viernes, junio 29, 2007

¿Por qué duerme la población y el sector agrícola ante la extinción de la actividad agropecuaria canaria?


Reflexión con el ánimo de contribuir a mejorar las cosas.

El dramatismo de la desaparición de la actividad en el campo de Canarias no tiene parangón. No se trata de una “reconversión” de sector alguno, ni de reformas estructurales, sino del desmantelamiento y clausura en toda regla de una actividad básica para cualquier sociedad. Quizás no percibamos la enormidad de la pérdida hasta que transcurra un tiempo, cuando nos toque vivir las vacas flacas. Es la ya clásica referencia a la mirada por el retrovisor, que usan los expertos en energía para hablarnos de cómo percibiremos el comienzo del declive del petróleo: cuando éste ya haya tenido lugar.

Pero, ¿es que no nos damos cuenta de lo que perdemos? Evidentemente, la muerte de una actividad como la de que hablamos – que apenas aparece ya en el controvertido PIB insular – es una cuestión que nos atañe a todos y todas, pero, singularmente, a los que hoy viven directamente de ella. Por eso sorprende la atonía social generalizada que existe frente a esa muerte agónica del suelo agrícola, la disponibilidad del agua para cultivar y el cercamiento que sufren las áreas cultivadas en manos de la revalorización inmobiliaria. Con el declive energético, vendrá el declive alimentario, y Canarias pasará, pues, por episodios de cada vez mayor inseguridad alimentaria: menos alimentos para más población, y lo viviremos.

Creo que una de las respuestas a este fenómeno es que el “sector” se ha vuelto “sector”: me explico. Las sociedades del mundo, hasta bien entrado el Siglo XX, eran eminentemente agrícolas y ganaderas. La supervivencia de la mayoría estaba centrada en la obtención de alimentos, de forma más o menos precaria, sin añadir una connotación negativa, necesariamente, a la “precariedad” vital en la que se ha vivido siempre, en la búsqueda de lo necesario para vivir. Además de las relaciones de mayor o menor dependencia establecidas por el régimen económico de cada época, las personas vivían en el campo, iban a buscar agua a alguna fuente, sorribaban y hacían las labores de cultivo con animales y a mano, conservaban alimentos, obtenían sal, buscaban leña, etc, etc. Era la inmensa mayoría de la población la que hacía esas labores, y esto ha ocurrido casi siempre. Sólo en estas últimas décadas se ha invertido la tortilla, y lo que antes era una minoría urbana, militar y comerciante, se ha convertido en una mayoría social asalariada, en servicios que antes eran de una importancia exigua (turismo de masas, masivos intercambios monetarios, consumo suntuario, transporte, etc). Ese estrepitoso cambio ha venido de la mano del crecimiento exponencial, a una velocidad acelerada, lo que ha contribuido a situarnos, en pocas décadas, de forma insólita, ante un panorama de “sectores económicos” irreconocible por nuestros abuelos (por lo demás, como sabemos, la caducidad de ese modelo está a la vuelta de la esquina, y viviremos todos sus consecuencias).

Para asimilar ese cambio fulgurante, se han forjado – como parte de un aparato ideológico desinformativo de amplio alcance - las “macromagnitudes económicas”: surgió el PIB, un reciente invento[1], y surgieron los “sectores económicos”, pretendidamente autónomos, inclusive en competencia entre ellos, y destinado cada uno a sobrevivir en un entorno crecientemente globalizado. Se puso a competir al artesano con el agricultor, y al industrial con el zapatero, en lucha abierta y ausente de toda lógica que no fuera la del saldo monetario[2].

El problema es que hemos confundido la realidad con la escenografía macroeconómica convencional, que pretende reducir a valores monetarios – y, por lo tanto, intercambiables en un mercado “ascéptico” – la complejidad de las relaciones socioeconómicas existentes y, sobre todo, contribuye a esconder lo esencial bajo el paraguas de los balances contables.

Así, han surgido los “sectores económicos”, bien delimitados – todo ello para darles cabida en sus correspondientes asientos de datos y legitimar algunas más que dudosas medidas – y en una supuesta igualdad. Cuando se “sectoriza”, para dar sentido al Producto Interior Bruto, se pone sobre el mismo tablero al servicio en un hotel con el cultivo de papas, o al refino de petróleo con los restaurantes de lujo: cada actividad debe formalizarse – si no, simplemente, no existe, o es censurada con el estigma de la “economía sumergida o irregular” – y traducirse al lenguaje econométrico, donde, por arte de birlibirloque, adquiere el carácter de “actividad económica” y se sitúa en la línea de salida de la frenética carrera del desarrollo, cada uno con sus “especificidades”. Esta invención de la economía convencional es el caldo de cultivo para la justificación del intercambio aparentemente inevitable entre sectores: si han sido todos valorados bajo el mismo paraguas, ¿por qué no intercambiar sus fuerzas, atendiendo a la “normal evolución” que deben tener las economías “desarrolladas”?

Claro que, como sabemos, las reglas de la carrera entre sectores productivos, favorece a unos más que a otros. Sobre todo, favorece el lucro inmediato, porque la ganancia rápida – yo diría que la usura – es la sacrosanta medida de todas las cosas en nuestro entorno socioeconómico. Goza de tanta legitimidad social que los “sectores” se autoinmolan cuando no son suficientemente “lucrativos”. Es quizás la enfermedad más poderosa de nuestro tiempo: la inoculación en las mentes de las personas del virus del mercado ganador, lo que implica aceptar las reglas de una carrera que genera, por sistema, perdedores y cada vez en mayor medida, y sobrevive repartiendo migajas en épocas de abundancia.[3]

Así, si algo no es rentable – y la rentabilidad viene marcada por esa ganancia “mayor que” – palidece, o desaparece, y es sustituido por otra cosa que sí es rentable, aquí y ahora, abrazando así el “carpe diem” frívolo de nuestras relaciones sociales.

Darnos cuenta de que esa “rentabilidad” viene con cartas marcadas y es fruto de una perversión tremenda es uno de los grandes retos, para aprender a rebelarnos, si es que queremos afrontar con perspectivas el desarme de la actividad en el campo.

No son intercambiables los “sectores”. Antes, no existían: todo, o casi todo, era actividad cotidiana agropecuaria. Abarcaba un importantísimo lugar en el conjunto de las vidas de la mayoría. Lo demás era lo minoritario. Debemos diluir la barrera mental del “sector”, impuesta por los economistas convencionales “de la Tierra plana”. Si no, permaneceremos acomplejados ante sus manuales de contabilidad nacional. Las relaciones agropecuarias deben volver – volverán – a ser la esencia de las relaciones económicas, porque siempre lo fueron. La anécdota del turismo de masas, la movilidad hiperbólica o la explosión inmobiliaria son eso: accidentes en un océano histórico de actividad en el campo, que antes lo era todo, y no un relicto paisajístico a preservar para el disfrute del urbanita, como ridículamente se intenta hoy disfrazar al espacio que siempre alimentó a la mayoría.

Lo que queda, pues, es recuperar terreno permanentemente, tanto es lo que nos hemos alejado del original papel del “sector”. Preguntar en voz alta: ¿quién alimenta a los que aquí viven? ¿qué ocurrira cuando esta forma de alimentarnos decline, con el declive del petróleo?[4] ¿qué ha quedado de lo que antes era esencial, para nuestra supervivencia?

Mi impresión es que el “sector” tiene que pasar a ser agente social que entienda su papel histórico protagonista en la actualidad, si es que quiere asumir ese papel. La comida será cada vez más cara – por mucho que hoy las ofertas inunden los hiper y las despensas ciudadanas – y cada vez será más importante tener tierra. A nadie se le puede exigir más que lo que quiera o pueda dar. Por eso muchos agricultores han vendido sus tierras para hacer promoción de adosados, y por eso muchos otros han abandonado la actividad, ante la presión social y económica que los ha marginado. Y, otros, siguen resistiendo. Quizás sea excesivo, entonces, pedir comportamientos heroicos, en una época de rendiciones. Pero también es cierto que, si se da, la “revuelta agraria” sólo nacerá de quienes conocen el campo y su importancia para nuestra vida: de lo contrario, no nacerá. Los “sonámbulos” urbanitas carecen mayoritariamente de criterio hoy para entender ésto, porque su intermediación con el campo es a través de un parking subterráneo en un supermercado, y así es imposible entender las cosas en su justa medida. O, mejor, se puede entender, pero la blindada comodidad del mando a distancia bloquea mentes con una espléndida eficacia.

Ese es el reto que tienen los que, pese a todo, siguen en pie, cultivando. Rebelarse. Entiendo que encontrarán cada vez más apoyos, porque la profunda crisis socioeconómica en la que estamos entrando generará despertares de conciencias hoy encandiladas ante el consumismo, el mismo que les dará una patada en el trasero en forma de expulsión del mercado laboral y marginación social. Pero es importante que sepan que hoy sólo los que están vinculados aún al campo, están en condición de protestar y liderar el imprescindible y urgente bramido, en voz alta, por la recuperación de la actividad agrícola moribunda, ante la mayor ignominia que se puede cometer en la Historia de cualquier pueblo: la muerte de la actividad para alimentar a la población.

Juan Jesús Bermúdez
Junio de 2007




[1] El Diccionario del desarrollo constituye un documento de referencia ineludible para el cuestionamiento de la construcción ideológica del crecimiento, el progreso y el “desarrollo”. Aquí: http://www.ivanillich.org/Lidicc.htm
[2] Ese proceso ha sido descrito magistralmente por el economista británico Karl Polanyi, autor de “La Gran Transformación”, y aquí glosado por el profesor Carlos Prieto: http://www.ucm.es/info/socio1/prietokp.html .
[3] Una de las cuestiones más controvertidas y penosa, en este sentido, es la masiva conversión a la dependencia de la población, en una danza suicida hacia el abrazo de lo crematístico: nos hemos vuelto frágiles, y en nuestra vulnerabilidad está buena parte de la pérdida de dignidad e identidad de una comunidad.
[4] Canarias, hacia la economía y sociedad agraria. http://decrecimientoencanarias.blogspot.com/2007/06/canarias-hacia-la-sociedad-y-economa.html

martes, junio 26, 2007

Canarias, hacia la sociedad y economía agraria


La necesidad urgente de reagrarizar Canarias, ante el retorno de la inseguridad alimentaria.


Documento de trabajo
Junio de 2007

“Algunos de nuestros informantes,
recordando épocas pasadas, nos han comentado lo siguiente:
el día que no haya combustible y las máquinas no funcionen,
ese tiempo vendrá, se morirán de hambre,
ya la juventud no sabe trabajar el campo”
María Dolores García Martín[2]

“La agricultura moderna es el uso de la tierra y el agua
para convertir petróleo en alimentos”
Albert Bartlett[3]


Introducción.

El mundo se encuentra ante el cenit o techo más o menos inmediato de la producción del petróleo, una situación a la que no se habían enfrentado las sociedades industriales hasta el momento, según ha reconocido el Departamento de energía del gobierno norteamericano.[4] El declive posterior no es un fenómeno histórico o geológico cualquiera. Nuestra civilización tecnológica tiene su base en los combustibles fósiles y, especialmente, en el crudo. La enorme versatilidad e intensidad energética del mismo ha posibilitado el surgimiento de prácticamente todos los elementos centrales de nuestro modelo socioeconómico: el transporte masivo, el sistema financiero actual, la gran industria y, por supuesto, la pesca, agricultura y ganadería industrial, base alimentaria de la mayoría de la población del Planeta.

