martes, noviembre 18, 2008

Empleo, trabajo y energía: a propósito de ASPO VII[1]


Texto completo (con ilustraciones), en PDF, aquí.
1.- Energía, eje de los modelos de economía y empleo.

El empleo depende del volumen de energía empleado, la intensidad en su uso y, en general, de la capacidad de cada sociedad de suministrarse de combustible y recursos que le permitan mantener una determinada complejidad económica. La “cuestión energética” es, pues, básica para analizar las perspectivas económicas y de empleo de un entorno, más aún en una era de importantes oscilaciones de los precios del petróleo – principal recurso energético de nuestra sociedad - y advertencias crecientes sobre la inseguridad y escasez futura de su suministro.

La interrelación entre empleo y energía es obvia: siendo la energía la “capacidad de hacer trabajo”, genera su abundancia la posibilidad de multiplicar las actividades que son susceptibles de intercambio productivo y de generar empleo. Como se puede ver, existe – el el ámbito temporal y espacial – una relación evidente entre actividad económica y empleo, y entre estos factores y el uso de energía.

Hasta ahora, y en los últimos años, las preocupaciones sobre las relaciones entre esos ámbitos se habían circunscrito en el paradigma dominante a la búsqueda de las formas para – consumiendo energía de forma creciente – lograr un “mix” de menor impacto ambiental, especialmente en términos de emisiones de gases de efecto invernadero y otros de incidencia más local.

Sin embargo, el importante incremento de los precios de los combustibles fósiles – que componen aproximadamente el 80% de los recursos energéticos globales[2] - en el periodo 2005-2008, ha puesto de evidencia que, más allá de las imprescindibles consideraciones ambientales, la accesibilidad a cantidades crecientes de suministro energético está siendo puesta en cuestión, por varios factores, entre los que, crecientemente, se vislumbra una dificultad para incrementar de forma suficiente para atender la creciente demanda de extracción de petróleo a nivel mundial, especialmente del petróleo convencional a bajo precio, así como la falta de un recurso energético que, hoy por hoy, pueda sustituir la versatilidad de aquél, en caso de disminución de su suministro.

Parece cada vez más claro que el “factor energético” (y, en general, la subida de precio de las materias primas) ha sido un factor clave para que la economía global entre en una situación de recesión. Como veremos en este análisis, la “disociación” entre economía y energía es imposible, y nuestras economías precisan de “energía barata” para funcionar de la manera convencional que hoy conocemos.

Precisamente en este contexto, conviene estar atento a las predicciones que algunos autores realizan sobre los suministros globales de combustibles fósiles, especialmente petróleo. En este punto, la Asociación para el estudio del cenit del petróleo y el gas (ASPO, en sus siglas en inglés) se ha erigido como una autoridad al analizar el estado de las reservas mundiales de crudo, partiendo de la perspectiva del gran geofísico M.K.Hubbert, que en los años 50 del Siglo XX predijera – con acierto – el cenit y declive de la extracción de petróleo en los EE.UU. Usando su modelo para todo el Mundo – la conocida curva de Hubbert –, los geólogos de ASPO – en su mayoría, con décadas de experiencia en exploración petrolera en diversas zonas geográficas y empresas del sector – advierten, también desde hace más de una década, de la inminencia del “fin del petróleo barato”, basándose en factores de declive natural, al no descubrirse tantas reservas nuevas de crudo como las que se están extrayendo anualmente, y estar el Mundo virtualmente explorado.

Este análisis pretende motivar la reflexión sobre la interrelación entre empleo, trabajo y energía, en el ámbito de la crisis energética y económica, a partir de los documentos de la VII Conferencia de ASPO, celebrada en octubre de 2008, en Barcelona[3], al ser este encuentro un recopilatorio importante de información actualizada en torno a la situación energética global.

2. El mix energético actual: una civilización basada en los combustibles fósiles.

El 80% del consumo energético de nuestra sociedad proviene de los combustibles fósiles. Además, como sabemos, la práctica totalidad del transporte mundial requiere de los derivados del petróleo, que soporta alrededor del 35% del consumo energético global. Sin duda alguna, la “economía y el empleo de la globalización” es más dependiente del crudo para su funcionamiento que otras sociedades con menor necesidad del transporte. La ficción de que las sociedades “del conocimiento” iban adentrándose en una progresiva “desconexión de las necesidades materiales” (nada menos que en una “desmaterialización”) se ha dado de bruces con la realidad que advierte de los costes de la movilidad, de origen no renovable. De hecho, entre el 50 y el 75% del petróleo que hoy se consume se destina a la movilidad, aspecto clave de la economía actual (de tal manera que hay zonas de importante actividad económica y de creación de empleo, como las zonas turísticas, que tienen un vínculo extremo con la disponibilidad de combustible barato).

Además, del petróleo nace la esencial industria petroquímica, el 99% de los lubricantes de los motores del Mundo; es esencial para la producción de comida, miles de productos, etc[4].

Un mix energético con necesidades “aceleradas” de combustible:

Conviene recordar que ese “mix energético”, en el que siempre han mantenido – en el último siglo y medio – su preeminencia los hidrocarburos, ha ido ampliando el volumen empleado de los mismos, de forma casi constante, exceptuando los periodos de crisis geopolítica o económica. Esto es, nuestro modelo económico (y financiero) está sustentado sobre “crecientes” cantidades de combustibles fósiles. Ese crecimiento adquiere la forma de una función exponencial y, por lo tanto, acelerada en el tiempo, por lo que cada vez más se requerirá de mayores cantidades de suministro energético para mantener el modelo. Esta característica es, hoy por hoy, consustancial a nuestra configuración socioeconómica. De hecho, cuando se estanca el “consumo creciente” de combustibles, se entra en periodo de crisis o recesión, provocando – de forma casi unánime – demandas de recuperación de la senda del crecimiento.

El problema de esta demanda creciente es el de los límites de extracción, límites a los que se llega de forma acelerada, debido al crecimiento exponencial, como ocurre con cualquier recurso finito.

El incremento de la capacidad de hacer trabajo

La consecuencia del incremento constante del uso de combustibles fósiles para el mantenimiento de nuestra economía ha sido el incremento constante de la “capacidad de hacer trabajo”. Los combustibles fósiles son enormes reservas de “energía solar acumulada”, con gran poder calorífico en su combustión. Se encuentra el petróleo y el carbón, así como el gas natural, en el entorno de los recursos energéticos con mayor “retorno energético” por unidad invertida en su obtención y procesamiento, tal y como han estudiado diversos especialistas en recursos[5].

Visto en perspectiva, existe un salto abismal – en términos de consumo energético - desde que nuestra actual civilización emprendiera la extracción creciente de combustibles fósiles.

3. La extracción de un recurso no renovable: hacia el agotamiento, pasando por el cenit.

Colin Campbell, el geólogo presidente de honor de ASPO, ha expuesto en multitud de ocasiones que no es tan importante la fecha exacta de un cenit del petróleo (techo de extracción), como la posterior tendencia al declive (el otro lado de la curva de campana). Es inevitable que exista un declive del petróleo, como ya se ha dado en decenas de países del Mundo.

Como nos recuerda el Chris Skrebowski, editor de Petroleum Review, que estima un techo de producción mundial de petróleo en torno al año 2011, ya actualmente alrededor del 35% del petróleo consumido proviene de países con declive en la producción; los países de la OCDE han registrado un cenit en el año 1997; en su conjunto, los países no pertenecientes a la OPEP o a la Ex URSS, registraron también el cenit en el año 2002; la región de Norte América (EE.UU., Canadá y México) llegaron a ese techo conjunto en el año 1997; el gran yacimiento del Mar del Norte ( compartido por el Reino Unido, Dinamarca y Noruega) ya llegó al cenit en el año 2000, y ha declinado en más de un 25%. En total, unos 28 países productores con cantidades significativas de extracción han pasado ese momento, y se encuentran en declive[6].

Es preciso destacar que la tendencia de decrecimiento en los descubrimientos de petróleo ha sido constante en las últimas cinco décadas (desde el comienzo de los años 60), precisamente en la era del desarrollo de las más sofisticadas tecnologías y proyectos de exploración y extracción de la Historia del crudo. Como dice Skrebowski, “los mayores yacimientos – de los que se extrae la mitad del crudo mundial, y contienen dos tercios de las reservas – se encuentran avejentados y cansados”: tienen una edad media de 42 años, 50 de los 120 mayores ya están en declive seguro; el 70% de la extracción proviene de yacimientos con más de 30 años de edad; y ha habido muy pocos descubrimientos recientes con volúmenes significativos de crudo por extraer. Este estudioso de las reservas de petróleo se apoya en el estudio de los proyectos de extracción de crudo que se están poniendo en marcha en estos años – entre el “descubrimiento” y la extracción transcurren al menos 6 ó 7 años - para afirmar que la producción mundial se estanca en torno al año 2010, para comenzar a descender alrededor del año 2011-2012, discrepando en tan sólo dos o tres años con respecto a las predicciones de ASPO.

Frente a este análisis, la Agencia Internacional de la Energía, progresivamente, se ha ido acercando a un escenario de mayor contención del crecimiento de la extracción, aunque considera que, con las inversiones necesarias, se puede incrementar aún hasta los 105 millones de barriles en el año 2030 la extracción (hasta hace unos años hablaba de 121 millones en esa fecha). Cabe destacar el importante descenso en las predicciones de subida de la producción, con respecto a ediciones anteriores de sus Informes anuales[7].

4. Los límites en la disponibilidad de energía (flujos) y materiales.


Al ser recursos no renovables, la tendencia creciente de extracción implica una mayor escasez posterior de disponibilidad del mismo. De hecho, ocurre que cuando de un yacimiento se quiere extraer el crudo “más rápido”, se llega antes a su cenit de extracción, y posteriormente las tasas de declive son mayores.

Por otro lado, en el proceso de extracción y comercialización del petróleo juegan otros factores de forma importante, singularmente el comportamiento de los países exportadores. El llamado “Land Export Model”, presentado por el geólogo Jeffrey Brown[8], estudia cómo los mayores países productores de petróleo disminuyen sus exportaciones con el tiempo, una vez alcanzan cierto nivel crítico, en el que el incremento del consumo interior unido al declive natural de sus yacimientos invierte la tendencia creciente de exportación. Según algunos autores[9], esta tendencia de exportaciones se consolidará con los años, de tal manera que será un factor de enorme importancia para el futuro, en el consumo por parte de los países importadores.

