Introducción:
El fenómeno del cambio climático, que es considerado como el primer problema ambiental del Planeta, introduce para los próximos años un elemento de grave inseguridad e incertidumbre en la disposición que nuestras sociedades han hecho de los recursos naturales. Precisamente las relaciones sociales y económicas que mantienen nuestro empleo y actividad se engendran en un marco de relativa “estabilidad” o cierta predictibilidad de las mismas. El cambio climático, al contrario, advierte de cambios inexorables y del incremento de la frecuencia de “fenómenos metereológicos adversos”.
Cuando se habla de cambio climático y sus efectos en Canarias, se suele centrar el análisis en los efectos sobre nuestro régimen de precipitaciones, régimen de vientos, subida del nivel del mar en las islas, etc. Sin embargo, con ser éstos de gran importancia, se olvida frecuentemente que el cambio climático irreversible que ya vivimos tiene repercusiones globales y, al ser Canarias una comunidad extraordinariamente globalizada, los efectos sobre el conjunto de ecosistemas y sociedades del mundo, especialmente aquellos que tengan más relación con las islas, es previsible que se sientan en nuestra economía y sociedad, tarde o temprano.
Caben dos líneas de actuación básicas ante este fenómeno:
a) reducir sustancialmente las emisiones de Gases de Efecto Invernadero: por más que conozcamos que el cambio climático es irreversible y que el efecto de reducción de emisiones va destinado a mitigar en un futuro, quizás, peores escenarios aún, deberíamos reducir al máximo esas emisiones desde ahora, de acuerdo con un criterio básico de prudencia.
b) Identificar los principales riesgos locales y globales del cambio climático sobre las islas y su modelo económico y actuar – no sólo exhibir datos – para mitigar los peores efectos que pudiera tener sobre la población del archipiélago.
Por otro lado, no se escapa que la “cuestión” del cambio climático es un asunto de uso de la energía[1], concretamente de los combustibles fósiles: no se puede mitigar en el futuro el cambio climático sin reducir su uso. La energía es el talón de aquiles de cualquier sociedad. La disputa creciente por los recursos energéticos fósiles, que sustentan el 90% del suministro energético global, se incrementará en los próximos años, sobre todo debido a la llegada más o menos cercana del llamado cenit del petróleo, a lo que hay que añadir un escenario energético futuro, como ha dicho el Director de la Agencia Internacional de la Energía, que se augura como “sucio, inseguro y caro”. Canarias consume más de 115.000 barriles de petróleo al día, el 99,4% de su energía primaria. Nuestra dependencia de los combustibles fósiles es absoluta, y especialmente en el hasta hoy insustituible sector del transporte movido con petróleo, cordón umbilical de las islas con la economía mundial.
Canarias, estrategia para incrementar las emisiones de CO2.
Canarias no tiene una “estrategia” o cualquier otro instrumento que realmente incida de forma real en la cantidad de emisiones que emite. Tiene proclamas varias, pero los hechos y las actuaciones diarias van dirigidas hacia un incremento constante de las emisiones de gases con efecto invernadero. La verdadera estrategia es la del crecimiento económico convencional, ligado al incremento del consumo energético, tanto en el sector eléctrico como en el de transportes. Así, y en los principales sectores emisores de las islas (generación eléctrica y transportes):
- La compañía suministradora de energía de Canarias, Endesa-Unelco prevé incrementar en “más de 1.000 megawatios de nueva capacidad”[2] la potencia instalada en las islas, en el periodo 2007-2011, esto es, un 55% más que la potencia efectiva disponible en el año 2006, según datos del Plan Energético de Canarias. Evidentemente la práctica totalidad de esos nuevos grupos de generación se surtirán de combustibles fósiles (aunque se instalaran los parques eólicos o solares correspondientes, se precisaría una base eléctrica “fósil” de la misma potencia, que garantizara la continuidad en el suministro).