¿Es posible sustituir la importancia del petróleo y el gas en todos esos procesos y actividades? ¿Qué incidencia tendrá, especialmente en el suministro alimentario mundial, la disponibilidad decreciente de los combustibles fósiles mencionados? ¿Cómo afectarán los precios cada vez más altos de la energía a nuestra cesta alimentaria?

La fragilidad de Canarias, en el escenario del “petróleo cada vez más caro”, es proverbial. Canarias, otrora tierra de hambrunas y emigración constante, es hoy lugar del sobrepeso[5] y, por mor de la globalización, la abundancia alimentaria y el dispendio, intrínseco a cualquier economía del “ocio” como la turística. Sin embargo, podemos afirmar que, al tiempo, somos un territorio extremadamente frágil ante el nuevo escenario de inseguridad energética mundial, que repercutirá también en una mayor inseguridad alimentaria mundial, como es fácil de deducir: si los alimentos que importamos – la práctica totalidad de nuestra dieta – se producen gracias a una inmensa cadena agroalimentaria donde los combustibles fósiles son un elemento esencial, el precio cada vez mayor y peor accesibilidad del petróleo y el gas producirá unos efectos similares en la producción agropecuaria; disponibilidad menor de alimentos a nivel mundial y precios cada vez más caros, pues.

La complejidad del suministro alimentario está unida inevitablemente a una serie de factores que será necesario contemplar: evolución macroeconómica insular, influencia local y global del cambio climático y su incidencia en el sistema alimentario, costes crecientes del transporte, rendimientos decrecientes de la “revolución verde”, pugna mundial por la producción alimentaria, incidencia de la creciente producción de biocombustibles sobre la producción agroalimentaria, etc.

Como ha dicho la Agencia Internacional de la energía, se han acabado los tiempos del petróleo fácil y barato. “En palabras de su director ejecutivo, Claude Mandil, el mundo encara un mañana “sucio, inseguro y caro”, en el que los países consumidores serán cada vez más vulnerables a “severas” interrupciones del suministro, al mismo tiempo que se acelerarán los riesgos asociados al cambio climático global”[6]. Probablemente, añadimos, también han terminado los tiempos del final de la alimentación barata y accesible, y comienza, de forma paralela, una era de “suministro alimentario inseguro y caro” (ya lo es hoy para muchos, pero amenaza a extenderse al conjunto de la humanidad). Conocer los escenarios probables y adelantar propuestas ante ese inquietante panorama puede colaborar en la preparación para la misma.

A. Canarias: fragilidad alimentaria y abandono del sector primario.

Situación histórica.

Conocer de dónde venimos es esencial para saber quienes somos, como es obvio. La vertiginosa rapidez de la incorporación de Canarias, como de otros territorios, al mundo desarrollado nos dificulta probablemente el tener una visión de lo que ha sido la cotidiana experiencia vital de Canarias ante el suministro alimentario: la precariedad, inseguridad e insuficiencia alimentaria eran la norma en la nutrición de los habitantes de las islas hasta hace sólo unas décadas. La historia de las islas está plagada de episodios de hambrunas coincidiendo con los “años de la seca”, importantes pérdidas de población por enfermedades infecciosas, plagas de langosta, relaciones profundamente desiguales de acceso a la tierra, emigración constante, saqueos, etc. La limitación en la producción agroalimentaria interior, junto a la limitación del acceso al agua y la competencia de la autosuficiencia alimentaria con los culvitos de exportación, eran factores limitantes evidentes de población.

Cuando llegaban los episodios de “crisis alimentaria”, la emigración o la muerte por hambre se hicieron presente en nuestra geografía. No es el objeto de este artículo abordar esta situación, cuyo rescate de la memoria se hace hoy perentorio[7], sino más bien tomar consciencia de la cercanía histórica de estos fenómenos y de su origen.

Evolución reciente de las macromagnitudes del sector primario en Canarias:

Evolución de la superficie cultivada y población en Canarias (en miles de Hectáreas y habitantes)[8]:


Especialmente significativos son los datos sobre:

- La multiplicación por tres de la población isleña, y la división por tres de la superficie cultivada en las últimas seis décadas.
- La práctica desaparición de la superficie destinada al cultivo de cereales, que son, de hecho, la base alimentaria de la dieta habitual. En el periodo 1943-1947 (Sans, 1975[9]) se cultivaron 48.394 hectáreas de cereales y en el año 2005, un total de 907 hectáreas, según datos de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias,[10].
- La dramática desaparición del cultivo de la papa, igualmente base alimentaria de Canarias durante siglos: 21.170 hectáreas de media en el período 1967-1971, frente a 4.918,5 has. en el año 2005.

Descenso continuo de la importancia económica del sector agrario:

Así, hablamos de un descenso importante de la productividad y del Valor Añadido Bruto del sector primario en Canarias. Supone, según el Gobierno de Canarias, la producción de este sector un 1,5% del peso en el valor del PIB de Canarias (peso sobre el Valor Añadido Bruto total), por el 6,6% de la Industria, el 11,7% de la construcción y el 80,3% del sector servicios[11]. Según el Consejo Económico y Social de Canarias (Informe del año 2004), el VAB del sector agropecuario representaba el 11% regional, por lo que hoy la importancia económica del sector primario de Canarias es un 13% de la que tenía a principio de los años setenta.

Fuente: http://www.africainfomarket.org/digitalAssets/72_documento_782_1.pdf

Población agrícola activa[12]:

Año - Total - % sobre población activa
1955 -191.353 - 57,3
1971 - 124.124 - 29,8
1981 - 77.300 - 15,1
2006 - 30.220 - 3,04

La Encuesta de Población activa (EPA), refleja una pérdida del 69%, en números absolutos (más del 100% en relación con la actual población activa) de la población dedicada al sector primario, en una década. Así, en el año 1996, un 6,62% (43.340 personas) de la población activa de las islas se dedicaba a las actividades agropecuarias, mientras que ese porcentaje había descendido en el año 2006 a un 3,04%(30.220 personas)[13]

Evidentemente, un rasgo esencial de la población agrícola activa es su grado de envejecimiento y la no existencia de una “generación de relevo” para el desarrollo de la actividad primaria en Canarias, exceptuando en aquellas explotaciones más mecanizadas de exportación con trabajo asalariado de baja cualificación: según datos analizados por COAG Canarias, del año 2005, “por edad, nos encontramos con que del total de titulares de explotaciones inscritos en el Régimen Especial Agrario, tan sólo el 11,8% son menores de 35 años, siendo la franja de edad comprendida entre los 50 y los 65 años la que registra un porcentaje más elevado de afiliación, con un 52,9%”.

Fuente: http://www.africainfomarket.org/digitalAssets/72_documento_782_1.pdf

Minifundismo.

Según el Instituto Nacional de Estadística, Canarias tiene los tamaños de explotación más pequeños del Estado: 3,82 hectáreas por explotación, siendo la media estatal del 30,67 hectáreas por explotación.

Suelo: desertización y desertificación.

Canarias tiene riesgo de desertización en buena parte de su territorio, especialmente en el que tiene mayor aptitud agrícola, debido fundamentalmente al abandono de la actividad agropecuaria.


Según el Gobierno de Canarias, “el 43% de la superficie canaria está sometida a intensos procesos de erosión”[14]. En total, “Unas 329.000 hectáreas de Canarias, el 43% de su superficie, están sometidas a intensos procesos de erosión por la lluvia y el viento, siendo Fuerteventura y Gran Canaria las islas que sufren este problema de forma más acuciante. La salinización y sodificación natural afecta al 21% de la superficie del Archipiélago, concentrándose un 85% en las islas orientales. En los últimos cincuenta años han sido abandonadas 100.000 hectáreas de tierras cultivadas. Otras manifestaciones visibles de desertificación en Canarias son el aumento de la salinización en zonas irrigadas, al emplearse agua de baja calidad en el riego de los cultivos y por el abuso de fertilizantes inorgánicos; el progresivo deterioro de las características físicas de los suelos; la reducción del área forestal (es un 70% inferior al existente hace cuatro siglos) y el creciente abandono de los sistemas agrícolas tradicionales”.

Además de los factores naturales que inciden en la desertificación de Canarias, el estudio indica otros relacionados con la actividad del hombre, como son la crisis de la agricultura tradicional, el uso abusivo e indiscriminado de agroquímicos, el sobrepastoreo y la utilización inapropiada del suelo. Respecto a la crisis de la agricultura tradicional, que conlleva al abandono de las tierras y el deterioro del suelo, el informe elaborado por el Gobierno autónomo resalta el abandono de los arenados (sistema de cultivo que consiste en cubrir el terreno de forma permanente con una capa de cenizas volcánicas) en Fuerteventura y Lanzarote. En la primera isla, los arenados llegaron a ocupar en los años 60 una superficie de 1300 hectáreas y actualmente aproximadamente el 56%, unas 730 hectáreas, se encuentran abandonadas de forma definitiva. Esta situación es extrapolable a las gavias (sistemas diseñados para el aprovechamiento de aguas de escorrentías): en Fuerteventura la mitad del total de 6.673 hectáreas ocupadas por este sistema se encuentra abandonada de forma definitiva.También el sobrepastoreo afecta de forma directa en el deterioro de la vegetación y de los suelos. La cabaña ganadera caprina se concentra en Gran Canaria y Fuerteventura. El continuo pisoteo de los animales provoca una destrucción de la estructura superficial del suelo y facilita la exposición de las partículas del mismo a los agentes erosivos.

Fuente: Instituto Nacional de Estadística – Censo agrario de 1999.

Según el INE, pues, Canarias en el año 1999 labraba el 10,4% de sus tierras disponibles: se “labraban” 47.447 hectáreas de suelo. Esta cifra varía extremadamente entre islas. Así, en Lanzarote supone el 18% (destacando aquí el considerable incremento de la extensión dedicada a la vid); en Fuerteventura, el 2,9%; en Gran Canaria, el 10,3%; en Tenerife, el 12,3%; en la Gomera, el 9,4%; en La Palma, el 10,4%, y en El Hierro el 7,4%.
Superficie total de las explotaciones agrícolas: tierras labradas y no labradas, por islas. 1989 y 1999. (Has.)


San Sebastián de La Gomera, en el año 2002, como resultado del trabajo de campo “Mapa de cultivos” realizado por la Consejería de Agricultura, cultivaba el 1,34% (151.90 ha.) de su superficie agrícola, que era de 1994 hectáreas de terreno[15].

Hay que tener en cuenta que buena parte del suelo no cultivado hoy ha sufrido un largo proceso de abandono y pérdida de sustrato, siendo difícil en muchos casos su recuperación total sin grandes y prolongados esfuerzos agronómicos.

Un suelo volcado hacia la urbanización:

La competencia del uso de suelo escaso propio de las islas ha hecho que el archipiélago tenga importantes índices de urbanización, y buena parte de él sobre suelo anteriormente cultivado. Así, entre 1991 y 2001, el número total del parque de viviendas se incrementó en Canarias un 40%, prácticamente el doble que la media del Estado (20,5%). El número de viviendas principales en Canarias se ha incrementado en las islas un 38,4% en el mismo periodo, también prácticamente el doble que en el resto del Estado (20,9%).[16] Según el Censo de población y viviendas del Gobierno de Canarias, en el año 2001 existían en Canarias 558.362 viviendas en todo el Archipiélago, lo que supone un incremento del 18% con respecto al año 1996[17], en el periodo de mayor auge de este sector en la Historia de las islas.

De hecho, según la Fundación de las Cajas de ahorro confederadas (FUNCAS), el crecimiento del Valor añadido bruto en el sector de la construcción en el periodo 1995-2002 ha sido en Canarias del 67,28%, frente al 45,53% a nivel estatal. Igualmente, la construcción turística, aunque languidece, pretende aún incorporar al mercado de oferta hotelera 30.000 camas de nueva construcción en el periodo hasta el año 2009[18].