Las especiales características del petróleo – versatilidad, seguridad, densidad energética, etc – plantean la necesidad de analizar si con menor disposición de éste – por motivos geológicos, de “nacionalismo petrolero”, etc. - sería posible mantener el crecimiento convencional.

Como decimos, para evaluar realmente el valor del recurso energético se deben analizar sus prestaciones y contenido energético (véase la anterior referencia a los cálculos de Charles A. Hall). El grado de dependencia del crudo es enorme para el conjunto de procesos económicos e industriales, inclusive para la obtención de los restantes recursos energéticos (canalización del gas, transporte del carbón, procesos industriales de todos las “fuentes” de energía, etc.). Especialmente en el transporte, como se ha dicho, habrá un factor clave que limitará, en términos de flujos absolutos, la disponibilidad de energía, sobre todo para aquellas zonas más dependientes.

5. Con las alternativas, ¿es posible seguir creciendo? Nuclear, biocombustibles, energía solar y eólica.

Se plantea la necesidad de procurar “alternativas” para permitir mantener el crecimiento. Evidentemente, es obligada una referencia a esa necesidad del “crecimiento”. Desde hace varias décadas, estudios de diferente índole vienen advirtiendo de la existencia de “límites” para esa dinámica de aceleración en el consumo de los recursos[10]. De hecho, actualizaciones de esas consideraciones concluyen que existe “translimitación”, esto es, se habría sobrepasado la capacidad de carga planetaria, por lo que sería inevitable un ajuste a la baja del consumo global de recursos[11].

Sin embargo, más allá de estas advertencias, parece existir una práctica unanimidad sobre las bondades del crecimiento, inclusive para “resolver” los problemas que el mismo crecimiento genera: agotamiento de recursos, etc.

Pero “crecer” requiere, como hemos dicho, cantidades “cada vez mayores” (de forma acelerada) de cada recurso. ¿Es posible abastecer ese deseo con los recursos actuales, habida cuenta del futuro declive del petróleo?

Gas Natural: el crecimiento imposible

ASPO considera que el Gas natural no va a compensar, en términos absolutos, el declive del petróleo, aunque aún el gas natural pueda seguir una senda teórica de extensión de su producción. El geólogo Mariano Marzo[12] ha advertido que existen importantes problemas, más que en el ámbito geológico (aunque las reservas están enormemente concentradas, más aún que en el caso del petróleo), en el terreno de la licuefacción y regasificación posterior. Considera Marzo que la expansión de las infraestructuras de licuefacción no es suficiente para la cantidad de regasificadoras que se están programando, lo que hace previsible la escasez en el abastecimiento final (también en este sentido se ha pronunciado la propia Agencia Internacional de la Energía). Igualmente, se piensa que hay indicadores de retraso en los proyectos de la industria debido a escasez de trabajadores experimentados y costes altos de materiales, etc. siendo normales los retrasos en la ejecución de proyectos de regasificación, y habitual las reprogramaciones a la baja de los proyectos de expansión de la capacidad de exportación del Gas Natural.

Nuclear, la “ilusión fallida”.

La industria nuclear – como otras - es muy dependiente de la economía financiera del petróleo. De tal manera que, como afirma Marcel Coderch[13], el principal problema que tuvo la industria nuclear en su prometida expansión fueron las crisis económicas de los años 70, que frenaron en seco la expansión de la contratación de nuevos reactores, inclusive antes que los incidentes relacionados con la seguridad de las mismas. Esas cancelaciones masivas de construcciones de nuevas centrales tuvieron que ver con crisis económico-financieras motivadas, a su vez, por una crisis energética de disminución del suministro de petróleo. Paradójicamente, cuando se pretende relanzar la industria nuclear, se da el mismo escenario de crisis financiera y recesión global, aunque agravado por el carácter estructural de esa falta de crecimiento – y futuro declive – de la extracción petrolera, que está condicionando fuertemente las posibilidades de expansión económica. Como explica Coderch, esa expansión es requisito para la concesión de créditos que financien la carestía enorme – y el retorno negativo inicial – de una central nuclear. Además de otros argumentos para cuestionar la industria nuclear (residuos, seguros, riesgos, recursos minerales, etc.), parece que la industria nuclear, por sí sóla, sin el importante apoyo público – en forma de subvenciones, límites a la responsabilidad civil por incidentes, gestión de los residuos asumida por el Estado, etc – no tendrá posibilidad de salir adelante.

Biocombustibles: los límites de la fotosíntesis[14].

Numerosos estudiosos de los ciclos energéticos han puesto en cuestión, desde hace décadas, la viabilidad de los biocombustibles como recurso energético, habida cuenta su bajísima tasa de retorno energético, o incluso tasa negativa. Como se ha expuesto en suficientes ocasiones, además, la cuestión de la escala es importante, porque una extensión del fenómeno de los agrocarburantes encontraría límites en la disputa con los cultivos para la alimentación humana, la disponibilidad de agua, etc. De hecho, como recuerda Giampietro, ya la especie humana se ha apropiado de la Productividad primaria neta mundial en alrededor de un 50%, lo que indica a las claras la existencia de techos inclusive de espacio para pretender procesos de sustitución del enorme potencial calorífico que ofrecen las reservas de combustibles fósiles.

El futuro solar.

El futuro será, probablemente, más dependiente de la energía solar y eólica, ante los límites expuestos en relación con los restantes recursos energéticos[15]. La opción parece, pues, clara, aunque se presenta el debate en torno a la capacidad estos recursos de mantener el crecimiento, o de alcanzar a cubrir el descenso de disponibilidad de petróleo. El encuentro de ASPO VII sirvió para dejar entrever varias de las opiniones al respecto. Un primer obstáculo con el que se encuentra el “futuro solar” es el de la que el Mundo actual es muy dependiente del transporte, y parece lejos el momento en que los ingenios “renovables” puedan aportar cifras significativas de generación para suministrar los altos índices de movilidad mundial. El segundo obstáculo y reto importante es el de la intermitencia del suministro de estas fuentes, lo que obliga a un desarrollo de “acumuladores” de energía, en forma de baterías domésticas, elevación de agua para su posterior bombeo[16], el desarrollo de una amplia red de suministro, etc. Por último, se debe tener en cuenta la dependencia del desarrollo actual de la energía solar y eólica del entramado industrial y financiero sustentado por los combustibles fósiles, lo que supone un tercer reto para este sector. Las crisis financieras fruto de la paralización del crecimiento reducen las expectativas de crédito y ayudas a otros sectores, así como la apertura de nuevos mercados. Más allá de que sea visible la transición energética hacia fuentes más renovables, éstas deberán superar numerosos obstáculos y, sobre todo, parece complejo que puedan sustituir los diferentes usos energéticos del petróleo para la movilidad, como se ha dicho. Es obligada, en este sentido, la referencia de Pedro Prieto[17] sobre la actual capacidad de ambos recursos, en el “mix eléctrico” (que no energético) global. Según los datos que aporta, el parque mundial eólico instalado en el año 2007 (20 GW), producirá 23 veces menos que únicamente el incremento del consumo eléctrico durante el mismo periodo. Por su parte, en relación con la energía solar, el parque solar mundial instalado en el año 2007 (de 8 a 10 GW) generaron 12.6 TWh, lo que es 72 veces menos que el incremento (no el total) del consumo eléctrico entre los años 2006 y 2007, y un 0.006% del consumo eléctrico mundial en el año 2007. Frente a la contundencia de estos datos de partida, se ofrecen perspectivas de cálculo de los crecimientos necesarios, en todo caso gigantescos (y crecientes, si se quisiera seguir creciendo, inclusive con límites físicos de espacio, disponibilidad de materiales y agua, etc.), para promover un mix energético más renovable[18]

6. Las consecuencias económicas financieras de la crisis energética. Hacia la crisis permanente del modelo de crecimiento.

La economía financiera y la globalización tienen en los combustibles fósiles su base más importante. La adicción a las crecientes dosis de energía barata ha permitido la expansión de los mercados, a través de un transporte con costes monetarios insignificantes, y esta globalización ha extendido igualmente los intercambios de dinero y “confianza en el crecimiento”. Normalmente se disocia el funcionamiento de la economía financiera – las burbujas monetarias, inmobiliarias, etc. – de la economía real, pero ese empeño finalmente es imposible, más aún con límites energéticos claros. Parte de esa confusión se da cuando se pretende “resolver” la cuestión energética con mayores inversiones, una vez conocemos que existen límites físicos de expansión, y que mayores presupuestos en exploración o perforación, en el ámbito petrolero, no equivalen a mayores volúmenes de extracción.

Como explica Colin Campbell[19], “los bancos han estado prestando más dinero del que tenía en los depósitos, asumiendo que “la expansión del mañana iba a abonar la deuda que se contrajera hoy”, una “dudosa práctica que funcionaba mientras que la economía – basada en el petróleo – mantuvo su crecimiento”. Según Campbell, tras el cenit del petróleo a la era de la expansión le sobreviene una era de “contracción”, lo que hace la deuda difícil de devolver; un momento que, para el geólogo, ya habría llegado, un momento, además, de emergencia de los “nacionalismos” protectores de los recursos que se saben escasos en el futuro. Añade que parece inevitable la vuelta a “mercados regionales” más que globalizados, en un entorno donde el reto del transporte – totalmente dependiente del petróleo – será el mayor que afrontarán las economías.

Jean Lahèrrere, geólogo fundador de ASPO ha estimado[20] que, dependiendo de cómo de profunda sea la actual crisis económica, así podríamos inclusive vivir un “rebote (transitorio) en la producción de petróleo” que seguiría al descenso actual, motivado por el acusado descenso de la demanda. Entraríamos así en un periodo de alta volatilidad, de “techo ondulante” en la producción y variabilidad en el precio del petróleo, condicionado por los problemas financieros.