- El Gobierno de Canarias prevé, para el próximo periodo 2007 – 2016, una inversión de de 7.777 millones de euros, básicamente en la construcción de nuevas infraestructuras de transportes (anillos insulares este y oeste de las islas capitalinas, incrementos de vías en las restantes, construcción de nuevos puertos y pistas de aeropuerto, así como incremento de la subvención al transporte aéreo y marítimo)[3]. Evidentemente, esta propuesta tendría como efecto destacado un incremento de la movilidad, hoy facilitada al 100% por combustibles fósiles.
Así pues, Canarias, que ha sido la Comunidad Autónoma que más ha incrementado sus emisiones con base en el año 1990, mantendría – si se confirmaran estas previsiones – ese crecimiento exponencial. A esta previsión hay que añadir el propósito de extensión urbanizadora contemplado en los diferentes planes urbanísticos, así como el incentivo al consumo doméstico suntuario, reflejado en el necesario incremento de la potencia instalada en cada hogar (aire acondicionado, multiplicación de electrodomésticos, etc.).
Las “falsas” estrategias.
Hasta aquí los hechos. Sin embargo, el Gobierno de Canarias se hace eco de una “Estrategia de lucha contra el cambio climático en Canarias”, que es una retahíla de consideraciones y recopilatorio de experiencias comparadas, sin carácter ejecutivo ni objetivos cuantificables, como reconoce el propio documento, lo que eleva el mismo al rango de las “buenas intenciones”, pero en un sentido bien distinto al de las medidas realmente adoptadas en el marco de la evolución socioeconómica diaria. Hasta ahora, pues, las medidas adoptadas de manera oficial van en el sentido de incrementar las emisiones de gases de efecto invernadero en Canarias.
Cambio climático, una cuestión de uso de la energía.
En realidad, como dice el profesor Michael T. Klare, estamos hablando de uso de la energía. Existe una enorme dependencia de nuestras sociedades del uso de combustibles fósiles. Parece evidente también que existe un amplísimo margen para el ahorro, la eficiencia y la reducción del uso suntuario de la energía, así como para la penetración de las llamadas energías renovables. Sin embargo, también es cierto que hay una gran correspondencia entre el incremento en las variables macroeconómicas – auténtico paladín del guión político de los gobiernos – y el incremento del consumo energético, sobre todo si nos referimos a un periodo razonable de años[4]. Se puede consumir energía de manera más eficiente, pero esa eficiencia tiene el límite del mantenimiento y “crecimiento” de las actividades económicas. El leitmotif del “crecimiento del PIB”, paradigma del crecimiento exponencial, cuestiona, de hecho, cualesquiera medidas de ahorro que se planteen, a medio plazo. Por ser sintético, citemos unos ejemplos: de poco sirven las reducciones de emisiones por vehículo, si crece todos los años el parque automovilístico, o la cilindrada de los vehículos que se adquieren; de poco sirve incrementar el número de paneles solares, si cada año las viviendas tienen más prestaciones de consumo, o se construyen varias decenas de miles de viviendas nuevas.
La energía será cada vez más cara[5], debido a la existencia de una oferta de crudo que ya parece no crecer al ritmo que la demanda mundial. Y el petróleo es el alma de la llamada globalización, que es una de las principales causantes del cambio climático. El trasiego mundial de mercancías, la generalización del “american way of life” en el entorno de los países ricos, y el incremento del poder de consumo de éstos ha sido conditio sine qua non para garantizar, especialmente en el periodo desde la segunda mitad del Siglo XX, un incremento constante de la concentración de particulas de GEI en la atmósfera. En ese contexto surge el turismo de masas y la aviación civil comercial, origen del actual modelo socioeconómico de las islas. Ante la carestía energética no parece haber soluciones milagrosas, más allá de las líneas de investigación abiertas, aunque en fase de experimentación en su mayoría. Lo que sí se está comprobando es el incremento considerable del consumo de carbón, los proyectos de conversión del carbón y gas a líquidos para combustible de transporte y la proliferación de los biocombustibles. Ninguna de estas alternativas, por cuestión de escala, parece suficiente para cubrir el hueco creciente que, según muchos geólogos, dejará el declive del petróleo en los próximos años, aunque el daño ambiental y humano, debido a la proliferación del uso del carbón y biocombustibles, puede ser importante.