Esta presión sobre el territorio insular, en lo que podríamos denominar un proceso intensivo de “solarización del suelo rústico” ha supuesto un importante detonante para la desviación de inversiones hacia el sector de la promoción inmobiliaria y para la consideración del suelo rústico como “activo urbanizable”, incentivando decididamente el abandono de la actividad agropecuaria en beneficio de expectativas de venta y lucro especulativo. Este factor, unido a otros (diferencial de costes con los productos importados, cultura de desprecio de la actividad agropecuaria, etc) ha contribuido a incrementar la marginación de la actividad de cultivo en las islas.


Fuente: El Pais.

Una agricultura intensiva en consumo de productos fitosanitarios.

Actualmente en Canarias se utilizan 78,89 kg/ha. al año de productos fitosanitarios importados (datos del año 1999), a mucha distancia de la media estatal. No se incluye aquí el uso de fertilizantes[19]. Por otro lado, como se observa en el siguiente cuadro, el sector primario es muy intensivo en consumo de abonos importados del exterior.



Porcentaje de autoconsumo. Importación.

Rafael Hernández, Presidente de COAG – Canarias y Pedro Molina, Presidente de la Cooperativa del Campo “La Candelaria” estiman que Canarias tiene un grado de autosuficiencia alimentaria de aproximadamente un 16% en productos vegetales, y de un 6-7% en productos animales. Por lo tanto, las islas tienen un porcentaje de autosuficiencia alimentaria mínimo y, sin duda alguna, el más bajo de su historia. Paradójica situación, pues nunca como hasta ahora el archipiélago había dispuesto de tantos alimentos (del exterior) para su población residente. Sin embargo, la abundancia se corresponde con una situación gravísima de vulnerabilidad y dependencia del exterior.

En 1981 se organiza en Canarias un seminario cívico militar, bajo el título “Los costes de la insularidad canaria y la defensa nacional”. En él se propone una “dieta mínima de subsistencia” para conocer, en caso de bloqueo naval y aéreo, el grado de autosuficiencia que tendría la población de la época, aproximadamente 1.300.000 habitantes. Según esos datos, Canarias tendria una autosuficiencia alimentaria del 86% en productos lácteos, del 67% en carne, huevos y pescados; del 0% en legumbres, frutos secos, etc; del 495% en frutas y hortalizas; del 35% en cereales, derivados, papas y azúcar, y del 0% en grasas y aceites.

Del análisis preliminar de estos datos podemos extraer:
- El abandono casi absoluto de la agricultura de secano, aunque los productos de la misma son una importante base alimentaria de Canarias en la actualidad.
- Que el deterioro de la superficie agrícola cultivada en el último cuarto de siglo (1981-2006) ha sido evidente, aunque mayor aún ha sido la evolución del crecimiento de la población de las islas, que en ese perído ha incrementado su cifra en un 35%, lo que permite afirmar que los ya bajos porcentajes de “autoconsumo” son sustancialmente inferiores en la actualidad.
- Que la dependencia de la ganadería de los insumos exteriores es absoluta, debido a la industrialización e importación de piensos del exterior. Su viabilidad en caso de interrupción del suministro de insumos alimenticios para la cabaña de interior, es mínima, lo que afecta al apartado de “lácteos” y carnes y pescados.
- La “abundancia” de frutas y hortalizas se debe a la producción de plátanos y tomates para la exportación.
- La producción de papas para consumo interior ha descendido dramáticamente en los últimos años, y la producción cerealista es inapreciable para el consumidor canario. En concreto, en 1987 Canarias ocupaba 11.942 de hectáreas con cultivos de papas, y esta cifra se reduce en el año 2004 a 5.644 hectáreas (Fuente: ISTAC).

Fuente: Alfonso Morela[20]

El Día, 20 de septiembre de 2005: “el nivel de autoabastecimiento de carnes oscila en torno al 6% del total de consumo no industrial en las islas. En el capítulo de los lácteos, el grado de autoabastecimiento con la producción propia es algo mejor, con alrededor del 22% en leche líquida y del 51,7%, en el caso de los quesos”. Evidentemente, la inmensa mayoría de los insumos alimentarios de la cabaña ganadera de Canarias provienen de la importación, dada la baja producción canaria para piensos animales.

Peligro de extinción de las papas de Canarias, denuncia COAG[21].
Canarias ha pasado de ser un exportador tradicional de papas a convertirse en importador. Dado que, por los ritmos de producción, las papas canarias salen al mercado entre mayo y octubre, en el periodo de noviembre a abril, tradicionalmente, se han importado papas. El referente para las dos operaciones comerciales era siempre Gran Bretaña. En cambio, "ahora nos están metiendo papas de fuera todo el año", y además se están ofreciendo como si fueran locales. Las cifras son reveladoras: en 1976, Canarias exportaba 40.000 toneladas de papas al año. Treinta años después, se importan 100.000 toneladas anuales, para abastecer un consumo cifrado entre las 135.000-140.000 toneladas. Sólo hace diez o doce años, Canarias producía la misma cantidad que importa ahora, mientras que ahora sólo produce menos de un tercio de esa cantidad. La COAG explica esta desproporción "en gran medida por el progresivo abandono de tierras de cultivo". En los treinta años pasados desde 1976, de las 15.000 hectáreas cultivadas, quedan ahora sólo 5.000 en todo el Archipiélago. El proceso se va acelerando con los años. Según los censos del Cabildo de Tenerife, en los últimos ocho años se redujo esta superficie en un 40%. Uno de los motivos que provocan el abandono de la producción es el diferencial de precios en origen y en el mercado y la reducción de la renta agraria, que llega sólo al 60% de la renta media española. Los productores de papas sólo reciben un 25% ó 30% del precio total que paga el consumidor. Por este motivo, la COAG también recomienda a los consumidores que exijan el doble etiquetado, en el que se aprecie la diferencia de precios en origen y al final de la cadena de intermediarios. Todas estas circunstancias llevan al abandono de las labores agrícolas, de forma que la edad media de los agricultores canarios es de 60 años. Así, la papa y la agricultura en las Islas están en peligro de extinción. Verónica Alemán entrevista a técnicos de Coag – Canarias, en Rincones del Atlántico.
Como vemos, inclusive en La Palma, la isla que conserva una mayor extensión cultivada en relación con su población, existe una gran dependencia alimentaria de productos básicos de la dieta: cereales, fruta y verduras, aunque tiene un aceptable nivel de autosuficiencia alimentaria en papas, alimento básico de la dieta de las islas.


Grado de autoabastecimiento de alimentos de La Palma
Fuente: COAG-La Palma.

Tabla: Algunos productos y la relación entre lo producido y lo consumido en la isla de Tenerife (4)
Fuente: Alfonso Morela. (4) Resumen de datos estadísticos agrarios de Canarias, 2003. Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias y elaboración propia.

Importamos la práctica totalidad de los alimentos consumimos.

Nuestro comercio exterior alimentario está basado en la masiva importación de productos alimenticios, la exportación de plátanos, tomates, papas y algo de pescado y, gracias al régimen fiscal y de bonificaciones existentes, a la reexportación de productos alimentarios importados previamente a las islas.

Cereales: Canarias produjo en el año 2004 1.452 tn. de Cereales, e importó (2002) 432.089 toneladas. Por la tanto, el consumo de Cereales en Canarias proviene en un 99,7% del exterior de las islas.

Hortalizas y frutas frescas: “El volumen de la importación en el año 2001, en los capítulos de hortalizas y frutas frescas alcanzó los 51 millones de kilos y un valor declarado en aduadas por 2.784 millones de euros. Finalmente, la producción interna de estos productos alcanzó la cifra de 485 millones de euros”[22]. Esto es, en valor monetario, la producción local satisface el 17% de las necesidades de hortalizas y frutas frescas de las islas.


Fuente: http://www.africainfomarket.org/digitalAssets/4573_4573_documento_1962_1.pdf


Canarias tiene una dieta de más de 4.000 kilómetros[23]: cereales de Francia, papas de Reino Unido, leche de Alemania, carne de Argentina, soja de Brasil, fruta de Chile, pescado de Mauritania, etc.

La anterior tabla muestra las distintas zonas de origen de las importaciones realizadas por el sector de la Alimentación en Canarias a lo largo del 2002. En la misma puede observarse como la Unión Europea (principalmente, Alemania, Países Bajos, Reino Unido, Francia, Italia y Dinamarca; en este orden) supone el principal mercado de abastecimiento de este sector, acaparando el 53,8% del total del sus importaciones. Los principales productos importados desde estos países son: leche y productos lácteos, legumbres y hortalizas, cereales y bebidas. El segundo bloque, con un porcentaje del 17,2%, lo forman los países de América del Sur (sobretodo, Brasil, Argentina y Chile), desde donde se importan principalmente productos relacionados con el sector primario (carne, pescado, cereales, café, frutos, etc.) y residuos de las industrias alimentarias. También destacan las importaciones procedentes de los países africanos (fundamentalmente, Mauritania, Angola, Marruecos, Sudáfrica y Guinea) que suponen el 10,2% del total importado por el sector de la Alimentación de Canarias y se concentran en torno a productos como pescados y crustáceos y preparados de legumbres u hortalizas. Fuente: http://www.africainfomarket.org/digitalAssets/4573_4573_documento_1962_1.pdf


Agua en Canarias:

Un tercio del agua que se consume en Canarias proviene de la desalación, intensiva en consumo energético, aunque este porcentaje varía de forma importante entre islas, dependiendo de su pluviometría y existencia de acuíferos o sistemas de captación superficial del agua[24].


Oferta de agua en Canarias:


En Canarias, la demanda urbana de agua se mueve de media en un intervalo entre 130-180 litros por habitante y día, dependiendo de la isla que se trate. El consumo turístico se sitúa de media en 360 litros por persona y día[25].


¿Qué consumen los Canarios?


Fuente: Plan de Salud de Canarias[26].

En Canarias, “el 14% de los menores padecen obesidad y entre el 26 y 29% sobrepeso”[27]. Según la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, “la tasa de obesidad en Canarias es del 18%, 5 puntos por encima de la media nacional, y una de la más altas de Europa”[28]. Como se expone en el Plan de Salud canario, “La evolución experimentada por la dieta occidental se caracteriza por un consumo progresivo de alimentos de origen animal, por la presencia de gran cantidad de productos refinados y de alta densidad energética y, al mismo tiempo, un bajo consumo de alimentos de origen vegetal. La traducción nutricional de este cambio se manifiesta por un aumento de la ingesta energética a partir de la grasa total, grasas saturadas y azúcares. Paralelamente, la disminución en el aporte porcentual de energía a partir de los hidratos de carbono complejos y de las proteínas de origen vegetal, es un hecho generalizado en las sociedades modernas”


¿Y a cuántos canarios hay que alimentar? [29]



El Gobierno de Canarias estimó recientemente (febrero de 2007) que la población insular podría ascender a aproximadamente 2.500.000 de personas en el año 2017, una década. Este incremento, de confirmarse – dudamos seriamente de la probabilidad de mantenerse esa predicción y de los factores que pueden haber influido en estas afirmaciones – sería el mayor de Canarias en tan poco intervalo de tiempo.

Conclusión:

La dependencia casi absoluta del exterior es la característica esencial del sistema alimentario canario. En la medida en que, por lo tanto, en las actuales condiciones, “fallara” la producción agroalimentaria mundial y su complejo engranaje dependiente de los combustibles fósiles, lo hará el abastecimiento de las islas, si se mantiene la rutina actual, esto es: abandono de la actividad agropecuaria, crecimiento de la población insular, pérdida de población activa agraria, etc, etc.