En todo caso, parece que, dada la dimensión del problema – estamos hablando del principal recurso de la civilización actual – es más que lógico pensar en límites al crecimiento o expansión acelerada del uso de recursos y de la economía en general, lo que obligaría a repensar muchas de las proyecciones que habitualmente se hacen en torno al modelo económico convencional.

7. Decrecimiento, trabajo y empleo.

En la economía convencional, decrecer implica la destrucción del empleo. Es más, se ha hecho habitual considerar que la única garantía para mantener el empleo es el crecimiento económico, que se reivindica desde la práctica totalidad de los agentes económicos y sociales.

Progresivamente, la creciente “capacidad de hacer trabajo” (disponibilidad de energía), parece limitada, así como los flujos crecientes, al menos en los ritmos de consumo que exige la globalización. Diferentes tendencias – economía de servicios, maquinización, etc. – han hecho del mundo del trabajo un espacio especialmente vulnerable con respecto a los mercados y los suministros lejanos y crecientes, lo que otorga una creciente vulnerabilidad al empleo y a numerosos sectores económicos.

Igualmente, no parece que únicamente “reformas” del actual mix energético sean suficientes para garantizar el crecimiento que se desea, por lo que el carácter estructural de la pérdida de actividad económica y empleo se hace presente, y no únicamente en relación con la actual crisis financiera.

Urge contemplar el fenómeno del declive del petróleo como un reto de enormes dimensiones para el empleo, probablemente el mayor desde las grandes crisis económicas, especialmente la depresión del 29. Por un lado, la dinámica que pretende mantener el crecimiento – para mantener el empleo – acelera el consumo de recursos no renovables, lo que a su vez acelera la llegada a peores escenarios que afrontar para mantener ese mismo empleo (declive más acusado del crudo, por ejemplo); por otro lado, renunciar al crecimiento supone, hoy por hoy, garantizar importantes pérdidas de empleo. Por último, esa urgencia que se reclama viene dada por la dimensión del empeño de “reestructuración” que habría que emprender, harto difícil sin un cuestionamiento – inclusive cultural – de los axiomas del modelo económico de crecimiento exponencial, probablemente el reto más importante para los trabajadores/as en esta nueva etapa.

[1] Informe a partir de la asistencia, en condición de miembro de CC.OO., a la VII Conferencia Internacional de la Asociación para el estudio del cenit del petróleo y del gas, celebrada en Barcelona, el 20 y 21 de octubre de 2008, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/home.php?idioma=es
[2] World Energy Outlook 2008, Agencia Internacional de la Energía, en http://www.iea.org/weo/key_graphs_08/WEO_2008_Key_Graphs.pdf
[3] Descripción del evento y de la documentación presentada (y usada en este trabajo), aquí: http://www.aspo-spain.org/aspo7/home.php
[4] Datos tomados de SKREBOWSKI, Chris; The countdown to peak oil, octubre de 2008, Barcelona, ASPO VII, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Skrebowski-PeakOil-ASPO7.pdf
[5] El profesor Charles A. Hall ha desgranado la relación entre capacidad de trabajo y “calidad” calorífica de los recursos energéticos (documento citado).
[6] Información tomada de SKREBOWSKI, Chris; The countdown to peak oil, octubre de 2008, Barcelona, ASPO VII, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Skrebowski-PeakOil-ASPO7.pdf
[7] International Energy Agency; World Energy Outlook, 2008, en http://www.worldenergyoutlook.org/ Por su parte, Mat Simmons, experto en recursos energéticos, ha analizado, entre otros, el citado Informe, poniendo en cuestión las fuentes utilizadas por la Agencia, sobre todo para valorar la incorporación de nuevos desarrollos petroleros y la mejora de los existentes, en buena parte con varias décadas de existencia y, por tanto, en estado de madurez o declive inminente. En http://www.energybulletin.net/node/47234
[8] En Europa, el portugués Louis de Sousa ha realizado un estudio de este fenómeno, tal y como adelantó en ASPO VII.
[9] En http://netoilexports.blogspot.com/ se observa cómo los principales 20 exportadores de petróleo del Mundo mantienen una meseta conjunta de exportación, con cierta tendencia declinante.
[10] La abundante energía facilita el acceso a los restantes recursos (inclusive los “renovables”), y acelera su agotamiento. Uno de los casos más claros es el de los recursos pesqueros. Como se advierte desde la comunidad científica, más del 70% de las pesquerías mundiales están sobre explotadas, y el restante 30% se encuentran al límite de la “sostenibilidad”. En 1950 la sobreexplotación únicamente alcanzaba al 15% de las pesquerías. La disponibilidad de energía para las grandes flotas pesqueras industriales ha permitido este proceso que amenaza a numerosas especies de interés comercial. En New York Times, A Seafood Snob Ponders the Future of Fish, Lunes, 17 de noviembre de 2008, en http://www.nytimes.com/2008/11/16/weekinreview/16bittman.html?pagewanted=1&_r=1
[11] La referencia más habitual para el análisis de ese fenómeno es la de Los límites del crecimiento, libro de los años 70, actualizado dos décadas después, con el significativo título de Más allá de los límites. Ambos libros, así como su nueva edición 30 años después, son obra de Donella Meadows, Dennis Meadows y Jorgen Randers
[12] MARZO, Mariano; Gas supply security in Spain, octubre de 2008, Barcelona, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Marzo-GasSuply-ASPO7.pdf
[13] CODERCH, Marcel; The nuclear illusion; Barcelona, octubre de 2008, ASPO VII, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Coderch-Nuclear-ASPO7.pdf
[14] Información tomada de GIAMPIETRO, Mario, Research Professor, Institute of Environmental Science and Technology, Universitat Autónoma de Barcelona; A reality check on the feasibility and desirability of biofuels as an alternative to fossil energy fuels, octubre de 2008, Barcelona, en ASPO VII, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Giampietro-Biofuels-ASPO7.pdf
[15] No se abordó la situación de la energía hidroeléctrica (básicamente limitada por la explotación efectiva de casi todas las cuencas aprovechables a nivel mundial, en palabras de Pedro Prieto), ni del carbón, opción más perjudicial para el futuro – junto a la energía nuclear – por la alta cantidad de emisiones generadas en su combustión. Por otro lado, su conversión a “líquido” para la movilidad es un proceso caro, que la misma Agencia Internacional de la Energía sitúa en el futuro en una cantidad insignificante de la producción mundial.
[16] Como en el ejemplo del proyecto de la Isla de El Hierro, con una central hidroeólica, en PIERNAVIEJA IZQUIERDO, Gonzalo, Director de I+D, del Instituto Tecnológico de Canarias, Wind/Pumped-Hydro Power Station for El Hierro Island. Goal: 100% Renewable Energies, Octubre de 2008, Barcelona, en .http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Piernavieja-Hierro-ASPO7.pdf
[17] PRIETO, Pedro; Solar + Wind in Spain/ World. Closing the growing gap?, Octubre de 2008, ASPO VII, Barcelona, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Prieto-SolarWind-ASPO7.pdf

[18] ASPO VII recogió numerosas presentaciones sobre cálculos de expansión de la industria solar y eólica en diferentes lugares, especialmente España y Europa. Ver en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentaciones.html
[19] CAMPBELL, Colin, Honorary President of ASPO; Peak oil: a turning point for Mankind, Octubre de 2008, Barcelona, APSO VII, en http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Campbell-Mankind-ASPO7.pdf
[20] Jean Laherrere & Jean-Luc Wingert , respectivamente geólogo fundador de ASPO & Consultor y autor de "La vie apres le pétrole". Presentación: “Forecast of liquids production assuming strong economic constraints”. En http://www.aspo-spain.org/aspo7/presentations/Laherrere_Wingert-Liquids-ASPO7.pdf

jueves, octubre 09, 2008

No es un problema de liquidez…es un problema de límites.


Herman Daly es profesor de la Universidad de Maryland (EE.UU.), especializado en economía ecológica, y padre de lo que se propone como “economía de estado estacionario”, término acuñado por él hace ya tres décadas, en contraposición a la economía de crecimiento que inevitablemente lleva a colapsos financieros y de la economía real (con consecuencias sobre el empleo, etc.) en un Planeta con recursos naturales finitos, donde la riqueza real no “crece” como la financiera y, bien al contrario, decrece en relación a los recursos naturales no renovables.

Traemos aquí una traducción preliminar de síntesis de un texto suyo expuesto en la página de internet, http://www.theoildrum.com/, especializada en recursos energéticos, en el que se explica con sencillez el origen de esta crisis financiera en la enorme diferencia entre activos financieros que se negocian en los mercados (intercambio de “papeles”) y la riqueza real, que se debe extraer de un Planeta con cada vez menos recursos para cada vez más gente, lo que hace inevitables ajustes como los que vive la economía mundial en la actualidad. En otras crisis financieras el problema ambiental seguía existiendo, pero en la actualidad las advertencias de los límites físicos del Planeta están jugando un papel creciente.

Herman Daly propone, igualmente, medidas, en forma de decálogo, para afrontar el necesario ajuste de la economía convencional a la realidad de escasez de recursos naturales, y que presentamos también traducidas al final de este artículo.

La actual debacle financiera no es una crisis de “liquidez”, como se le suele llamar eufemísticamente. Es una crisis de “supercrecimiento” de los activos financieros en relación con el crecimiento real de la riqueza – algo justamente lo contrario a la existencia de poca liquidez. Los activos financieros se han multiplicado mucho más que la economía real – el intercambio entre “papeles” financieros es hoy 20 veces mayor que los intercambios de papel moneda por productos reales. No es una sorpresa, entonces, que el valor relativo de la enorme cantidad de activos financieros esté cayendo en término de valoración de activos reales. La riqueza real es algo concreto; los activos financieros son abstracciones – la riqueza real carga con ese gravamen en forma de deuda en el futuro. El valor de la riqueza real no es suficiente en la actualidad para servir de garantía para garantizar el pago de la deuda explosiva. En consecuencia, la deuda se está devaluando en términos de lo que supone la riqueza real. Nadie se va a mostrar impaciente de comerciar con riqueza y bienes reales a cambio de deuda, inclusive con tasas altas de interés. Todo ello porque la deuda vale mucho menos, no porque no haya suficiente dinero o crédito, o porque los “bancos no se presten dinero entre ellos”, como comentan habitualmente los comentaristas.