Paradójicamente, el incremento del uso del petróleo supondrá una reducción de la demanda y, por tanto, un descenso del uso del combustible, en una serie de ciclos que estimularán una vez más el uso de las gasolinas, pero siempre desde la perspectiva de la reducción de la oferta. Nos podemos encontrar a medio plazo con reduciones efectivas del uso de combustibles fósiles, no por acuerdo voluntario, sino por incapacidad del poder de compra de nuestra economía. Se cumplirían entonces los objetivos de reducción de emisiones, pero dejando tras de sí un reguero de desestructuración socioeconómica, en unas islas muy dependientes del transporte barato.
El cambio climático es un síntoma de agotamiento del modelo de uso intensivo de combustibles fósiles. Cualesquiera medidas que se adopten en un futuro inmediato, sea por motivos geológicos – escasez de recursos – sea por razones ambientales, tenderá a subir los precios del combustible. He ahí el verdadero reto socioeconómico de Canarias: afrontar la reducción del uso de la energía – insistimos, sobre todo el transporte, para el que hoy no existe realmente alternativas operativas, y que supone prácticamente el 50% de la energía primaria de las islas – sin causar una grave descomposición social.
El cambio climático es irreversible: la mitigación.
El cambio climático es irreversible, por lo que es urgente tomar en serio las advertencias de los científicos y modificar nuestras pautas socioeconómicas para evitar males mayores, por más que la vulnerabilidad del Planeta sea importante en este escenario. Cabe distinguir dos niveles de afección:
- Global. Los grupos de trabajo sobre el cambio climático advierten de “sequías más frecuentes y prolongadas”, incremento de precipitaciones fuertes, disminución de las reservas de agua potable disponible, subidas del nivel del mar, incremento de tormentas y otros fenómenos metereológicos extremos, pérdida grave de biodiversidad, etc. Se habla de “aceleración” de los síntomas del cambio climático en los últimos años, y de escenarios realmente preocupantes para las sociedades del mundo. Es una advertencia de “quiebra de la globalización”. Las economías del mundo afrontarán retos climáticos que le obligarán a modificar sus pautas de comportamiento: más recursos a la gestión de crisis climáticas, y menos a otros sectores o actividades económicas.
o Por su fragilidad, la economía turística puede sufrir en gran medida este cambio histórico, pueso que lo suntuario puede dar paso a lo perentorio, a lo urgente. Es previsible, unido a la situación de crisis energética y posible cambio de ciclo económico, que este fenómeno pueda afectar a la cantidad de turistas que se desplazan en avión a destinos lejanos, más aún teniendo en cuenta la tendencia hacia repercutir en el coste del transporte aéreo, su contribución al cambio climático.
o Las alteraciones climáticas suponen una dura amenaza para la agricultura mundial que, aunque intensa – e insosteniblemente – tecnificada, es vulnerable ante la prolongación de periodos de sequía, alteración de los ciclos de cultivo y otras labores agrícolas, etc. Canarias importa más del 85% de los alimentos que consume. Podemos decir que los “alimentos baratos se han terminado”, debido a múltiples factores – encarecimiento energético, reducción de rendimientos de la “revolución verde”, presión poblacional, etc. – a los que ahora hay que añadir los daños que los cambios climáticos pueden ocasionar en la productividad agropecuaria. Podemos aventurar una mayor vulnerabilidad en el futuro del suministro alimentario mundial y, por tanto, de las islas, al carecer de autoabastecimiento mínimo.