Parece evidente que la situación de “seguridad alimentaria” en Canarias es muy preocupante ante cualquier episodio de interrupción del suministro energético o alimentario. Sin embargo, el nivel de percepción de la población, ante los establecimientos alimentarios repletos de alimentos, no es en absoluto el de fragilidad o vulnerabilidad.

Entonces, ¿Cuáles son las perspectivas del sistema alimentario mundial ante el fin de la energía barata? ¿En qué medida afectará este aspecto al abastecimiento alimentario mundial?


B. Sistema alimentario mundial: la quiebra de un modelo.

Hoy el sistema alimentario mundial depende absolutamente de los combustibles fósiles, como en su momento dependió de la cabaña animal y del arado. Casi literalmente, “comemos combustibles fósiles”[30]. De este artículo crucial para entender la situación alimentaria mundial extraemos los aspectos más relevantes, que nos sirven de marco introductorio a la evolución reciente de la misma:

- “Entre 1950 y 1984, la Revolución Verde transformó la agricultura a lo largo de todo el planeta y la producción de grano mundial aumentó en un 250% La energía de la Revolución Verde fue proporcionada por los combustibles fósiles en forma de fertilizantes (gas natural), pesticidas (petróleo) e irrigación alimentada por hidrocarburos. Según Danielle Murray[31], “los últimos 50 años de siglo han presenciado la multiplicación por tres de la producción mundial de grano – de 631 millones de toneladas en 1950 a 2.029 en el año 2004. Se puede atribuir el 80% del incremento al crecimiento poblacional, que ha incrementado la demanda, mientras que el restante 20% a que hay más gente comiendo en un “escalón” más alto de la cadena alimentaria, incrementando el consumo per capita de grano en un 24%” (sobre todo para la alimentación del ganado).
- La Revolución Verde aumentó el flujo de energía hacia la agricultura en una media de 50 veces la energía invertida en la agricultura tradicional. En los casos más extremos, el consumo de energía por la agricultura aumentó 100 veces o más.
- En los EEUU, se gastan anualmente 400 galones de petróleo equivalente (1.514 litros según la equivalencia del galón estadounidense; 1 galón = 3’785 litros; n. del t.) para alimentar a cada estadounidense (datos proporcionados en 1994). El consumo de energía agrícola se descompone como sigue:
· 31% para la fabricación de fertilizantes inorgánicos. La producción de un kilo de fertilizante de nitrógeno requiere la energía equivalente de 1,4 a 1,8 litros de combustible diesel.
· 19% para el funcionamiento de la maquinaria agrícola.
· 16% para el transporte.
· 13% para regadíos.
· 8% para aumentar la ganadería (no se incluye la alimentación del ganado).
· 5% para el secado de cultivos.
· 5% para la producción de pesticidas.
· 8% gastos diversos
· No se incluyen en este gráfico los costes del embalaje, la refrigeración, el transporte hacia los puntos de venta al por menor y el uso de la cocina doméstica.
- Entre 1945 y 1994, la inversión energética en la agricultura aumentó 120 veces, mientras que los rendimientos de las cosechas sólo aumentaron 90 veces. Desde entonces, la inversión energética ha continuado incrementándose sin un aumento correspondiente en la productividad de las cosechas. Hemos alcanzado el punto de los retornos marginales. Pero, debido a la degradación de la tierra, el aumento de demanda de gestión de plagas y el aumento del coste energético para el regadío (todo lo cual se examina más abajo), la agricultura moderna tiene que continuar aumentando sus gastos energéticos, simplemente para mantener la producción actual de las cosechas. La Revolución Verde está entrando en quiebra.
- En EE.UU., en 1990 estábamos utilizando 1000 litros (aproximadamente 6’41 barriles) de petróleo para producir alimentos de una hectárea de tierra.
- En 1994, David Pimentel y Mario Giampietro estimaron que la relación producción/inversión de la agricultura era de alrededor de 1,4. Por cada 0,7 kilocalorías (kcal) de energía fósil consumida, la agricultura estadounidense producía 1 kcal de alimentos.
- En su cuidadoso estudio, Giampeitro y Pimentel hallaron que se necesitan 10 kcal de energía exosomática para producir 1 kcal de alimentos que llegue al consumidor en el sistema alimentario estadounidense. Esto incluye el embalaje y todos los gastos de envío, pero excluye el gasto energético de cocinar. El sistema alimentario de EEUU consume diez veces más energía que la que produce en forma de alimentos. Esta disparidad es posible por las reservas de combustibles fósiles no renovables”.
Evolución del sistema alimentario mundial: la revolución verde y la agroindustria.

El deterioro del sistema alimentario mundial es perceptible, además de por el inminente declive energético global, por la fragilidad y disminución de la disposición actual de recursos claves para el mismo: suelo, agua, diversidad biológica y estabilidad climática. Todo ello nos permite afirmar, en virtud de una sencilla regla lógica que, al mantenerse esta tendencia, el sistema alimentario mundial sufrirá un descenso en sus rendimientos, como de hecho está ocurriendo, más aún en un escenario de crecimiento exponencial de la población del mundo.

Hoy tenemos:

- Máxima vulnerabilidad: el 90% de la producción alimentaria mundial proviene de 15 plantas y 8 especies animales. Se ha perdido el 75% de la diversidad genética de las plantas alimentarias en el último siglo.
- En 1960, cuando la población mundial era de 3.000 millones de personas, había disponibles aproximadamente 0,5 hectáreas de suelo agrícola disponible por persona, la cantidad mínima considerada esencial para la producción de una dieta variada, saludable y nutriente de productos animales y vegetales, como la que se extiende ampliamente por los EE.UU. y Europa[32].
- En los últimos 40 años, se ha abandonado cerca de un tercio de la superficie agrícola mundial, debido a la erosión del suelo y la degradación[33]
- Alrededor de dos millones de hectáreas de tierras agrícolas se pierden para la producción anualmente, debido a la grave degradación del suelo, entre otros factores[34].


Disminución de la superficie arada por persona, incremento de la superficie irrigada y descenso del stock de grano por persona en el mundo.
Descenso alarmante del ratio de “días de suministro” mundial de cereales,
después de 8 años de continuas bajadas[35]


El mundo está creando una economía de burbuja alimentaria basada en un uso insostenible del agua[36].

Lester R. Brown


- El 70% del agua mundial que se obtiene de los ríos o de los acuíferos se destina al riego agrícola.
- La demanda mundial de agua se ha triplicado en los últimos 50 años, excediendo la capacidad de sustentación de los acuíferos en multitud de países.
- Los países están satisfaciendo la demanda creciente de comida gracias a una sobreexplotación de los acuíferos subterráneos, una medida que asegura virtualmente una caida en la producción alimentaria cuando decline el acuífero. Los gobiernos, a sabiendas o no, están creando la economía de una “burbuja alimentaria”.
- El uso universal de las máquinas para el bombeo del agua harán coincidir los declives de los acuíferos en muchas zonas del mundo al mismo tiempo, en un mundo que anualmente incrementa su población en 70 millones de personas.
- Los acuíferos están declinando en multitud de países, incluidos China, India y los EE.UU. que, en su conjunto, cuentan con la mitad de la producción mundial de granos. Bajo la planicie del norte de China, que produce más de la mitad del trigo y un tercio del millo de ese país, el declive de su acuífero se ha incrementado de una media de 1,5 metros hace una década a 3 metros hoy.
- India está sobreexplotando sus acuíferos en muchos estados. David Seckler, el ex director del Instituto internacional para la gestión del agua, que estima que el declive de sus acuíferos podría reducir la cosecha de grano de la India en un quinto.
- En parte de los estados productores de grano clave de los EE.UU. (Texas, Oklahoma y Kansas) el nivel de los acuíferos se ha reducido en más de 30 metros.
- La escasez de agua, que fue siempre un fenómeno local, ahora cruza fronteras a través del comercio internacional de granos. Debido a que producir una tonelada de grano requiere mil toneladas de agua, la importación de grano es la forma más eficiente de importar agua.
- En China, una combinación de declive de los acuíferos, el desvío de las aguas de riego a las ciudades, y un bajo precio de apoyo a los granos está provocando una reducción de la cosecha de grano. Después del cenit en 392 millones de toneladas de grano en el año 1998, la cosecha descendió a 346 millones de toneladas en 2002. Cuando China mire al mercado mundial para satisfacer su déficit de grano, los precios del mercado mundial de granos se desestabilizarán.