Pero, ¿podría la economía crecer suficientemente rápido para redimir el enorme incremento de la deuda? En una palabra, no. Como ya hace tiempo dijera Frederick Soddy (Nobel de química en 1926 y economista “underground”), “no se puede mantener de forma permanente una convención humana absurda, como el incremento espontáneo de la deuda (interés compuesto), encontra de la Ley natural del decrecimiento espontáneo de la riqueza (entropía)”. La cifra de deuda puede crecer sin límites, simplemente porque es únicamente un número; en cambio, la cantidad de riqueza real se enfrenta a serias restricciones físicas. Esta afirmación de sentido común expuesta por Soddy, aunque no se admita públicamente, es la que explica en buena medida la crisis. El problema, pues, no es de que exista poca liquidez, sino que demasiada deuda ha crecido demasiado deprisa en relación con el limitado número de riqueza real cuyo crecimiento está constreñido por un metabolismo más natural.

El crecimiento real de la riqueza en los EE.UU. está restringido por la creciente escasez de los recursos naturales, tanto en el suministro (declive del petróleo), como en el sumidero (capacidad de absorción del CO2, por parte de la atmósfera). Además, la reposición de las viejas cosas por nuevas está costando cada vez más al tiempo que el Planeta se llena, y la creciente inequidad en la distribución de los ingresos impide a más gente comprar mucho más de la nueva producción, excepto con crédito (más deuda para el futuro). Los costes marginales del crecimiento, en la actualidad, exceden de los beneficios marginales, por lo que el crecimiento físico real nos hace más pobres, no más ricos (el coste de alimentar y cuidar a nuevos “cerdos” es mayor que el beneficio real que esto reporta). Para mantener la ilusión de que el crecimiento no está haciendo cada vez más ricos, diferimos los costes generando activos financieros casi sin límite, olvidando que los llamados “activos” son, para la sociedad en su conjunto, deudas que deberán ser pagadas con un futuro crecimiento real de la riqueza. Sin embargo, ocurre que ese crecimiento futuro de la riqueza es muy dudoso que se produzca, por lo que los derechos sobre el mismo se han devaluado, independientemente de la liquidez.

Pero, ¿Qué es lo que ha permitido que los activos financieros se hayan desconectado de esa manera de los activos reales subyacentes? En primer lugar, nos encontramos ante el hecho de que lo que tenemos es dinero fiduciario, no dinero soportado por materias primas. Con todas sus desventajas, el dinero basado en materias primas (oro) al menos estaba unido a la realidad por un coste determinado de producción. En segundo lugar, el sistema bancario de reserva fraccional genera una pirámide de dinero bancario (demanda de depósitos) que tiene en su cumbre el dinero emitido por los gobiernos. En tercer lugar, la compra de acciones y “derivados”, permiten una mayor “piramidización” de los activos financieros sobre el ya multiplicado suministro de dinero. De forma añadida, la deuda de las tarjetas de crédito expande la masa de “cuasi dinero” como lo hacen otras “innovaciones” financieras que fueron diseñadas para evadir la regulación pública de los bancos comerciales y la emisión de dinero. No es que abogue por el retorno al dinero de materias primas (oro), pero sí que sugeriría el 100% de las reservas de dinero para los bancos (en un proceso de acercamiento gradual a esa cifra), así como el fin de la práctica de compra de acciones al margen, sin el correspondiente pago previo. Los bancos deberían ser agentes financieros intermediarios que prestaran el dinero de los depositantes, no maquinarias de creación de dinero de la nada y prestadores del mismo con intereses. Si cada dólar invertido representara un dólar previamente ahorrado, podríamos restaurar el clásico balance económico entre inversión y continencia/ahorro. Pocas inversiones estúpidas o perniciosas serían toleradas si el ahorro o contención precediera a la inversión. Desde luego, los economistas convencionales del crecimiento advertirían que esta medida ralentizaría el crecimiento del PIB. Y así sería, porque el crecimiento se ha vuelto una “deseconomía” tal y como se mide en la actualidad.

El agrupamiento de hipotecas de diferente calidad en manojos opacos debería ser abolido. Uno de los preceptos básicos de un mercado eficiente con precios significativos sería el de la homogeneidad del producto.

Y uno de los aspectos más importantes es que el déficit de la balanza comercial nos ha permitido consumir como si realmente estuviéramos creciendo, en vez de – como estamos haciendo – acumulando deuda para el futuro. Además, nuestros suministradores comerciales han estado dispuestos a prestarnos los dólares que ganaron comprándonos bonos del tesoro – más deuda “garantizada” por su relación con la riqueza que debería ser creada en el futuro. Desde luego, también compran con ese dinero bienes reales y su futura capacidad de ganancia. Nuestros brillantes gurús económicos mientras tanto, siguen predicando la desrregulación tanto del sector financiero como del comercio internacional (“libre comercio”). Algunos de nosotros, durante mucho tiempo hemos estado diciendo que este comportamiento era poco prudente, insostenible, antipatriótico y probablemente con contenido penal. Quizás hayamos tenido razón. La siguiente china en el zapato será la repudiación de la irredimible deuda generada bien por las quiebras o confiscaciones, o bien a través de la inflación.

Daly, además de cuestionar el devenir de la economía basada en la deuda creciente, propone medidas de largo alcance para abordar la situación de crisis económica. Entre las mismas, destacamos:

- implantación de un sistema comercial de subasta para los recursos básicos, basado en los límites físicos y en la capacidad de los ecosistemas como sumidero. La subasta permite capturar rentas para una distribución equitativa.
- Reforma de fiscalidad ecológica: un cambio de la fiscalidad desde el valor añadido (trabajo y capital) a “aquéllo a lo que se le añade valor”, a través de la “internalización” de los costes externos.
- Limitar el rango de desigualdad en la distribución de los ingresos: un ingreso mínimo y un ingreso máximo. La igualdad completa es indeseable, pero también lo es la desigualdad sin límite.
- Es difícil proveer de empleos a tiempo completo a todos sin crecimiento económico, por lo que urge disminuir la duración de la jornada de trabajo diaria, semanal y anual, y permitir un mayor desarrollo del tiempo libre o trabajo personal.
- Volver a regular el comercio internacional: yendo hacia una “renacionalización” que permitiera, a través de tarifas compensatorias, alejarse del libre comercio, libre movimientos de capital y de la globalización, para proteger las políticas de eficiencia nacionales que internalicen los costes frente a otros países con estándares más bajos de garantía.
- Ir hacia el sistema de reserva del 100% de los fondos bancarios, en vez del actual sistema de reserva fraccional. Poner el control de la emisión del dinero en los gobiernos frente al control en las entidades privadas.
- Estabilizar la población.
- Reformar las cuentas nacionales, separando el PIB entre cuenta de costes y de beneficios, y parando de crecer cuando los costes marginales sean equivalentes a los beneficios marginales.


martes, septiembre 02, 2008

Empleo en Tenerife: perspectivas ante la crisis


La población ocupada de Tenerife ha pasado de 160.492 personas en el año 1986, a las 365.985 en el año 2007. Esto es, en dos décadas se ha incrementado en un 128%, a razón de un crecimiento promedio del 4% anual. La pregunta obligada ante esa evolución es: ¿se podrá mantener ese ritmo de incremento anual de la creación de empleo?

Empleo en Tenerife: algunas observaciones desde la gestión de los recursos naturales.

Desde Enero de 2007 a mayo de 2008, el desempleo entre españoles residentes en Tenerife ha subido un 43%. El de los extranjeros, un 52%. (Fuente: Paro Registrado, Inem. Elabora: Obecan).

A. La evolución y especialización de la economía y el empleo en Tenerife.

La población ocupada de Tenerife ha pasado de 160.492 personas en el año 1986, a las 365.985 en el año 2007. Esto es, en dos décadas se ha incrementado en un 128%, a razón de un crecimiento promedio del 4% anual.

Esta evolución ha venido dada por el crecimiento económico insular, que se puede observar también en el incremento de otras variables. Así:

- El consumo de energía eléctrica (en Mw/h.) pasó de los 1.233.696 a los 3.034.003, en el periodo 1991-2005: un 145% de crecimiento en 14 años, con una tasa promedio anual del 6,7%. Entre los años 1991 y el año 2005, el número de abonados al servicio de energía eléctrica se incrementó en un 50% (de 280.609 a 421.901). Estos dos datos, combinados, reflejan el incremento del consumo eléctrico medio por abonado.
- El consumo de productos petrolíferos para el mercado interior (transporte terrestre y centrales térmicas, fundamentalmente), pasó de las 503.945 toneladas en el año 1985 a las 1.578.291 en el año 2005, es decir, un 213% de incremento en 20 años, triplicándose el consumo total, a razón de un 5,8% anual de promedio.
- El parque de vehículos insular pasó de las 280.509 unidades en el año 1989 a las 575.862 del año 2003, es decir, un 105% más (se duplica) en 14 años. Creció, por tanto, un 5,2% anual de media[1].

Estos crecimientos exponenciales – que implican “aceleración” del modelo económico, por su propia configuración, exigen cada vez más velocidad para mantener el modelo que los sustenta. Así, el territorio con mayores incrementos de consumo y demás variables, si quiere mantener ese ritmo – y evitar así entrar en una situación de desaceleración o crisis – debe ser capaz de, insistimos, con carácter creciente, acelerar en la producción de todas sus variables. El modelo económico que sustenta nuestra sociedad es, precisamente, el del crecimiento (exponencial) anual del PIB, como agregado económico que permite calibrar la salud de una economía según el porcentaje de ese crecimiento.

Como se ha dicho, el citado modelo se basa en la fórmula de “crédito-deuda con intereses”, según el cual se presta a un determinado tipo de interés para devolverlo en el futuro, junto al principal, precisamente porque se ha crecido de forma exponencial.

