jueves, julio 12, 2007

¿Más economía con menos petróleo?


La Agencia Europapress se ha hecho eco del informe publicado sobre la crisis energética en el Reino Unido, que viene dada por el declive de sus yacimientos de petróleo y gas, y la creciente importación de energía del exterior, entre otros factores. El profesor Francisco Ramos, del Departamento de Análisis económico de la Universidad de La Laguna, cuestionó la vinculación entre el declive del turismo británico hoy existente y esta situación, calificando el planteamiento de “arbitrario”. Veamos.

Reconoce el profesor que los canarios "tendrán que apretarse en el futuro el cinturón" en el tema energético, aunque luego expresó que "la dependencia del petróleo de cualquier economía no tiene por qué desembocar en una crisis económica". Discrepamos aquí, porque, como ha demostrado estadísticamente el geólogo Kjell Aleklett, Presidente de la Asociación para el estudio del cenit del petróleo y el gas (ASPO), existe una vinculación directísima, a lo largo de todo el siglo XX, entre consumo de petróleo y crecimiento económico. La historia económica ha demostrado reiteradamente que descensos en el consumo de petróleo conllevan crisis en el modelo de crecimiento exponencial de la economía.

El profesor también comenta, frente a los que consideramos que el cambio de comportamiento habitual del turista hacia “lo barato” es ya un síntoma de deterioro, que “la apuesta por las líneas de bajo coste y la renuncia a los tradicionales paquetes turísticos "no tiene por qué desembocar necesariamente en un turismo barato y de mala calidad". Canarias ya se ha especializado, hace tiempo, en el turismo barato, aunque inserta en una economía occidental que aspira a mantener una cierta renta per capita y “bienestar social”. La competencia – vía globalización – hace que primen los productos más baratos, como los del turismo turco, norteafricano, croata, etc. Canarias, primor turístico gracias a la abundancia energética, se convierte en víctima prematura de esa globalización. Como comentó recientemente el delegado de TUI en Gran Canaria, “una hora más de queroseno es mucho dinero”.

Francisco Ramos considera que el dato sobre la disminución del turismo británico a las islas "no responde a la crisis energética, sino a cambios en la forma de vida". Quizás añadir que los cambios en la forma de vida que llevan a viajar menos a destinos “más caros”, gastar menos, improvisar más el viaje, rebuscar las tarifas más económicas, etc. implican cambios para pagar menos: el turista inglés se está viendo en la tesitura de mantener su inercia de ocio viajero, y para ejercer ese “derecho vacacional” – además, ante la constatación de la sobreoferta mundial y la necesidad de amortizar ésta vía reducción de costes – escoge la oferta barata. Si pudiera “planificar” como otrora sus largas vacaciones, lo haría, y aún hay quien lo hace. Pero el segmento de “turismo vulnerable” se incrementa, y eso tiene el nombre de “crisis”, energética o económica (sin energía, ninguna economía funciona), pero crisis.
El profesor Ramos dice que “Es cierto que la subida del precio de la energía conllevará repercusiones a largo plazo pero en el corto plazo, el incremento del petróleo no ha sido ni remotamente proporcional a las subidas de tarifa de los servicios, los transportes o el turismo". Aquí coincidimos en que no existe una “aparente” coincidencia de ritmos entre las subidas de los precios energéticos y los precios que ofrece el mercado. Por ahora, claro. Existen múltiples motivos para ello: el proceso de repercusión de los precios cotizados en los mercados petroleros hasta que llega al consumidor es de varios meses; hoy existe un mercado de “sobreoferta” productiva – similar al del escenario de la gran crisis de 1929 – que permite abaratamiento de coste de productos: en este papel juegan un papel importante las grandes economías de escala internacionales, que han aprovechado los bajos costes comparativos de materias y mano de obra, y los han exportado, obteniendo un lucro que permite mantener engrasada la máquina productiva. Pero en la base de ello está el gran fantasma del crédito. Esa gran burbuja mundial de “confianza en el crecimiento en el futuro” permite una disponibilidad de liquidez monetaria que está situando en el límite el uso de los recursos: se usa todo lo que se puede, porque se puede pagar. En ese escenario, el único límite es definitivamente el físico, porque el límite adquisitivo en el Planeta no existe hoy: siempre hay alguien que compra lo que se pone en el mercado. Esta situación de gran disponibilidad de dinero y abundancia histórica de recursos – no hay que olvidar que estamos en los años de la máxima producción mundial de petróleo – permite la disputa al menor precio: en ese juego, el factor energético – que es la base para el funcionamiento de lo demás, no olvidemos – engrosa una cuenta de gastos cada vez mayor. Pero ha sido tanto el volumen “económico” y productivo creado, que ha pasado la cuestión “energética” a suponer un apartado más, no el esencial, como realmente lo es. Digamos que la parafernalia productiva ha ocultado la realidad física. Esta situación es virtualmente un engaño del modelo monetario, que esconde los costes reales y los unifica en el mismo rasero, pero partiendo de una más o menos libre y abundante disposición que realmente no existe. Por lo tanto, el periodo de crisis supondrá un ajuste hacia la realidad de los costes energéticos, partiendo de la escasez de oferta. Entonces, como antaño, los precios de la energía serán cada vez mayores y ocuparán un espacio significativo del precio. El que no pueda pagarlo, no consumirá.

