lunes, diciembre 31, 2007

Ante el Declive del fósforo para la agricultura: la menor disponibilidad de fosfatos como techo para la producción alimentaria y la población mundial


El mundo se encuentra en declive de extracción de fósforo, desde el año 1989.

(este documento consiste básicamente en la traducción de diferentes apartados de artículos referidos al declive del fósforo, encontrados en su forma original en http://energybulletin.net/28720.html).
Texto del Informe en español, en PDF, aquí.

Diversas publicaciones han advertido del declive de la producción mundial de fosfatos, elemento esencial usado hoy en la agricultura moderna para garantizar el crecimiento de las plantas comestibles. Nos hacemos eco de ellas, traduciendo algunas de sus referencias.

En “Peak phosphorus”, Patrick Déry and Bart Anderson hacen una interesante aplicación de la curva de Hubbert al análisis de la extracción de fósforo en el mundo. Estiman que la producción mundial de fósforo alcanzó su techo en el año 1989 y que, desde entonces, ha entrado en un declive permanente.

La Curva de Hubbert es útil para explicar el comportamiento en la obtención de un recurso natural no renovable, o renovable pero que se extrae a una tasa muy superior a su capacidad de recuperación. Así, parece claro que, en el caso de los fosfatos, un recurso mineral que se extrae de minas, estamos ante un proceso similar al del resto de los recursos minerales: se obtiene, en la parte ascendente de la curva de campana, el recurso con facilidad y abundancia creciente; se llega a una meseta de extracción máxima, la parte superior de la curva; y, posteriormente, comienza un declive de su disponibilidad.

En el caso del “fósforo”, con una aplicación principal en la agricultura moderna para incrementar la fertilidad del suelo, diversos autores advierten que nos encontramos ya ante la parte descendente de la curva, a nivel mundial. No se acaba el recurso, sino que éste será cada vez más escaso.

En el citado artículo, el físico Patrick Déry aplica el médoto de Hubbert a diferentes ámbitos de producción: Nauru, el país más pequeño del mundo, situado en la Micronesia, es toda ella una gran roca de fosfato; los EE.UU., un gran productor de fosfato; y, finalmente, aplica el método al conjunto de la producción mundial.

Nos recuerdan los autores que el fósforo (P) es un elemento necesario para la vida, encontrándose éste típicamente en las rocas. Como los agricultores saben, el fósforo es uno de los tres nutrientes principales que se requieren en la agricultura industrializada de forma mineral, para el crecimiento de las plantas: nitrógeno (N); fósforo (P), y potasio (K). Los fertilizantes se etiquetan dependiendo de la cantidad que contienen de cada uno de ellos (por ejemplo, 10-10-10). La mayoría del fósforo se obtiene de las minas de rocas de fosfato. El fosfato en crudo se usa hoy en la agricultura orgánica, mientras que los fosfatos tratados químicamente, como los superfosfatos, trifosfatos, fosfato de amonio, se usan en la agricultura convencional.
Philip H. Abelson escribe en Science: el uso más importante de los fosfatos es el de fertilizante. El desarrollo de las cosechas agota el fosfato y otros nutrientes del suelo…la mayor parte de las granjas del mundo no tienen o reciben la cantidad adecuada de fosfatos. Alimentar a la creciente población mundial acelerará la tasa de declive de las reservas de fosfato y…los recursos son limitados, de hecho los fosfatos están desapareciendo. Las próximas generaciones afrontarán el problema de obtener el suficiente fosfato para subsistir. Es importante anotar que el fósforo, a menudo, es un nutriente limitante en los ecosistemas naturales. Esto es, el suministro de fósforo disponible limita el tamaño de la población en esos ecosistemas.
En inglés, ofrece el autor varias referencias en torno a la importancia del fósforo en agricultura: “Understanding Phosphorus and its Use in Agriculture”, de la Asociación europea de fabricantes de fertilizantes; y “Phosphate Primer”, del Florida Institute of Phosphate Research.
Perspectiva de un cenit del fósforo.

En su sobrecogedor libro “Eating Fossil Fuels”, Dale Allen Pfeiffer nos muestra que la agricultura convencional es tan adicta al petróleo como lo es el resto de la sociedad”.

De la misma manera, el autor nos habla de que la agricultura es adicta a los fosfatos obtenidos en las minas, y que un cenit de la producción de fosfatos claramente amenazaría la producción agrícola. Y para ello, no remite a un resumen del U.S. Geological Survey (USGS), que nos advierte que “no hay sustitutos para el fósforo en la agricultura”. Se refiere el Servicio geológico al “fosfato obtenido de las minas”, ya que se trata de un recurso no renovable. No obstante, como dicen los autores, “afortunadamente, el fósforo – al contrario de lo que le ocurre al petróleo – se puede reciclar: entre las respuestas al cenit del fósforo se encuentra la recreación del ciclo de nutrientes para las plantas, por ejemplo, devolviendo el estiércol animal (incluyendo también el humano) a los suelos cultivados”.

El Uso de la “linearización de Hubbert” para el análisis de la producción de fosfatos.

La curva parabólica de Hubbert – usada inicialmente para el análisis del cenit del petróleo – puede ser usada para el análisis de la extracción de fósforo, que sigue también aproximadamente una forma de campana.

Déry aplica la Curva de Hubbert para el análisis de los fosfatos que se comercializan (entre un 26 y un 34% de los fosfatos). Otras reservas minerales de fosfatos, con menores concentraciones de este elemento, existen en la naturaleza pero, al igual que ocurre con la explotación de arenas bituminosas para la obtención de petróleo, tienen un mayor coste económico, energético y medioambiental en su extracción.

El autor usa los datos del United States Geological Survey (rock phosphate production historical data series) para dibujar la Curva de producción de fosfatos, y los resultados, nos comentan, son “increibles”: el modelo teórico de la curva logística encaja casi perfectamente con los datos reales de producción. De ahí que el autor estime que los EE.UU. han pasado ya su techo de producción en el año 1988 y el mundo en el año 1989.

El autor hace un análisis del declive en una zona especialmente significativa: la isla de Nauru, en el Pacífico Sur, la República más pequeña del mundo, con 21 km² de extensión, y que ha sido históricamente una gran productora de fosfatos. Sin embargo, como dice este documento de la CIA (CIA World Factbook), el recurso se encuentra exhausto, tras más de 90 años de explotación: su gobierno en bancarrota y su pequeña población en una situación límite de supervivencia, al no disponer de otros recursos. Curiosamente, la población de Nauru ha afrontado un grave problema de obesidad y diabetes, aunque ya los supermercados registran estanterías vacías, a la espera del siguiente barco que importa los bienes. Una tremenda lección, sin duda alguna, para quien quiera tomar nota de ella[1].

Se observa que el cenit de la extracción del recurso en la citada isla tuvo lugar en el año 1973, y se comprueba en la Linearización de Hubbert del periodo 1959 – 2005, el descenso de la producción por año desde entonces. Déry observa cómo las estimaciones de reservas recuperables, a través de la linearización de Hubbert, antes del cenit estimaban un volumen total aproximado de 97.000 tk, y una fecha de cenit en el año 1978, mientras que las mismas estimaciones realizadas con los datos tras el cenit, estimaban unas reservas recuperables de 72.000 tk, y una fecha de cenit en el año 1971.
El autor obtiene, a partir de estos datos, un gráfico de producción en forma de Curva de Hubbert, con fecha de cenit en el año 1973, y declive permanente posterior.
El caso de los Estados Unidos, al ser junto a China y Marruecos, uno de los grandes productores del mundo, de acuerdo con el USGS, está más estudiado. A raíz de los datos existentes se estima que existió un techo de producción en el año 1988, con un declive permanente posterior, estimando unos recursos extraíbles (URR) de 2850 MT.

Producción mundial

Se estima, usando los datos de producción desde el año 1968 al año 2005, que el volumen total de recursos extraíbles es de unas 8000 MT, deduciendo el autor que “estamos probablemente ante un declive mundial de la extracción minera de fosfatos”.
Población y Fósforo
Según el autor, y yendo aún más allá, “la agricultura convencional usa cantidades importantes de petróleo y gas para producir alimentos. Tenemos únicamente que trazar los datos de la población mundial en relación con la producción de petróleo para ver la fuerte relación existente entre ambos.
Pero no sólo importa la producción de petróleo. Los nutrientes como el nitrógeno y el fósforo son imprescindibles también para la consecución de la “Revolución verde”. El nitrógeno está presente en la atmósfera de forma abundante (el 78% de su composición). El proceso Haber – Bosch para la obtención de nitrógeno usa un uno por ciento de toda la energía consumida por los humanos[2]. El nitrógeno también se puede fijar en el suelo usando microorganismos. Si hay suficiente energía, habrá disponibilidad de nitrógeno.
Pero el fósforo puede ser el verdadero cuello de botella para la agricultura[3].
El crecimiento de la población mundial ha sido solamente posible debido a que se encontraron depósitos minerales de fósforo y energía barata para extraerlos, transformarlos y transportarlos a las granjas. Cuando trazamos tanto los datos de población mundial como de producción global de fosfatos, encontramos una significativa correlación.
¿Qué implica esa correlación? Inclusive si encontramos un substituto real para los combustibles fósiles, será imposible mantener el crecimiento de la población mundial debido a que los depósitos de fosfatos están posiblemente en declive. Será imposible mantener cualquier modelo agrícola que no recicle los nutrientes.
Respuestas ante el cenit del fósforo
De alguna manera, el problema del cenit del fósforo es más complejo y difícil que el del cenit del petróleo. Existen otros recursos energéticos disponibles además del petróleo, aunque todos ellos tienen sus defectos. Además, el sol nos provee de un permanente flujo de energía.
Como se ha dicho, al contrario de los combustibles fósiles, el fósforo puede ser reciclado. Sin embargo, si tiramos el fósforo, no podremos reemplazarlo por ningún otro recurso. Actualmente estamos dilapidando los limitados suministros concentrados que existen de fosfatos. De forma habitual, los fertilizantes de fosfato se aplican sin cuidado, conduciendo a la generación de residuos y polución. La comida que proviene de la agricultura es consumida por las personas y los animales, que excretan a su vez la mayor parte del fósforo, y que después es derivada hacia las aguas residuales que, en su mayoría van hacia el mar o se dispersan de cualquier otra manera.

La respuesta clave ante el cenit del fósforo es recrear el ciclo de los nutrientes. F.H.King en su texto clásico: Farmers of Forty Centuries: Organic Farming in China, Korea and Japan[4], describe cómo el retorno del estiércol humano y animal al suelo permite a la agricultura asiática mantener su productividad durante milenios.

Conclusión (personal):

El Mundo ha emprendido un uso intensivo de un recurso no renovable como los fosfatos, hasta llegar a su cenit de extracción y posterior declive. Es el momento de las estrategias de “ahorro y eficiencia”, que se prodigan en tiempos de creciente escasez. La fuente “renovable” de fósforo, a través de la agricultura tradicional y las heces de los animales y humanos tiene un poder importante pero, previsiblemente, muy inferior a la hora de incrementar el rendimiento agropecuario, en relación con la “inyección” de minerales fósiles extraídos a través de la minería mundial. Así pues, la Ley de Liebig actúa para hacer del límite físico de fosfatos un verdadero cuello de botella del crecimiento y reproducción de la población mundial.