El modelo de crecimiento exponencial no es posible mantenerlo de forma infinita, en un espacio finito. Así, si se mantuvieran los porcentajes anuales de crecimiento antes mencionado, nos encontraríamos con que Tenerife, por ejemplo, en el año 2020:

- consumiría 3.104.667 toneladas de productos petrolíferos para su mercado interior, un 100% más que en la actualidad, en tan sólo 12 años.
- la isla tendría 1.363.282,93 vehículos en el año 2020, más que duplicando su cifra actual.
- tendría una población activa de 609.391, casi un 80% más que en el año 2007.

Parece lógico pensar que la evolución – extraordinaria – de la economía y empleo insulares no se podrá mantener sine die, y que en algún momento la misma se frenará. Este freno podría venir dado por algún límite en el desarrollo de los elementos que han permitido el desarrollo citado. En el caso de la economía tinerfeña y canaria, ha sido la expansión económica mundial de los años 80 y 90 la que ha permitido, con una abundancia de recursos a bajos precios, alcanzar cotas de crecimiento importantes.

La pregunta que nos debemos hacer es si esos porcentajes de crecimiento se podrán mantener, porque, a resultas de él, con el mismo modelo económico, se mantendría el ritmo de creación de empleo. En caso contrario, esto es, si no se lograra mantener esa tasa de crecimiento, habría que modificar el modo en que se genera empleo o cómo se mantiene el actual.

Entonces, para poder hacer una evaluación de las perspectivas del empleo en la isla de Tenerife, en el contexto de una elaboración de su Plan Territorial, debemos tener en cuenta un factor esencial: la economía de la isla – y, por tanto su empleo - está fuertemente globalizada, lo que exige un análisis de los escenarios de la situación global (en todos sus aspectos) para evaluar posibles perspectivas en el mercado del empleo insular. La globalización, en el caso de Tenerife y Canarias, implica la importación de la práctica totalidad de los bienes de equipo, combustible, alimentos, el mismo crédito financiero, así como el funcionamiento de una economía en expansión, de la economía turística que posibilita los ingresos que provienen de los turistas, etc.

B. ¿Qué factores debemos tener en cuenta en un análisis de las perspectivas de empleo en Tenerife? Elementos exógenos.

Las tres crisis (Ignacio Ramonet, en El País: Las tres crisis) financiera, energética y alimentaria. De forma complementaria, factores de enorme importancia en la gestión de los recursos naturales (usos del suelo, agua, combustibles fósiles, minerales, etc.) se han conjurado con la puesta en cuestión de la economía financiera de crédito fácil y globalizado que generó su propio mercado del dinero. Estos elementos, por tanto, están incidiendo en el conjunto de la economía global, en forma de:

Una energía (especialmente para el transporte) con tendencia al encarecimiento progresivo:

La globalización es, esencialmente, el uso de un importante aporte de energía fósil (recurso natural finito) para el funcionamiento del transporte. El Mundo usa diariamente más de la mitad del petróleo que extrae (unos 86 millones de barriles) para poder alimentar los diferentes modos de transporte. El precio del petróleo se ha multiplicado por seis en el periodo 2002-2008, incrementándose en un 30% anual desde ese primer año. Ya se están comprobando, en todos los tipos de movilidad, los efectos del encarecimiento del crudo, que mueve más del 95% del transporte mundial.

Una financiación que disminuye, ante la pérdida de confianza en el crecimiento:

Las economías afrontan un “endurecimiento de las condiciones del crédito” que se achaca, en el entorno europeo, a la falta de confianza en la devolución de los préstamos, y en la falta de liquidez por parte del Banco Central Europeo. En la permanente lucha contra la inflación, que alimenta los peores recuerdos políticos de la historia alemana, se frena la concesión de créditos que alimentan una burbuja económica con escaso soporte real, como es el caso del fenómeno de la especulación inmobiliaria. El préstamo fácil se está frenando (Banco de España: “se ha frenado la liquidez”). La economía española, canaria y tinerfeña, que se había especializado en el sector de la construcción en buena medida, está sufriendo de forma importante este cambio en la situación financiera.

Las economías desarrolladas están entrando en recesión:

Varios países europeos están entrando en recesión económica (Italia entra en recesión), Dinamarca, en recesión), y es previsible que España y otros países (Irlanda, Gran Bretaña, etc.) también se encuentren en esa situación en poco tiempo. El escenario económico es de destrucción de empleo, alta inflación e incertidumbre sobre la “salida” de esa situación.

Una pugna mundial por los recursos:

La situación de abundancia generalizada de recursos en los países más ricos esconde una gestión cada vez más conflictiva por los recursos, desde los energéticos a los alimentarios, pasando por los minerales. Especialmente significativa es el incremento de la demanda de los llamados “países emergentes”, o los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), con tasas de crecimiento de hasta dos dígitos. También en el caso de los países exportadores de crudo, existe un importante crecimiento económico y del uso de recursos. Por último, en general el incremento de la población (más de 70 millones de personas al año) está generando importantes retos de distribución y suministro de bienes esenciales a una población que ya es más urbana que rural en el conjunto del Planeta.

C. ¿Qué empleo para Tenerife en los próximos años?

¿Hasta qué punto la actual crisis económica en la que están entrando las economías desarrolladas es un punto de inflexión en el modelo de desarrollo de las últimas décadas? ¿Se trata de una crisis puntual, que permitirá de nuevo despegar con crecimientos exponenciales en un futuro próximo? ¿Es simplemente una crisis crediticia de corto alcance, o el cuestionamiento de la aceleración del crecimiento?

Las economías tienen a expandirse, y algunos países mantienen aún un vigoroso crecimiento, aunque con ratios de consumo todavía muy inferiores a las de los países desarrollados. Los límites al crecimiento vendrán dados, probablemente, y en última instancia, por los límites energéticos y de disponibilidad de recursos físicos o, al menos, de la fluidez suficiente de éstos para alimentar la demanda mundial.

Existen algunos indicadores físicos de creciente tensión por esos recursos, como se ha dicho. Las perspectivas de creación de empleo en el futuro tienen mucho que ver con los mismos, y todos los sectores de mayor creación de empleo.

En la medida en que la economía insular contemple estos análisis de perspectivas de deterioro económico y de acceso a los recursos naturales, tendrá mayor capacidad para afrontar los retos que esa situación plantea, en absoluto sencillos, pero parece que inevitables.

Obviar los límites del modelo de desarrollo de crecimiento exponencial implicaría, probablemente, generar mayores expectativas de crecimiento – planificar para incrementos cada vez mayores – cuando la realidad física – y económica – puede frustrar esa planificación.

Por último, la adaptación del empleo a un entorno de mayor pugna por recursos con mayor grado de escasez, será más traumática en la medida en que se considere viable mantener el actual modelo de crecimiento exponencial que, en última instancia, acelera igualmente la llegada a los límites del modelo de desarrollo insular.

lunes, junio 02, 2008

“¿Supondrán los costes crecientes del transporte una reversión del proceso de globalización?”


Traducción del artículo: “Will soaring transport costs reverse globalization?”, de
Jeff Rubin (economista jefe y analista de las implicaciones económicas de la crisis energética) y Benjamin Tal,del CIBC World Markets Inc.
Pg. 4-7 del StrategEcon - Mayo 27, 2008

El CBIC es un banco de inversión canadiense que, regularmente, hace análisis de las implicaciones del creciente precio del petróleo sobre la economía mundial y, específicamente, sobre la norteamericana. Este banco predijo el barril de petróleo a 100$ y estima un barril de petróleo a 200$ para el año 2010.

En este texto, los autores afirman que “la globalización es reversible”, y que “los altos precios energéticos están impactando en los costes de transporte en una medida sin precedentes”. El artículo, que analiza el peso creciente de los costes del transporte marítimo en el mercado internacional, especialmente entre China y EE.UU., concluye con la siguiente afirmación: “En fin, en un mundo de precios del petróleo con tres dígitos, la distancia cuesta dinero. Y mientras que la liberalización del comercio y la tecnología pudieron haber allanado el Mundo, los costes crecientes del transporte lo harán de nuevo más redondo”.

Las referencias a gráficos se remiten al original en inglés.

Texto del artículo:

La globalización es reversible. Los altos precios energéticos están impactando en los costes de transporte en una medida sin precedentes. Tanto que el coste de transportar los bienes, más que el de los aranceles, es la principal barrera para el comercio global en la actualidad. De hecho, en términos de barreras arancelarias equivalentes, la explosión de los costes globales del transporte ha, de hecho, anulado todos los esfuerzos de liberalización del comercio emprendidos en las tres últimas décadas. Este hecho no sólo indica una importante disminución en el crecimiento del comercio global, sino también un realineamiento fundamental en el diseño de la misma actividad comercial.

Incremento de los costes del transporte

Los cambios recientes en la logística del transporte han conducido a un sensible incremento de los precios pagados por la energía. El más destacado de esos cambios es la masiva tendencia hacia la contenerización que ha hecho que los costes del transporte marítimo se hayan vuelto más vulnerables ante las oscilaciones de los costes del combustible. Los barcos portacontenedores pueden ser cargados de forma mucho más rápida que los de mercancías no contenerizadas o de "carga general" ("break cargo") lo que implica que aquéllos pasen mucho más tiempo en mar que en los puertos.

Otro factor es el de la velocidad. El cambio hacia los barcos contenerizados ha incrementado la importancia de la velocidad de la embarcación. En las pasadas dos décadas, los barcos portacontenedores fueron diseñados para ir más rápidos que los barcos de carga graneleros y, en la medida en que los primeros fueron ganando progresivamente cuota de mercado, se incrementó la velocidad de la flota mundial. Pero el incremento de velocidad implica un consumo mayor de energía, como ocurre en todos los demás modos de transporte. En el transporte marítimo global, el incremento de la velocidad de las embarcaciones en los últimos quince años ha doblado el consumo de combustible por cada unidad de carga transportada.

Con unos precios del petróleo que hoy suponen casi la mitad de los costes totales del transporte de mercancías, no supone ninguna sorpresa que el incremento de aquéllos se esté trasladando de forma directa a los costes totales del transporte (ver gráfica 1). En los últimos tres años, cada dolar de incremento en los precios internacionales del petróleo ha repercutido directamente en un incremento de un 1% de los costes del transporte.