¿Qué supone el fin de la energía barata para el suministro mundial de alimentos?
De forma exponencial, las referencias sobre la dependencia de la energía fósil del actual sistema alimentario se han multiplicado[37]. Paradójicamente, se viene haciendo de forma más insistente en territorios con infinitamente más autosuficiencia alimentaria que zonas como Canarias. Entre otros, Richard Heinberg, el autor americano de “Se acabó la fiesta”, “Powerdown” y otras publicaciones, ha sintetizado las amenazas más claras que afronta el sistema alimentario mundial ante la crisis energética[38]. Igualmente, el Informe” Fuelling a food crisis”[39], de la diputada británica del Parlamento europeo, Caroline Lucas, aborda, junto con Colin Hines, el tema de la seguridad alimentaria y el cenit del petróleo, y la Soil Association, una importante entidad británica especializada en agricultura y sostenibilidad, centró su Conferencia anual con el título “Preparándonos para el futuro de la alimentación y la agricultura en el pos cenit del petróleo”[40]. Tomamos referencia de las mismas.
Como se ha dicho, la gran revolución de aplicación de los insumos energéticos a la agricultura ha supuesto, en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX, el que se haya triplicado la producción mundial de alimentos. La energía barata ha posibilitado, además, que se alimentara, a través del transporte, a poblaciones que, de otra manera, no tendrían suficiente producción alimentaria para su número y superficie por habitante (como sería el caso de Canarias).
Siguiendo a Richard Heinberg, podemos considerar que la producción alimentaria se encuentra en una “encrucijada” de carácter histórico. Lester Brown, que dirige el Instituto de Políticas para la Tierra, afirma que estamos ante una “burbuja alimentaria”, alimentada, claro está, por la “burbuja energética” de los combustibles fósiles. No es descabellado hablar de una extinción masiva de humanos en caso de declive pronunciado de la disponibilidad energética. El problema es que nos encontramos precisamente ante un escenario de declive energético, como asevera desde hace tiempo buena parte de la comunidad científica de geólogos especialistas en recursos energéticos. Los factores críticos que señala el autor norteamericano son:
- La tierra arable se extendió de forma exponencial en las últimas décadas, gracias a la mecanización del campo y la extensión de los sistemas de extracción masiva de agua y riego. Desde hace dos décadas existe un declive de la disponibilidad de tierras, debido a factores relacionados con la sobreexplotación (salinización, nitrificación, urbanización, etc). La energía cada vez más cara dificultará el mantenimiento de grandes explotaciones agrícolas, y el servicio de producción de alimentos que, aunque de forma insostenible, hoy reailzan.
- La gran mecanización del campo ha expulsado a una gran parte de la antigua población activa agrícola. Se han perdido importantísimos conocimientos vernáculos para la producción agropecuaria con bajos usos de energía. El rendimiento agropecuario y viabilidad de algunas explotaciones agrarias será cada vez más difícil, ante la carestía progresiva del combustible y altos insumos energéticos de las operaciones agrícolas de la industria del campo moderna.
- Precisamente la gran mecanización del campo, debido a la accesibilidad a la energía barata, supuso una “simplificación” asombrosa de la variedad fitogenética en los cultivos actuales, lo que ha provocado una desaparición tremenda de variedades locales y adaptadas a los diferentes microclimas. La concentración de las semillas y los recursos para el cultivo en pocas empresas, a gran escala, hace aún más frágil el mantemiento de esta intensidad, en un escenario de progresiva carestía energética.
- El cambio climático, provocado por la quema de combustibles fósiles, probablemente disminuirá la cosecha agrícola en el mundo, al alterar las condiciones climáticas de zonas productoras de alimentos (incremento de los fenómenos metereológicos extremos, subidas de la temperatura, etc).
- La sobreexplotación de los acuíferos ha sido “posible” gracias a la accesibilidad de energía barata para el bombeo de la misma de los acuíferos. El declive de los mismos disminuirá su disponibilidad para el riego agrícola, y provocará un decrecimiento en el resultado de las cosechas.
- Existen indicios de un rendimiento decreciente de los efectos de incremento de la producción derivados del uso de pesticidas y herbicidas, agroquímicos resultantes de la extensión de la revolución verde. El conjunto de insumos de la producción agropecuaria será progresivamente más caro, y con ello el coste energético y económico de la producción.
Parece que se ha acabado la “comida barata”, y las tensiones inflacionarias están alcanzando a los productos alimentarios, “a punto de alcanzar la mayor subida anual de los últimos treinta años”. Entre los factores aducidos se encuentra la gran demanda de cosechas para biocombustibles[41] y la alta demanda de países como China o India. A ello deberíamos sumar la subida general de los costes de la larga cadena agroalimentaria industrial, con importantes insumos energéticos y de materiales también cada vez más caros.[42]
Un importante ejercicio de estudio de la importancia de la energía en el sistema alimentario actual viene dado por el citado Estudio de Caroline Lucas y Colin Hines sobre la relación entre la crisis energética y la alimentación. Centrado en el Reino Unido: el Estudio “Fuelling a food crisis” señala que el 21% del uso de la energía en este país está dedicado al suministro alimentario, en el proceso de venta al por menor, empaquetado, distribución, preparación en el hogar de los alimentos, cultivo y procesado de los alimentos, etc. Haciendo una estimación del equivalente energético en barriles de petróleo, estimaron que cada hogar británico, en la actualidad, usa alrededor de 10 barriles de petróleo (1860 litros) al año para su suministro alimentario.
Está finalizando la era de los alimentos baratos.
Oxford (Dow Jones) – La era del abastecimiento mundial de alimentos baratos está finalizando, de acuerdo con Peter Kendall, Presidente de la Unión nacional de agricultores de Inglaterra y Gales. En una intervención ante la Conferencia de agricultores de Oxford, Kendall dijo que la agricultura será más valorada en el futuro, debido al crecimiento poblacional mundial, la demanda de biocombustibles, debido a las preocupaciones sobre el abastecimiento energético, y al cambio climático. “Necesitamos doblar la producción agrícola mundial para el año 2050”, dijo Kendall. Dijo que está previsto que la población mundial se incremente en alrededor de 3.000 millones de personas para el año 2050. Además, la expansión de las economías de Asia implicará un cambio en los hábitos alimentarios de esa zona. Kendall añadió que, debido a la preocupación por la seguridad energética, la mayoría de los gigantes de la agricultura mundial, como EE.UU. y Brasil están usando recursos alimentarios para producir biofuel. En los EE.UU., “desde julio de 2005 a noviembre de 2006 se abrió una planta nueva de etanol cada 9 días”, según Kendall. Estas plantas consumirán 39 millones métricos de toneladas de grano, la mayoría maiz, que se añadirán a los 41 millones que ya se usan en la actualidad para biocombustible”, añadió.[43]
En realidad, como dice Richard Manning, “debemos seguir la cadena alimentaria hasta Irak”, hasta el origen del suministro del petróleo, de donde quiera que éste se esté extrayendo, para trazar la compleja operación de alimentar a la humanidad, y ser conscientes del creciente coste energético – y, por tanto, monetario – que tendrá progresivamente el mantenimiento de todos los procesos[44]; todo ello, teniendo en cuenta que la cuestión “alimentaria” es, ante todo, un asunto de seguridad y vulnerabilidad, como comenta Danielle Murray[45]: “De la granja al plato, el moderno sistema alimentario depende profundamente del petróleo barato. Las amenazas a nuestro suministro de petróleo son también amenazas a nuestro suministro alimentario. En la medida en que se procese más comida y más comida venga de cada vez más lejos, el sistema alimentario consumirá cada año más energía (…). Al fin y al cabo, “los alimentos procesados alcanzan a ser las tres cuartas partes de las ventas totales de comida en el mundo. 0,45 kilogramos de frutas o verduras congeladas requieren 825 kilocalorías de energía para su procesamiento y 559 kilocalorías para el empaquetado, además de la energía para la refrigeración durante el transporte al comercio y al hogar. El procesamiento de una libra (0,45 kilos) de frutas o verduras precisa de una media de 261 kilocalorías, y el proceso de empaquetado le añade 1006 kilocalorías. El procesado de los cereales del desayuno requiere de 7125 kilocalorías por libra, cinco veces más que la energía que aportan los cereales en sí mismo”.

Evidentemente, el tipo de “dieta alimentaria” influye en el consumo energético. La forma de alimentarse de las sociedades “modernas” es intensiva en alimentos procesados, ricos en grasas, y alimentos cárnicos. Esta dieta, unida al modeo de vida sedentario, es causante de un abundante sobrepeso. La rutina alimentaria actual – que paradójicamente carece de alternativas debido a la quiebra del pequeño agricultor y los servicios de abastecimiento tradicional – es deudora de un alto consumo energético. Como muestra, la intensa ingesta de carne precisa de grandes cantidades de energía y alimentos – granos – que se derivan del consumo humano a su degradación por los animales de granja industrial. Independientemente del debate sobre la presencia de las carnes en la dieta, parece clara la dependencia energética de este proceso, y que el “exceso” de su producción agudiza los problemas de dependencia energética y alimentaria. La ganadería intensiva es altamente consumidora de recursos, provoca altas emisiones de metano y óxido de nitroso y, en su modelo actual, provoca graves impactos ambientales terrestres: nitrificación de suelos y aguas subterráneas, deforestación para pastos, sobrepastoreo, compactación y erosión, etc, además de usar ya prácticamente un tercio de las tierras cultivables del planeta para forraje. Las perspectivas de ampliación de la producción mundial de carne son realmente inquietantes, como ha afirmado la FAO[46].


Agrocarburantes, echando más leña al fuego.

“Los biocarburantes incrementarán las presiones sobre el suministro mundial de alimentos, y erosionarán más aún la soberanía alimentaria”[47], titula un texto suscrito por numerosas asociaciones vinculadas a la seguridad y soberanía alimentaria. Las plantaciones masivas de caña de azúcar, palma de aceite y soja están causando numerosos problemas agroambientales y una competencia con la superficie dedicada al cultivo de alimentos, partiendo además del hecho de que las reservas mundiales de cereales están descendiendo de forma alarmante. Existen numerosas referencias al respecto que cuestionan la viabilidad de este modelo, tanto en el aspecto de su balance energético como en la posibilidad real de suponer un sustituto a siquiera una fracción del consumo actual de carburantes fósiles. En lo que respecta a la competencia alimentaria, debido a la finitud posible en la expansión de los ecosistemas agrícolas – expansión que hoy se garantiza con políticas de deforestación -, podemos hablar de conflicto entre alimentación y expansión de agrocarburantes. En la medida en que se expandan los agrocarburantes, disminuirá por lo tanto la disponibilidad de alimentos, y subirá su precio.


Escenarios ante la creciente inseguridad alimentaria:

Un escenario dinámico y profundamente acelerado de deterioro afectará en los próximos años a la distribución de alimentos, según lo descrito. ¿Qué factores podrían entrar en juego?

- La renacionalización de la distribución de alimentos.

Es muy probable que vivamos procesos de “renacionalización” de la producción alimentaria, en la medida en que los costes energéticos continúen subiendo, y las demandas alimentarias sean cada vez mayores por parte de la problación de esos países que hoy exportan alimentos. En los últimos años se han incorporado nuevos países a la nómina de países importadores de alimentos, entre ellos China, que alberga a más de 2 de cada 10 habitantes en el mundo, y que está creciendo a ritmos espectaculares en su demanda de alimentos.

- Veremos precios de los alimentos cada vez más caros.

Los precios de los alimentos, previsiblemente, serán cada vez más caros. Las Naciones Unidas han advertido ya de ello, especialmente con los precios de los cereales, que han subido a su máximo nivel en la década” [48]. Se atribuyen estos precios a la alta demanda de cosechas para biocombustibles, y a las pobres cosechas. Podemos hablar de un “mercado en tensión”, y frágil ante cualquier fenómeno de disminución de rendimientos en coseha. Pero, más allá, y debido a la crisis energética y agotamiento de los recursos que sustentan la actividad agropecuaria (suelo fértil y agua, esencialmente), podemos adivinar una disminución per cápita continua – que ya se está produciendo – de la producción alimentaria mundial, en caso de mantenerse las tendencias actuales. Así, recientemente también se advertía que “China podría enfrentarse a carencias de cereales a partir del año 2010”[49]. En esa información se destaca que “China se enfrenta a una posible escasez de 4,8 millones de toneladas de cereales en 2010, casi el 9 por ciento del consumo de grano del país, según un análisis del " Study Times", diario de la Escuela del Partido del Comité Central del Partido Comunista de China. El suministro nacional de cereales será insuficiente en los próximos 15 años, lo que aumentará la dependencia de China de las importaciones y elevará el precio del producto, según el análisis. El aumento de la producción de cereales entraña dificultades para China ya que la tierra cultivable ha disminuido de 131 millones de hectáreas en 1996 a 123 millones de hectáreas en 2005, tendencia que continúa”. No en vano, y según otras noticias, “La fuerte demanda de China eleva un 40% el precio de los cereales”[50] en lo que va de año 2007.

- La reaparición de las crisis alimentarias e interrupción del suministro alimentario, en zonas cada vez más amplias.

Las hambrunas, cotidianas en el mundo más pobre, se pueden extender, en la medida en que fallen los engranajes económicos e industriales del sistema alimentario mundial, especialmente para las comunidades más vulnerables, con menores porcentajes de autosuficiencia alimentaria. También los episodios de “interrupción del suministro alimentario”, más o menos regulares, dependiendo de múltiples circunstancias: conflictos bélicos, quiebras de empresas agroalimentarias, ruptura de canales de comercialización y distribución, etc.



C. Propuestas ante la inseguridad alimentaria en Canarias.



Pirámide de necesidades de Maslow[51]

Comprender la dimensión del reto y la empresa: desmontar mitos y asimilar prioridades ante el estado de confusión.

El principal problema ante una más que probable situación de inseguridad alimentaria creciente en Canarias, es comprender en todos sus términos la dimensión de la situación. Es de carácter histórico. El declive energético continuo (partimos de que la sociedad industrial construida sobre el uso intensivo de combustibles fósiles carece hoy de escenarios de transición para garantizar el crecimiento o, incluso, el mantenimiento del actual nivel de producción) supondrá un episodio histórico nuevo, una era nueva pospetróleo para la humanidad, dado que ésta se ha sextuplicado en número – en una progresión exponencial sin parangón – desde el comienzo de la revolución industrial, esto es, desde el comienzo histórico del uso de los combustibles fósiles.