El desarrollo de la agricultura orgánica tradicional, pese a todo, es la vía más humana de afrontar ese natural descenso en la disponibilidad de los fosfatos a nivel mundial, porque es la fórmula más local, que menos precisa de insumos del exterior, y la que es, por tanto, más sostenible.

Más referencias (inglés):

Phosphate Depletion: http://mobjectivist.blogspot.com/2007/08/phosphate-depletion.html

Closing the loop on phosphorus: http://www.ecosanres.org/pdf_files/Fact_sheets/ESR4lowres.pdf

USGS. Phosphate rock: http://minerals.usgs.gov/minerals/pubs/commodity/phosphate_rock/phospmcs07.pdf

The reuse of phosphorus: http://www.efma.org/publications/phosphorus/understanding%20phosphorus/Final%20phosphorus.pdf



[1] Comentario en cursiva del traductor.
[2] Dato del texto original tomado de: Smith, Barry E. “Nitrogenase Reveals Its Inner Secrets”, Science, 6 September 2002: Vol. 297. no. 5587, pp. 1654 – 1655, www.sciencemag.org/cgi/content/full/297/5587/1654
[3] Usando una expresión original de Isaac Asimov, citada en: Conrad, Jim. “A bottleneck in nature”, Backyard Nature, www.backyardnature.net/phosphor.htm
[4] F.H. King. Farmers of Forty Centuries: Organic Farming in China, Korea and Japan , Dover Publications, NY, 1911 (ed. 2004)

jueves, diciembre 27, 2007

Marruecos nuclear


Cada canario consume al día unas 16 veces más petróleo que un marroquí. Así, un canario consume todos y cada uno de los días del año 10 litros de petróleo, mientras que un marroquí consume algo más de medio litro, que podríamos elevar a un litro equivalente, de forma aproximada, si incluimos el consumo de carbón que realiza en sus centrales térmicas. En Marruecos hay unos 40 vehículos por cada mil habitantes, mientras que en Canarias hay cerca de 700. También el abismo se sitúa en la dieta: según la FAO, la anemia afecta al 30% de las mujeres y el 10% de los hombres.

Marruecos, sin embargo, al igual que Canarias, ha registrado un espectacular crecimiento de su consumo de recursos no renovables, aunque manteniendo la asombrosa distancia en “desarrollo” entre ambos mundos. Esa distancia es insalvable, porque no hay suficientes recursos energéticos ni industriales en el Mundo para que los países del “Sur” alcancen cuotas siquiera similares de consumo a las de los países más ricos: o unos u otros, pero no todos, con los recursos de una sola Tierra. La llegada a los límites detendrá apetencias de crecimiento aquí y allá, aunque nos cueste reconocer que el Planeta tiene límites, y estemos empapados de mitos sobre el progreso, la energía libre y el redentor poder de la tecnología.

El señuelo nuclear, sin embargo, avanza a gran rapidez, sobre todo en torno a los países del Magreb, tanto petroleros como no, que ven cómo la creciente factura petrolera limita realmente sus posibilidades de mantener el crecimiento que, como el resto de economías, quieren mantener a toda costa: es una huida hacia delante. Una economía aún rural, pero con un espectacular crecimiento de la demanda de electrificación y redes a lo largo del país, que está promoviendo la terciarización de su actividad, precisa de un suministro eléctrico constante y garantizado, como ya existe en los países de la OCDE, ampliamente nuclearizados.

Esta apetencia nuclear, como nos recuerda el geólogo Mariano Marzo, es extensible al conjunto de países del Magreb y petroleros, aunque chocaría previsiblemente con los límites de expansión del suministro de Uranio en los próximos años para la flota creciente de reactores, según Michael Dittmar. No obstante, es previsible que los importantes intereses de las grandes eléctricas – en este caso de la mano de la agresiva diplomacia gala – estimulen la construcción y eventual puesta en funcionamiento de algún reactor en Marruecos, así como han promovido la investigación para intentar obtener uranio como subproducto a partir de los fosfatos, mineral muy abundante en el Sáhara, y prueba de que la industria nuclear ya precisa encontrar – como la petrolera con las aguas profundas y los crudos pesados – recursos con menor concentración y mayor esfuerzo energético para su obtención y el mantenimiento de la industria nuclear mundial.

La abismal diferencia de consumos África – Europa es la que estimula la emigración del país hacia Europa y también la justificación de dirigentes de ese país y de los grandes conglomerados empresariales y la propia Unión Europea, que promueven acuerdos para seguir “desarrollando” al país. Sin embargo, es muy dudoso que se puedan mantener, como hemos dicho, ese ritmo de crecimiento durante mucho más tiempo, una vez se alcanzan los Límites de los que pocos quieren oir hablar.

Marruecos pretende alcanzar cuotas de consumo imposibles, mientras que los países más consumidores también quieren seguir creciendo, de forma también irreal. Esta impresionante voracidad y velocidad del crecimiento es lo que está acelerando, en estos años, la llegada al cenit y declive del petróleo y que los mercados de todas las materias primas – desde las alimenticias a las de metales – estén descoyundándose para intentar atender una demanda frenética que solamente se frenará, visto lo visto, con una gran crisis de oferta y la consabida crisis financiera de ajuste de la burbuja monetaria a unos recursos que no pueden multiplicarse con el ritmo pretendido por el club de los ricos, y de los pobres que aspiran a dejar de serlo, emulando a sus vecinos del Norte.

Referencias:

Mariano Marzo y el desarrollo nuclear en Oriente próximo y medio: http://www.crisisenergetica.org/article.php?query=energeticos&story=20071127183227214

MORROCO ENERGY TRENDS: http://earthtrends.wri.org/pdf_library/country_profiles/ene_cou_504.pdf

Agencia Internacional de la Energía – Marruecos: http://www.eia.doe.gov/emeu/cabs/Arab_Maghreb_Union/Morocco.html y http://tonto.eia.doe.gov/country/country_energy_data.cfm?fips=MO

Población de Marruecos: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/print/mo.html - Population: 33,757,175 (July 2007 est.)

Consumption barrels oil diary 180.000 barrels oil, diary (2006),

Consumo de Carne en Marruecos: http://earthtrends.wri.org/pdf_library/country_profiles/ene_cou_504.pdf

Anemia en Marruecos: Anaemia still affects 30% of women and 10% of men in Morocco- http://www.fao.org/ag/agn/nutrition/mor-e.stm

Necesidad imperiosa de Marruecos de usar la energía nuclear: Marruecos utilizará la energía nuclear para la producción de la electricidad y desalar agua a partir de 2017. http://diariodelanzarote.com/2007/12/27/canarias06.htm
Destaca que es una "necesidad imperiosa"
Marruecos tiene la intención de construir dos reactores nucleares, el primero en el Sur, que se utilizará para la desalación del agua y otro, situado en el centro, para la producción de la electricidad.
ACN[Jueves, 27 de diciembre de 2007] [07.00]
El uso de la energía nuclear en la producción de la electricidad en Marruecos se hará a partir del 2017, según confirma la ministra de Energía, Minas, Agua y Medio ambiente, Amina Benjadra.
En su comparecencia el martes ante los miembros del Senado, Benjadra indicó que existen varios estudios de cooperación con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) para la selección y la calificación técnica de los sitios de las centrales nucleares.
La ministra añadió que “el ministerio trabaja actualmente en la coordinación con la AIEA y los socios de Marruecos, para integrar técnicas nucleares en la producción de electricidad y en la desalación del agua”, porque anotó que la producción de la electricidad nuclear requiere infraestructuras especiales”.
Benjadra señala que la diversificación de las fuentes de energía es una "necesidad imperiosa" y constituye uno de los principales ejes de la política energética marroquí. Marruecos dispone actualmente de un reactor nuclear de una capacidad de dos megavatios.
La AIEA había manifestado, en noviembre pasado a través de su director general, Mohamed El Baradei, su disponibilidad "total" para apoyar al país alauita en sus “importantes” proyectos en materia de energía electro nuclear.
Marruecos tiene la intención de construir dos reactores nucleares, el primero en el Sur, que se utilizará para la desalación del agua y otro, situado en el centro, para la producción de la electricidad.

Escasez de gas natural III


Según el magnífico estudio del Geólogo Euarn Mearns sobre el mercado europeo del Gas Natural, publicado en http://www.theoildrum.com/, la producción del gas natural en este continente parece que alcanza su cenit histórico en el año 2008, para comenzar un importante declive que llevaría a la Europa occidental – y a sus economías más importantes, como la alemana y británica - a más que duplicar sus importaciones (que ya alcanzan al 45% de su consumo) de este combustible fósil para el año 2020. La pregunta que se hace el experto es de dónde importará Europa ese Gas, y cómo competirá con los otros grandes consumidores – e importadores - del Mundo: EE.UU., que precisaría de crecientes porcentajes de importación de este combustible del exterior habida cuenta del declive del gas natural de su principal proveedor, Canadá; y Japón, cuya dependencia del exterior es absoluta.

La producción de los países europeos de la OCDE se encuentra en declive en los importantes productores Reino Unido y Países Bajos, no así en Noruega, que alcanzaría el comentado cenit durante el año 2008. Según el geólogo, existe el mito de que los declives locales serán compensados con la producción creciente por parte de Rusia. Sin embargo, al parecer, sus tres yacimientos de gas más importantes se encuentran en declive. Por otro lado, tanto Rusia como Argelia, Egipto y Libia están incrementado su consumo doméstico, lo que permite calcular que la expansión de sus exportaciones, además de por factores geológicos de cenit, se frenará por una mayor tasa de consumo de recursos en el interior de esos países, todos ellos muy alejados del consumo per capita de los Estados ricos.

Mearns cuestiona que se pueda mantener el espectacular incremento de consumo de Gas Natural en la OCDE en los próximos años, por diferentes motivos, como hemos dicho: declive de productores europeos, decrecimiento en las exportaciones a medio plazo de los productores del Magreb, declive de los grandes yacimientos en Rusia (así como importante crecimiento del consumo interior en este país), y enorme concentración de las reservas en sólo tres países: Irán, Qatar y la misma Rusia, ésta última haciendo uso de forma creciente del arma del “corte de suministro” para incrementar el precio de la exportación de este valioso producto, sobre todo para su uso en zonas de clima inhóspito en invierno. El también geólogo Jean Laherrere estima, también para Rusia, que su cenit de producción está teniendo lugar durante el próximo lustro, para entrar en declive posterior, habida cuenta del cenit de descubrimientos en los años 70. Muy por detrás se sitúa la producción argelina, para la que el mismo Laherrere estima un incremento en su volumen hasta la primera mitad de la próxima década.

En total, por parte de los países productores del norte de África (Libia, Egipto y Argelia), Mearns estima un cenit de exportación de gas sobre el año 2015, para declinar posteriormente. Parece ser que ni Nigeria ni Qatar (que ha decretado una moratoria en la extensión de sus infraestructuras gasísticas de exportación) pueden ayudar a seguir manteniendo el importante incremento de cerca del 3% anual del consumo de Gas Natural en las últimas décadas en los países de la OCDE.