Costes del transporte y su vinculación con el comercio

Los últimos treinta años han sido testigos de un crecimiento sin precedentes en el comercio mundial - un fenómeno que ha servido además de catalizador para la rápida industrialización de economías como la de China o India. De hecho, el incremento de los volúmenes del comercio mundial respaldó y facilitó la reducción en las barreras arancelarias y no arancelarias tras décadas de negociaciones comerciales multilaterales. Pero en un mundo con precios del petróleo de tres dígitos, son los incrementos de los costes del transporte, más que las barreras no arancelarias, los que suponen el reto mayor para el comercio.

El ejercicio de convertir los precios del transporte en tasas arancelarias equivalentes nos ofrece una impactante perspectiva de lo importantes que se han vuelto los costes energéticos crecientes. Inclusive si consideráramos un precio del barril a 100$, los costes del transporte tendrían más peso que el impacto de los aranceles de todos los socios comerciales de los EE.UU., inclusive si incluimos a sus vecinos, Méjico y Canadá. En el año 2000, cuando el precio del petróleo era de 20$ el barril, los costes del transporte equivalían al 3% de los aranceles de los Estados Unidos. Actualmente, los costes del transporte son equivalentes serían equivalentes a un arancel promedio de más del 9%. Con un barril a 150$, el arancel equivalente ascendería a un 11$, retornando así a los aranceles promedio de los años 70. Y, finalmente, con un barril a 200$ volveríamos a aranceles no vistos dese antes de las negociaciones de la Ronda del GATT de la era Kennedy, a mediados de los años 60.

Los altos costes de la energía se trasladan directamente a mayores costes del transporte marítimo. Con los precios actuales del petróleo, cada incremento del 10% en las distancias de viaje supone un incremento del 4.5% en los costes del transporte. La duración media de un típico traslado marítimo desde China a los EE.UU. es de cuatro semanas. Si incluímos los costes en tierra, embarcar un contenedor estándar de 40 pies desde Shanghai a la costa este de los EE.UU. cuesta ahora 8.000$. En el año 2000, con los precios del petróleo a 20$, el coste era únicamente de 3.000$, para embarcar el mismo contenedor. Pero con un precio del barril a 200$, pronto veríamos que ese coste ascendería a 15.000$ para realizar el mismo trayecto (Gráfica 2).

Los costes crecientes del transporte sugieren que el comercio se puede ver tanto afectado como reorientado, conforme los mercados busquen la cercanía y, por tanto, líneas de abastecimiento menos costosas. Y ese fenómeno fue precisamente el que se pudo ver como respuesta a los anteriores shocks petroleros de la OPEP.

Entre 1960 y 1973, la importancia de las exportaciones como porcentaje del PIB mundial ascendió en más de un 50%, debido tanto a unas barreras comerciales decrecientes como a unos costes energéticos baratos, teniendo en cuenta que la media de precios del petróleo era inferior a los 16$ (en precios de hoy). De forma similar, el periodo 1987-2002 fue testigo de otro importante salto cuantitativo en el comercio mundial, impulsado no sólo por un descenso del 30% del coste de los aranceles, sino por los entonces todavía relativamente baratos precios del transporte, partiendo de un precio medio de 27$ (en dólares constantes) por barril de petróleo. En marcado contraste con lo anterior, las exportaciones como porcentaje del PIB mundial desaparecieron totalmente entre el primer shock de la OPEP y las secuelas del segundo, a pesar de una disminución del 25% en los costes arancelarios (ver gráfica 3).

No cabe duda de que las recesiones de 1974 y 1981/1982 afectaron al comercio, pero el comercio podría haber rebotado fuertemente tras finalizar las saludables recuperaciones de esos periodos de recesión. El crecimiento anual medio del PIB mundial en ese periodo fue del 3.5%, aproximadamente el mismo que en el periodo 1987-2002, que contempló un crecimiento del comercio mundial entre impulso e impulso. El comercio, sin embargo, no respondió de la misma forma al crecimiento mundial, ya que los costes del transporte estaban incrementándose debido a los crecientes precios del petróleo.

El comercio no sólo supuso un freno en el crecimiento del mismo como una parte del PIB global, sino que también supuso la desviación creciente del mismo hacia líneas regionales. Con el coste alcista del transporte de carga transoceánico, que siguió al shock petrolero de la OPEP de 1973 y a los primeros años 80, el porcentaje de importaciones que hizo EE.UU. de productos no petroleros desde Europa y Asia descendió un contundente 6% en poco más de media década, mientras que el porcentaje de importaciones desde el Caribe y Latinoamérica se incrementó en una cantidad similar (Gráfico nº 4).

Es relativamente fácil ver el porqué los importadores de los EE.UU. se trasladaron al comercio regional. Los costes del transporte transoceánico literalmente explotaron durante los dos shocks del precio del petróleo de la OPEP. El coste de trasladar vía marítima una carga estándar casi se triplicó, tal y como lo ha hecho en los últimos años. En última instancia quienes absorvían los costes del transporte eran los consumidores, y los mercados respondieron a este hecho substituyendo el comercio por medio mundo llevando a cuestas importantes costes inflados del transporte, por fuentes de suministro de localidades más cercanas.

La ventaja de los EE.UU.

Está por ver hasta qué punto los incrementos astronómicos en los costes del transporte van a alterar el gran (pero cada vez menor) diferencial en salarios existente entre la mano de obra norteamericana y china. Pero ya en la actualidad estamos comenzando a ver algunos cambios en procesos de manufactura intensivos en capital, con respecto a productos en los que una parte importante de los precios finales de venta lo suponen los costes de carga.

Veamos, por ejemplo, el sector del acero. Con poco más de una hora y media de trabajo dedicado a la producción de una tonelada de acero, y con unos relativamente altos costes del transporte, la curva global de costes del sector del acero está cambiando rápidamente. Dado que en la mayor parte de China (y de Asia en general) existe escasez de mineral de hierro, trasladar la materia prima a la fábrica de acero (principalmente desde Australia y Brasil) está suponiendo un coste adicional y creciente en el que no incurren los productores norteamericanos de acero. Si añadimos a ello 90$ de coste de transporte de la carga de una tonelada de barras de acero redondas laminadas desde China a los EE.UU., podemos ver que el componente del coste del transporte es suficientemente grande para cambiar completamente la curva global de costes del acero. Inclusive con los precios del petróleo de hoy, los costes crecientes del transporte han, de hecho, más que superado otras ventajas de costes de China, ofreciendo al acero de los EE.UU. una posición ventajosa por primera vez, en su propio mercado, en más de una década (ver gráfica nº 5).

La rápidamente cambiante economía del acero está actualmente reflejándose en las estadísticas comerciales. Las exportaciones de acero de China a los EE.UU. están ahora cayendo en más de un 20% en un cómputo interanual – el peor resultado en casi una década. Mientras que algunos podrían atribuir este declive a la desaceleración de la economía norteamericana, es digno de mención que la producción de acero en los EE.UU. se ha incrementado en casi un 10% en ese mismo periodo (ver gráfico nº 6).

Méjico: otra oportunidad

Saber qué cantidad exacta de comercio, debido a los crecientes costes del transporte se desviarán desde China (o, con respecto a este aspecto, desde cualquier otro lugar) depende, en último lugar, de cómo de importantes sean esos costes en los costes totales. En el caso de bienes con un alto precio en relación con los costes del transporte, éstos serán bajos, mientras que ocurrirá al contrario en bienes de bajo precio en relación con sus costes típicos de transporte.

Sorprendentemente, un alto porcentaje de las exportaciones chinas a los EE.UU. se encuentran en esa segunda categoría. Ropa, calzado, productos metálicos y maquinaria industrial, todos ellos típicos productos de exportación chinos, tienen unos relativamente altos costes de transporte.

Y se puede decir que existe ya en la actualidad evidencia de que las exportaciones de productos chinos intensivos en costes de transporte están comenzando a desacelerarse bajo la presión del rápido incremento de los mismos.

Aunque se observa que ha existido una desaceleración general en el crecimiento de las exportaciones de bienes hacia los EE.UU. durante el pasado año, se hace evidente que ese freno es mucho más pronunciado en bienes que tienen costes mayores de transporte con respecto a los que no los tienen. Tomando como base las variaciones anuales, esta categoría está ahora cayendo por primera vez en más de una década (ver Gráfica 7, a la izquierda). De suponer un 52% en el año 2004, las exportaciones de productos más sensibles a los problemas de costes de transporte de China a los EE.UU., ahora este porcentaje ha bajado al 42% de las exportaciones totales. De hecho, estimamos que si no hubiera sido por los dramáticos incrementos del coste del transporte, el crecimiento de las exportaciones chinas a los EE.UU. desde el año 2004 tendría que haber sido un 30% superior al que lo es en la actualidad (Gráfica 7, derecha).

Queda por ver cuánto de la producción industrial china llegará finalmente. Pero en verdad no hay motivo por el cual no pudiéramos esperar ver al menos un escenario comparable, si no más acentuado de desviación del comercio mayor que el que vimos durante los shocks petroleros de la OPEP de los años 70.

En la medida en que aún queda un fuerte margen en la economía mundial para la negociación de los costes salariales, ésta tendrá un papel creciente en un entorno de restricciones impuestas por los costes crecientes del transporte. En vez de buscar un trabajo de bajo coste recorriendo medio mundo, la llave será encontrar la mano de obra más barata a un precio razonable a distancia de barco del mercado.

En ese tipo de mundo, se vuelve la mirada a las plantas maquiladoras de Méjico para dar otra oportunidad para que suministren el mercado norteamericano. En un Mundo donde el petróleo costará pronto más de 200$ el barril, la proximidad de Méjico al resto de Norte América ofrece, en materia de costes, una gran ventaja.

Comparemos, por ejemplo, cómo los costes relativos del transporte han cambiado recientemente, entre la costa del Pacífico y Méjico. Si en el año 2000 los importadores americanos pagaron un 90% más para traer los bienes del Este asiático a la costa Este de los EE.UU., hoy ese pago se ha incrementado hasta el 150% más, y cuando el precio del petróleo alcance los 200$ por barril, se pagará tres veces más la cantidad que cuesta transportar el mismo container desde Méjico (Gráfico 8). Para poner las cosas en perspectiva, el coste extra de transportar las mercancías hoy desde el Este de Asia es el equivalente a la imposición de un 9% de arancel a los bienes que provengan de esa zona hacia los EE.UU. Y si el barril de petróleo sube a 200$, el arancel equivalente ascendería al 15%.