o Suministro energético mundial: el fenómeno del Katrina, en los EE.UU., fue una clara muestra de la vulnerabilidad del suministro energético mundial, en momentos de máxima fragilidad y tensión entre la oferta y demanda de crudo. El “suministro inseguro” del que habla Claude Mandill, debido a esos factores, puede verse agravado en caso de que fenómenos metereológicos adversos – temporadas de huracanes – puedan dañar las infraestructuras energéticas claves para el suministro. Que fenómenos de este tipo puedan tener incidencia mundial en el suministro dependerá de la oferta de crudo existente. La inseguridad energética de Canarias es máxima, y las islas, excepto para periodos de emergencia, no dispone de una mínima autonomía energética en servicios esenciales como el suministro de agua.
- Local: a efectos territoriales, debido a la previsible subida del nivel del mar y la frecuencia de episodios de sequía o episodios tormentosos no habituales, se hace necesaria la recuperación de cauces naturales, el desmantelamiento de la ocupación de primera línea de costa de importantes infraestructuras, el refuerzo de las existentes, así como el freno a mayores ocupaciones de suelo rústico, costero y fértil, parecen medidas importantes a tomar. Por otro lado, la recuperación del suelo rústico y su cultivo – ante el crecimiento del estrés hídrico y la progresiva carestía alimentaria mundial que podríamos sufrir -, la disminución del consumo de agua por habitante, así como una necesaria reorientación del modelo socioeconómico insular hacia una menor dependencia del exterior.
La preparación: décadas que no tenemos.
El cambio climático – la conversión de la atmósfera en un enorme sumidero de alta entropía, fruto de la combustión de los combustibles fósiles, así como su próxima y creciente escasez son las principales amenazas para nuestro modelo socioeconómico insostenible. Preparar a cualquier sociedad ante la contundencia de las afirmaciones de los científicos requeriría de décadas, que no tenemos. De ahí la urgencia: la situación más similar que podríamos valorar sería la de un “estado de guerra” para reorientar muchas de las prioridades productivas y colectivas que hoy tenemos. Y, sobre todo, romper las poderosas inercias que nos están llevando a cada vez profundizar más en la insostenibilidad, lo que supone romper con este modelo productivo de crecimiento exponencial y consumo creciente de recursos no renovables.
Juan Jesús Bermúdez
[1] “El cambio climático no es un problema “medioambiental” al uso: es, sobre todo, un problema energético. Casi el 90% del suministro energético mundial proviene del uso de combustibles fósiles, y cada vez que los quemamos, para disponer de su energía, emitimos dióxido de carbono a la atmósfera; el dióxido de carbono, de hecho, es el principal gas de efecto invernadero, responsable del calentamiento global. El uso de la energía y el cambio climático son dos caras de la misma moneda”, extracto del artículo “Global Warming: It’s All About Energy”, de Michael T. Klare, profesor de estudios sobre la paz y la seguridad mundial en el Colegio Hampshire, y autor de “Sangre y petróleo: los peligros y consecuencias de la creciente dependencia de los EE.UU. del petróleo importado”(2004). http://www.countercurrents.org/cc-klare170207.htm
[2] http://www.lavozdelanzarote.com/spip.php?article11223
[3] http://www.gobcan.es/noticias/index.jsp?module=1&page=nota.htm&id=22790
[4] Como comenta Jorge Riechmann, “el crecimiento se come las ganancias en eficiencia”, y “frente a tasas de crecimiento exponencial de la producció no hay “revolución de la eficiencia” que aguante el tirón. No bastan por tanto las soluciones tecnológicas: hacen falta cambios económicos estructurales y profundos cambios de valores. Es decir, suficiencia y justicia, además de eficiencia. El desarrollo sostenible no es asunto de mejora incremental u optimización de lo existente, se trata de un salto cualitativo hacia otro orden socioeconómico y socioecológico”. Extraido de: “Evaluación de las estrategias europea y española de desarrollo sostenible”. ISTAS, 2005.
[5] Desde el año 2002, el precio del petróleo se ha incrementado en un 14% anual.