Esta situación – de límites en los ritmos de crecimiento – se topa igualmente con los límites de disponibilidad de gas natural licuado, a partir de grandes gaseros. El experto portugués Luis de Sousa ha estimado que para poder incrementar la importación de Gas Natural Licuado de países de Oriente Medio o el Golfo de Guinea, prácticamente sólo Europa tendría que duplicar el número de buques metaneros, con el objetivo de atender la demanda a finales de la próxima década, lo que sitúa como uno de los problemas más graves la puesta en marcha de toda esa gran infraestructura, de forma competitiva con otros destinos, más aún teniendo en cuenta el carácter muy estacional del consumo del gas natural, coincidiendo con una de las prioridades del Gas Natural para los próximos años, que será la atender los consumos prioritarios, sobre todo los derivados de la calefacción.

En ese escenario, resulta difícil entrever que la creciente demanda de gas natural licuado pueda ser atendida por una oferta que, aunque pueda crecer durante algunos años más, ya está dando señales de llegar al límite y, en todo caso, forzará, como ya ha ocurrido en Europa en el último año, a reducir el consumo para adaptarse a una era en la que, definitivamente, será la oferta de este combustible la que determine para siempre la demanda.

Ver informe citado del Mercado de gas europeo: The European Gas Market

miércoles, diciembre 26, 2007

¿Sociedad del conocimiento?


Los estudiosos del medio rural, y los que minoritariamente optan – de forma meritoria, anónima, a contracorriente y en ausencia de reconocimiento social – por seguir cuidando el suelo, semillas y prácticas agropecuarias y artesanales seculares, para aplicarlas en la vida diaria e intentar conservar ese legado, advierten día sí y día también que se mueren los viejos que tienen la mayor parte del conocimiento que permitía el sustento a la mayoría de la población de las Islas hasta hace muy pocas décadas, y durante el conjunto de nuestra Historia.

Normalmente, los conocimientos se heredaban con la práctica diaria de los oficios y la vida cotidiana de las familias, en una vida de verdadera parquedad de medios con la que, sin embargo, el humilde entorno familiar y productivo se procuraba las técnicas, semillas, prácticas más diversas, para poder alimentarse y alimentar al ganado, vestirse y cobijarse, sanarse y poder cantar coplas que tenían forzosamente que improvisar o aprender; también para intercambiar y conservar alimentos o historias que no se debían olvidar. Esa sociedad antigua que hoy mayoritariamente se repudia o se ignora en su conjunto, gestionó una masiva fuente de conocimientos de forma oral, con comunicación directa e inveterada, y claves importantes para desenvolverse en un medio de escasez de recursos del exterior.

La particularidad de todos esos conocimientos es que eran extraordinariamente diversos y adaptados a cada medio, a entornos muy concretos: probablemente nunca circuló tanta información específica y especializada entre personas que hoy consideraríamos iletradas, como en esas décadas en las que se conocían los ciclos de las plantas comestibles y sus variedades y cuidados principales; se daba nombre necesario a cada rincón de barranco; o se conocía cómo armar una yunta o preparar el complejo proceso de elaboración del gofio o de la confección de tal pieza de ropa, ungüento, fiesta local o reparación de tal o cual aparejo. Era el hoy redundante I+D incrustado en la vida de decenas de miles de conocedores de su zona, verdaderas bibliotecas vivas, hoy olvidadas.

La particularidad de todo ese inmenso conocimiento es que necesita estar vivo para ser real. Si no se traspasa y ejecuta la práctica cotidiana diversa entre iguales, muere con sus transmisores truncados, para siempre. De hecho, Canarias está perdiendo en estos años la mayor fuente documental y del conocimiento de su Historia, en su inmensa mayoría nunca escrita, cuando fallecen sus mayores. Como casi nadie se ocupa de hacer lo que se hizo generación tras generación, esa pérdida es definitiva e irrecuperable para el conjunto social.

Hoy, sin embargo, nos mofamos de ser la “sociedad del conocimiento”. Una sociedad atrapada que, cuando le bajan la palanca de la luz eléctrica, se vuelve inútil porque no sabe o puede hacer casi nada. Vivimos en una entelequia enchufada al conocimiento televisivo y electrónico, atrapaba literalmente en el mundo virtual ya programado y cocinado por la industria globalizadora, que nos hace clones de supermercado y amasijo homogéneo únicamente distinguible por el salvapantallas del móvil. Nos enorgullecemos de muchos grandes avances en la formación de los ciudadanos, precisamente cuando menos sabemos de cómo vivir con poco, o sin el frágil pero masivo apoyo de lo que entra por puertos y aeropuertos, y cuando menos tiempo podemos estar sin apretar un botón. Nos hemos convertido en sólidos ciudadanos tecnológicos, despreciando groseramente lo manual, en trasunto de pueriles coleccionistas de cualquier engodo de la sociedad de consumo. Sabemos de fórmula 1 pero no cómo plantar para alimentarnos. Somos la sociedad del desconocimiento de lo vital, y andamos sonámbulos, presurosos tras el último ingenio electrónico, para ser cada vez menos autónomos y cada vez más piezas de engranaje autómata, encerrados en los autos y viviendas que procuramos llenar con lo último, en una dinámica que tiene el ciclo vital de la moda, el triunfo de lo efímero y lo caduco frente a la permanencia y contundencia del conocimiento generacional. Todo un logro de esta moderna sociedad del conocimiento el que hoy desconozcamos tanto lo real. Un agradecimiento a los que se desviven para que esto no ocurra, en su trabajo diario y casi anónimo con los mayores de Canarias.

lunes, diciembre 17, 2007

Canarias y la (incómoda[1] e inevitable) cuestión de la población


Texto disponible aquí en PDF.

Abordamos en estas líneas la “cuestión de la población”[2], su relación con la “capacidad de carga” de un territorio, la evolución que esa capacidad puede tener en una era de creciente escasez (carestía) energética – así como el importante rol que la energía y el conjunto de recursos juega en mantener o no una capacidad de carga determinada – y, por último, las respuestas que hoy se dan a la situación y propuestas de limitación poblacional, y líneas de debate para abordar, con la importancia que requiere, una cuestión clave en nuestros próximos tiempos: cómo afrontar las tensiones crecientes entre unos recursos naturales vitales en declive y un crecimiento global de la población mundial, centrándonos finalmente en el ámbito de Canarias[3].

Capacidad de carga de un territorio.

Los ecólogos, atentos a la dinámica de los ecosistemas, consideran las interacciones entre especies, las cadenas tróficas y, en general, las condiciones en que cada población de seres vivos se desenvuelve y tiene limitada su existencia. El mantenimiento de las características de un ecosistema en equilibrio[4] requiere de unas variables más o menos estables, a su vez, para mantener una relación más o menos estable de las especies, basado por lo demás en relaciones de competencia y cooperación, vida y muerte. En el caso de que en un territorio se den circunstancias que provoquen la disminución de recursos – por ejemplo, disminución de la disponibilidad de agua por una situación de sequía más o menos habitual -, existe una adaptación y regulación de la “capacidad de carga” de población en el territorio, en forma de mortandad o migraciones por parte de los seres vivos dependientes de un estado determinado de recursos hídricos. Las poblaciones se regulan continuamente entre sí, y se adaptan sin solución de continuidad a la variabilidad propia de todo entorno vivo, de acuerdo con las estaciones, los periodos climáticos, la interacción con otros ecosistemas, etc.

Los humanos somos una especie más en el ecosistema – mundo que la globalización antropomórfica ha creado, siendo nuestras relaciones económicas y sociales una extensión de esa dinámica descrita. También existe en cada uno de sus espacios una capacidad de carga límite y, además, existen movimientos de población en forma de nacimientos y mortandades, que regulan la presencia humana en los ámbitos adaptados para la vida del homo sapiens. Como los demás seres, aunque en una proporción fabulosamente superior, precisamos (los seres de las sociedades ricas) de ciertos requerimientos (materiales) – alimentos, agua, aire, etc. – para mantenernos vivos y, en su ausencia, pereceríamos, amen del ciclo vital natural. La cantidad de población que habita un territorio, en última instancia, estará determinada por la accesibilidad o disponibilidad de esos recursos elementales. Evidentemente, competimos por ellos, en una escala hoy mundial.

También, como los otros seres vivos, cada uno en su ecosistema, necesitamos de energía para “movilizar” los nutrientes que nos permiten mantener la vida. La definición de un ecosistema – o sociedad, añadimos - viene dada aquí por la usada por los ecólogos en sus estudios, que hablan de “una porción de la naturaleza o de la ecosfera, limitada conceptualmente por un borde, frontera o interfase a través del cual pasan continuamente y en ambas direcciones energía y sustancias químicas”[5]. Nuestra frontera, como especie, es la de la Tierra misma; nuestra energía, esencialmente la de los hidrocarburos y la solar que permite la producción de alimentos (ayudada en una escala extraordinaria por los combustibles fósiles); y a nuestra disposición, la menguada litosfera y sus minerales.

Esquivar el debate de la capacidad de carga.

Una de las tareas del “hombre moderno” ha sido la de esquivar, por diferentes motivos, los debates de la capacidad de carga de ese ecosistema - mundo, usando argumentos que van desde lo económico, o lo tecnológico a lo moral (la moral propia del hombre moderno). Y, en parte, ha podido hacerlo durante las seis últimas generaciones que han presenciado el nacimiento y culmen de la revolución industrial y tecnológica. Sabemos que Malthus, en su Ensayo sobre la población[6], planteó la cruda cuestión de que la población no puede crecer indefinidamente en un entorno finito, algo obvio: “la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre”[7]. Como hemos dicho[8], probablemente Malthus no se equivocó en su análisis, sino que no previó el enorme insumo energético que la población del mundo iba a recibir en la era de los combustibles fósiles, cuyos albores vivió. Precisamente, la multiplicación de la energía primaria por habitante ha sido de tal magnitud en el periodo histórico 1850 – 2006, que ha permitido la transformación por parte de una especie – la humana – de un territorio – el Planeta entero – para la movilización de sus materiales – nutrientes – en aras de incrementar la capacidad de carga del territorio donde vive[9]. Sin ese influjo, no hubiera sido posible el incremento de la capacidad de carga de la Tierra, como de hecho no lo fue en los cientos de miles de años anteriores de existencia del hombre, durante los cuales su presencia en el territorio se veía limitada por su propia (a los efectos de la visión del hombre moderno) capacidad física – energía endosomática humana – y ésta, a su vez, condicionada por la cantidad de alimentos y recursos limitados que podía obtener de su ecosistema local. Así, sabemos de la existencia de una cierta estabilidad poblacional en la historia del homo sapiens en la Tierra, hasta el descubrimiento del fuego y, posteriormente, tras el último fin del periodo de glaciación, con el advenimiento de la hoy esencial agricultura. Esos episodios supusieron hitos en la conquista del hombre de nuevos espacios antes no habitables, la ingesta de animales antes no digeribles, y la defensa ante otros mamíferos y condiciones de vida que condicionaban su expansión[10].

La multiplicación de la energía disponible – otrora en forma de esclavos para los “ciudadanos” de las civilizaciones que surgieron del dominio de los grandes cursos fluviales – está en el origen de la multiplicación humana, y esa reflexión está en el origen – aunque quizás no explícito – del pensamiento malthusiano. El trabajo – energía – del hombre y las bestias de su época no podía sino ofrecer una cantidad determinada de alimentos, que no se podían multiplicar, sin multiplicar el espacio – finito – de la tierra donde se habitaba. La conciencia del límite fue posteriormente denostada al refugiarse el crecimiento exponencial de la población humana, primero en la conquista de las nuevas fronteras (Nuevo Mundo y movimiento colonizador) y después en el generoso manantial energético que suponen los combustibles fósiles, y sobre todo el petróleo, “lubricante” del funcionamiento del ecosistema “Tierra – mundo globalizado”[11].