También expuso el experto que hoy existe una "mayor" eficiencia de los transportes y de los procesos de producción derivados del desarrollo tecnológico, que contribuyen a un menor consumo de petróleo”. Discrepamos de esta afirmación, porque el consumo de petróleo se ha multiplicado exponencialmente en las últimas décadas. Evidentemente, cualquier máquina consume hoy porcentualmente menos energía que hace unas décadas. Sin embargo: primero, esa dinámica de mayor eficiencia no es eterna, y existen umbrales de uso mínimo de energía, que son infranqueables, por motivos físicos; y segundo, la mayor eficiencia ha sido compensada con creces por la multiplicación de los aparatos que usan energía. En 1950 un avión consumiría una cantidad “x” que hoy dividirá cualquier avión moderno en una pequeña fracción. Sin embargo, hoy la aviación comercial y militar moderna es infinitamente superior a la de entonces. Y esa multiplicación es la que sustenta la economía moderna. Realmente nunca ha existido mayor consumo de petróleo que hoy.

También asevera el Señor Ramos que "la crisis de 1973 cogió a Europa más desprevenida; despilfarrábamos mucho más entonces". La actual subida de los combustibles "ha tenido consecuencias sensiblemente inferiores para la población". Se olvida aquí que en la crisis energética de 1973 hubo disminución física del suministro. Hoy no ha ocurrido nada de esto sino, bien al contrario, se ha incrementado el suministro cada año. Cada año, casi sin pausa, se ha consumido cada vez más. Evidentemente, el margen de ahorro existente es enorme, y se convertirá en una norma de comportamiento habitual, pero aún no ha pasado la economía occidental el filtro de la disminución física del suministro. Se paga a más precio, pero el precio no refleja el valor, salvo para los necios, como decía Antonio Machado. Una vez más la confusión entre lo disponible para pagar y lo accesible, es importante. Como en la crisis del 29, en Alemania, la liquidez monetaria – de moneda de ínfimo valor – exigía carretillas de dinero para comprar bienes básicos. Hoy, salvando las distancias, nos dirigimos hacia un escenario de gran inflación, debido a la subida de los precios de las materias básicas, y nuestra disponibilidad monetaria está basada en un modelo de burbuja crediticia de imposible final feliz, porque recae en valores especulativos y sobrevaloración de inmuebles: ya hoy se construyen el doble de pisos en España que los que se están transando para vender. Esta situación económica no permite augurar solvencia para afrontar carencias de suministro energético. Una cosa es que suban los precios porque está empezando a funcionar la ley de la oferta y la demanda, y otra es que falle físicamente el suministro. Ni la mayor riqueza del mundo puede solventar hoy un corte petrolero.


El profesor Francisco Ramos expone que, según su opinión, y aquí coincidimos, “el consumo energético en Canarias cambiará "cuando no haya otro remedio". Hay muy pocos ejemplos que hoy puedan conocerse de programas de anticipación a episodios como los que se anuncian, de ajuste en el consumo, aunque existen multitud de propuestas para iniciar esos programas, y el sentido común parece ser un aliado en este sentido. También se afirma por parte del Sr. Ramos la solución a la escasez y encarecimiento del petróleo pasa por “el desarrollo tecnológico y el ahorro energético”.

Sin embargo, como el mismo plantea, no se ven soluciones “tecnológicas” revolucionarias a corto plazo ante el escenario energético, por diferentes motivos. El profesor ramos argumenta que el declive de extracción del gas, que se prevé para unos años después que el del petróleo, hace que la sustitución de petróleo por gas no parezca una “alternativa razonable”, y ahí coincidimos con él. Evidentemente, tendremos que ahorrar, y bastante, y ese comportamiento, traducido en variables económicas, supone, de mantenerse la pauta, una contracción económica, la segunda depresión de la que habla el geólogo Colin Campbell, porque la clave de este modelo económico es precisamente lo contrario, el incremento permanente del consumo de mercancías. Cómo será ese escenario de declive económico y energético y cómo lo vivirá la población canaria, es asunto que se ha abordado en estas páginas, y seguiremos indagando en ello.

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