Por lo tanto, nos ha tocado vivir esos “momentos históricos”. El haber presenciado en las últimas décadas el ascenso continuo de la producción de casi todos los elementos de nuestras sociedades “modernas” nos ha creado el espejismo de la abundancia, infinitud de los recursos, confusión entre tecnología y energía y un conjunto de falsas percepciones que hoy, en la cúspide histórica de la producción de petróleo, nos dificultan sobremanera contemplar, al decir de Colin Campbell, el sobrecogedor abismo del continuo descenso de buena parte de las estructuras socioproductivas actuales[52]. Así pues, existen problemas importantes de percepción y comprensión para adentranos en este reto. Y, sin verdadera comprensión, es complejo abordar la situación en toda su dimensión. Podríamos considerar que el problema “energético” no tiene que ver con la cuestión alimentaria, por más que es evidente que sin energía, hoy, no habría alimentos en la mayoría de los hogares. Pero, una vez que comprendemos esa relación – olvidada por la intermediación de una sociedad que ha “expulsado” a la otrora mayoritaria población agraria de la obtención de alimentos para sustituirla por la industrialización y el suministro en supermercados – todavía nos queda abundar en la escala del problema, su carácter “creciente” en cuanto a la dimensión, y la compleja combinación de factores que es preciso tener en cuenta: población creciente, ritmo de declive de los recursos naturales, repercusión de fenómenos extraordinarios de carácter geopolítico, climático, etc.
Es probable que esta situación compleja genere un “estado de confusión” que nos dificulte la visión a medio plazo y la tendencia histórica de declive del petróleo y lo que de él dependa. Conviene atender a las corrientes de fondo y no tanto a los episodios coyunturales, que marcarán el cambio en la forma de alimentarnos, en un futuro próximo.

- Sustituibilidad de los procedimientos agrícolas: hace falta suelo “aquí”.

De las “cápsulas nutritivas” y concentrados alimenticios preparados para los astronautas, al riesgo alimentario creciente. Cultivar precisa de suelo, agua, semillas, instrumentos de labranza, unas determinadas características climáticas, etc. La energía para el procesamiento de todos estos factores, y para transportar los alimentos e insumos a las islas o a cualquier territorio, se encarece progresivamente, es obvio que todos esos elementos tenderán a estar más cerca. Del espejismo futurista a la cruda realidad: para poder comer, habrá que alimentarse de lo cercano y, además, progresivamente, habrá mayor dificultad en la obtención de los tradicionales insumos agrícolas. Por otro lado, cobra especial significado la palabra “sostenibilidad” en las prácticas de alimentación, porque únicamente con labores que se puedan mantener en el tiempo con mínimo impacto y uso de recursos, se podrá hablar de que es prolongable en el tiempo obtener alimentos de un territorio, con requerimientos crecientemente escasos.

En realidad, muchas zonas del mundo – especialmente las zonas urbanas – habían considerado al “supermercado” – gran distribuidor de alimentos, unido a la larga cadena logística que le da sentido - como un elemento inmortal, por más que éste tenga escasos años de existencia. La redefinición de este proceso, en una imposible “vuelta atrás”, es obligada por la creciente escasez de recursos globales. La globalización alimentaria es fruto de la abundancia energética, como hemos visto. La “relocalización alimentaria” será fruto de la energía cada vez más cara.

La ilusión del maná alimentario – la burbuja alimentaria de la que habla Lester Brown – ha conformado un espejismo irreal, que hace equivalente tener dinero con tener alimentos, independientemente de cómo y dónde se obtengan éstos. Sin embargo, el dinero no se come, y tener ingresos monetarios, si falla el lejano sistema agroindustrial, no es garantía de nutrirse.

El cultivo local no será una opción, sino un destino. Y usar el suelo “aquí” un retorno a lo que, en realidad, siempre se hizo. El episodio histórico de la revolución verde que vivimos no es más que eso, un episodio, por lo que es preciso adoptar estrategias para un “descenso” hacia la obtención, aquí, de alimentos.

- Canarias no puede alimentar hoy por si misma a su población actual.

Que las islas no pueden hoy autoalimentarse, con una población de más de dos millones de habitantes y un suelo abandonado y perdido, parece obvio. Desconocemos en qué escala lo puede hacerse, porque son multitud los factores a tener en cuenta: qué dieta se pretende, a cuánta población se quiere alimentar, de cuánta energía local se dispondría, qué límites de disponibilidad de agua tendríamos, qué patrimonio genético de semillas existe, qué aptitud tiene hoy el suelo para la recuperación de cultivos, cuántas infraestructuras haría falta recuperar para el impulso agrícola, etc. Hoy, con un suministro constante de todo tipo de insumos desde el exterior, las islas se autoabastecen hasta un 14-16% del total de los alimentos, según algunos portavoces del sector primario. Parece también obvio que, debido a la gran superpoblación y densidad existente, nunca será posible en buena parte del archipiélago, alimentar a la totalidad de sus habitantes, ni aún intensificando la actividad primaria. Es preciso conocer los límites, y también ser conscientes de que, y no sería la primera vez, éstos se sobrepasan de manera importante.

Es preciso preguntarse por los escenarios del futuro, al tiempo que constatar la actual y gravísima fragilidad alimentaria del presente. Insistiendo una vez más, la abundancia alimentaria actual, que sitúan a la población canaria como la que tiene mayores problemas de sobrepeso en España, no nos debe impedir el comprobar la situación coyuntural, en términos históricos, de esta situación.

- El verdadero objetivo: maximizar el porcentaje de autosuficiencia alimentaria local. La diferencia con la simbólica.

Poco será siempre el suelo, agua, conocimientos, etc. que se posea en Canarias para obtener un porcentaje cada vez mayor de alimentos para los residentes en las islas. De ahí, que la maximización de la producción, y su sostenibilidad real, sean los primeros objetivos a conseguir. Para ello, evidentemente, frenar el actual deterioro general de los elementos más importantes de la actividad agropecuaria, será imprescindible. De poco sirven experiencias aisladas en un mar de descomposición del sector agropecuario y su medio. Las pérdidas son tan grandes – suelo, conocimientos, semilla, agua, etc. – que estamos hablando de invertir una inercia de destrucción sin parangón. Nunca, en la historia de las islas, habíamos tenido tan pocos recursos agropecuarios por habitante. Probablemente, la crisis económica resultante de la crisis energética, nos aboque a frenar las tendencias destructivas del suelo, pero de poco servirá esta posibilidad – llena de incertidumbres y de riesgos sociales, igualmente – si no logramos revertir la tendencia de pérdida de los restantes elementos imprescindibles para poder mantener una producción agropecuaria en crecimiento, y de forma poco abusiva con los recursos naturales.

Debemos preguntarnos, ¿cuánto será lo máximo que hoy pueda producir Canarias para alimentar su población, usando todos los recursos disponibles, y de forma lo más eficiente y ahorradora de insumos posible? La respuesta es compleja, pero la tendencia a la maximización absoluta debe ser clara. Hacia ella iremos, mejor o peor preparados.

- Urgencia histórica.

Revertir procesos, o parte de los mismos, cuando éstos tienen la dimensión de la desagrarización vivida en Canarias en las últimas décadas, resulta harto difícil. Se han perdido por diferentes factores miles de hectáreas de suelo (muchas de ellas de forma definitiva, por el sellado de la urbanización); el declive del acuífero en varias islas es gravísimo; no existe suficiente patrimonio genético de semillas, han desaparecido infraestructuras poco intensivas en uso de energía, conocimientos locales, etc. Todo ello dibuja un panorama desolador para emprender la “vuelta al campo”. Por ello, y frente al desánimo, es preciso dotar de carácter de urgencia a lo que deberíamos hacer. Es tanto lo que se pretendería, y estamos empezando tan tarde, que siempre será urgente y prioritario emprender la labor de recuperación de lo perdido, y de reinvención de maneras para alimentar a los habitantes de las islas.

De ahí surgiría la necesidad del cambio urgente de agenda, personal, local y social, ante este reto. No hacerlo, supone adentrarnos en un terreno pantanoso, sin la preparación debida. Reeducar nuestros hábitos, sistemas de organización social, etc. para una novísima “sociedad agraria” no es tarea sencilla, ni que requiera poco tiempo. Por todo ello, tiene carácter de urgencia histórica y prioritaria. Cuanto más tiempo tardemos en empezar, menos alimentos tendremos en el futuro.

Propuestas:

Suelo:

- pérdida de suelo: sellado y desertificación. La “última sorriba”. Suelo urbanizable: una moratoria “humanitaria”. Multiplicar el suelo fértil.

El suelo fértil es el patrimonio más valioso de cada pueblo. Su agotamiento ha sido clave para entender el colapso de civilizaciones enteras[53]. Canarias ha sufrido el mayor proceso de pérdida de suelo de su historia, por sellado, salinización, erosión de diversos tipos e intensidades, etc.

Urge recuperar el suelo. Para ello, quizás la “última gran sorriba”, emprender un gran proceso de recuperación de bancales, muros, gavias, nateros, etc; un conjunto de infraestructuras que recogen agua y retienen la erosión.

No se puede urbanizar un metro cuadrado más, y únicamente usar patrimonio ya edificado para ubicar servicios o infraestructuras necesarias para la adaptación a la era pospetróleo. La “moratoria” en la construcción tiene aquí un carácter “humanitario”, porque partimos de que el suelo existente es insuficiente para alimentar a toda la población, y que los alimentos cada día se cultivarán de forma más local. Por lo tanto, continuar urbanizando el territorio supone un grave atentado contra las posibilidades de alimentación de la población.

Evidentemente, estas propuestas suponen un cuestionamiento del actual orden jurídico, garantista de los procesos de sellado del territorio, amparándose en la legitimidad de transformación para su pérdida – como suelo fértil – que tiene el propietario del terreno. Sin embargo, esa decisión se enfrenta al interés general de alimentación de los habitantes. La reformulación de las prioridades socioeconómicas debe dar paso a una reformulación del estatus jurídico y económico que hoy permite la pérdida de recursos esenciales.

La congelación del sellado debe dar paso a la multiplicación del suelo fértil, para garantizar que lo que hoy no se encuentra urbanizado, o no tiene superficie forestal, pasa a estar cultivado y en uso cotidiano para procurar alimentos.

Acceso a la tierra, agricultores y empleo agrícola:

La práctica desaparición del trabajador/a conocedor de los manejos del suelo, las técnicas y prácticas tradicionales de gestión del mismo, etc. debe dar paso a un entorno propio de “sociedad agraria”.

- Nuevos agricultores: el retorno del trabajador/a del campo.
o Los programas de urgencia: es urgente volcar en la formación de las personas esfuerzos, porque la pérdida de conocimientos locales es otro de los grandes dramas de nuestra era. Los “sonámbulos” ciudadanos urbanos[54] necesitarán conocer cómo incrementar su autonomía alimentaria, y como convertirse en productores de alimentos. Esta función básica ha sido relegada al gran complejo agroindustrial, y no forma parte de la cultura ciudadana de la mayoría de la población, a la inversa de lo que siempre ocurrió en la vida cotidiana de épocas anteriores. Por eso, es urgente recuperar y volcar la mayoría de los esfuerzos en obtener alimentos del suelo fértil.
o Formación: el conjunto de la formación reglada y no reglada debería tener vocación sobre actividades relacionadas con el sector agropecuario y de prácticas relacionadas: conserva de alimentos, aprovechamiento de materiales, oficios, etc. La formación de la población para la era pospetróleo, y su régimen de escasez, es un elemento fundamental que habrá de buscarse, en cualesquiera niveles en los que se trabaje.
o Agricultores experimentados: la formación informal: el trabajador/a tradicional del campo ha sido denostado hasta lo insufrible, pese a ser la persona con mayores conocimientos y cultura local – o sea, útil – para la vida cotidiana. Algunos de ellos, cada vez menos, por una cuestión generacional, vivieron la actividad agropecuaria antes de la revolución verde y la multiplicación de los insumos artificiales. La recuperación de su memoria debe ser activa y funcional. Son los agentes vivos imprescindibles, a los que pedir una contribución viva a la formación de ingentes cohortes de población analfabeta en el ámbito agrícola. Se trata de reformular su rol social y dotarlos de los medios y apoyos necesarios para que contribuyan a la formación de la población en el ámbito agropecuario. Una vez más, el drama de su desaparición nos advierte de que la urgencia sería clave en esta tarea.