El fenómeno del cambio climático, que es considerado como el primer problema ambiental del Planeta, introduce para los próximos años un elemento de grave inseguridad e incertidumbre en la disposición que nuestras sociedades han hecho de los recursos naturales. Precisamente las relaciones sociales y económicas que mantienen nuestro empleo y actividad se engendran en un marco de relativa “estabilidad” o cierta predictibilidad de las mismas. El cambio climático, al contrario, advierte de cambios inexorables y del incremento de la frecuencia de “fenómenos metereológicos adversos”.
Cuando se habla de cambio climático y sus efectos en Canarias, se suele centrar el análisis en los efectos sobre nuestro régimen de precipitaciones, régimen de vientos, subida del nivel del mar en las islas, etc. Sin embargo, con ser éstos de gran importancia, se olvida frecuentemente que el cambio climático irreversible que ya vivimos tiene repercusiones globales y, al ser Canarias una comunidad extraordinariamente globalizada, los efectos sobre el conjunto de ecosistemas y sociedades del mundo, especialmente aquellos que tengan más relación con las islas, es previsible que se sientan en nuestra economía y sociedad, tarde o temprano.
Caben dos líneas de actuación básicas ante este fenómeno:
a) reducir sustancialmente las emisiones de Gases de Efecto Invernadero: por más que conozcamos que el cambio climático es irreversible y que el efecto de reducción de emisiones va destinado a mitigar en un futuro, quizás, peores escenarios aún, deberíamos reducir al máximo esas emisiones desde ahora, de acuerdo con un criterio básico de prudencia.
b) Identificar los principales riesgos locales y globales del cambio climático sobre las islas y su modelo económico y actuar – no sólo exhibir datos – para mitigar los peores efectos que pudiera tener sobre la población del archipiélago.
Por otro lado, no se escapa que la “cuestión” del cambio climático es un asunto de uso de la energía[1], concretamente de los combustibles fósiles: no se puede mitigar en el futuro el cambio climático sin reducir su uso. La energía es el talón de aquiles de cualquier sociedad. La disputa creciente por los recursos energéticos fósiles, que sustentan el 90% del suministro energético global, se incrementará en los próximos años, sobre todo debido a la llegada más o menos cercana del llamado cenit del petróleo, a lo que hay que añadir un escenario energético futuro, como ha dicho el Director de la Agencia Internacional de la Energía, que se augura como “sucio, inseguro y caro”. Canarias consume más de 115.000 barriles de petróleo al día, el 99,4% de su energía primaria. Nuestra dependencia de los combustibles fósiles es absoluta, y especialmente en el hasta hoy insustituible sector del transporte movido con petróleo, cordón umbilical de las islas con la economía mundial.
Canarias, estrategia para incrementar las emisiones de CO2.
Canarias no tiene una “estrategia” o cualquier otro instrumento que realmente incida de forma real en la cantidad de emisiones que emite. Tiene proclamas varias, pero los hechos y las actuaciones diarias van dirigidas hacia un incremento constante de las emisiones de gases con efecto invernadero. La verdadera estrategia es la del crecimiento económico convencional, ligado al incremento del consumo energético, tanto en el sector eléctrico como en el de transportes. Así, y en los principales sectores emisores de las islas (generación eléctrica y transportes):
- La compañía suministradora de energía de Canarias, Endesa-Unelco prevé incrementar en “más de 1.000 megawatios de nueva capacidad”[2] la potencia instalada en las islas, en el periodo 2007-2011, esto es, un 55% más que la potencia efectiva disponible en el año 2006, según datos del Plan Energético de Canarias. Evidentemente la práctica totalidad de esos nuevos grupos de generación se surtirán de combustibles fósiles (aunque se instalaran los parques eólicos o solares correspondientes, se precisaría una base eléctrica “fósil” de la misma potencia, que garantizara la continuidad en el suministro).