Sabemos que la energía fósil – como antes con la madera[12] y los animales de tiro - moviliza mercancías con valor alimenticio, procura el desplazamiento de poblaciones a zonas insospechadas habitando zonas inhóspitas y multiplica realmente los panes y los peces, a través del uso masivo de fósiles para la obtención de fertilizantes[13] y el enorme sistema de inyección energética que supone la agricultura moderna, absolutamente dependiente de los combustibles fósiles[14].

Sin embargo, el cenit y declive del petróleo, que plantean el advenimiento de una nueva era histórica, de “pos - exuberancia”[15], y de “racionamiento del petróleo” por la vía de los precios, supondrá el importante cuestionamiento de este axioma moderno de la aparente y extensa capacidad de carga poblacional del Planeta. No es posible mantener la abundancia porque no existe parangón posible en las características de densidad energética de los combustibles fósiles, recurso forjado tras decenas de millones de años de procesos geológicos que dispusieron enormes cantidades de plancton marino, en un proceso de concentración, altas temperaturas y presión ideales para crear las cadenas de hidrocarburos, cuya combustión tiene un gran poder de “movilización de moléculas”, un gran poder calorífico, en un porcentaje muy superior al de otros materiales combustibles.

Así pues, con el declive del petróleo, que moviliza además la accesibilidad a los demás recursos o fuentes energéticas – la disponibilidad en la escala actual de carbón y gas, el transporte, extracción y gestión de materiales relacionados con la industria nuclear, los procesos industriales que permiten el mantenimiento y construcción de presas, aerogeneradores, paneles solares, plantas de biomasa, etc. – volverá a la luz el debate aplazado que planteó Malthus, con toda su crudeza. No será posible evitarlo, porque la escasez energética nos pondrá de bruces contra los límites físicos de acceso a materiales vitales, pero con poca energía disponible.

Probablemente, el dilema no tenga solución en los términos en que el hombre moderno pudiera plantear el sofisma, deudor éste de la “tecnología”[16] y “progreso”[17], hombre al que simplemente pensar en una dimensión “premoderna” – esto es, con escasez de recursos exosomáticos disponibles – le causa pavor. Pero no por ello deja de plantearse la cuestión ni, como se dice, por negar las evidencias dejan de tener lugar los acontecimientos que éstas indican.

Las demás especies que nos acompañan en la biosfera tienen una limitada capacidad de análisis ante fenómenos adversos (así como limitados medios de defensa ante la “sexta gran extinción” que la multiplicación humana les está causando). Probablemente nosotros, en el ámbito de la acción, colectivamente también tengamos ese “déficit”, actuando como especie social que somos[18]. Pero, al menos, tenemos la capacidad de racionalizar las consecuencias de nuestros actos en una escala de abstracción y consciencia que nos diferencia de otros. Los otros seres, como comunidad, tienen aprehendidos mecanismos de supervivencia colectivos – donde el individuo es sacrificado en beneficio del mantenimiento de la población[19] -, y han desarrollado respuestas programadas ante fenómenos más o menos previsibles: cambios de temperatura, ataques de otras especies, etc. Nosotros también, pero hemos hecho (en el entorno de alto consumo energético) de la defensa de la vida humana – individuo a individuo – un santo y seña ideológico de nuestra civilización moderna, y preferimos evitar pensar que nuestro concepto de individuo contemporáneo está forjado en la era de la gran disponibilidad de recursos, exclusiva de un espacio y tiempo muy concreto de nuestra presencia sobre la faz de la Tierra, e irrepetible tanto por el declive de los recursos ya existentes como de la energía para procesarlos.

El debate principal de estos nuevos tiempos será, ya no energético o político, sino poblacional, y la forma en que la especie afronte la competencia creciente por los recursos en declive. Esquivar el debate no será posible, aunque difícilmente veremos explicitar los términos de la cuestión en la forma dicha, y hacerlo así traerá peores consecuencias que las que se quieren evitar: básicamente, ahondaremos previsiblemente en la inercia de nuestro actual modus vivendi, que acelera el agotamiento y empeora las condiciones en que la población de cualquier zona habitada del Mundo afrontará este periodo de ajuste.

¿Nos enfrentaremos realmente al debate?

Al margen de consideraciones abstrusas, que simplemente desechen abordar siquiera la cuestión poblacional, surgen la cuestión de si realmente “nuestra generación” afrontará problemas como los que amenazadamente describen algunos apocalípticos que advierten, para incomodidad colectiva del hombre contemporáneo, que rehúsa hablar de los límites y del ajuste y declive natural que corresponde a una situación de sobrepasamiento[20] de nuestra capacidad de carga. La pregunta surge por parte del hombre actual, separado de la consideración esencial de su continuidad como especie como elemento básico para nuestra presencia en la Tierra: el hombre moderno quiere saber si él se salvará, no si se salvarán las próximas generaciones, y prefiere evitar la básica cuestión[21]. Precisamente esa cuestión – la enorme apatía en el empeño humano por defender su especie más allá de las poblaciones concretas – se encuentra en el origen del debate: la escala de la población humana actual parece paralizar los procesos “globalizadores solidarios”, a favor de la competencia y guerra por los recursos[22]. Nada extraño, se dirá, que las poblaciones combatan entre sí por los recursos, como siempre ha ocurrido, se añadirá, y quedaría zanjado el debate. Pero, al tiempo que resulta “humano” pensar en clave de la presencia de nuestra generación – o las próximas durante el siglo XXI – como realmente las últimas que merecen gozar de los bienes de la Tierra[23], o que lo “humano” es concebir la permanente lucha entre poblaciones o facciones de la especie como vía de resolución de los conflictos, también resulta quizás más genuinamente humano aventurar propuestas, de la dimensión que se considere, para poder afrontar el debate de la escasez y su relación con la población, de manera abierta, y procurando trascender – probablemente recuperando esquemas mentales del hombre premoderno, anónimo y prefaústico[24] - de nuestra singular presencia en estas décadas iniciales del Siglo XXI, para poner algunas bases que permitan hablar, al menos, de “disminuir la velocidad del impacto con los límites”, activando los “frenos de emergencia”[25] y, sobre todo, ofrecer la información para la preparación moral y material de los seres de la era hiperindustrial, para sobrellevar mejor escenarios inevitables de cambio, declive y ajuste vital. Bien es cierto que estas reflexiones, a su vez, pueden nacer del idealismo que preña nuestras concepciones vitales: surgió el idealismo colectivo moderno occidental, precisamente, de la posibilidad de abstraerse de los límites, y todo ello gracias, por un lado, a la disponibilidad de energía suficiente para que sectores crecientes de la población pudieran dedicar tiempo a algo más que la supervivencia; y, por otro lado, es deudor ese idealismo del imaginario dominio de los designios y pretendida “planificación” del conjunto de la sociedad que tiene el hombre tecnológico, fruto de la euforia energética de los hidrocarburos.

Los indicios crecientes advierten de grandes dilemas para la presente generación en el Planeta. Sin duda alguna, para los hijos de los que trabajan hoy en la Tierra, pero también para los primeros. Nadie conoce el futuro, pero éste es algo previsible conociendo las principales variables. La gama del pastel de análisis del hiperinformado hombre actual carece de alguno de los colores primarios, y el cuadro que pinta parece adolecer de formas reales: la distorsión de la percepción de la realidad, fruto de la aceleración del tiempo y la confusión de los espacios que ofrece la hipermovilidad, no permite el sosiego para calibrar el funcionamiento del ecosistema humano y sus límites evidentes. Incorporar todas las variables exige un esfuerzo y tiene unas consecuencias que hacen aflorar demasiadas y abrumadoras evidencias (quizás más de las que tolera nuestro extraviado ser tecnológico) de que vivimos sobrepasando los límites y que los ajustes vitales formarán parte de nuestra experiencia durante alguna parte de la presente etapa histórica.

Los declives llaman a la puerta: Canarias, de la abundancia a la incertidumbre del colapso.

Vivimos momentos de gran tensión por los recursos, y de crecientes evidencias de que su disponibilidad será menor en relativamente poco tiempo. La gran velocidad del incremento de los consumos de minerales, recursos energéticos, tierra y agua, obstaculiza el que podamos presenciar con la altura de miras necesaria cómo hemos llegado a los límites y sobrepasados éstos ampliamente[26]. Una de las formas que tiene la economía de los países con moneda estable para afrontar los episodios de creciente escasez es la inflación, hiperinflación y devaluación de su moneda, de la misma manera que en otros con menor renta lo es la interrupción pura y dura del suministro. Pero las fronteras de la escasez se están diluyendo, y nadie está excluido de sufrir directa o indirectamente los efectos de este cambio de era.

El declive de recursos puede tener consecuencias más o menos expeditas sobre la capacidad de carga de una población en un territorio determinado. La gran movilidad existente, a la que el Planeta dedica decenas millones de barriles de petróleo al día, permite desplazamientos históricos insólitos de población, mercancías y alimentos, y disuelve en el magma de la globalización las tensiones poblacionales que, sin embargo, suelen estallar con cierta frecuencia en forma de hambrunas, conflictos entre territorios limítrofes o episodios de violento racismo u ostracismo santificado por la legislación de extranjería oportuna.

En ese contexto de incrementos de la abundancia, surgió la Canarias contemporánea, fruto del exceso de energía disponible, que sirvió para generar la economía turística mundial. Como es sabido, los desarrollos de la aviación militar de la segunda guerra mundial dieron alas a la aviación civil comercial, y a la creación, en la era de los mayores descubrimientos de petróleo de la historia – los años 60 – de una red mundial de establecimientos donde los mayores consumidores de energía se trasladaban de latitud, del Norte frío al clima templado. La evolución reciente de las Islas es fruto de la economía del ocio, y en ese contexto ha pasado las últimas décadas de crecimiento acelerado, tras una Historia moderna de contratiempos – epidemias, hambrunas, crisis económicas, cambios productivos, desabastecimiento, emigraciones masivas, etc. – que parecía tener final con las décadas de crecimiento continuo de los flujos de materiales y energía. Es preciso reconocer que la abundancia energética del petróleo posibilitó, a través de la revolución del transporte en todos sus modos, la creación ex profeso de lugares otrora áridos e inhóspitos, en pretendidos paraísos del placer, donde poner precio al culto al cuerpo y la ociosidad que ha supuesto el nacimiento del turismo de masas.

La sorpresa mayúscula de la revalorización del malpaís y las dunas de arena, y la conversión de eriales que vieron pasar momentos de hambre y miseria, en parcelas de valor multimillonario ha sido el fruto de la gran riada monetaria (en realidad, energía valorada en moneda como medio de cambio) que generó la multiplicación de la disposición de mercancías y dinero para transar. La disposición de bienes y un salario estable disparó la economía creciente que especializó cada uno de los segmentos de la vida diaria: del trabajo, surgieron miles de nuevas actividades; de la comida, la enormidad de la restauración y las grandes cadenas alimentarias; del vestido, la moda; de la limpieza, la estética y la cirugía; de la salud, los enormes hospitales; de la educación, los infinitos estudios y del ocio, el turismo, los juegos de azar y la electrónica infinita de consumo de los momentos “no productivos” del día. Esta especialización del espacio y el tiempo, fruto de disponer de miles de “esclavos energéticos”[27] a nuestra vera, en forma de máquinas activadas con combustibles fósiles, ha creado a su vez al hombre hiperespecializado que, en su finitud vital, orienta sus pasos a cualquiera de las grandes áreas de la sociedad compleja hiperindustrial. El homo ociossus masivus surge de esa especialización, y para su confort ha surgido el turismo.