- El acceso a la tierra y la entidad cultivada: uno de los graves problemas existentes es la vinculación del suelo a una actividad económica consistente en su urbanización, así como el “derecho” a dejar de producir cultivos, y a hacer un uso insostenible del mismo. El régimen jurídico de la propiedad del suelo no procura la alimentación de la población, sino que prioriza el uso arbitrario del mismo, sin vinculación con su vocación esencial originaria. El cambio de valor del suelo, cuyo uso esencial debe ser el agrícola, así como el que ésta sirva de sustento a la población local, deberá tener su plasmación en el régimen jurídico adecuado, si se pretende un régimen justo y accesible al sustento de la población. Sería un régimen jurídico que:
o Prohibiera los usos urbanizadores del suelo.
o Vinculara el mantenimiento del suelo a su fertilización sostenible.
o Dedicara su principal función a la alimentación de la población.
o Vinculara a la población residente en su entorno al ámbito de su trabajo, repercutiendo en su dieta alimentaria.
o Supeditara la detentación del suelo a su vocación comunitaria y social.

- Instrumentos para la recuperación urgente: la industrialización de la agricultura ha supuesto un incremento considerable de la productividad agropecuaria, aún a costa de la insostenibilidad de la misma. Sin embargo, ese incremento de la productividad ha posibilitado alimentar a más personas. La mecanización agrícola, los sistemas de riego, las semillas mejoradas, los agrofertilizantes, pesticidas, etc. como hoy los entendemos son fruto de la revolución verde, sin la que hoy es imposible entender la actividad en el sector primario, sobre todo de las zonas más industrializadas o de países con menor renta, pero con vocación agropecuaria de exportación. Muchos de los logros modernos de la agricultura y ganadería se mantendrán en un inmediato futuro, pero parece claro que a un coste progresivamente mayor. Así, será comprensible que, junto al uso más racional de la mecanización y otros sistemas de incremento de la productividad, y siempre que ésta no se haga a costa de hacer irreversible el deterioro que conlleva su práctica extensiva, se extiendan sistemas de intensificación más sostenible del uso del suelo, como ocurre en el caso de la agricultura tradicional (con importante uso del trabajo manual y la gestión del suelo y su enriquecimiento) o técnicas como la permacultura, etc. Evidentemente, la recuperación del patrimonio genético de variedades locales y su distribución efectiva y cultivo son hoy una tarea urgente para las islas, que han visto perder buena parte del mismo en sólo pocas décadas.

Agua: la lucha contra la “gran seca”. La isla de El Hierro, a finales de los años cuarenta del pasado siglo, vivió una “gran seca”, que forzó a su población a salir de la isla, emigrando a Venezuela o a Tenerife, entre otros destinos. Como ella, el conjunto de las islas – con la lógica diferenciación entre las islas con menor pluviometría y recursos subterráneos - ha vivido episodios más o menos periódicos de escasez hídrica, lo que es un condicionante absoluto para el desarrollo de la actividad agropecuaria.

Numerosos factores nos hablan de un declive de la disposición de agua: declive energético, que hará del agua un bien cada vez más caro, habida cuenta de que el agua se obtiene, bombea y canaliza en muchos lugares, gracias a la energía eléctrica. También es destacable el declive de los recursos subterráneos, fácilmente perceptible en Gran Canaria y Tenerife, y fruto de una sobreexplotación precisamente facilitada por la accesibilidad que posibilitó la abundancia energética y el crecimiento que ésta ha producido en las exigencias de la misma.

La noción del agua como recurso escaso, otrora primordial para gestionar su existencia con prudencia, ha desaparecido. Menos energía supondrá agua menos accesible, de forma progresiva. De poco serviría un suelo fértil sin un suministro de agua cierto, en muchos cultivos. Está claro que la adaptación de la agricultura hacia una mayor escasez de agua es inevitable, porque el agravamiento de las crisis energéticas pondrá en peligro el mismo abastecimiento del líquido en muchas zonas. La conversión a secano de muchos cultivos será una regla del futuro, para sobrevivir en la tierra a la escasez.

- Comprensión: la supresión del uso suntuario del agua en Canarias. Pero mientras hablamos de escasez de agua, en Canarias se prodiga el uso derrochador de la misma. Se ha logrado garantizar su acceso a costa de la multiplicación de las desaladoras – grandes consumidoras de energía – y de la profundidad de las galerías y pozos excavados, lo que ha acelerado la salinización de acuíferos y el declive de otros hasta el límite de su no recuperación. El rechazo al uso suntuario del agua es hoy una urgencia, puesto que ello acelera el declive de los recursos acuíferos subterráneos, la dependencia energética para la obtención del agua, impide comprender el trascendental valor del agua y su carácter escaso, y frena la adopción de medidas urgentes para recuperar fórmulas de captación y obtención de agua más autónoma.
- Reducción al máximo de la dependencia energética del agua en Canarias: la gravedad: históricamente, la ubicación y accesibilidad al agua determinará también la de los asentamientos de población y la extensión de la superficie cultivada. Hoy, el uso de la gravedad, importante para el suministro del agua, se ha olvidado en muchos casos, y la garantía de suministro eléctrico nos ha instalado en la falsa percepción de que el agua tiene una disposición prácticamente ilimitada, si se dispone de presupuesto para ello.
- La infraestructura perdurable de canalización y almacenamiento. Como ha ocurrido en el caso de las mercancías, se ha impuesto el “just in time” en la estrategia de uso del agua. Se han reducido los almacenamientos domésticos urbanos y rurales (aljibes, acogidas domésticas, depósitos, etc) a favor de una red intensiva en uso de energía. La recuperación de las infraestructuras tradicionales de acogida del agua es una ímproba tarea que, para tener resultados óptimos, debe empezarse a hacer con urgencia en el conjunto del territorio, especialmente en el ya urbanizado.


Organización de comunidades de cultivo: urbanas y rurales: La conversión de la población hacia la actividad agropecuaria será inevitable en las próximas décadas. ¿Cómo abordar, desde la organización social, esa transformación? Como sabemos, la crisis energética y la escasez que ello generará podría gestionarse de forma autoritaria, o bien avanzando en fórmulas de gestión más autónomas, con grados apreciables de “desconexión” que permitan el abastecimiento alimentario de la población dedicada a la actividad agrícola, sin que ello suponga una servidumbre hacia ningún sistema complejo que convierta en una suerte de nuevos “neoesclavos” a los hombres y mujeres que cultivan. Esto es, rompiendo las tradicionales relaciones de servidumbre de los ocupados en las tares agropecuarias, con respecto al resto de la población. Los entornos comunitarios son los más adecuados para alcanzar grados más apreciables de autonomía económica, en este nuevo escenario. La disolución paulatina de los intercambios monetarios con valor de cambio convencional, a favor de la convivencia de los mismos con el trueque y el trabajo en grupo, debe ser favorecido. Probablemente, la función más relevante que pueda tener un entorno institucional local o de otro ámbito sea la de favorecer, facilitar y no controlar los mecanismos de regulación autónoma de la población en comunidades de diverso ámbito.


La Dieta alimentaria de Canarias: el cambio de dieta en Canarias es cuestión de tiempo. Parece inevitable, por razones de espacio y competencias por el uso del suelo, que se retorne a una dieta menos intensiva en carne, componente de la dieta que hoy se importa, bien a través del propio animal criado en el exterior, bien a través de la importación de los forrajes y piensos necesarios para la alimentación de la cabaña ganadera insular. Este factor será preciso tenerlo en cuenta para reorganizar las prioridades de uso del suelo. La conservación de cabaña ganadera propia, y alimentada con pastos de las islas, no podrá alcanzar en ningún caso la densidad suficiente para tener una dieta con exceso de carnes, como parece tenemos hoy. Probablemente, la tracción animal sea una tarea a recuperar, y no precisamente con carácter lúdico, por lo que es preciso tener en cuenta igualmente este factor.

El ingeniero agrícola Alfonso Morela calculó que, con una dieta exclusivamente vegetariana se precisarían cultivar 1.000 m2 por persona, aproximadamente, para su sustento. Concluyó que en Tenerife, con esa dedicación, sólo se podría cubrir el 45% de la población. En cambio, con una dieta “normal”, se necesitarían 4.000 m2 por habitante (sólo se abarcaría al 11% de la población insular).

Marco institucional alimentario: sería preciso un marco institucional, que ya se ha esbozado, que favoreciera esa inevitable transición a la sociedad agraria. La percepción actual de “abundancia” impide valorar en toda su importancia la necesidad de estrategias adecuadas y urgentes para favorecer el cambiar de rumbo el conjunto de la economía de las islas, volcándola hacia la producción agropecuaria. En todo caso, son precisas medidas relativas a:

- Importaciones de productos que hoy resultan “competitivos” por una cuestión de escala, pero que es probable que, a lo largo del tiempo, veamos menguar en cantidad en su producción, debido a los efectos de la crisis energética. Un marco legal que favorece el uso intensivo de energía para alimentar a la población, con alimentos que provienen en su mayor porcentaje del exterior, aleja a las islas de alcanzar a recuperar urgentemente su actividad agropecuaria.
- Sector primario, marginado en el desarrollo de su actividad, debe pasar a ser el centro de las prioridades de estímulo social. Los marcos financieros, de organización institucional, etc. deben permitir la recuperación autónoma del protagonismo que nunca debió perder esta actividad esencial. Sería imprescindible una reelaboración de absolutamente todas las políticas públicas con clara prevalencia de este sector y favoreciendo las opciones de autoalimentación de la población.
- Urbanismo: de entre las políticas, es necesario destacar la necesidad de implantar un urbanismo para el futuro, que será rural, y que viene definido como aquel que no permite construir un metro cuadrado más de suelo rústico. No caben expansiones en un entorno que ha sufrido en los últimos cuarenta años un acusado proceso de urbanización y destrucción de su entorno cultivado, cercenando las posibilidades de cultivo por parte de la población. Cabe un urbanismo del interés general, que congele el sellado del territorio. Sólo así el suelo volverá a recobrar el carácter esencial como recurso único que tiene.
- Cultura: la reagrarización de los esquemas culturales de la población, más allá de lo folclórico y pintoresco, es otra de las grandes tareas a emprender. La población de las islas es, a partir de una franja de edad que abarca ya a más de la mitad de la misma[55], inculta en asuntos relativos a su sustento, y carece de autonomía para procurarse un sustento que sólo conoce a través de los supermercados. La desconexión generacional de la actividad agropecuaria ha sido acelerada en las últimas décadas, y su reversión requeriría de enormes esfuerzos de recuperación de prácticas y conocimientos que, tradicionalmente, tenían un cauce de transmisión oral, hoy prácticamente perdido.