- El Gobierno de Canarias prevé, para el próximo periodo 2007 – 2016, una inversión de de 7.777 millones de euros, básicamente en la construcción de nuevas infraestructuras de transportes (anillos insulares este y oeste de las islas capitalinas, incrementos de vías en las restantes, construcción de nuevos puertos y pistas de aeropuerto, así como incremento de la subvención al transporte aéreo y marítimo)[3]. Evidentemente, esta propuesta tendría como efecto destacado un incremento de la movilidad, hoy facilitada al 100% por combustibles fósiles.
Así pues, Canarias, que ha sido la Comunidad Autónoma que más ha incrementado sus emisiones con base en el año 1990, mantendría – si se confirmaran estas previsiones – ese crecimiento exponencial. A esta previsión hay que añadir el propósito de extensión urbanizadora contemplado en los diferentes planes urbanísticos, así como el incentivo al consumo doméstico suntuario, reflejado en el necesario incremento de la potencia instalada en cada hogar (aire acondicionado, multiplicación de electrodomésticos, etc.).
Las “falsas” estrategias.
Hasta aquí los hechos. Sin embargo, el Gobierno de Canarias se hace eco de una “Estrategia de lucha contra el cambio climático en Canarias”, que es una retahíla de consideraciones y recopilatorio de experiencias comparadas, sin carácter ejecutivo ni objetivos cuantificables, como reconoce el propio documento, lo que eleva el mismo al rango de las “buenas intenciones”, pero en un sentido bien distinto al de las medidas realmente adoptadas en el marco de la evolución socioeconómica diaria. Hasta ahora, pues, las medidas adoptadas de manera oficial van en el sentido de incrementar las emisiones de gases de efecto invernadero en Canarias.
Cambio climático, una cuestión de uso de la energía.
En realidad, como dice el profesor Michael T. Klare, estamos hablando de uso de la energía. Existe una enorme dependencia de nuestras sociedades del uso de combustibles fósiles. Parece evidente también que existe un amplísimo margen para el ahorro, la eficiencia y la reducción del uso suntuario de la energía, así como para la penetración de las llamadas energías renovables. Sin embargo, también es cierto que hay una gran correspondencia entre el incremento en las variables macroeconómicas – auténtico paladín del guión político de los gobiernos – y el incremento del consumo energético, sobre todo si nos referimos a un periodo razonable de años[4]. Se puede consumir energía de manera más eficiente, pero esa eficiencia tiene el límite del mantenimiento y “crecimiento” de las actividades económicas. El leitmotif del “crecimiento del PIB”, paradigma del crecimiento exponencial, cuestiona, de hecho, cualesquiera medidas de ahorro que se planteen, a medio plazo. Por ser sintético, citemos unos ejemplos: de poco sirven las reducciones de emisiones por vehículo, si crece todos los años el parque automovilístico, o la cilindrada de los vehículos que se adquieren; de poco sirve incrementar el número de paneles solares, si cada año las viviendas tienen más prestaciones de consumo, o se construyen varias decenas de miles de viviendas nuevas.
La energía será cada vez más cara[5], debido a la existencia de una oferta de crudo que ya parece no crecer al ritmo que la demanda mundial. Y el petróleo es el alma de la llamada globalización, que es una de las principales causantes del cambio climático. El trasiego mundial de mercancías, la generalización del “american way of life” en el entorno de los países ricos, y el incremento del poder de consumo de éstos ha sido conditio sine qua non para garantizar, especialmente en el periodo desde la segunda mitad del Siglo XX, un incremento constante de la concentración de particulas de GEI en la atmósfera. En ese contexto surge el turismo de masas y la aviación civil comercial, origen del actual modelo socioeconómico de las islas. Ante la carestía energética no parece haber soluciones milagrosas, más allá de las líneas de investigación abiertas, aunque en fase de experimentación en su mayoría. Lo que sí se está comprobando es el incremento considerable del consumo de carbón, los proyectos de conversión del carbón y gas a líquidos para combustible de transporte y la proliferación de los biocombustibles. Ninguna de estas alternativas, por cuestión de escala, parece suficiente para cubrir el hueco creciente que, según muchos geólogos, dejará el declive del petróleo en los próximos años, aunque el daño ambiental y humano, debido a la proliferación del uso del carbón y biocombustibles, puede ser importante.