En la era de los declives, como sabemos, y como ha ocurrido en la Historia, las urgencias y necesidades priman sobre los momentos de placer, aunque éstos sean siempre imprescindibles para “aguar las penas”. Al disminuir los “excesos”, la energía disponible se reconduce a atender, de forma creciente, las necesidades primarias de alimentación y sustento en general, reparación del complejo de infraestructuras, seguridad, etc. En esa era, el turismo de larga distancia comienza a carecer de sentido en su dimensión masiva, aunque cobra vigor entre los beneficiarios, siempre escasos, del acaparamiento y especulación que causan siempre los procesos de escasez[28]. Esta minoría no alimenta la enormidad urbanística y de movilidad creada para alimentar territorios especializados en la era de los excesos. Es normal, pues, que esos territorios declinen con la actividad que les vio nacer.

La Canarias contemporánea atrajo a cientos de miles de personas y permitió invertir los procesos migratorios inherentes a la historia insular, procesos lógicos en un espacio geográfico con escasez de territorio y agua disponible de forma permanente, garantizando sustento al menos para dos generaciones de isleños de la segunda mitad Siglo XX, hijos de retornados o de la diezmada población de la posguerra española y mundial. El progreso de los años de paz permitió la multiplicación de la población[29], y generó lo que hoy conocemos: un territorio de 7.447 kilómetros cuadrados poblado por más de dos millones de personas.

Ante el declive, la pregunta lógica es: ¿cómo será el ajuste?

Nos centramos aquí en el “ajuste poblacional”, partiendo del escenario de creciente escasez que se ha descrito, protagonizada, principal pero no exclusivamente, por el cenit y declive permanente del petróleo. Podemos hablar de varios procesos simultáneos en la dinámica de la población en los próximos años – lustros, a nivel global y en Canarias, en un proceso complejo y lleno de variables indeterminadas:

- Incremento de las migraciones de población: el Siglo XXI será un Siglo de ingentes movimientos de población, en la medida en que colapsen los diferentes territorios con menos recursos energéticos, y la posibilidad de sus organizaciones socioeconómicas para albergar la población que tienen. Hay una creciente lista de países que tienen situación de escasez crónica de suministro energético[30], y hay previsiones de incrementos de los problemas de escasez alimentaria, agravados por las subidas de precios de las materias primas agrícolas[31].

- Refuerzo de los mecanismos de exclusión de nueva población en territorios, especialmente en los que poseen más recursos. En última instancia, este cierre de fronteras llevará a la militarización. Hasta ahora, los movimientos migratorios venían dados por el flujo Sur – Norte, en el que el Norte tenía “capacidad” creada para incluir porcentajes determinados de inmigrantes para ocupar las franjas de trabajo menos valorados. Todo ello se hace sobre la base del crecimiento económico, a su vez, basado en la mayor disposición de energía disponible. Sin embargo, se ha advertido que el cenit absoluto de energía disponible para la Humanidad puede tener lugar, en términos históricos, alrededor de 2015-2020, para seguir un posterior declive histórico en la disponibilidad de combustibles fósiles, o pronósticos mucho más sombríos para el conjunto de la civilización industrial, cuya dependencia del sistema eléctrico de disposición permanente de flujos le hace muy vulnerable en cuanto se prodiguen posibles apagones – ya existentes de forma amplia en el Mundo – por fallos de la red, escasez de suministro, factores socioeconómicos, etc[32]. Por otro lado la disponibilidad per capita de petróleo por persona ha ido descendiendo desde los años 80 del Siglo XX[33]. Ya hoy la energía disponible se distribuye de forma muy desigual, por lo que el comienzo de ese declive histórico excluirá directamente, de forma progresiva, a zonas cada vez más grandes de las posibilidades de acceder a “cada vez más” recursos energéticos (“el barco se empieza a hundir por debajo”). La consecuencia de ese cambio histórico implicará la quiebra de los modelos económicos basados en el crecimiento, y en el intento de “mejora” continua, precisamente el modelo que ha atraído a poblaciones de zonas menos favorecidas en ese reparto. La continua “destrucción de la demanda” hará cada vez más inviable mantener fuerzas de trabajo crecientes, y comenzará el proceso de “destrucción de la oferta de trabajo”, lo que reforzará las restricciones en el acceso al trabajo por parte de “no nacionales”. El desempleo local reforzará la “legitimación” en la adopción de decisiones públicas en ese sentido excluyente.

- Las guerras por los recursos (agua, energia, minerales) se incrementarán, y la dimensión y frecuencia de las mismas dependerá de la disponibilidad de aquéllos recursos, la capacidad de adaptación de las nuevas circunstancias de declive, etc. Es probable que, en respuesta a la escasez, las opciones totalitarias sean más habituales en mayores lugares del Mundo, así como los estados de excepción, etc. Hay que tener en cuenta que las interrupciones de suministro energético harán que los demás recursos (por ejemplo, el agua) sean aún menos accesibles, lo que agudizará la competencia por ellos.

- La higiene moderna es fruto de la energía accesible directa y permanentemente. También lo es el suministro alimentario continuo, así como el de los mismos flujos energéticos para el funcionamiento de los sistemas básicos de salud, de saneamiento de aguas, etc. Existen zonas del Mundo – y Canarias es un territorio “ejemplar” en ello – virtualmente creadas a partir de esa abundancia. La interrupción de flujos y la dificultad creciente para sobreponerse al deterioro de las infraestructuras así como a los momentos extraordinarios de alteración del devenir habitual del funcionamiento de un sistema, serán episodios que podrán acelerar procesos de deterioro o de declive de la población, a través de la proliferación de hambrunas, epidemias, etc. Ya son habituales estos episodios en diferentes países del Mundo: no existen sociedades infalibles, y la mayor dependencia implicará mayor riesgo de colapso poblacional en caso de desconexión de la abundancia energética y de suministro de otros insumos básicos.

- el balance entre la aceptación inevitable del descenso energético y el pánico también comprensible, será importante para el proceso de adaptación al declive energético, y sus consecuencias sobre la capacidad de carga de la población. Cuando existe escasez, existe aprovisionamiento de víveres, apresuramiento en la toma de decisiones, acciones de sabotaje ante el incremento del malestar, y se desdibujan la prevención y previsión de medios que se considera importante para momentos de incertidumbre o crisis. En este caso, las sociedades – y especialmente su manera de afrontar esos momentos decisorios – sufrirán más en cuanto menos estén habituadas a gestionar momentos de cambio brusco en la disposición de recursos, y confíen más en la abundancia permanente. Paradójicamente, y siguiendo la máxima bíblica, los últimos en consumo, serán los primeros y más preparados para poder afrontar esas situaciones.

Esta dinámica poco halagüeña cuenta con muchas resistencias para su aceptación, especialmente entre quienes viven las zonas más desarrolladas del Mundo. Es muy fácil de entender para quien ha vivido las penurias de la escasez, pero la exuberancia energética nubla la visión más desapasionada y genera ficciones de plenitud constante que no se corresponden con la realidad. Veamos las principales resistencias existentes:

Resistencias a aceptar los límites poblacionales y la relación de capacidad de carga de una población con la energía disponible

Se suele argüir que en realidad hay abundancia, pero que existe un mal reparto de los recursos. Esta manifestación no se sostiene, con un mínimo rigor en el análisis de la información disponible.

Normalmente, se confunde “abundancia” monetaria o de renta con la abundancia energética o de disposición de bienes. Se nos dice que un reparto más equitativo de la “riqueza”, término que se hace equivalente al de dinero, equivaldría a un acceso más equitativo a los recursos que se podrían adquirir con el mismo. La igualdad no equivale a “sostenibilidad”, como parece evidente, aunque podamos en justicia reclamarla para todos. El mismo uso de recursos, en la tasa actual – creciente – en un estado idílico de reparto igualitario únicamente implica alcanzar los límites de forma menos desigual. Por otro lado, el argumento siempre parece válido para los “crecimientos”, pero no para la defensa del decrecimiento: se suele usar el argumento de la igualdad para promover “mejoras”, y así los países pobres alegan para ello que se encuentran lejos de la renta media mundial, como los asalariados de los beneficios empresariales, o de otros asalariados más afortunados, y los ricos de las rentas de los países más prósperos. Cuando se averiguan los porcentajes mínimos “sostenibles” de uso energético para la media mundial, y lo mismo se podría realizar para otros bienes o insumos, salta a la vista que existe un uso competitivo de los recursos: la abundancia convive con la escasez de forma simultánea, y ambas se necesitan, como resulta normal en un Planeta con recursos limitados que ha sobrepasado el uso sostenible de los mismos. Así, sociedades enteras – la canaria –, se han construido sobre la base de la escasez de otras: los flujos de petróleo del Golfo de Guinea no se quedan en esa zona empobrecida, sino que llegan, entre otros destinos, a las Islas, donde mantienen a dos millones de habitantes y el empleo para ello. En caso de que esos millones de barriles de petróleo se quedaran en posesión de la población de esos países, con las infraestructuras adecuadas, en Canarias no se podría vivir, y su población sería manifiestamente inferior a la actual. Así ocurre con cientos de millones de habitantes del Planeta (las zonas urbanas son sintomáticas de ese fenómeno), que engullen velozmente recursos cuya tasa de consumo no se puede extrapolar a una tasa global, pero que tampoco puede descender fácilmente. ¿podría prescindir la sociedad canaria del derroche de un campo de Golf, Puertos deportivos, zonas de lujo, etc? Ese uso tan suntuario y prescindible de la energía, si usamos la media mundial, es imprescindible para una economía creada ex profeso para atender al ocio de la sociedad rica; esa creación carece de alternativa en su misma escala: ¿alguien imagina Fuerteventura con la población que hoy acoge, pero sin actividad turística atraída por esa combinación de placenteras playas y servicios de lujo? Un reparto igualitario de los recursos no garantiza el mantenimiento de poblaciones muy dependientes de la “abundancia” (pero más frágiles en términos de posesión real de recursos) y, sin límites absolutos, únicamente reparte la insostenibilidad, y no afronta los límites físicos totales en el uso de los recursos (reiteramos que los no renovables, además, son disponibles en tasas cada vez menores una vez se supera un umbral – cenit – de extracción).

