sobre la situación energética. Cada organismo, institución debe crear un órgano específico de máximo nivel para abordar la situación.
o Es necesario apoyar la adopción por parte de las naciones del llamado “Protocolo de Uppsala” o de agotamiento del petróleo, que prevé una Convención de Naciones Unidas para adaptar a las economías y sociedades del mundo a un escenario de decrecimiento en la disponibilidad de petróleo que, se afirma, es esencial para el transporte, el comercio y la agricultura mundiales.

- Sistema alimentario insular: Canarias depende absolutamente del exterior para alimentar a su población. Canarias cultiva un tercio de las hectáreas que hace 60 años, y tiene tres veces más población. Alrededor del 90% de lo que comemos proviene del exterior. Los recursos naturales usados para ello (suelo, agua, producción agrícola mundial, energía) se encuentran en una situación de “estrés” y “saturación”. Es imprescindible analizar a nivel internacional y local las perspectivas del sistema alimentario mundial y promover de forma urgente el incremento sustancial de nuestra autoalimentación.
o La multiplicación del empleo agrario, la recuperación al máximo del suelo para la producción agropecuaria, su conservación, quizás son las prioridades de cualquier política canaria que permita afrontar la crisis de recursos naturales durante las próximas décadas. Se debe “reruralizar” Canarias ante el abandono del mundo rural.
o La conservación al máximo del agua, su obtención con el menor coste energético posible, y la reducción de los consumos suntuarios deben también establecerse como prioridades insulares. Canarias tiene una enorme fragilidad en su sistema de abastecimiento de aguas, y es imprescindible dotar de infraestructuras de “seguridad en el abastecimiento” así como derivar hacia la gestión adecuada del ciclo del agua los esfuerzos de las energías renovables.
o Agua y alimentos: debe ser la primera prioridad de Canarias en esta nueva etapa.

- Turismo: Canarias no puede seguir incrementando su oferta alojativa. Existe un “interés general” de congelación de la oferta alojativa. Cualquier “desarrollo turístico” que se hiciera, de nueva creación, supondrá un nuevo exceso de oferta alojativa, en un mercado ya saturado, según la opinión incluso de los empresarios del sector.
o Es urgente analizar los diferentes escenarios previstos para la economía turística internacional, así como las economías británica, alemana y la forma en que sus ciudadanos afrontarán un probable nuevo escenario macroeconómico. Por ejemplo, es necesario tener en cuenta que Gran Bretaña, hoy gran productor de petróleo y gas, que exporta hidrocarburos, será “petrodependiente” en un 80% hacia el año 2020, debido al declive energético del Yacimiento del Mar del Norte, que afectará también a Noruega. También es importante valorar aspectos como el suministro de gas a Europa por parte de Rusia. Análisis internacionales preven problemas de suministro importantes a partir del año 2012 (El Pais).
o El “interés general” debe llevar a una paralización de nuevos desarrollos turísticos. Es necesario trasladar a la sociedad, a las instituciones la necesidad de no ampliar el número de camas a disposición del mercado, por el riesgo real de sobreoferta. Esos esfuerzos deben destinarse a prioridades socioeconómicas de anticipación de escenarios de decrecimiento.
o Al tratarse de un servicio “no esencial” a nivel vital, en escenario de crisis, como es obvio, es “prescindible” y muy vulnerable ante situaciones de crisis. Es imprescindible estudiar ese escenario y sus repercusiones económicas, sociales y laborales.
o Sistemas de gestión ambiental en los centros turísticos de Canarias. Como en el conjunto de los territorios de las islas, los espacios turísticos deben adaptarse a una disminución del consumo energético y de recursos. La actividad turística lleva implícito un consumo superior de recursos a la actividad diaria, y en buena medida en eso consiste su esencia.