Parece que los importadores de los EE.UU. están comenzando a hacer las cuentas y ya están, en la actualidad, trasladando algunos negocios de China a Méjico. Mientras se desacelera el ritmo de embarques de China a los EE.UU. – especialmente entre los bienes intensivos en costes de transporte, las exportaciones mejicanas no relacionadas con la energía están subiendo a una saludable tasa anual del 7%. Y, curiosamente, los bienes que han presenciado un crecimiento mayor son aquellos que, de media, son más intensivos en fletes y compiten directamente con los de China, como es el caso de los muebles, el hierro y acero, el caucho o los productos de papel (Gráfico 9).

En fin, en un mundo de precios del petróleo con tres dígitos, la distancia cuesta dinero. Y mientras que la liberalización del comercio y la tecnología pudieron haber allanado el Mundo, los costes crecientes del transporte lo harán de nuevo más redondo.

martes, abril 22, 2008

La burbuja de la aviación


El director de IATA, la asociación que agrupa a la práctica totalidad de las compañías aéreas del Mundo, ha declarado al diario suizo Le Temps que “hay demasiadas compañias aéreas y demasiados aviones nuevos”, en una sorprendente confesión que viene a desbaratar las mismas proyecciones que venía realizando tradicionalmente esta organización en relación con la evolución del transporte aéreo internacional. Así se ha despachado el Sr. Bisignani con el problema que está empezando a suponer para las aerolíneas la insistente tendencia alcista del precio del petróleo y el clima de economía en estado de recesión. Sin nombrarla, ha hablado el director de una burbuja en el sector de la aviación.

Como volvió a reiterar recientemente Christophe de Margerie, el también director ejecutivo de la francesa Total, una de las mayores petroleras privadas del Mundo, “ya no hay más petróleo fácil”. Estamos, en palabras editoriales del mismísimo Financial Times, en la “era del cenit del petróleo”, y los medios especializados dan una cobertura creciente a los que ya vienen advirtiendo desde hace años acerca de lo que hoy nos ocurre, dando espacio a la opinión de inversores como Matt Simmons, Charles Maxwell o el petrolero T. Boone Pickens, que, sin ambages, hablan de cenit inminente, racionamiento y otras perlas que pocos quieren escuchar.

Visto en perspectiva, el sector de la aviación civil tiene unas pocas décadas de existencia, y coincide su explosiva expansión con la era del petróleo a menos de 10$, y una industria que dirigió los esfuerzos de la aeronáutica militar a la del transporte de masas. Esas décadas de la posguerra mantuvieron su vigor inclusive con los periodos de encarecimiento posterior que ha sufrido el crudo en las crisis del 73 y 80. Si el precio barato del petróleo hasta los años 80 venía dado por el dominio productor de los EE.UU. (que fue el primer extractor mundial de crudo durante más de un siglo, hasta esa década) y la creciente cuota de poder de los países de la OPEP, la crisis de los setenta supuso un espaldarazo a la puesta en explotación de la siguiente barrera del petróleo menos fácil de Alaska, las aguas profundas del Golfo de México o del Mar del Norte, amén del creciente papel del petróleo del África Subsahariana y los ya independizados países limítrofes al Mar del Caspio, que incrementaron la oferta de crudo económico. Estas dos décadas de nueva afluencia petrolera, al que se añade la importante afluencia del crudo, hoy en inminente declive, de la Rusia del poscolapso soviético, han alimentado no sólo la burbuja financiera y la globalización, sino también el colosal crecimiento de la aviación comercial.

Chicago Tribune se preguntaba seriamente si no estaríamos viviendo ya hoy el final del precio barato de las tarifas en el transporte aéreo. El panorama de fusiones empresariales y renqueante adaptación a la creciente factura del queroseno, unido a la palpable desaceleración del consumo, invitan a pensar en el hecho paradójico – que, sin embargo, sigue una lógica aplastante – de que sea precisamente esta etapa del bajo coste – que ha popularizado entre los más pudientes el consumo de aviación – la que presida el comienzo de un más que probable estallido de la burbuja de esa industria. Hay aviones mucho más eficientes, y más personas que nunca viajando en aeronaves amortizadas. Los más poderosos hacen planes para ampliar sesudamente el transporte aéreo, símbolo indudable de ostentación y dominio. De hecho, el incremento de las desigualdades a nivel internacional, en un Mundo que empieza a desesperarse para conseguir alimentos, tiene en el esplendor del transporte aéreo una de sus fulgurantes constataciones.

Sin embargo, el 100% de la aviación funciona porque hay petróleo accesible. Por eso es lógico que el Director de la IATA hable de excesos en el sector, ya que, como dice The New York Times, estamos ante un Mundo con sed insaciable de petróleo, y ante la evidencia, por otro lado, de que buena parte de los grandes yacimientos que nos sacian están en declive, atisbándose más pronto que tarde el fin del petróleo barato. Tiempos de estallido de burbuja y aterrizajes involuntarios, pues, los que parece habernos tocado vivir.

viernes, abril 11, 2008

Fe y futuro económico




Es curioso (e inquietante) que quienes antes nos hablaban de suave desaceleración no vean hoy sino problemas, pero más delirante es que los mismos que ahora logran ver agujeros negros – cuando ya estamos virtualmente en ellos – atisben ya, sin explicarnos porqué, una salida mágica al atolladero, por obra de los milagrosos ciclos del mercado. Suponemos que habrá que empezar a desconfiar de quienes se mostraban ufanos calificando de agoreros a quienes advertían del advenimiento de la situación de crisis, llegan despúes tarde a los diagnósticos y análisis de la misma, y, por último, transmiten ciega confianza en las maravillas maravillosas de los designios del mercado para recuperarnos de los problemas (problemas que, evidentemente, aún no están ni siquiera comenzando a sentirse verdaderamente en las economías ricas). Como explica Marcel Coderch, estamos ante actos de fe, y el fundamentalismo que criticamos para otros se impone aquí, con poco margen para la discordia, so pena de ser expulsado de los templos sagrados del análisis y prospección económica.
Es normal, por otro lado, que se yerre en los análisis cuando se parte de supuestos que, cuando menos, podríamos calificar de dudosamente anclados a la realidad. Como rezaba recientemente un artículo del profesor Robert Nadeau, en Scientific American, las bases teóricas del pensamiento económico neoclásico que hoy preside las decisiones más importantes sobre el uso de los recursos, las políticas monetarias, etc. tienen su fundamento en una interpretación errónea del concepto económico de utilidad, que los economistas de mediados del S. XIX quisieron identificar miméticamente con el principio de conservación de la energía expresado por el físico Hermann-Ludwig Ferdinand von Helmholtz, principio según el cual la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y es que este axioma es, a su vez – pero esto último fue ignorado por los teóricos economistas neoclásicos -, complementario con la formulación de la segunda Ley de la Termodinámica, que establece que en esos procesos de transformación siempre hay disipación, pérdida de “calidad” en forma de calor, que es en sí mismo una manifestación de energía, sí, pero inhábil para la realización de trabajo y, por tanto, “no útil” para generar valor en el ámbito de la economía.
La economía dominante – no así los economistas ecólogos, como el eminente Georgescu Roegen, que advirtió hace décadas del extravío del análisis que se estaba realizando –, entonces, obvió la segunda Ley de la Termodinámica (Ley de la Entropía) concibiendo, ¡como se sigue enseñando en las facultades!, el ciclo económico como un flujo circular, cerrado y perfecto de inversión, producción y consumo, sin pérdidas. Esta percepción no es real, porque en la vida el tiempo cuenta, nada pasa en balde, y cada vez que transformamos algo, disipamos, en forma de residuos y calor, algo que sale del circuito de la utilidad. De ahí la insistencia de los conocedores de los límites físicos en la conservación, el ahorro e, inclusive hoy, el decrecimiento, para evitar el agotamiento de la calidad de los materiales y recursos energéticos finitos.

Claro está que la visión expresada por estos economistas más realistas exigiría renunciar al crecimiento exponencial como objetivo sagrado de la política. Y bien es cierto también que la organización socioeconómica actual necesita de ese falseado marco teórico para justificar sus decisiones imposibles, aunque sea evidente que el destino final de ello es el colapso y ajuste pertinente. Lo peor, con todo, ya no es que los economistas convencionales prediquen, oráculo en mano, crecimientos infinitos en un Planeta finito, ignorando leyes de la física con más de 150 años de vigencia.; es más preocupante que la soberbia incontinencia implícita en ese planteamiento expansionista haya inundado el pensamiento mayoritario de la sociedad, que ha pasado vertiginosamente de enfundarse en actos de contricción – hoy denostados como fruto de la represión y el ostracismo – al asalto de la insatisfacción y la avaricia como leitmotif de una generación que se está dando de bruces con la penitencia que traen todos los excesos.

viernes, febrero 22, 2008

Canarias, más ultraperiférica: ante los límites.


Síntesis: Canarias será cada vez más ultraperiférica, por razones de los límites físicos en el uso de recursos no renovables (combustibles fósiles, metales, minerales importantes, etc), o renovables con tasas altas no sostenibles de extracción (pesca, suelo, etc.). En términos generacionales, a partir de esta década se deberán afrontar – también en los países con mayor renta - precios cada vez mayores por los bienes naturales, causa y no consecuencia de la pugna por recursos. El “precio de las cosas”, influido además por la desvalorización que surge de la “burbuja financiera global”, repercute en generar inflación e hiperinflación, en parte debido a la gran masa monetaria existente (el crecimiento exponencial no ha sido sólo para el consumo de recursos sino también para la creación de dinero), y en parte debido a la creciente demanda para recursos cuya extracción no crece con la misma rapidez. Lo que debe hacer cada espacio geográfico es adaptarse a ese proceso histórico de “alejamiento” y “relocalización”, forzado por una demanda mayor que la de la oferta.