La confianza en la tecnología es otra fórmula para intentar evitar la cuestión del límite poblacional. Se piensa que existirán o existen tecnologías que permite ampliar la disposición alimentaria. Sin embargo, lo que precisamente hacen éstas, en una valoración global, es “incrementar el apetito por los recursos, en vez de la capacidad de carga del Planeta”, que es lógicamente finita[34]. La mayor disposición de tecnología nos ha hecho, colectivamente, más ambiciosos en la apetencia de nuevos recursos, y generalmente éstos no han servido para mantener la sostenibilidad, en el tiempo de la disponibilidad de recursos. Es un instrumento, pero no un modo de garantizar el mantenimiento de la población. La disposición de tecnología – que tienen las sociedades que disponen de recursos energéticos para que aquélla tenga sentido – pone a disposición del hombre multitud de recursos esenciales, pero lo que ha favorecido es la magnífica multiplicación de nuestra especie en el Globo, y que cada uno de los miembros de esa especie disponga de mayor energía exosomática disponible, esto es, que acelera el agotamiento de los recursos no renovables y permite agostar los renovables, precisamente si se dispone de los medios tecnológicos para ello - hasta la extenuación: talas masivas de árboles con grandes maquinarias, declive de acuíferos con extraordinarias máquinas de succión, destrucción de bancos de pesca con una sofisticada flota pesquera y sistemas de seguimiento de alta tecnología, etc.

Los argumentos que obvian los límites de disponibilidad de recursos como límites para la población, obedecen más al ámbito de los preceptos basados en la fe irracional que en el cómputo dinámico de un ecosistema global con la capacidad de carga superada. Como se ha dicho en tantas ocasiones, obviar la discusión no impide que los hechos se sucedan: obviar que existen límites no impide que éstos sean cada vez más cercanos para cada vez más población en el Planeta.

¿Cuál será la capacidad de carga del territorio? El caso de Canarias.

La capacidad de carga de Canarias vendrá dada por el proceso de “desglobalización” que la Humanidad vivirá con el declive del petróleo. Al ser éste un elemento esencial – no sustituible en la escala desarrollada – en todos los medios de transporte, Canarias se alejará progresivamente del Mundo, como ya se encuentran otras zonas que nunca profundizaron así sus vínculos ni generaron los lazos de dependencia – y expansión – propios de la globalización. Ese factor – declive de la movilidad – vendrá unido a otros, con indeterminado desenlace, aunque la experiencia de la Historia y lo que ya ocurre en otras zonas del Mundo ofrece indicios suficientes para estimar lo que podría ocurrir: el conflicto violento por los recursos, la huida acaparadora de recursos y el freno a la exportación de los mismos, el fallo de los sistemas complejos (el funcionamiento de nuestra sociedad es un gran ejemplo de complejidad organizativa y de uso de recursos), y un largo etcétera.

Si Canarias soportaba unos pocos cientos de miles de personas en siglos pasados, en un entorno definido no sólo por un determinado esquema de relaciones socioeconómicas sino sobre todo por los límites físicos del territorio y su capacidad de alimentar a la población, y fue norma la emigración como válvula de escape, válvula que también incluía el hambre física, la violencia del rapto pirático o las numerosas epidemias; entonces, el declive del petróleo volverá a poner de relieve los límites físicos existentes y, a falta de alternativa, generará un ajuste de población que, normalmente, y en un largo proceso “no cartografiado”, deberá terminar en un modelo que sustente lo que el suelo agrícola y el agua disponible con escasez energética pueda mantener. Este apocalíptico retorno, de desenlace inevitable en un periodo de tiempo probablemente abarcable en dos o tres generaciones de humanos, devolverá la capacidad de carga de las islas, probablemente a una cifra inferior a la existente en épocas posteriores a la mayor intensificación agrícola de las islas para consumo interior. No olvidemos que Canarias ha abandonado su suelo para la alimentación, y agotado muchos manantiales de superficie; que también su clima, previsiblemente con el cambio climático, será más árido; que existen miles de hectáreas de suelo, antes cultivado, y hoy sepultado en urbanizaciones; que existen plagas agrícolas, semillas menos adaptadas, y una población ansiosa de vida moderna que, a falta de información transparente, difícilmente entenderá los procesos de alejamiento del Mundo, y se sentirá víctima de cualquier conspiración política o socioeconómica, impidiéndole estar mejor preparado para tiempos difíciles.

Básicamente, cada territorio podrá afrontar la población que los recursos de su zona puedan ofrecer. Evidentemente, este proceso será complejo, no lineal y lleno de variables, y episodios que algunos entenderán como vanas esperanzas de no verse afectados por ese declive natural. La relocalización que se reivindica desde algunos movimientos está lejos de ser romántica e idílica para los espacios pobres en recursos. Aquellas zonas que no dispongan de pluviometría suficiente, y que además hayan olvidado cómo almacenar y aprovechar el agua, y que dependan de un complejo sistema tecnológico de desalación – cuyas piezas necesitan ser reparadas e importadas – tienen varias de las cartas marcadas del ajuste poblacional sobre la mesa, a lo largo del Siglo XXI. Se dirá que este escenario no es visible a corto plazo, y efectivamente la enorme fluidez del comercio mundial así lo confirmaría: sin embargo, hablamos del “turning point”, que vivimos en un momento de inflexión – determinado por el declive del petróleo más o menos inminente - y que necesitamos interpretar el futuro con otros modelos mentales, que se alejen de la aceleración que hasta hoy hemos vivido. La optimización de lo existente será básica, pero aún más lo sería la adaptación a esos nuevos momentos de escasez.

Partiendo de lo anterior, es evidente que también Canarias tiene un límite poblacional, que viene dado por su acceso a los recursos vitales, y también podemos afirmar que ese “límite” no es fijo, sino que responde a las dinámicas de disposición de los recursos.

¿De cuánta fuerza – potencia dispondrán los canarios de finales del Siglo XXI para poder vivir? Ese será el dato objetivo que delimite la capacidad de carga y la población posible, como siempre ha ocurrido. A finales del Siglo XXI, sin combustibles fósiles accesibles, es probable que el habitante de la isla dependa exclusivamente de la madera de sus bosques, en las islas que tengan zonas forestales sin devastar (la búsqueda del sustento ha llevado a zonas enteras del Planeta a talarse de forma definitiva); de los productos de la tierra, y el agua disponible en zonas de almacenaje superficial, o pequeñas galerías disponibles. También se dispondrá de aquello que se pueda marisquear o pescar. Hablamos de un retorno abismal inimaginable hoy pero factible, en la medida en que no se haya encontrado sustituto a la sociedad del hidrocarburo, que para entonces ya formaría parte de la Historia.

Este duro retorno a la realidad local llevará a “pensar localmente” como siempre se hizo, antes de que el Mundo se recreara en mercancías de orígenes lejanos. Será lógica la comarcalización del hábitat, y la disposición de la población en aquellas zonas, con mayor diversidad de recursos. Si aún existiera comercio más allá del ámbito local en ese lejano Siglo XXII, éste tendría más que ver, quizás, con el pasado pirático en las islas que con el turismo de masas, ya que el Mundo no dispondrá de demasiados recursos energéticos para poder movilizar mercancías y a personas, y el coste de los transportes será inasumible en una escala similar a la actual. ¿De qué material serán los barcos del futuro? Sin bosques que talar, y sin grandes reservas de combustible con las que fundir el hierro, el retorno a una estrepitosa situación preindustrial es más verosímil cuanto más hundamos hoy al Planeta en la aceleración del consumo de recursos.

Este ejercicio de “madmaxismo”[35] resulta necesario para concebir un posible escenario al final del otro lado de la curva del cenit del petróleo. Sin él, no podemos vislumbrar hasta dónde puede llegar la sociedad en su descenso energético, y sin él no podemos conocer hasta qué formidable techo ha llegado nuestra sociedad en el uso máximo histórico de recursos fósiles.

Los procesos de tribalización, violencia por los recursos, depauperación, reproducción de epidemias olvidadas, etc. son contemporáneos al del hombre industrial. Pertenecen al lado oscuro – pero imprescindible - de nuestra civilización brillante y veloz, aunque normalmente el lector moderno, con acceso a la reflexión ociosa, se siente ajeno a él: donde residen las aguas putrefactas, la falta de pavimento en las calles, la escasez de cosechas, las ventiscas y las bandas organizadas, la vida se desenvuelve con acceso muy limitado a lo que permite subsistir. Existen cientos de millones de personas en el Mundo que ya hoy viven en esas circunstancias, o les rodea la incertidumbre, y su vida depende de la crecida de un río, o un vendaval que disponga de sus precarios hogares. ¿Por qué nos habría de extrañar que los escenarios que hoy ya son visibles se apoderen de los aparentemente infalibles entornos hiperiluminados y de alta entropía?

Superpoblación global, superpoblación local: ¿control de población en Canarias?

El Planeta ha multiplicado su población gracias a los hidrocarburos, y presenciará su descenso a partir del pleno descenso de su disponibilidad, porque somos seres forjados y alimentados gracias a ellos. Si a un hombre del bosque del Amazonas le privan de sus árboles, agua del río y alimentos que allí consigue, perece. El hombre industrial urbano tiene el mismo tipo de dependencia de los pozos de petróleo y yacimientos de gas y carbón. Si éstos se agotan, ninguna esperanza queda para su supervivencia como hombre industrializado, y llegaría el hombre posindustrial, con tintes preindustriales, a rondarnos. Habrá quien se aferre a las fantasías mitológicas relacionadas con la energía infinita, ajena a las Leyes de la física, pero la realidad da muestras constantes de qué ocurre cuando no se dispone de hidrocarburos abundantes. Sabemos que el proceso de agotamiento está lleno de variables de variopinto calado, y que éste no será uniforme. Hemos intentado estremecernos con imágenes que podríamos considerar apocalípticas – aunque posibles a poco que fallaran los engranajes poderosos de nuestro frágil y complejo sistema. Como dice Joseph Tainter, sabemos que nuestra civilización puede colapsar, porque ya muchas otras antes lo hicieron[36].

El hidrocarburo abundante nos multiplicó, y pobló el Planeta mucho más allá de su hipotética capacidad de carga para seres humanos: una cifra inextricable, indefinida, y que necesariamente tendrá un reflejo local, una vez que cese el tráfico incesante de mercancías y seres a lo largo del Mundo.

La superpoblación es un fenómeno local y global, y pocos espacios de la Tierra son ajenos a él. Mientras colapsen territorios, como hemos dicho, la movilidad existente desplazará ingentes cantidades de humanos de un lado a otro, como hoy ya ocurre con los desplazados por los conflictos militares, tan unidos a la escasez en todos los momentos de la Historia.

Así, Canarias está superpoblada porque así lo está también el Planeta que habitamos.

Pero, ¿y hoy?

El lector que se adentre y supere esta lectura preguntará qué debe hacerse hoy, que el insular se considera infalible ante el devenir convulso del Mundo, aunque atisbe un preocupante escenario de futuro. ¿Se debe cerrar la frontera? ¿Hasta qué punto la isla pequeña puede permitir albergar más población? ¿Debe Canarias fortificarse para el futuro? ¿O más bien debe estimular el desahogo poblacional, y el retorno a la emigración? ¿De qué tiempo se dispone para reaccionar? ¿Qué hacer mientras tanto?