- Transportes: La mitad de los combustibles fósiles que se consumen en Canarias van destinados al transporte, una ratio sustancialmente superior a la de la U.E. y la de España, y debido a nuestra especialización en el sector turístico y de servicios, a la práctica importación de todos los bienes de consumo y a nuestro carácter insular. El sector del transporte intensivo es deudor de la “energía barata”. Es imprescindible conocer la incidencia del fin de la energía barata sobre la evolución de los transportes. El mundo se dirige hacia una “reducción global de la movilidad” por factores estructurales relacionados con el fin de la energía barata. Canarias se debe adaptar lo antes posible a ese escenario.
o Canarias tiene una de las tasas mundiales más altas de vehículos por habitante, parangonable a la media norteamericana (759 vehículos en EE.UU. por cada mil habitantes, en el año 2003; 690 en Canarias en el mismo año). Canarias tiene una enorme dispersión territorial, con una configuración de isla – ciudad, al servicio del modelo de casa unifamiliar y el uso del vehículo privado, lo que dificulta en gran medida el uso del transporte público.
o La práctica totalidad de los bienes de consumo se importan del exterior. El transporte marítimo es para ello esencial. La tendencia, con el “fin de la energía barata” será la del encarecimiento del transporte y el descenso de velocidad media, así como el incremento de la eficiencia en el uso de los combustibles. Es necesario analizar en profundidad las repercusiones a medio plazo de esta tendencia sobre las conexiones marítimas locales e internacionales.
o Transporte aéreo: este modo de transporte es esencial igualmente para entender nuestra realidad socioeconómica. Es el modo más vulnerable a las alzas del precio de los combustibles. Su comportamiento en los próximos años ante “el fin de la energía barata” será determinante para entender el futuro de las islas como uno de los destinos turísticos del mundo más importantes. No existen alternativas en la actualidad al queroseno para la intensidad del transporte aéreo. Es urgente valorar el futuro de las conexiones aéreas para nuestra estructura socioeconómica.
o Modelo territorial: El modelo urbanizador insular es altamente depredador del territorio y muy disperso. Es equiparable al modelo americano de los “suburbia”, que especializa funciones a lo largo del territorio, dispersando la prestación de servicios y forzando a una intensa movilidad. La tendencia actual de “viviendas unifamiliares” y “adosados”, así como de la huida al extrarradio de las ciudades capitalinas, refuerza esa tendencia, que hace más frágil los desplazamientos al lugar de trabajo, abastecimiento de productos, etc.
o Infraestructuras: El escenario energético obliga a replantear los planes de nuevas infraestructuras en el territorio insular. Carece de sentido ampliar las redes viarias, portuarias y aeroportuarias. En caso contrario, es probable que Canarias tenga “sobreoferta” de infraestructuras de transportes. Mantener la actual tendencia de alta movilidad, además de incrementar las emisiones de C02 y causar numerosos impactos territoriales, es negativo para el futuro de las islas.
o Subvención al transporte: Está incrementándose la subvención al transporte en los modos aéreo y marítimo. Esto impulsa la movilidad, y en la medida en que se incentive la movilidad más frágiles serán las relaciones socioeconómicas de las islas en un futuro. La línea que delimita el apoyo a los diferentes modos de transportes como adecuado o no, es la de garantizar servicios esenciales, por un lado, y estimular cada vez más la movilidad. Probablemente, desincentivar la movilidad sería ahora una medida más adecuada para afrontar los retos del futuro.

- Ordenación territorial y construcción. Canarias ha sido la comunidad que en los años 90 más ha incrementado la edificación residencial. Esta tendencia va a verse frenada muy probablemente por factores estructurales: la burbuja inmobiliaria está comenzando a mostrar síntomas evidentes de desinfle, como ya está ocurriendo en los EE.UU. desde hace meses. Este fenómeno provocará un alza en el desempleo en un sector que es muy importante en la economía canaria. La construcción dispersa e irregular, así como el modelo de vivienda unifamiliar ha causado una gran transformación del territorio insular, generando demanda de movilidad atomizada, expectativas de “inversión especulativa”, etc. Al margen de las consecuencias sobre el endeudamiento y descapitalización familiar, en un entorno alcista de tipos de interés, las implicaciones territoriales del fenómeno de la construcción en Canarias están siendo enormes.
o Es necesario evaluar las implicaciones socioeconómicas del previsible descenso en la actividad del sector de la construcción sobre el sector de la construcción y sectores auxiliares.
o Sería deseable una profunda reconversión del citado sector: el ritmo del sector de la construcción no se podrá mantener ni es deseable que esto ocurra en los próximos años. Es necesario replantear las prioridades de infraestructuras no colonizadoras de nuevo territorio – Canarias está “sobreurbanizada” – que puedan reorientar el empleo en el sector.
o No puede mantenerse el ritmo de la construcción en Canarias. Es necesaria una moratoria residencial en las islas.

- Consumo, comercio y consumismo: El principal empleador de Canarias es el consumo. Canarias acumula un número significativo de segundas residencias, vehículos por unidad familiar, dotación de pequeña tecnología, etc. El sector comercial está mostrando cifras evidentes de saturación de oferta, especialmente de grandes nuevos centros comerciales. A su vez, el hábito de acumulación de bienes de consumo de duración frugal genera una cultura de desvalorización de las “posesiones”, un ciclo de vida de los productos de escasa duración, y una acumulación de residuos que está generando serios problemas de gestión en Canarias.
o Es necesario un replanteamiento global del “consumo” y del empleo asociado a él. Los bienes deben ser de mayor duración, uso más compartido e incidiendo en las actividades de prestación de servicios más que en la acumulación de objetos.
o El “fin de la energía barata” y su transformación en energía cada vez más cara supondrá cambios fundamentales en los patrones de consumo. Es precisa una reflexión sobre el modelo de consumismo que tiene nuestra sociedad y la necesidad de reorientar nuestras pautas de “acaparamiento de recursos” que, a la postre, está causando profundas transformaciones territoriales y en el uso no renovable de los recursos naturales.