Aclaración final: este texto tiene el carácter de propuesta de debate y acción, manifiestamente mejorable, para insitir, una vez más, en la urgencia histórica – a mi entender, el mayor reto al que se enfrentan las islas – de recuperar su agro y, en buena medida, la dignidad de alimentarse. El declive energético supondrá un antes y un después en la historia de las Islas, como del resto del Planeta, y la preparación para ello es la mayor empresa al que se enfrentarán sus hombres y mujeres.

Índice:

A. Canarias: fragilidad alimentaria y abandono del sector primario…………………………………………… 2
B. Sistema alimentario mundial: la quiebra de un modelo……………………………………………………….15
C. Propuestas ante la inseguridad alimentaria en Canarias……………………………………………………..23


Juan Jesús Bermúdez Ferrer
[1] “Niñas cargando balas de paja”, foto de 1895-1890, extraida del fondo documental: http://www.fotosantiguascanarias.org/
[2] “El Cultivo y la cultura del millo en Canarias”, María Dolores García Martín, geógrafa. 2006, Tenique nº7. Revista de cultura popular canaria.
[3] Albert A. Bartlett , profesor emérito (ya retirado) de Física de la Universidad de Colorado en Boulder, EE.UU. Extraido de “Arithmetic, Población y Energía”, en su versión en español, disponible en: http://www.crisisenergetica.org/index.php
[4] “El mundo se está aproximando rápidamente al cenit de la producción de petróleo convencional...un problema con el que nunca se ha enfrentado una sociedad industrial moderna.” Dpto. de Energía, gobierno de EE.UU. USA TODAY, octubre de 2005

[5] “Un 46% de la población de las Islas tiene sobrepeso y el 18%, obesidad”. http://www.diariodeavisos.com/content/197232/
[6] Citado en “El futuro del suministro global de petróleo y gas: desafíos e incertidumbres”, Conferencia de Mariano Marzo, Catedrático de recursos energéticos de la Universidad de Barcelona. Ingenio, Gran Canaria, Sábado, 17 de febrero de 2007. Descargable en: http://www.canariasantelacrisisenergetica.org/2007/02/21/presentaciones-ii-conferencia-calce/
[7] El Profesor de Historia, Antonio Macías, de la Universidad de La Laguna, entre otros, ha profundizado en sus estudios en esta situación de carencias graves de suministro alimentario y de padecimientos de la población en Canarias.
[8] Fuentes: Rodríguez Brito, Wladimiro; 2004 (reedición), Sans, Juan Antonio, “La Crisis de la agricultura en Canarias”. Instituto nacional de estadística; Instituto canario de estadística.

[9] (1975) Sans, Juan Antonio. La crisis de la agricultura en Canarias. Edición de 2004. Colecciones Idea.
[10] http://www.gobiernodecanarias.org/agricultura/otros/estadistica/resumen/r2005/pagina13.pdf
[11] Economía canaria 05. Consejería de economía y hacienda. Gobierno de Canarias.
[12] Fuentes: además de las anteriores, Consejo económico y social de Canarias; Redondo, Fernando; ISTAC.

[13]http://www.gobiernodecanarias.org/istac/estadisticas/php/saltarA.php?mid=/istac/publicaciones/html/epa/menu.html

[14] http://www.canariasahora.com/, 30 de septiembre de 2006
[15] Fuente: http://www.gobcan.es/agricultura/agricultura/mapacult/GomeraSSebastian/San%20Sebastián.pdf. Mapa de cultivos de Canarias: http://www.gobiernodecanarias.org/agricultura/agricultura/mapacult/default.htm

[16] 2005, febrero. Demografía y vivienda en España y en las CC.AA. La Caixa.
[17] 2003, octubre. El sector de la construcción en Canarias. Africa Infomarket.
[18] Canarias 7, 27 de enero de 2007.
[19] Asoc. Aire Libre. Fuente: http://www.airelibrelapalma.org/imagenes/informeindicadores.pdf

[20] El Ingeniero Alfonso Morela situa el grado de autosuficiencia alimentaria de Canarias en torno al 18%. Carlos Juan Álvarez, del Seminario Permanente de Agricultura Ecológica (SPAE) de la Universidad de La Laguna, considera que apenas alcanzaríamos hoy el 10% de autoabastecimiento alimentario en Canarias.
[21] http://www.rinconesdelatlantico.com/lector.php?articulo=20066175222320&mes=6&year=2006&categoria=noticias
[22] Fuente: http://www.africainfomarket.org/digitalAssets/72_documento_782_1.pdf

[23] “Cuando un americano medio se sienta a la mesa, cada ingrediente de los que come ha viajado una media de 1.500 millas (2.413 km.) desde la granja a la mesa”. http://100milediet.org/. Hay un movimiento mundial para “acercar” los productos a la mesa, para “comer localmente” por motivos muy variados, a los que hay que añadir la dependencia de la actual dieta del petróleo barato.
[24] “La dependencia energética del ciclo del agua en Canarias”. Baltasar Peñate, Jefe del Departamento de Agua del Instituto Tecnológico de Canarias. Conferencia ofrecida el Sábado, 17 de febrero de 2007. II Conferencia “Canarias ante la crisis energética”. Ingenio, Gran Canaria. Descargable en: http://www.canariasantelacrisisenergetica.org/2007/02/21/presentaciones-ii-conferencia-calce/
[25] Fuente: http://www.africainfomarket.org/digitalAssets/4568_4568_documento_1961_1.pdf

[26] http://www.gobiernodecanarias.org/sanidad/scs/1/plansalud/enca/tomo1/seccion44.html
[27] http://www.eldia.es/2007-03-12/vivir/vivir2.htm
[28] http://www.gobcan.es/sanidad/scs/1/plansalud/enca/tomo5/segunda1.html
[29] Fuente: ISTAC http://www.canariasantelacrisisenergetica.org/wp-content/uploads/2006/11/Evolucion%20Poblacion%20Canaria%20ISTAC.pdf
[30] Comiendo combustibles fósiles, de Dale Allen Pfeiffer: http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20040706185428361
[31] http://www.earth-policy.org/Updates/2005/Update48.htm Copyright © 2005 Earth Policy Institute. Oil and Food: A Rising Security Challenge. Danielle Murray
[32] “Soil as an Endangered Ecosystem”, David Pimental, Bioscience; Nov 2000
[33] "Food, Land, Population and the U.S. Economy, Pimentel and Giampietro, Nov. 1994, http://dieoff.org/page55.htm
[34] World Bank: “Land Resources Management”,
[35]Unión Nacional de Agricultores de los EE.UU. “El mundo afronta el menor suministro alimentario de los últimos 50 ó 100 años: una creciente crisis global alimentaria”. http://www.terredebrut.org/article-10764853.html
[36]World Creating Food Bubble Economy Based on Unsustainable Use of Water 2003, Lester Brown. http://www.casavaria.com/sentido/environment/epi/esp/2003/esp030313food.htm ; http://www.earth-policy.org/Updates/Update22.htm
[37] Igualmente ocurrió en el periodo de la crisis energética de 1973. La diferencia con entonces es que hoy nos encontramos con una crisis estructural, de carácter geológico, ante el declive permanente y continuo de las reservas de combustibles fósiles existentes y fácilmente disponibles.
[38] “Threats of Peak Oil to the Global Food Supply”, en http://www.richardheinberg.com/museletter/159
[39] http://www.carolinelucasmep.org.uk/publications/pdfs_and_word/Fuelling%20a%20food%20crisis%20FINAL%20Dec06.pdf
[40] Conferencia celebrada el 26 y 27 de enero de 2007. http://www.soilassociation.org/web/sa/saweb.nsf/cfff6730b881e40e80256a6a002a765c/902f12def991d13a80256f9c005e300e!OpenDocument
[41] Según David Pimentel, Profesor especializado en energía y aliemntación, “los EE.UU. están hoy produciendo 4.5 millones de galones de etanol, lo que corresponde al 18% de toda la producción nacional. Sin embargo, toda esa producción alcanza únicamente ser el 1% de lo que se consume de petróleo. Si toda la cosecha de maiz se usara para etanol, se estima que la producción únicamente alcanzaría a ser el equivalente al 6% del uso del petróleo en los EE.UU. Los subsidios para el etanol son hoy 45 veces mayores por galón que para la gasolina. Fuente: http://www.carryingcapacity.org/pimentel.html
[42] “Señales de inflación sin precedentes en los alimentos”, publicado en http://www.expansion.com/edicion/exp/economia_y_politica/economia/es/desarrollo/997744.html

[43] Era Of Cheap World Food Ending: http://www.cattlenetwork.com/content.asp?contentid=94827
[44] 'The Oil We Eat' Following the Food Chain back to Iraq, Richard Manning.
http://www.energybulletin.net/30.html
[45] http://www.earth-policy.org/Updates/2005/Update48.htm Copyright © 2005 Earth Policy Institute. Oil and Food: A Rising Security Challenge. Danielle Murray
[46] “El ganado es uno de los principales responsables de los graves problemas medioambientales de hoy en día. Se requiere una acción urgente para hacer frente a esta situación”, asegura Henning Steinfeld, Jefe de la Subdirección de Información Ganadera y de Análisis y Política del Sector de la FAO, y uno de los autores del estudio. Como señal de prosperidad, cada año la humanidad consume más carne y productos lácteos. Está previsto que la producción mundial de carne se duplique desde los 229 millones de toneladas en 1999/2001 a 465 millones de toneladas en 2050, al tiempo que la producción lechera se incrementará en ese período de 580 a 1 043 millones de toneladas. http://www.fao.org.ec/archivos/comunicados/Comunicado%20Ganadería%20Amenaza%20el%20Medio%20Ambiente..pdf

[47] Texto completo del manifiesto en: http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/29919
[48] “Cereal prices surge to highest levels in decade”, http://www.fao.org/newsroom/en/news/2006/1000459/index.html

[49] http://spanish.china.org.cn/news/txt/2007-01/25/content_7711650.htm
[50] http://www.elpais.com/articulo/economia/fuerte/demanda/China/eleva/precio/cereales/elpepueco/20070212elpepieco_9/Tes
[51] http://es.wikipedia.org/wiki/Pirámide_de_Maslow Aunque la pirámide de “necesidades” puede indicar una cierta construcción institucionalizada de las mismas, así como una simplificación de nuestra naturaleza, sí parece obvio que la reducción del suministro energético hará inaccesibles actividades superfluas hoy consideradas “necesarias” y habituales: en tiempos de escasez, es normal volver a lo imprescindible.
[52] http://www-3.cc.uic.edu/htbin/cgiwrap/bin/ojs/index.php?journal=bsi&page=article&op=viewFile&path%5b%5d=405&path%5b%5d=1706 “The behavioral aspects of peak oil”. El profesor Lyle Grant, en este estudio, considera que el cenit del petróleo es un problema especialmente difícil de abordar debido a la naturaleza inespecífica del mismo; a la percepción no inmediata de sus consecuencias peores, a la variablidad en la datación de la fecha del cenit del petróleo, a la tendencia a evitar esta cuestión, y a la naturaleza elusiva de las respuestas que damos.

[53] Babilonia sufrió las consecuencias de la intensificación agrícola, que produjo salinización y erosión de sus suelos agrícolas, que contribuyeron a la sedimentación del Tigris y Eufrates, y que fue un factor importante en su decadencia. Existen múltiples referencias históricas a fenómenos similares. Ver Colapso, Editorial Debate. Jare Diamond.
[54] Expresión usada por James Howard Kunstler en “The long emergency”, traducido como “La gran emergencia”. Editorial Barrabes. 2007.
[55] La edad media de la población de las islas fue en el año 2006 de 37,3 años (Fuente: ISTAC), de lo que se deduce que la mayor parte de la población de las islas nació cuando el proceso de abandono de la actividad agrícola ya estaba avanzado en las islas.