La postura occidental está siendo de forma creciente la de la fortificación y cierre de fronteras, al tiempo que receptora de la población “excedente” de otras zonas con menos recursos disponibles, aunque útiles para los trabajos menos valorados. Al tiempo, se rechaza normalmente al subsahariano, por diversos motivos: color, en un ejercicio de racismo; descomposición de sus países de origen, incapacidad de canalizar con mínima formalidad su demanda de regularización, sin riesgo de convertirlo en un fenómeno de masas, etc. Se ha optado por la regularización de hecho, y la tolerancia, en un proceso reciente de euforia económica que permitió acelerar aún más la transformación de los sistemas productivos más ricos. Sabemos que los momentos de declive normalmente serán recibidos con mensajes más o menos turbios, que impedirán conocer la verdadera dimensión histórica del fenómeno. Es más, se usará el chivo expiatorio de la población del exterior para argüir que su presencia impide alcanzar verdaderos objetivos de paz social. El racismo y la exclusión por razones diversas es la consecuencia de ese caldo de cultivo. No se dirá en esas arengas que las Islas, en realidad, viven gracias a recursos de otros lugares, con poblaciones en otros lugares – muchos de ellos emigrantes – que no tienen recursos, y que las situaciones de emigración son universales, y en toda la Historia han afectado a los Isleños, debido a su pobreza. También Canarias vivirá de nuevo la emigración, en momentos de interrupción o carestía extrema de los insumos, pero se emigrará a un Planeta “lleno”, con un problema global de escasez. La desesperación tiene rostro infame, y permite desplegar, como se dice, lo peor y lo mejor del humano.

En este escenario cabe el pragmatismo, como cabe el plan individual. ¿Cabe el control de la marea social de incomprensión que arrastra la escasez? ¿Sería el autocomplaciente hombre moderno capaz de entender el declive sin increpar al otro, que entró en declive antes que él?

Este panorama estremecedor debe dejar espacio para la acción. Como dice una cita magistral del poeta inglés Thomas Hardy al comienzo del documental “The end of suburbia”, “si hay un camino hacia lo mejor, éste comienza con una mirada completa hacia lo peor”[37]

Restringir fronteras para las personas pero no para los materiales y energía es una regla de exclusión que ha posibilitado el desarrollo de las zonas desarrolladas, a expensas de otras. En todo caso, debe quedar reflejado que cualquier mecanismo de exclusión que no contemple a su vez la disminución del volumen de recursos exógenos que se importan supone un acto de incremento de la rapiña que, por otro lado, es la que nos mantiene con vida. Vive la sociedad “moderna” atrapada en su riqueza, y precisa necesariamente hoy de la pobreza y exclusión de los otros. Cualquier propuesta solidaria debe pasar, en primer lugar, por un descenso drástico del consumo en las zonas ricas. Reiteramos que ese proceso, en un mundo competitivo y lleno, en absoluto es sencillo. De entrada, la reducción sistemática de insumos energéticos o alimentarios del exterior en las islas provocaría, en el modo actual de crecimiento, el paro crónico y la pobreza material de un porcentaje alto de la población local, algo que muchos considerarían inadmisible, aunque se argumentara que ello se hace para favorecer el acceso a la energía fósil en cantidades mínimas por parte de la población subsahariana.

La resolución del conflicto: el retorno a la humanidad.

Quizás el hombre precise de mundos ideales para actuar. En este ámbito, la construcción de “botes salvavidas”[38] quizás sea la decisión más inteligente. No se trata de “salvarnos todos” en un indeterminado proceso de declive, sino de crear espacios para el futuro, necesariamente locales, “humanos”, con lo mejor de esta época y el resguardo mayor que se pueda para el futuro: con las técnicas de acumulación de agua, la preservación del suelo fértil y sus semillas, los instrumentos básicos de sanidad y la siempre necesaria defensa, añadiendo los conocimientos y el espíritu de seres preparados mentalmente para tiempos convulsos. Esos espacios de transición hacia lo local se llenarán de proyecto y realismo al tiempo. Esos espacios, igualmente, no entienden de grandes acciones institucionales y se sitúan al margen claramente de los aparatos del poder, porque éste está destinado a perpetuar la complejidad imposible de gran uso energético que no se puede mantener: el poder, o se adapta a la nueva realidad y sacrifica su escala – algo difícil en un instrumento de ese tipo – o está destinado a agudizar su papel de opresión reguladora y distribuidora de la escasez. No se trata de subvertir el orden existente, sino de construir una realidad paralela que se desincruste en la medida de lo posible de aquella, pero también resistente, que quiere recrear mundos del futuro en imprescindibles ensayos de hoy.

En ese espacio, puede entrar quien decida entrar, y se intentará excluir al incómodo intruso, sea cual fuere su origen. Será una reacción humana, tanto más correcta cuanto más humanos – locales - sean los espacios para el futuro, como siempre ha existido. La exclusión no es aquí territorio del poderoso, sino del superviviente – poderoso en instrumentos útiles de futuro pospetróleo – que necesita autoprotegerse y proteger su saga. No se trata de escenarios ideales, sino de posibles marcos territoriales de protección común, y empoderamiento de lo endógeno.

Quizás desilusione el que aquí se contemple como “imposible” un arreglo colectivo, institucional y global al problema del ajuste poblacional. Partimos de que el camino a lo local debe empezar con el protagonismo de quienes quieran, no vivir a toda velocidad la llegada del cenit y declive, sino planificar concienzuda y anticipadamente (es decir, ya) el descenso energético y la renuncia asumida a la globalización. Como la era de la abundancia excluyó a quienes se intentaban sustentar con los medios cercanos, y así se dispuso la legislación, las normas de comportamiento socioeconómico en la era de la creciente escasez excluirían a quienes no quieran vivir en semejante escenario de declive.

Sin embargo, resulta rechazable moralmente mantener la “frontera cerrada” para las personas pero no para los recursos de esas zonas. Sería asumible una estrategia local de frontera en un plan real de reducción del consumo en términos absolutos. Esa política, finalmente, llevaría también a la emigración, porque en zonas como Canarias una reducción de las importaciones de bienes de todo tipo llevaría a la población a salir de las islas. Se quiere mantener una zona dorada de uso de recursos del exterior, y blindar la frontera para evitar que el reparto declinante afecte a los locales. Es una fórmula habitual, pero fallida, por cuanto agudiza la falsa sensación de bienestar en el consumo, que tiene unas bases muy endebles. Cerrar las fronteras para la entrada de las personas pero intentar abrirlas aún más para los bienes, únicamente agrava el problema, porque esconde los motivos reales de insostenibilidad de la población actual de las islas.

Más allá, una decisión adecuada podría ser, como ya se ha comentado, el fomento de la emigración de las islas, y su “despoblamiento” más o menos incentivado. Este hecho vendrá por la vía del declive de los recursos naturales, pero retardar la toma de decisiones – tanto de freno de la dinámica expansiva de población local y mundial como de expansión de la importación de bienes de consumo – perjudica al futuro y a las posibilidades de sustentación de más población.

El debate en torno a la población es complejo y cargado de tintes de gran emotividad. Cabe, comprensiblemente, ignorar los límites y declarar la libertad de circulación total como fórmula mundial de autogestión de la población. Finalmente ese sistema regularía igualmente el ajuste poblacional, aunque supondría el fin del Estado, y bien al contrario, el futuro parece depararnos un refuerzo de su estructura de control. Precisamente la otra opción sería forjar espacios locales que intenten sostenerse de forma más autónoma, y que regularían autónomamente sus flujos de población (habría normas de entrada y salida de población), para mantener los recursos de la zona de forma más sostenible, en su caso contra cualquier otro poder establecido. Si, por ejemplo, un pueblo dispone de tantas hectáreas de suelo y de una cantidad determinada de agua disponible, sería lógico limitar la población local a lo que ese espacio vital pueda alimentar, incluyendo la población de tiro animal necesaria para alimentarla. Permitir la incorporación de más población en ese territorio únicamente agravaría los problemas para todos. Esta otra opción genera necesariamente exclusión, y esa exclusión adquiere tintes sombríos en épocas de escasez. La “justicia” tendrá carácter local, y las reglas serán las impuestas para mantener esa localidad de la forma más estable posible. Quizás nos tengamos que desprender de las “soluciones globales” en la medida en que nos estamos desprendiendo de la globalización. Lo más justo pasaría, al parecer, por un “descenso” participativo hacia lo local, y en ese escenario es lógico y humano que quien opte por esa opción de renuncia pueda poner el límite que le permita mantener la población estable, y una Humanidad con más posibilidades de no esquilmar aún más los recursos renovables no infinitos. Ahí las fronteras tienen sentido, pero resultan estremecedoras para mantener la injusta distribución actual de los recursos. El retorno a la “humanidad” implicará la escala cercana: una escala que será sostenible o no será, y parte imprescindible de esa “sostenibilidad” será recordar que todos los territorios tienen una capacidad de carga limitada y que el ajuste es inevitable para aquellas sociedades – como la nuestra – que la han traspasado desde hace ya varias generaciones.


[1] El calificativo de “incómodo” pretende reflejar la actitud que transmite el título de la película homónima “Una verdad incómoda”, protagonizada por Al Gore, sobre el cambio climático, en la que se nos exhorta a actuar y cambiar ante un fenómeno de la trascendencia del calentamiento global. Curiosamente, en el citado documental se hace referencia puntual al crecimiento exponencial extraordinario de la población mundial en las últimas seis generaciones aunque, quizás por no causar más “incomodidad” no se profundiza en la “sostenibilidad” de esa cifra ante los riesgos climáticos y de destrucción creciente de los hábitats que la misma película aborda.
[2] El Presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, ha vinculado, en un encuentro relacionado con las actuaciones relativas al desarrollo sostenible, la cuestión de la población con la posibilidad de un territorio para acoger una cantidad determinada, y relacionado a su vez con la necesidad de limitar los flujos migratorios que en los últimos años han generado un crecimiento de la población de las islas. Expresó literalmente “O controlamos el crecimiento de la población o no hay políticas de desarrollo sostenible”. Declaraciones tomadas de http://www.canariasahora.com/ (17 de octubre de 2007).

[3] La población de Canarias ha presentado una evolución espectacular en las últimas generaciones. Así, en un cuarto de milenio, desde 1768, la población de las Islas se multiplicó por trece, pasando de 155.763 habitantes en ese año a los más de 2 millones del año 2007. Destacar que a comienzos del siglo XX la población de las islas era de 364.408, más de cinco veces menos que la del año 2000. La aceleración del crecimiento se hace palpable en los primeros años del Siglo XX, cuando las islas pasan de 1.716.276 habitantes del año 2000, a los 2 millones del año 2007. Datos obtenidos del Informe del Instituto Canario de estadísticas (ISTAC), disponibles en http://www.gobiernodecanarias.org/istac/estadisticas/php/saltarA.php?mid=/istac/notasdeprensa/np_20061124_EvolucionHistoricaPoblacion.pdf