- Sector público. Régimen económico y fiscal: Las finanzas públicas, como sabemos, tienen una relación directa con la situación económica global. En caso de recesión económica, las repercusiones serán evidentes sobre la disponibilidad de fondos públicos, en primera instancia para la mejora de los servicios públicos, y para su ampliación o consolidación, y en segundo lugar para el mantenimiento de los mismos.

La situación económica global es muy probable que entre en un nuevo paradigma tras el cenit del petróleo, bien en esas fechas, o pocos años después. Si el mundo cada año va a bombear un 3%-4% menos de crudo a partir de esa fecha, y ya sabemos que no existen tecnologías energéticas que vayan a sustituir ese enorme caudal de petróleo en su totalidad, y menos aún los incrementos en el consumo, aunque en principio se recurra al ahorro y a la disminución del consumo, esto ya tendrá efectos graves sobre el empleo en los diferentes sectores.

Quizás haya que dirigir la vista hacia otros países que han sufrido importantes problemas de sus presupuestos públicos, y las repercusiones que eso ha tenido sobre el empleo público, las condiciones laborales, etc.

Existen varias incógnitas en relación con el futuro del marco de ayudas por parte de la Unión Europea. Una de las estrategias de la Unión será intentar mantener el “status quo” de ayudas comunitarias – que, no olvidemos, tienen como uno de sus pilares el mantenimiento del consumo comunitario: ingresos vía IVA y la salud de las economías nacionales – hasta que sea posible. Creo que es dudoso el mantenimiento de la actual programación de ayudas hasta su cumplimiento (Políticas de cohesión y marco comunitario de apoyo del 2007- 2013), por lo que pueden existir “reprogramaciones” de fondos a la baja, según el devenir de la economía europea en este próximo quinquenio. El cuestionamiento de este modelo afectaría a Canarias en las políticas de “fondos estructurales” y, específicamente, en el apartado de obra pública y de formación y empleo.

En relación con el Régimen Económico y Fiscal – auténtico baluarte del mantenimiento de la economía de las islas, por los beneficios que comporta – la prolongación de sus incentivos se mantendrá en la medida en que no dañen abrumadoramente la recaudación pública. Entiendo que los problemas con el sector empresarial canario vendrán dados por la recesión económica global y el incremento de los costes del transporte marítimo y aéreo, más que por tensiones por el mantenimiento de los incentivos del REF. El talón de aquiles de la economía canaria es la extraordinaria dependencia del exterior, consagrada precisamente en el Régimen Fiscal propio, que apuesta por consagrar los incentivos a la importación de productos, compensando en lo posible los costes del transporte, básicos para mantener el crecimiento de la economía.

- Condiciones laborales: Uno de los efectos más evidentes de la crisis energética será la crisis sociolaboral: crecimiento del desempleo estructural, incapacidad del mercado de absorver a más trabajadores, descenso de las condiciones sociolaborales, incremento de la conflictividad sociolaboral, derivado de la incapacidad del sistema económico actual de mantener los ritmos de crecimiento con un declive energético.

El desempleo estructural creciente será causa de una alta conflictividad y descenso de las condiciones de contratación. Es el escenario de una recesión económica. Sería muy útil rememomar los escenarios de las crisis económicas sufridas por las islas en los 70 y 80, por parte de los sindicalistas con mayor experiencia. La diferencia con esas crisis es que ésta tiene un carácter permanente y creciente, lo que exige para abordarla un cambio de paradigma y de esquemas de trabajo que requiere un considerable esfuerzo.

El conjunto de los trabajadores/as desconocen la situación energética global y como ésta va a repercutir en sus vidas: hipotecas, capacidad de consumo, expectativas de “progreso”, mantenimiento del empleo, etc. La reacción lógica es atribuir exclusivamente al empresario los problemas económicos de cada empresa. Será cuando sea definitiva la situación de recesión económica cuando se asuma – si no se interviene con ocupación – las causas estructurales completas del desempleo creciente en las islas.

Conclusión: un modelo productivo en crisis.

Estamos ante una crisis generaliza de modelo civilizatorio, al decir de expertos como Lester Brown y Dennis Meadows. Como se comenta en los foros especializados, “esta vez el lobo está aquí”. Quizás el obstáculo principal para gestionar y anticiparse a este nuevo escenario es el mental. Lamentablemente tenemos auténticas dificultades y todo tipo de resistencias para incorporar la verdadera dimensión de este nuevo paradigma. Hemos sido educados en el “crecimiento exponencial” y ahora vamos a vivir décadas de “decrecimiento permanente”.

Pero únicamente forjando debate y acción social en torno a esta perspectiva, como se ha dicho, se podrá afrontar esta situación con alguna posibilidad de amortiguamiento de los efectos más graves de lo que será un fenómeno que cambiará nuestras vidas y, evidentemente, el de la próxima generación, que crecerá en un escenario personal de declive permanente del modelo social que nosotros vivimos hoy en su máxima expresión.