Paradójicamente, el incremento del uso del petróleo supondrá una reducción de la demanda y, por tanto, un descenso del uso del combustible, en una serie de ciclos que estimularán una vez más el uso de las gasolinas, pero siempre desde la perspectiva de la reducción de la oferta. Nos podemos encontrar a medio plazo con reduciones efectivas del uso de combustibles fósiles, no por acuerdo voluntario, sino por incapacidad del poder de compra de nuestra economía. Se cumplirían entonces los objetivos de reducción de emisiones, pero dejando tras de sí un reguero de desestructuración socioeconómica, en unas islas muy dependientes del transporte barato.
El cambio climático es un síntoma de agotamiento del modelo de uso intensivo de combustibles fósiles. Cualesquiera medidas que se adopten en un futuro inmediato, sea por motivos geológicos – escasez de recursos – sea por razones ambientales, tenderá a subir los precios del combustible. He ahí el verdadero reto socioeconómico de Canarias: afrontar la reducción del uso de la energía – insistimos, sobre todo el transporte, para el que hoy no existe realmente alternativas operativas, y que supone prácticamente el 50% de la energía primaria de las islas – sin causar una grave descomposición social.
El cambio climático es irreversible: la mitigación.
El cambio climático es irreversible, por lo que es urgente tomar en serio las advertencias de los científicos y modificar nuestras pautas socioeconómicas para evitar males mayores, por más que la vulnerabilidad del Planeta sea importante en este escenario. Cabe distinguir dos niveles de afección:
- Global. Los grupos de trabajo sobre el cambio climático advierten de “sequías más frecuentes y prolongadas”, incremento de precipitaciones fuertes, disminución de las reservas de agua potable disponible, subidas del nivel del mar, incremento de tormentas y otros fenómenos metereológicos extremos, pérdida grave de biodiversidad, etc. Se habla de “aceleración” de los síntomas del cambio climático en los últimos años, y de escenarios realmente preocupantes para las sociedades del mundo. Es una advertencia de “quiebra de la globalización”. Las economías del mundo afrontarán retos climáticos que le obligarán a modificar sus pautas de comportamiento: más recursos a la gestión de crisis climáticas, y menos a otros sectores o actividades económicas.
o Por su fragilidad, la economía turística puede sufrir en gran medida este cambio histórico, pueso que lo suntuario puede dar paso a lo perentorio, a lo urgente. Es previsible, unido a la situación de crisis energética y posible cambio de ciclo económico, que este fenómeno pueda afectar a la cantidad de turistas que se desplazan en avión a destinos lejanos, más aún teniendo en cuenta la tendencia hacia repercutir en el coste del transporte aéreo, su contribución al cambio climático.
o Las alteraciones climáticas suponen una dura amenaza para la agricultura mundial que, aunque intensa – e insosteniblemente – tecnificada, es vulnerable ante la prolongación de periodos de sequía, alteración de los ciclos de cultivo y otras labores agrícolas, etc. Canarias importa más del 85% de los alimentos que consume. Podemos decir que los “alimentos baratos se han terminado”, debido a múltiples factores – encarecimiento energético, reducción de rendimientos de la “revolución verde”, presión poblacional, etc. – a los que ahora hay que añadir los daños que los cambios climáticos pueden ocasionar en la productividad agropecuaria. Podemos aventurar una mayor vulnerabilidad en el futuro del suministro alimentario mundial y, por tanto, de las islas, al carecer de autoabastecimiento mínimo.