[4] El equilibrio del que hablamos tiene en cuenta, no obstante, la “sucesión ecológica” propia de la Vida. Es un equilibrio intrínsecamente inestable, sujeto a las leyes de la evolución, cuyo legítimo intento por ser alcanzado nada menos que a nivel global choca de forma inmediata con la “desglobalización” que el Planeta vivirá en las próximas décadas (ver más adelante).
[5] SARMIENTO, Guillermo; Los ecosistemas y la ecosfera; Barcelona, Editorial Blume. Pg. 17
[6] MALTHUS, Robert; Primer ensayo sobre la población, 1798, Madrid, Editorial Alianza, 1995
[7] Ibidem, pg. 68
[8] Ver artículo “Malthus, de vuelta por Canarias”.
[9] DAVID HUGHES, J.: The energy sustainability dilemma: can alternatives to oil bail us out? Expuesto en Houston – ASPO World Oil Conference, en octubre de 2007: “la energía primaria per capita se incrementó un 757% en el periodo 1850 – 2006; el consumo per capita se multiplicó 8 veces en ese periodo y el consumo de recursos energéticos renovables (madera e hidroeléctrica) y fósiles, por 43 veces. El 90% del petróleo consumido por la humanidad se ha realizado desde 1958, y el mismo porcentaje para el gas, desde el año 1963. Disponible en: http://www.aspousa.org/proceedings/houston/presentations/Hughes_ASPO_USA_Oct_18_2007_final.pdf
[10] CATTON, William R.: Overshoot. The ecological basis of revolutionary change, 1982, EE.UU. Illinois
[11] Como nos recuerda Chris Skrebowsky, el 99% de las grasas y lubricantes que hoy usan las máquinas proviene del petróleo. Así pues, en ausencia de éste la maquinaria industrial concebida hoy literalmente se pararía de forma definitiva (los sustitutos en forma de aceites vegetales, como en otros casos, son insignificantes en la escala que se pretende).
[12] Para un magnífico panorama del uso histórico de la madera por el hombre, ver PERLIN, John: Historia de los bosques. El significado de la madera en el desarrollo de la civilización, Gaia Proyecto 2050, 1999, Madrid
[13] “(…)el proceso Haber – Bosch merece probablemente ser considerado como el invento más importante del Siglo XX, puesto que hoy la síntesis del amoniaco (con combustibles fósiles, especialmente gas natural) proporciona más del 99 por ciento de todo el nitrógeno inorgánico aportado a las granjas” (básico para los rendimientos de la agricultura moderna, y la producción de alimentos), tomado de HEINBERG, Richard: Se acabó la fiesta, Beñasque, 2006, Barrabes
[14] PFEIFFER, Dale Allen, Eating Fossil Fuels: Oil, Food And the Coming Crisis in Agriculture, 2006, Editorial Reviews
[15] Hemos pasado de la era de la exuberancia a la era de la presión por parte de la población (population pressure), o era de la pos-exuberancia. “La era de la exuberancia tenía que ser necesariamente transitoria, ya que fueron minados sus propios fundamentos”, en CATTON, William: Overshoot, pg. 24 y ss. op. cit.
[16] “(…) se ha generalizado una nueva fe en una de las más perversas religiones: la que cree ciegamente que la omnipotencia de la ciencia, su hijastra la técnica, y la hija bastarda de ésta, la tecnología, pueden hacer cualquier milagro”, en la visión de PRIETO, Pedro: La crisis energética global. La necesidad de un sector primario (local) autosuficiente, conferencia presentada en La Laguna (Tenerife) el 6 de octubre de 2007, en el transcurso de la III Conferencia “Alimentar Canarias ante la crisis energética”, disponible en http://www.canariasantelacrisisenergetica.org/wp-content/uploads/2007/10/pedro_prieto.pdf
[17] Un ácido diagnóstico de nuestra civilización en permanente “progreso” en LÓPEZ TOBAJAS, Agustín: Manifiesto contra el progreso, José J. de Olañeta, 2006
[18] “hemos convertido el Mundo virtualmente en una única comunidad biótica” según CATTON, William, en Overshoot, op. cit. Nuestro comportamiento de cariz “biológico” se desenvuelve en el ecosistema Tierra, y nuestros errores o aciertos se desenvuelven en ese ámbito, porque disponemos de energía para ello. Probablemente esa dimensión obstaculice aún más las posibilidades de actuación local que requiere cualquier alternativa al actual orden de crecimiento exponencial.
[19] En realidad, también la civilización industrial ejecuta sus planes de conservación de la especie – el hombre de alta entropía – sacrificando vidas de personas que viven en otras latitudes, de personas a las que se les niega el suelo, los recursos fósiles que inclusive se encuentran en su tierra. El hombre rico vive porque el hombre pobre tiene limitada su esperanza de vida de forma importante y limitados los accesos a los recursos mundiales para su supervivencia.
[20] OVERSHOOT,
[21] Esta reflexión surge de las múltiples oportunidades de conocer la opinión de personas acerca de la situación de declive energético, que obvian el debate intergeneracional y la sustentabilidad del Planeta para las próximas generaciones, en aras de perpetuar y optimizar su estilo de vida actual.
[22] KLARE, Michael T.: Guerra por los recursos, Urano, 2003, Barcelona
[23] Como en tiempos de la esclavitud, olvidamos los agraciados por los candores de la civilización tecnológica, que existen porcentajes abrumadores de la población mundial cuya tarea es la supervivencia, y quizás se encuentren en una posición de mayor genuina presencia en la Tierra, que los escasos “privilegiados” del entorno de alta entropía. Por otro lado, como afirma Nicholas Georgescu Roegen (GEORGESCU ROEGEN, Nicholas; Ensayos bioeconómicos. Antología. Edición de Óscar Carpintero, 2007, Madrid, Los libros de la catarata, pg. 51), “es como si la especie humana pareciera decidida a llevar una vida corta pero extravagante”. De hecho, un mínimo criterio de justicia en el uso de los recursos no renovables – esto es, que una vez se usan ya se transforman en algo no aprovechable por el hombre – llevaría a su máximo ahorro y conservación, nos recuerda el ilustre economista. Sin embargo, muy lejos de ello, hoy nos encontramos en un crecimiento – ya limitado por la disposición geológica planetaria de recursos fósiles – completamente acelerado del uso histórico de la Tierra para el uso de esta generación.
[24] GARCIA, Ernest: El trampolín fáustico. Ciencia, mito y poder en el desarrollo sostenible, Valencia, 1999. Ediciones Tilde – Colección Gorgona, espléndido ensayo del sociólogo valenciano, glosado aquí con referencias a las islas: http://decrecimientoencanarias.blogspot.com/2007/02/canarias-ante-el-trampoln-fustico.html
[25] Expresión tomada del libro de Jorge Riechmann, Problemas con los frenos de emergencia: movimientos ecologistas y partidos verdes en Holanda, Alemania y Francia
[26] Albert Einstein llegó a afirmar que el crecimiento exponencial era una de las fuerzas más poderosas de la naturaleza. La aceleración que le es característica lleva a traspasar límites fisicamente mientras que los esquemas y valoraciones mentales de las personas insertas en ese proceso de aceleración permanecen ancladas en modos más estacionarios y, probablemente, más genuinamente humanos.
[27] El filón energético de los combustibles fósiles ha llevado a que cada español disponga, a sus espaldas, del respaldo de potencia equivalente a 45 esclavos energéticos. Extraído de “Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas”. José Manuel Naredo, 2006. Siglo XXI. Por su parte, Jorge Riechmann afirma: “Tenemos en estos momentos una circulación de energía de 13 Terawatts (13 billones de Watts). Equivalen a la potencia de 130 mil millones de esclavos energéticos. La población de seis mil millones de seres humanos emplean 22 veces más seres cuasihumanos en la retaguardia. A un esclavo energético le asigno en mis cálculos un cuarto de caballo de fuerza, equivalente a una potencia media de 100 watt, suponiendo un día de trabajo de 12 horas. Es un ser bastante gigantesco. Y tenemos 130 mil millones de ejemplares de ese tipo que contribuyen en sacudir. Ese es el verdadero problema. En “Autolimitación - ¿una necesidad imposible? Desafíos ecológicos para la república de Berlín”, descargable en http://gcn.de/download/HPDespan1.pdf . Por su parte, el boletín de Noviembre de 2007 de ASPO, compilado entre otros por Colin J. Campbell, decía “podemos ahora decir con absoluta seguridad que el Hombre de los hidrocarburos se extinguirá virtualmente durante en este Siglo. El Homo Sapiens salió de África hace unos cuatro millones de años, y se manifestó en primera instancia como una subespecie que denominamos Hombre sostenible, cuyo número creció lentamente durante los siguientes años hasta alcanzar la cifra de alrededor de mil millones de personas cuando nació el Hombre de los hidrocarburos a mediados del Siglo XIX. El Hombre sostenible declinó al tiempo que el Hombre de los hidrocarburos ocupó su lugar, de tal manera que la población mundial creció hasta su nivel actual de 6.6 mil millones de personas. Se calcula que el actual suministro de petróleo es equivalente, en términos energéticos, a 22.000 millones de esclavos trabajando 24 horas al día. En http://www.aspo-ireland.org/contentFiles/newsletterPDFs/newsletter83_200711.pdf
[28] “La línea aérea de los Emiratos Árabes Unidos, con sede en Dubai, encargó 70 aviones del A350 y 11 unidades del modelo gigante A380. El acuerdo lo firmaron el presidente de la compañía Emirates, el jeque Ahmed Bin Saeed Al Maktum, y el presidente de Airbus, Tom Enders, durante el Salón Aeronáutico inaugurado este domingo en Dubai.En un futuro, Emirates podría adquirir, además, otros 50 modelos del A350, lo que elevaría el contrato a unos US$32.000 millones”. http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/business/newsid_7089000/7089588.stm (domingo, 11 de noviembre de 2007).

[29] En 1960, la población canaria alcanzaba los 966.177 habitantes, y en el año 2005, 45 años después, creció un 100%, duplicándose hasta llegar hasta los 1.968.280 habitantes. Comunicación del Instituto Canario de Estadística del 24 de noviembre de 2006.
[30] Para un seguimiento actualizado de las situaciones globales de escasez en el suministro energético, se puede seguir la web http://www.energyshortage.blogspot.com/
[31] “Food crisis begins to bite” (la crisis de alimentos comienza a golpear, titular un diario surafricano la crónica de las repercusiones sobre zonas con déficit alimentario de la subida de los precios de los cereales a nivel internacional), en http://www.mg.co.za/articlePage.aspx?articleid=324663&area=/insight/monitor/
[32] Este complejo cálculo precisa de muchas matizaciones, dado que expresa un “máximo” global ante el que las diferentes regiones del Mundo se comportarán de forma muy diferente. Por ejemplo, en ese máximo global y declive posterior, el declive será mucho mayor para el uso de combustible, y no tanto para la electricidad, aunque existen opiniones que estiman que los fallos del sistema eléctrico serán detonantes de fallos estructurales definitivos en sociedades virtualmente enganchadas al suministro constante de energía. Ver, “World Oil and population”, de Paul Chefurka, en http://www.paulchefurka.ca/WEAP2/WEAP2.html . También ver, “La cima de la producción mundial de petróleo y el camino a la garganta de Olduvai2, por Richard Duncan, y traducido por Pedro Prieto, en http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20040205174031934
[33] BALLENILLA, Mariana, y BALLENILLA, Fernando; La tasa de retorno energético, Madrid, El ecologista, número 55, invierno 2007/2008. http://www.ua.es/personal/fernando.ballenilla/Preocupacion/Ballenilla_TRE.pdf
[34] CATTON, William; Overshoot, 1982, University of Illinois Press, Urbana and Chicago, pg. 122.
[35] Mad Max es la película de referencia de todo aquel movimiento que imagina un retorno a la sociedad preindustrial con los artilugios metálicos y los instrumentos tecnológicos, pero con escasez de combustible disponible.
[36] TAINTER, Joseph; The collapse of complex societies, pg.2, Cambridge University Press, 1998
[37] En la cita original, "if a path to a better there be, it begins with a full look at the worst".
[38] RICHARD HEINBERG, Powerdown, op. cit.