La limitación de la tasa de crecimiento del uso y extracción de recursos naturales obra como condicionante real a la expansión de las economías. En el caso de los lugares del Mundo – como Canarias – donde esa extracción no es directa, sino que se comporta como un espacio que atrae materias primas y, sobre todo, productos elaborados a partir de las mismas, la repercusión de esos “límites del crecimiento” se hace más evidente.

Algunos ejemplos de los límites:

- Está descendiendo la cantidad de suelo cultivable por persona: de forma constante, durante las últimas dos décadas, la cantidad de suelo que se ara por persona está descendiendo. Todo ello a pesar de que cada vez más suelo se dedica a la alimentación de ganado (lo que hace menos eficiente el resultado nutricional posterior) y de que se ha incrementado sustancialmente la deforestación (se queman anualmente más de 13.500 km2 de bosques tropicales para madera, cultivos y pastos de ganado, fundamentalmente). El resultado es que la producción de grano por persona alcanzó su techo hace más de veinte años. Si además de ello, una parte creciente de la producción de grano (maiz, especialmente, pero también otros productos) se dedica a la producción de agrocombustibles para coches (un quinto de la producción de maiz de los EE.UU., el mayor productor mundial, se dedica ya a su conversión en combustible de automoción), la tensión puede repercutir en subidas generalizadas de precios y hambrunas (ver advertencia al respecto en Bloomberg).

- Estamos ante un declive de grandes pesquerías del Mundo. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura) describe en sus informes un cenit de las capturas de peces en el mar, que es compensado ligeramente con un incremento de la acuicultura (un sistema que precisa de importantes aportes nutricionales que provienen de cultivo en Tierra, o harinas de pescado, lo que la convierte en una actividad que “crece” a costa de que otros sectores de producción crezcan igualmente). Ese “cenit de la pesca” se corresponde con la sobreexplotación de los grandes bancos pesqueros, lo que a su vez lleva a un decrecimiento de la ingesta de pescado por persona, a nivel global, dado el incremento de la población.

- El ritmo de incremento de la extracción de petróleo ha ido disminuyendo en las últimas décadas (en los últimos 20 años el incremento de la producción anual es la mitad y un tercio de los dos lustros anteriores), y hay dificultades para incrementar la producción de forma exponencial (Según el geólogo Skrebowsky, “el 20% de las reservas globales han sido consumidas hasta el año 1985, el 30% hasta el año 1995, y el 46,3% hasta el año 2005, por lo que, en una extrapolación, el 55% alcanzaría en el año 2010, lo que indica que se habría pasado el cenit en esa fecha). De hecho, la cantidad de petróleo usado por persona se ha mantenido casi constante en los últimos veinte años, pese al incremento espectacular de la extracción de petróleo.

- el ritmo de deterioro de los recursos naturales es el mayor de la Historia: pérdida de cauces de agua (lo que se ha denominado por la ONU, una “crisis global del agua”, desertización importante, cambio climático global, pérdida de biodiversidad generalizada, llamada también “la sexta gran extinción”, etc.

La condición de “ultraperificidad” de Canarias obedece a su lejanía del entorno de la Europa continental, espacio geográfico con una de las mayores tasas de consumo mundial de recursos, siendo que, en los últimos lustros, esa “lejanía” se amortigua, por un lado, mediante el gran “subsidio energético” del consumo de petróleo barato y, por otro, y como resultado de lo anterior, con la creación de un amplio abanico vigente de compensaciones económicas y fiscales a los costes de la lejanía y la escasez de recursos propios de las economías continentales: materias primas, abundancia de suelo, economías de escala, etc.

Este régimen, consagrado en el ordenamiento jurídico, tiene, reiteramos, amparo y origen precisamente la abundancia de recursos naturales, por más que se obvie normalmente su referencia en los análisis al uso: se ha pensado que la abundancia es la regla, cuando el crecimiento en la abundancia podría ser la excepción, en términos históricos. En la medida en que éstos muestren síntomas de agotamiento, lo hará también el modelo subsiguiente.

La “ultraperificidad” es, como bien se dice, una “condición permanente”, pero entendida en relación con un modelo de sociedad y economía, la de la Europa Occidental, al que las “ultraperiféricas” se encuentran vinculadas política y económicamente desde el comienzo de la colonización transoceánica que marcó el comienzo de la Era Moderna.

En el transcurso de la Historia de Canarias, se suceden episodios donde, dependiendo del flujo comercial internacional y la sucesión de ciclos de diferentes cultivos agrícolas (básicamente azúcar - ver ingenios en Jinámar, Telde -, vinos, barrilla, cochinilla, etc.), las Islas atraviesan épocas de mayor bonanza – en la medida en que abastece mercados europeos – y, al contrario, de profundos problemas socioeconómicos: hambrunas, revueltas, emigración, migraciones interiores, etc, cuando fenecían esos ciclos. La globalización y ultraperificidad de la Canarias moderna ha sido constante.

Ha ocurrido en las Islas que, tras el nacimiento de la Aviación civil moderna y el crecimiento exponencial del uso de combustibles para el transportes, se incorporó como territorio de turismo de masas (los charters y, con ellos, el turismo de masas, nació en los años 50). A partir de ahí, nace una carrera de crecimiento exponencial a nivel mundial en el uso de recursos (revolución verde agrícola, extensión de los transportes, germen de la globalización; etc). Salvo puntuales episodios de crisis (los más importantes de los cuales han coincidido precisamente con interrupciones del suministro de petróleo), todo ha sido crecimiento y “mejora”. En ese marco, se han diluido las distancias y nacido el “bajo coste” (alimentario, de transportes, de bienes y servicios, etc.).

Aún estamos en esa era del “low cost” (precisamente el bajo coste es detonante de incrementos aún mayores del consumo, debido a la mayor “eficienca” en el uso de recursos), pero los “límites del crecimiento”, de los que nos advertían los modelos del Club de Roma, y otros estudios, desde hace décadas, parecen estar aquí.

El comportamiento posterior al del ascenso y cenit en un ecosistema cerrado que consume sus recursos no renovables es el del declive. Ocurre en todos los ecosistemas naturales: cuando se consume algo que no se puede reponer, careceremos del mismo en un futuro, más o menos próximo. La cuestión es que la rapidez del ascenso dificulta enormemente percibir ese otro lado de escasez, porque forja una sensación – amable – de esfervescencia y crecimiento, aunque distorsionada, por no ajustarse a la realidad.

Precisamente, en virtud del crecimiento espectacular, es difícil de hablar de límites de expansión, aunque aún es más absurdo hablar de mantener el crecimiento: Canarias ha crecido durante varios años a tasas del 4 e incluso el 5% anual: sin embargo, algo que crece al 4% anual se duplica cada 18 años, se triplica 9 años después, y tarda en multiplicarse por cuatro en los siete siguientes: se acelera cada vez más. Ha sido un episodio puntual, el de la mayor aceleración de la Historia de las islas, el periodo entre 1995 y 2005. Con la inercia de esos crecimientos, que ahora se ralentizan, hemos amueblado nuestra condición y, humano es, proyectamos el futuro según el pasado inmediato.

En ese marco, la ultraperificidad parecería perfectamente solventable, si no encontráramos límites absolutos. Pero eso es imposible.

¿Cómo se desenvolverá la ultraperiférica Canarias en este periodo de constricción al crecimiento? Las variables son infinitas y, por tanto, el curso de los acontecimientos puede variar, pero la tendencia que parece asentarse es la de la “relocalización”, situación justo la contraria a la “globalización” en la que las Islas se insertan desde hace siglos, aunque de forma rudimentaria.

La relocalización, fruto de la escasez, es un proceso histórico de ajuste de costes: el dinero irá a aquello más valioso y seguro (inflación de materias primas alimentarias, energéticas y metales, etc). Se reducirá el porcentaje de gasto para lo superfluo, y se centrará progresivamente el esfuerzo energético, de materiales, etc. en lo esencial. Charles Hall, ecólogo, considera que, globalmente, habrá menos “tasa de retorno energético” por cada unidad invertida, lo que forzará a “aprovechar el excedente energético” para lo más esencial, y ese proceso lo viene analizando el autor desde hace décadas (ver gráficas al respecto). La dinámica de comportamiento de este proceso “natural”, viene condicionado por múltiples factores. Quizás la clave de la “relocalización” sea la adaptación como respuesta.

En este sentido, “adaptarse” requiere previamente conocer los condicionantes y las tendencias. En el caso de la “ultraperificidad”, se puede discutir ampliamente cómo “reducir” sus efectos, o disminuir lo que conlleva de incremento de costes, o de insuficiencia de tamaño del mercado para ser atendido por una economía de bajo coste, en la actualidad. Básicamente, se detraerán recursos de otros conceptos para “compensar” esa lejanía, cuestión clave en la era “pospetróleo”. Sin embargo, tan importante como eso será el proceso de adaptación a los costes (reales) crecientes y a los procesos de “ajuste” que implicarán crecientes costes (financieros) en los factores de producción.

Es preciso conocer que la ultraperificidad, como “estatuto permanente” no es posible en un Mundo en el que “nada permanece constante”. La dureza de esta afirmación es sólo comparable a la realidad que esconde: la certidumbre de que nada es intangible debe servir de acicate a la movilización en todos los órdenes, para cambiar, sobre todo, la sensación de “aceleración” fruto del crecimiento exponencial previo.

¿Cómo amoldar una sociedad ante los cambios? La forma más habitual, y humana, es diferir en el tiempo la adopción de decisiones que pudieran alterar lo que se considera como el normal (y deseable) estado “permanente” de las cosas. Pero es posible, al menos, hacer por no incrementar la huida hacia delante, algo harto difícil en épocas de aceleración, pero que al menos nos reconduce más hacia los límites reales.

Seremos más “ultraperiféricos” porque las economías de escala están sustentadas en la globalización, y ésta en un flujo cada vez mayor de recursos. Para financiar ese flujo, entramos en políticas de endeudamiento que confían en que más recursos vendrán a sustituir a los actuales. Pero esa tendencia no es posible indefinidamente.

Replantear la “ultraperificidad” requiere previamente, como conditio sine qua non, hablar de los factores que han permitido su mantenimiento. Probablemente, retrasar abordar esa situación y debate nos dificulte el margen de actuación en un futuro no tan lejano.