o Suministro energético mundial: el fenómeno del Katrina, en los EE.UU., fue una clara muestra de la vulnerabilidad del suministro energético mundial, en momentos de máxima fragilidad y tensión entre la oferta y demanda de crudo. El “suministro inseguro” del que habla Claude Mandill, debido a esos factores, puede verse agravado en caso de que fenómenos metereológicos adversos – temporadas de huracanes – puedan dañar las infraestructuras energéticas claves para el suministro. Que fenómenos de este tipo puedan tener incidencia mundial en el suministro dependerá de la oferta de crudo existente. La inseguridad energética de Canarias es máxima, y las islas, excepto para periodos de emergencia, no dispone de una mínima autonomía energética en servicios esenciales como el suministro de agua.
- Local: a efectos territoriales, debido a la previsible subida del nivel del mar y la frecuencia de episodios de sequía o episodios tormentosos no habituales, se hace necesaria la recuperación de cauces naturales, el desmantelamiento de la ocupación de primera línea de costa de importantes infraestructuras, el refuerzo de las existentes, así como el freno a mayores ocupaciones de suelo rústico, costero y fértil, parecen medidas importantes a tomar. Por otro lado, la recuperación del suelo rústico y su cultivo – ante el crecimiento del estrés hídrico y la progresiva carestía alimentaria mundial que podríamos sufrir -, la disminución del consumo de agua por habitante, así como una necesaria reorientación del modelo socioeconómico insular hacia una menor dependencia del exterior.
La preparación: décadas que no tenemos.
El cambio climático – la conversión de la atmósfera en un enorme sumidero de alta entropía, fruto de la combustión de los combustibles fósiles, así como su próxima y creciente escasez son las principales amenazas para nuestro modelo socioeconómico insostenible. Preparar a cualquier sociedad ante la contundencia de las afirmaciones de los científicos requeriría de décadas, que no tenemos. De ahí la urgencia: la situación más similar que podríamos valorar sería la de un “estado de guerra” para reorientar muchas de las prioridades productivas y colectivas que hoy tenemos. Y, sobre todo, romper las poderosas inercias que nos están llevando a cada vez profundizar más en la insostenibilidad, lo que supone romper con este modelo productivo de crecimiento exponencial y consumo creciente de recursos no renovables.
Juan Jesús Bermúdez
[1] “El cambio climático no es un problema “medioambiental” al uso: es, sobre todo, un problema energético. Casi el 90% del suministro energético mundial proviene del uso de combustibles fósiles, y cada vez que los quemamos, para disponer de su energía, emitimos dióxido de carbono a la atmósfera; el dióxido de carbono, de hecho, es el principal gas de efecto invernadero, responsable del calentamiento global. El uso de la energía y el cambio climático son dos caras de la misma moneda”, extracto del artículo “Global Warming: It’s All About Energy”, de Michael T. Klare, profesor de estudios sobre la paz y la seguridad mundial en el Colegio Hampshire, y autor de “Sangre y petróleo: los peligros y consecuencias de la creciente dependencia de los EE.UU. del petróleo importado”(2004). http://www.countercurrents.org/cc-klare170207.htm
[2] http://www.lavozdelanzarote.com/spip.php?article11223
[3] http://www.gobcan.es/noticias/index.jsp?module=1&page=nota.htm&id=22790
[4] Como comenta Jorge Riechmann, “el crecimiento se come las ganancias en eficiencia”, y “frente a tasas de crecimiento exponencial de la producció no hay “revolución de la eficiencia” que aguante el tirón. No bastan por tanto las soluciones tecnológicas: hacen falta cambios económicos estructurales y profundos cambios de valores. Es decir, suficiencia y justicia, además de eficiencia. El desarrollo sostenible no es asunto de mejora incremental u optimización de lo existente, se trata de un salto cualitativo hacia otro orden socioeconómico y socioecológico”. Extraido de: “Evaluación de las estrategias europea y española de desarrollo sostenible”. ISTAS, 2005.
[5] Desde el año 2002, el precio del petróleo se ha incrementado en un 14% anual.